Ante la sensación de Cézanne
La exposición del Museo Granet celebra la presencia del pintor en su ciudad natal.

Paul Cezanne, 'Le Rêve du poète ; Le Baiser de la Muse', entre 1859-1860. | Paris, Museo de Orsay, en depósito en el Museo Granet, Aix-en-Provence, 1984 © GrandPalaisRmn (musée d'Orsay) / Hervé Lewandowski
El cuadro nos recibe en el piso alto de la exposición y centrado en la sala como un anfitrión a las puertas de su casa. El rojo del tejado y el verde de la hierba resaltan el ocre radiante de los muros, y el azul de las contraventanas refleja el del cielo de Casa y granja del Jas de Bouffan (1885-1887), sin duda la más noble de las vistas que Cézanne pintó de su hogar. Ningún camino nos lleva hasta ella. Se alza majestuosa y misteriosa al tiempo. El cuadro, colgado hoy a la altura de nuestros ojos en la exposición Cézanne au Jas de Bouffan, del Museo Granet en Aix-en-Provence, permite acercarnos a él tan de cerca que cada pincelada se vuelve distinguible y táctil. Detrás de cada una de ellas se siente el peso de la búsqueda, una larga meditación, la respiración profunda y entrecortada del genio en el instante en que la mano carga la cantidad precisa de materia para ser depositada sobre el lienzo con determinación, una al lado de la otra. A esta distancia la pintura de Paul Cézanne (1839-1906) se nos revela ante todo cerebral.
Bajo este cuadro, la planta inferior del Museo Granet recibe al visitante con la reconstrucción de las pinturas que decoraban del salón del Jas de Bouffan, donde el artista rompió a pintar. Como si esta casa aún no hubiera terminado de revelar sus secretos, en agosto de 2023, los restauradores descubrieron un mural titulado posteriormente Entrada del puerto. Se trata del primero de los nueve paneles que, con 20 años, Cézanne realizó cuando sólo se consideraba un pintor de interiores. La mayoría de ellos fueron trasladados a lienzo y vendidos por todo el mundo.

Obras llegadas de todo el mundo
Por primera vez, desde la venta de la casa, podemos ver la reconstrucción de las pinturas de este salón. Presiden hoy la entrada a la exposición del Museo Granet con la que Aix-en-Provence celebra la presencia del pintor en su ciudad natal. Se trata de una reunión de 130 obras llegadas de todos los rincones del mundo con prestigiosos préstamos como Los jugadores de cartas del Museo de Orsay. La muestra es el acontecimiento más importante del programa Cézanne 2025, que también permite descubrir los tres lugares que inspiraron al pintor: el Jas de Bouffan, las canteras de Bibemus y el estudio de Lauves.
Provenza y sus paisajes fueron la principal fuente de inspiración de Cézanne. A través de ellos irá desarrollando un estilo cada vez más personal, estructurando sus composiciones con colores cálidos e intensos. Con el tiempo, los paisajes a lápiz, óleo o acuarela adquirirán un papel predominante en su obra. En ellos, las pinceladas regulares, fluidas y densas al tiempo aparecen cuidadosamente colocadas, raramente superpuestas. Verdes en distintas gradaciones a golpe de pequeña espátula, muy lentamente meditados. Ojo-mirada-cerebro levantan la sombra de un inmenso tilo del parque, dibujan su murmullo, el crepitar de las hojas y la luz que se cuela entre ellas formando manchas de un crema luminoso sobre el suelo. Delante de estos lienzos, adentrándonos en cada atrevimiento de Cézanne, somos conscientes de su descomunal zancada hacia adelante, tan distinta a la de la caligrafía pictórica de Van Gogh quizás más genial, más libre y espontánea. Cézanne es tiempo y cabeza. Tiempo y entrega.
Durante 40 años y hasta su venta en 1899, en el Jas de Bouffan, vivienda familiar y laboratorio de investigación al tiempo, el «padre del arte moderno» se descubrirá como artista. Éste será el lugar más importante en la vida de Cézanne. Allí, como un monje solitario, desafiará la tradición escudriñando su entorno, en particular los paisajes de la campiña de Aix para comprender, a través de ellos, cómo traducir en pintura lo que observaba. Irá desarrollando una técnica pictórica propia basada en zonas planas de color, en la rotura de las líneas de fuga, transformando la disposición de los planos y la manera de mirar la obra. Aspectos que, a pesar de ser incomprendidos en los círculos académicos de Aix, redefinirán los fundamentos del arte del siglo XX.

