Del taller a París: así diseñó Andrés Marino más de 500 piezas para el Centre Pompidou
Encontrar el ikigai no es fácil, pero cada tropiezo, cada duda y cada paso en su búsqueda terminan valiendo la pena

Andrés Marino | Cedida
Hay historias que surgen en medio del caos y se tallan con paciencia, una curva tras otra, hasta encontrar su forma. La de Andrés Marino Maza comienza en una casa perdida en los bosques de Washington, continúa en un Madrid durante una crisis y termina, por ahora, en el Centre Pompidou de París, donde sus diseños dialogan con la arquitectura moderna. Arquitecto de formación, ebanista por vocación y explorador del equilibrio entre tecnología y artesanía, Andrés ha hecho de la duda su motor y de la madera su lenguaje. Tras años de pruebas, tropiezos y mucha incertidumbre, finalmente encontró su ikigai y fundó MarinoMaza Studio, su espacio para crear muebles únicos. Con él hablamos en una cafetería frente a la redacción de THE OBJECTIVE sobre sus raíces, el vértigo de empezar de cero y esa búsqueda obstinada de un propósito vital que lo llevó a transformar la frustración en creación.
PREGUNTA.- Mirando atrás a aquella casa en el bosque de Washington, llena de pasadizos y secretos, ¿cuándo sentiste por primera vez el impulso de diseñar y crear, y cómo crees que ese entorno influyó en esa chispa?
RESPUESTA.-Me crié en las afueras de Washington DC, en una casa perdida en medio del bosque que en su día perteneció a Howard Hunt, el espía de la CIA detrás de operaciones como Watergate y Bahía de Cochinos. La vivienda, construida en 1954, estaba llena de sistemas de seguridad de los años 50 y hasta contaba con un búnker nuclear con salida secreta al bosque, un lugar fascinante para un niño curioso.
No recuerdo un momento específico que marcara el inicio de mi vocación, pero siempre estaba inventando artilugios de madera, papel o tierra. Entre el jardín y la casa, con su sótano y un altillo lleno de sorpresas ajenas a mi familia, aprendí sin darme cuenta a no temer ensuciarme las manos. Ese bosque, con su silencio y su madera, abrió mis ojos a un mundo de creación que todavía hoy sigue guiándome.
«Entre ensayo y error, tutoriales de YouTube y mucha paciencia, fui dando forma a una idea»

P.- Tras volver a Madrid y estudiar arquitectura, te encontraste con un panorama difícil, sin puertas abiertas y en plena crisis económica. ¿Qué te sostuvo entonces?
R.- Cuando terminé la carrera, sabía que el camino no sería fácil, pero nunca imaginé lo complicado que sería realmente poder diseñar. En 2013, la «suerte» consistía en conseguir un puesto de becario indefinido en un estudio, pasando años haciendo renders por apenas mil euros. Tenía un obstáculo fundamental: para que alguien te contratara como arquitecto necesitaba ver tu obra, y yo, tras ocho años haciendo de todo menos diseñar, no tenía casi nada que mostrar.
Frustrado por no poder financiar una casa, me dije que quizá no podía construir un hogar completo, pero sí algo más pequeño: una silla. Un amigo me prestó un espacio y allí comencé a prototipar. Entre ensayo y error, tutoriales de YouTube y mucha paciencia, fui dando forma a una idea. Lo que me sostuvo fue la claridad sobre lo que no quería hacer y, sobre todo, la satisfacción de finalmente poder diseñar algo propio.
«Comprendí que la vida es corta y que, si no actuaba, me arrepentiría»
P.- Pasaste de ser comercial a jefe de producto y, aun así, decidiste dejarlo todo. ¿Qué te hizo escuchar esa voz interior que decía «ahora o nunca»?
R.- Pasé de roles comerciales en constructoras a jefe de producto, gestionando proyectos y equipos, pero cada día sentía que estaba lejos de mi verdadera pasión. Lo que me hizo escuchar mi voz interior llegó en un instante de claridad: comprendí que la vida es corta y que, si no actuaba, me arrepentiría. En 2018 dejé todo para fundar MarinoMaza Studio, motivado por la idea de crear muebles únicos que fusionaran tecnología y artesanía. Fue un salto de «ahora o nunca»: tenía la experiencia suficiente para arriesgarme y una intuición que me guiaba hacia algo más auténtico.
P.- Tu primera creación fue una mecedora, un objeto con un fuerte componente simbólico. ¿Por qué elegiste empezar con ella?
R.- Me encantan las mecedoras. Son muebles que evocan recuerdos familiares, que se heredan de generación en generación y acompañan todas las etapas de la vida, desde acunar a un bebé hasta la siesta de los abuelos. Elegí comenzar con una mecedora porque quería reinterpretar un clásico y poner a prueba mis habilidades como diseñador y ebanista. Además, la mecedora habla de otros tiempos, de un ritmo distinto al que imponemos hoy con nuestras pantallas: no puedes tener prisa al sentarte en ella, porque tiene su propio tempo, un espacio que invita a desacelerar y a hacer una pausa de verdad.

