THE OBJECTIVE
Cine

Pastora Vega: «Antes a los actores con edad se les tenía un respeto»

La actriz conversa sobre sus últimos trabajos en teatro y televisión y su larga trayectoria

Las cámaras de televisión se enamoraron de Pastora Vega (Madrid, 1960) a principio de los años ochenta y, con ellas, toda España. No era solamente un rostro hermoso. Pronto lo demostraría también como actriz. Llevaba la vena artística en la sangre: Pastora Imperio fue su bisabuela y Rafael Vega Gitanillo de Triana, su abuelo. Su carrera acumula una veintena de títulos cinematográficos y algunos más televisivos. Ahora, vuelve al teatro con Paso a paso, una comedia donde la amistad y las mujeres maduras son las protagonistas.

PREGUNTA.- Estás hasta el 11 de agosto en la comedia Paso a paso, un texto de Peter Quilter que dirige Esteve Ferrer junto a Eva Barceló y Diana Peñalver. No hacías comedia desde hacía algunos años, desde La asamblea de mujeres, las asambleístas de Aristófanes. ¿Cómo te sientes en el género? ¿Cómo ha sido volver a la comedia?

RESPUESTA.- A mí me encanta. He hecho poca comedia como actriz, tanto en cine como en series, y siempre me he quedado con las ganas. Quizá por mi físico, siempre en personajes así, muy dramáticos y con mucho peso, no sé por qué eso es incompatible con la comedia.

P.- Bueno, estás en una de las grandes comedias cinematográficas de España, que es Amanece, que no es poco.

R.- Sí, y Todos los hombres sois iguales, que también es comedia. Sí es un género en el que me siento muy bien y que me encantaría seguir trabajando.

P.- Es una comedia sobre la amistad de tres mujeres y tres mujeres maduras. No sé si es más fácil justamente que las mujeres sean amigas a esa edad. Por, no sé, cierta competencia que se establece entre nosotras. ¿No eres de las que piensan que tener una amistad femenina tiene esa dificultad?

R.- No sé, puede que ocurra en algunos casos. Yo, por experiencia propia, estoy muy orgullosa de mis vínculos amistosos. Tengo amigas desde los 14 o 15 años hasta hoy, y hemos hecho el viaje de la vida juntas, a lo largo de los últimos 40, 50 años. Por supuesto, hay rachas, hay temporadas que estás más cerca, que estás más lejos, pero esa sensación de que son amigos de verdad, que da igual que lleves dos años o un año un poco distanciado, luego te ves y es como si no hubieras dejado de verte nunca. No, no creo que haya… Por lo menos, en mi caso no lo hay. Creo que en todo caso eso pasaría entre chicas más jóvenes, cuando todavía tú estás conociéndote y como autoafirmándote en tu personalidad, y puede que ahí los egos estén más a flor de piel. En general, creo que con la madurez justamente llega lo contrario.

P.- ¿Tú te sientes identificada con Mónica, con tu papel? Esa devorahombres, un poco Peter Pan, que se resiste a crecer.

R.- No, no. Hay cosas mías que le doy a Mónica, que probablemente, aparte del físico y todo eso, tiene que ver con ser un poco la organizadora de las cosas, la que asume el papel de llevar las riendas en muchas situaciones, tanto familiares como amistosas, un poco mandona… Pero no, no, no. Ese personaje narcisista, muy masculina en un punto, devorahombres, que ha tenido esa juventud loca, para nada. O sea, Pastora ni ha sido ni es así.

P.- Pero es bastante optimista. Cuando se inicia la reflexión sobre la vejez, el temor a la soledad…

R.- Yo creo que más que optimista, tiene una mezcla de negadora: «No quiero hablar de sentimientos, no quiero, no soy capaz de decir te quiero». Negadora de no entrar ahí profundamente, no vaya a ser que lo que me encuentre me haga sufrir. Entonces salgo corriendo y mira para otro lado. Hay una parte de Mónica que es así. Por eso cuando sus amigas entran ahí, dice «no, no, no, no», pero luego es verdad que a cambio de eso tiene esas ganas de vivir de al mal tiempo buena cara, de ver la botella medio llena siempre y, bueno, y de su filosofía que es aprovecha el momento.

P.- Y subir a la cima, siempre adelante. Esa reflexión de el paso del tiempo, del miedo a la vejez, de mujeres de cierta edad… No es normal tener una obra o una película donde las mujeres tengan ese papel preponderante.

R.- Esa es una de las razones principales por las que me involucré en este proyecto, que ya venía. Tenemos que recordar que que es la tercera vez que se que se programa esta función.

P.- El año pasado estaba en tu papel Carmen Conesa, ¿verdad?

R.- Y el anterior, que se hizo en Barcelona, una actriz catalana [Maria Lanau]. Me apunté a este carro un poco de manera exprés, cosa que también ha sido bastante desafío para mí, por eso, porque no hay historias para mujeres de nuestra edad. No hay ese arco, que puede ser desde los 50 a los 60 y. Esa década, esos 15 años de una mujer de verdad madura, que puede ya ser abuela, que le han podido pasar tantas cosas y que por supuesto, para un montón de situaciones somos invisibles.