Imágenes de una finca
La finca Jas de Bouffan, de 15 hectáreas, situada al oeste de Aix-en-Provence, había sido adquirida, hacia 1730, por Gaspard Truphème, quien hizo construir una bastida. Llamadas «Jas» en provenzal, del latín jactus -arrojado, piedras arrojadas- hacen referencia a una pequeño aprisco utilizado para albergar ovejas. La etimología de «bouffan» sigue siendo vaga, aunque algunos la consideran una referencia al viento (boufa en provenzal). Louis-Auguste Cézanne, padre del artista, un descendiente de emigrantes italianos del siglo XVIII, fue un modesto sombrerero convertido en rico banquero que la compró en 1859 para reafirmar su ascenso social. Con el cuadro Casa y granja del Jas de Bouffan,que parece datar del momento de su muerte, el pintor quiso honrar a su padre con la imagen de su casa para la eternidad.
Por lo general, las casas que pintó surgían lejanas, como prohibidas. No eran un motivo trivial para Cézanne. A veces, aparecen como un refugio en la curva de algún camino, proporcionando una forma geométrica de un color relativamente uniforme, otras se imponen con vigor entre una vegetación caótica. Desde 1859, pintará en el parque de la finca su tema predilecto: la granja.
Los seres humanos raramente están presentes en ellas. En Casa y granja del Jas de Bouffan, las cortinas de las ventanas están abiertas, sugiriendo estar habitada a pesar de que no vemos a ningún miembro de la familia en la terraza. Aun en su luminosidad, el cuadro parece estar de luto. Tampoco hay campesinos. El tiempo se prolonga allí más allá de las estaciones.
Retratos de familia y amigos
En su casa de Aix, Cézanne también pintaría los primeros retratos de su familia y de sus amigos. En este periodo, que denominó «couillarde», su pintura era oscura y atormentada confiriendo a los rostros una poderosa solidez. No temía pintar con espátula ni dejar densos y espesos trazos de color en el lienzo. De ellos surgieron retratos de su padre, de su tío Dominique y, menos a menudo, de su madre y sus hermanas. No se centraba en su psicología, sino que traducía los rostros y los cuerpos a través de una geometría apenas sugerida, en planos de masa y volúmenes. Son figuras genéricas, a veces meditativas o como atrapadas en un momento de reposo, que se vuelven monumentales y se distancian de su realidad cotidiana.
Muchos de sus amigos, que le visitaban en el Jas, dieron cuenta de la vida del pintor: Baptistin Baille, Antoine-Fortuné Marion, Antony Valabrègue, Gustave Boyer, Achille Emperaire y Émile Zola, se convertirán en figuras destacadas del ambiente intelectual del momento, pero Zola brilló entre ellos como un gran novelista de la literatura francesa y junto a Baille, que desarrolló una brillante carrera científica, formó con Cézanne «el trío inseparable».
Además de los paisajes había autorretratos. En esta exposición están algunos de los mejores: Autoretrato con sombrero de paja (1878), es un ejercicio en el que se toma a sí mismo como modelo cubierto por el accesorio indispensable para la pintura en plein air. Sitúa su rostro delante de un fondo paradójicamente decorativo, probablemente inspirado en algún papel pintado de la casa.
La luz y los objetos
A principios de la década de 1880, Louis-Auguste Cézanne mandó construir el primer estudio para su hijo bajo las vigas del Jas de Bouffan. Allí el artista se entregará a sus investigaciones sobre naturalezas muertas, siempre tan silenciosas, sólidas y alejadas de las representaciones tradicionales del género. En las obras del final de esta década, dispondrá manteles, cacharros de loza, jarras, frutas y azucareros en un equilibrio aparentemente inestable. Invertirá las dimensiones, los puntos de fuga serán inesperados y reinventará el efecto de la luz sobre los objetos, principios todos ellos que serán grandes referencias para el Cubismo.
El artista exploró el parque de la bastida y lo trató como un tema pictórico por derecho propio, sus rincones se repiten en más de 60 obras. En cambio, el periodo de madurez estuvo marcado por el regreso al interior de la casa. Hoy se cree que las escenas de fumadores, jugadores de cartas y campesinos fueron pintadas allí, no en la granja vecina. Lo mismo ocurrió con el ciclo de Grandes bañistas.