«Para dar a conocer mis diseños recorrí los salones de diseño más importantes del mundo»
P.- Cuando expusiste tu trabajo en ferias internacionales y Rossana Orlandi se acercó a tu stand, ¿cómo viviste ese momento?
R.- Exponer en ferias internacionales fue tan emocionante como agotador. Para dar a conocer mis diseños recorrí los salones de diseño más importantes del mundo: París, Estocolmo, Londres, Madrid, Milán y Nueva York. Cada parada era una aventura, pero el momento más inolvidable llegó en la Feria de Diseño de Londres, cuando Rossana Orlandi se acercó a mi stand. Presentaba mis piezas por primera vez ante un público global y, de repente, esta figura legendaria del diseño mostraba interés por mi trabajo. Fue una validación absoluta, la confirmación de que había tomado la decisión correcta al seguir mi intuición y dejar mi empleo anterior. Desde entonces, colaboramos y mis diseños forman parte de su galería en Milán.

«Cada pieza representaba un aprendizaje constante, desde el curvado con vapor hasta los acabados naturales»
P.- En tus inicios, el proceso era casi artesanal. ¿Cómo ha evolucionado desde aquella primera pieza hasta los proyectos actuales?
R.- En mis inicios, el proceso era completamente artesanal. Tenía un taller en el centro de Madrid donde pasaba horas doblando, rompiendo y aprendiendo de la madera. Cada pieza representaba un aprendizaje constante, desde el curvado con vapor hasta los acabados naturales. Con el tiempo, mi método ha evolucionado: ahora incorporo tecnología como modelado 3D y máquinas de cinco ejes para lograr mayor control y eficiencia. Hoy resulta absurdo no aprovechar la tecnología en la ebanistería; la artesanía también es tecnología, solo que de otra época. Usar maquinaria moderna no resta valor a lo que fabrico, al contrario, amplía enormemente lo que puedo imaginar y materializar. La tecnoartesanía es un campo fascinante que aún está por descubrir.
«Participar en el proyecto del Centre Pompidou, específicamente para la Bibliothèque Publique d’Information (BPI), fue un desafío monumental»
P.- Participar en el proyecto del Centre Pompidou debió de ser todo un reto. ¿Cómo fue esa experiencia?
R.- Participar en el proyecto del Centre Pompidou, específicamente para la Bibliothèque Publique d’Information (BPI), fue un desafío monumental que se extendió de 2022 a 2025. Desde la propuesta inicial, centrada en diseños modulares y sostenibles, hasta la ejecución de más de 50 modelos diferentes fabricados en Madrid, el proceso implicó prototipado intensivo, selección cuidadosa de materiales y adaptación a un espacio icónico. Aprendí la importancia de pensar en el ciclo de vida completo de cada mueble, fabricación, transporte, uso y reconfiguración, y cómo la modularidad permite que las piezas evolucionen con su entorno. Trabajar en un lugar tan emblemático me enseñó a equilibrar innovación con respeto cultural; el Centro Pompidou es un icono del movimiento moderno, y tuve que ajustar mi enfoque para que mis diseños dialogaran con un contexto cargado de historia.

«No esperen el momento perfecto; créenlo»

P.- Tu historia es la de alguien que encuentra su ikigai. ¿Qué le dirías a quienes aún no se atreven a seguir esa voz interior?
R.- En muchos sentidos, mi historia trata sobre encontrar mi ikigai: esa intersección entre lo que amas, en lo que eres bueno y lo que el mundo necesita, y por lo que puedes recibir reconocimiento y remuneración. A quienes sienten esa coraza creativa, pero no se atreven a seguirla, les diría: escúchenla. Den el salto al vacío con planificación, pero sin miedo al fracaso. Empiecen pequeño, como yo en mi taller, y confíen en que la pasión atraerá oportunidades. No esperen el momento perfecto; créenlo.

P.- Muchos diseñadores hablan de la inspiración, pero pocos de la duda. ¿Qué papel ha tenido la incertidumbre en tu proceso creativo?
R.- La duda y la incertidumbre han sido compañeras constantes en mi proceso creativo. Me han obligado a cuestionar cada decisión, desde la elección de materiales hasta las formas finales, y, al mismo tiempo, me han permitido mejorar y sortear errores. En momentos de crisis económica o al dejar un trabajo estable, la incertidumbre no me paralizó; al contrario, me impulsó a innovar. Es un catalizador: transforma el miedo en motivación, obliga a refinar las ideas y empuja a asumir riesgos calculados.
P.- Desde aquella casa en el bosque hasta el Centre Pompidou, ¿qué te ha dado apostar por tu ikigai?
R.- Mirando atrás, desde aquella casa en el bosque hasta el Centre Pompidou, apostar por mi ikigai ha sido una experiencia transformadora. En el plano profesional, me ha llevado a consolidar una trayectoria con piezas en galerías y reconocimientos internacionales. En lo personal, ha impulsado mi crecimiento en resiliencia, creatividad y satisfacción; dedicarme a lo que realmente me apasiona me ha otorgado equilibrio y propósito en cada proyecto que emprendo.
P.- Ahora que tus piezas forman parte de espacios icónicos, ¿cómo mantienes viva la chispa del comienzo?
R.- Para mantener viva esa chispa inicial, me apoyo en la curiosidad y el trabajo constante. Experimento con nuevas técnicas, desde el vaporizado de la madera hasta inspiraciones propias de la era digital y el movimiento maker. Siempre trato de reconectar con la sensación de crear por primera vez, volviendo a mis raíces artesanales, colaborando con otros artesanos y participando en ferias. Cada proyecto es una oportunidad para sentir esa emoción fresca, evitando caer en la rutina y empujando continuamente los límites de lo posible en el diseño.
