El Prado paga los intereses de su deuda con Isabel de Farnesio
Una exposición muestra el poder coleccionista de la esposa de Felipe V, con obras de Murillo, Brueghel el Viejo, Ribera…

Detalle de 'La reina Isabel de Farnesio' (1739), óleo sobre lienzo de Louis-Michel van Loo. Planta 1. Sala 17. | Museo del Prado
El Museo del Prado tiene una deuda pendiente con Isabel de Farnesio (1692-1766). Le debe a la primera reina de la dinastía borbónica en España buena parte de su actual prestigio. Como la promotora artística que más significativamente contribuyó al engrandecimiento de la antigua Colección Real, puso las bases de lo que hoy es la principal pinacoteca de España y una de las más importantes del mundo. Esta paga ahora parte de esta deuda homenajeándola con un nuevo acercamiento a su colección, que se traduce en la tercera edición del itinerario El Prado en femenino.
Hasta el 26 de mayo, la muestra, organizada por El Prado con la colaboración del Instituto de las Mujeres y el apoyo de Iryo, sigue la huella de las más de 500 obras que llevan su sello: una flor de lis, símbolo borbónico por excelencia. Para navegar semejante océano, la profesora Noelia García Pérez, catedrática de Historia del Arte en la Universidad de Murcia, ha dirigido una selección razonada de 45 obras. La mayoría estaba ya expuesta en el museo, cinco permanecían en almacén, dos estaban depositadas en la Universidad de Zaragoza y en la embajada de Londres y una de Murillo se expone por primera vez tras ser encontrada en un museo de Pau en Francia.
El mecenazgo de Isabel de Farnesio tuvo lugar en una época tumultuosa. Tras la guerra de Sucesión, España afrontó un cambio de dinastía: los Borbones se hicieron finalmente con el trono, pero su primer monarca español, Felipe V tuvo que esforzarse para ganarse la simpatía popular y consolidar los nuevos aires que llegaban desde Versalles. Isabel de Fanersio se casó con él en 1714, cuando llevaba ya más de una década en el trono. Nacida y criada en Parma, había recibido una exquisita educación en el Palacio Ducal, y según los textos de la época, era una mujer de carácter, inteligente y de porte distinguido, aunque no excesivamente hermosa.
De lo último dan fe sus retratos, que encabezan el itinerario. De lo anterior, su obra: hasta su muerte en 1766, y muy influenciada por la tradición familiar, ejerció durante más de medio siglo un patronazgo activo y sostenido, utilizando sus propios recursos a través del conocido como bolsillo de la reina, lo que le permitió gozar de una destacada autonomía en sus elecciones artísticas.
Cuenta la muestra de El Prado que, «a través de una nutrida red de artífices, nobles y diplomáticos que actuaban como agentes y mediadores, reunió cerca de un millar de pinturas que reflejan su marcada predilección por las escuelas flamenca e italiana, así como por la producción de Murillo, su artista favorito junto a Teniers y Brueghel el Viejo». Aunque su promoción artística «se extendió también al ámbito de la escultura, con la adquisición de una parte significativa de la colección de la reina Cristina de Suecia».
Predilección por Murillo
La voracidad coleccionista de la reina reunió cerca de un millar de pinturas. Más de un tercio de ese conjunto —358 pinturas— se custodian hoy en el Museo del Prado e incluyen piezas maestras de Velázquez, Ribera, Murillo, Teniers, Correggio, Rubens, Luca Giordano, Reni, Guercino, Veronés, Tintoretto, Brueghel el Viejo, Van Dyck, Brueghel el Joven, Clara Peeters, Parmigianino y Watteau, entre otros. El itinerario diseñado por Noelia García Pérez destaca su predilección por la obra de Bartolomé Esteban Murillo, cuya incorporación a la Colección Real se debió íntegramente al decidido impulso de la reina.
Estructurada en tres partes, antes de centrarse en la obra pictórica y escultórica que debemos a su mecenazgo, la exposición comienza con la sección Construyendo la imagen de la reina, que muestra la creación y evolución de la imagen de Isabel de Farnesio: «Aunque destinada a ocupar un papel secundario como reina consorte, la frágil salud del rey le permitió asumir funciones de gobierno en varias ocasiones, ejerciendo una influencia directa y significativa en la política de la monarquía durante buena parte de su matrimonio».
La sutileza de lo que hoy llamamos soft power se desarrolló en «diferentes estrategias iconográficas empleadas para construir y proyectar su imagen pública con el fin de legitimar su posición y reforzar su autoridad en el ejercicio del poder». Aquí Isabel de Farnesio aparece acompañada de compañeras de batallas como Luisa Isabel de Orleans, Bárbara de Braganza y María Amalia de Sajonia, esposas de Luis I, Fernando VI y Carlos III. El contraste de estilos resulta fascinante.
Colección de escultura
Aunque, por supuesto, el poderío de la muestra se basa en la calidad de las obras de arte que la nutren. Aparecen los principales representantes de las grandes escuelas pictóricas de la Edad Moderna europea, pero se refleja la marcada predilección de la reina por las escuelas flamenca e italiana, así como por la obra de Bartolomé Esteban Murillo, su artista favorito junto a David Teniers el Joven y Jan Brueghel el Viejo.
La tercera sección, dedicada a la colección de escultura de Isabel de Farnesio en el Museo del Prado, tiene un interés historiográfico notable. Además de disfrutar de la contemplación de obras maestras, el visitante puede adentrarse en el modelo de patronazgo artístico de la reina con el análisis de uno de sus encargos más destacados: la adquisición de la colección de la reina Cristina de Suecia. La muestra matiza que se trató de un proyecto conjunto con su esposo, el rey Felipe V, pero fue la reina quien tomó la decisión de la compra, impulsó la operación y asumió la responsabilidad del encargo, realizando personalmente la selección de las piezas y reservándose para sí las más valiosas del conjunto.
Todo un carácter.
Completa la exposición una nueva pieza audiovisual de unos 30 minutos de duración, realizada en coproducción con La Caixa Forum +: La huella de Isabel de Farnesio en el Museo del Prado.