Henri Gasquet, antiguo amigo de Cézanne, le presentó a su hijo Joachim, un joven poeta que pronto se convertiría en testigo privilegiado de su obra. En 1921 publicó: Cézanne, un libro en el que aseguraba haber visto una espléndida versión, casi terminada, en lo alto de la escalera de Jas de Bouffan de las Grandes bañistas. El cuadro estuvo allí durante tres meses, después el artista lo puso contra la pared y más tarde desapareció. No quería que nadie le hablara de él, ni siquiera cuando brillaba a la luz del sol. Gasquet explicó que había que pasar junto a él para entrar en su estudio bajo las mansardas. Al pintor le obsesionaba el tema de un grupo de mujeres bañándose en un prado bajo los árboles. Son personajes sin época, imposibles de identificar por su vestimenta, carácter o anécdota biográfica, sus rostros no están marcados por ninguna preocupación. Tampoco pueden reducirse a un mito reconocible: Afrodita, Diana o unas ninfas. Los comentaristas solían considerarlas feas y es cierto que no corresponden a ningún canon de belleza clásico o cinematográfico y, al no estar tomadas de ningún modelo existente, necesariamente deben ser el resultado de las fantasías de Cézanne. Gasquet afirmó que el pintor haría de este tema, al menos, treinta pequeños bocetos, dos o tres lienzos muy finos y avanzados y una multitud de dibujos y acuarelas que nunca salían del cajón de la cómoda de su cuarto o de la mesa de su estudio.
Los alrededores de Aix
Mientras Henri y Joachim Gasquet eran caras conocidas en el Jas de Bouffan, Hortense Fiquet estuvo lejos de aquella casa. Había conocido a Cézanne en 1869 y aprendió del artista a «posar como una manzana». Fue una modelo paciente en la intimidad y la principal figura femenina de su obra. La relación entre ambos permaneció en secreto para Louis-Auguste. Cézanne temía a su padre y la pérdida de su pensión. Tras su matrimonio, en 1886, Hortense conoció finalmente el Jas de Bouffan con el hijo de ambos. La relación entre la pareja fue constante, a pesar de la distancia. El artista, siempre absorto en su obra, echó raíces en Provenza mientras Hortense permanecería en París junto a su hijo Paul.
Aunque la mayor parte del trabajo se realizaba en su estudio, Cézanne era ante todo un paisajista y dedicaba horas a recorrer incansablemente los alrededores de Aix. Le interesaban especialmente ciertos lugares, como demuestran los numerosos apuntes que dedicó a su montaña Sainte Victoire, también a Château Noir y a las canteras de Bibemus.
Pasó los últimos años de su vida en una inmersión absoluta, solitaria y casi obsesiva por la pintura, entre su piso de Aix-en-Provence y el terreno de Lauves. Comprado en 1901, reconstruyó allí un estudio de piedra con una estructura sencilla en el espíritu de la arquitectura provenzal. Tomaría posesión de él en septiembre de 1902, cuando las obras apenas estaban terminadas. En aquella época, se encontraba en un paisaje de matorrales, en lo alto de una colina, sobre una terreno en terrazas plantadas de olivos e higueras con una vista descomunal de su montaña.
Cuando se observa alguna fotografía del pintor en 1906, al aire libre, colocando algunos de sus lienzos contra una tapia para ser secados al sol, hay un fuerte contraste entre su vestimenta formal, de traje oscuro y corbata de lazo, frente al lienzo revolucionario en el suelo. Qué mentalidad tan moderna, tan adelantada a su tiempo, que fue capaz de tomar la determinación de dejar trozos del lienzo en blanco. Criticadas entonces, esas zonas desnudas hoy nos parece que cierran el lienzo con brillantez. El cuadro termina ahí. Son un punto final. Un pentagrama en blanco.
Tanto en el mistral como en la canícula, Cézanne prefería ocupar la terraza del estudio, desde donde podía admirar la vista ininterrumpida hasta los tejados de Aix o la de algunas macetas colocadas en el muro bajo. Allí fue donde pintó al jardinero Vallier, el último en posar para él. Su cuadro cierra hoy esta exposición. Mirándolo, sospechamos que el personaje sentado en una silla de madera, con su blusón de trabajo, pantalón añil y sombrero de paja calado hasta la nariz para que no le veamos los ojos, no sea otro más que el propio Cézanne, quien, desde que entramos en la exposición, nos sigue con la mirada complaciéndose cada vez que nos hemos detenido delante de la rama de uno de sus castaños o de una de las calaveras de sus últimos bodegones.
Datos de la exposición
Cézanne en Jas de Bouffan
Museo Granet
Place Saint Jean de Malte, 13100 Aix-en-Provence, Francia
Comisarios: Bruno Ely y Denis Coutagne.
Hasta el 12 de octubre