P.- Fundamentalmente ser objeto de deseo, que en la realidad sí se da, porque la vida se ha alargado muchísimo.

R.- Muchísimo.

«Edadismo más machismo es la ecuación perversa que nos perjudica enormemente a las mujeres»

P.- Y la gente de 60 ya no parece de 60.

R.- Exacto. Digamos que el edadismo más machismo es la ecuación perversa que nos perjudica enormemente a las mujeres en general. Eso no le pasa a los hombres. Un hombre con 70 años sigue siendo el sujeto protagonista que habla en primera persona de lo que sea, sea actor, sea médico, sea diseñador de moda, da igual. Y nos sigue pareciendo atractivo, interesante, deseable al resto del mundo que le está viendo. Y al revés, a la mujer, no. Esa desigualdad habría que reflexionar de dónde viene eso. Está muy bien, por tanto, poder sentir que no necesitamos a ningún tío.

P.- Que no tenemos que ser la madre o la abuela.

R.- Ni ser la madre, ni la hermana de, ni la vecina de, para poder estar en un proyecto con una edad.

P.- A pesar de haber hecho también mucho teatro, no es de lo que más has hecho. Fundamentalmente has hecho muchísima televisión y también bastante cine. ¿Qué es lo que más te gusta de hacer teatro y qué es lo que menos te gusta?

R.- Es una cosa muy, muy especial. Me encanta el proceso, tanto o más, te diría, que el hecho de ir cada día y subirte al escenario. El proceso, la construcción de una cosa muerta, un texto ahí negro sobre blanco, y de pronto ver cómo eso es como un embarazo y un parto. Ese proceso a mí me apasiona. Y en este caso ha sido muy rápido, muy intenso, pero ha sido maravilloso, porque la verdad es que mis compañeras, tanto Eva como Diana, el equipo entero, Violeta [Němec Millán] la ayudante de dirección, el director, el productor [Víctor Fernández Guerra], todos han estado ahí para ayudarme muchísimo. Y luego, la función… Una vez que ya estrenas y pasas los nervios del estreno, que son muchos y que yo creo que con los años van a más, hay como unos nervios tremendos y una adrenalina muy fuerte que me encanta. Y me pasa una cosa muy curiosa: termino la función y la volvería a hacer. Cuando ya la he hecho, estoy súper aaaaahhhh, con ganas de que llegue el día siguiente para hacerla. Pero luego, claro, llega el día siguiente y digo: «Ay, otra vez, hay que hacer esto otra vez».

Pastora Vega. | Víctor Ubiña

P.- Porque es un esfuerzo físico considerable.

R.- Y por otro lado, llego al teatro y todo ese mundo de los camerinos, que llegan tus compañeras, la velita, que te empiezas a maquillar, todo eso también me gusta mucho. Siempre hay esa cosa de otra vez tengo que salir ahí porque esta función, como todas, hay que salir a hacerla cada día, y no te puedes acomodar, porque si no, se cae.

P.- Se cae la tensión.

R.- Se cae, se cae. Es una función que la sostenemos las tres. Como dice Esteve, hay otros tipos de funciones que el texto es tan potente, que ya con que con que lo digas con sentido común tienes un 50% hecho. Aquí somos nosotras.

P.- Y con bastante velocidad, y los reflejos y el texto que sale impecable.

R.- Mucha, mucha. Mucho trabajo, mucho. Esteve, además, es músico también. Es un hombre que tiene un oído musical brutal, entonces la partitura de esta comedia la tiene clarísima, clarísima. Ahí no hay respiro y lo tiene muy claro. Eso también es subirte a una tabla de surf.

P.- No empezaste en el teatro porque tus inicios fueron la televisión, lo has contado algunas veces, que eras estudiante de Derecho, acompañaste a tu hermana a un casting de Televisión Española…

R.- Y me lo hicieron a mí.

P.- Eso no sé tu hermana cómo lo llevó.

R.- Mi hermana en realidad fue ahí como obligada, porque cuando se enteró de qué era lo que nos iban a pedir, que era hacer un casting muy en serio para presentar un programa en Televisión Española, y ella se creía que era una cosa mucho más tonta, para ganar un dinerillo, como de figuración especial, cuando se dio cuenta ya no quería ir.

«Yo no era la típica presentadora que llegaba los jueves a maquillarme»

P.- Ya.

R.- Y un poco mi madre, no nos obligó, obviamente, pero nos aconsejó que era una experiencia, que no pasaba nada, que la viviéramos. Y mira tú por dónde, me me eligieron a mí y mi hermana se hubiera ido corriendo de Prado del Rey porque estaba muy asustada. Es más, no sé, no recuerdo, se lo tengo que preguntar, si finalmente ella hizo el casting o no.

P.- Porque tú fuiste un animal televisivo desde el primer momento. Y tengo entendido que ese aquel Y sin embargo te quiero, que hiciste con con Guillermo Summers e Ignacio Salas, al no haber teleprompter, lo aprendían de memoria. Eso es bastante teatral, aunque fuera hablando a una cámara.

R.- Lo aprendíamos de memoria y yo estaba en la redacción toda la semana. Yo no era la típica presentadora que llegaba los jueves, que era cuando grabábamos, a maquillarme, y me lo aprendía un día antes o dos. No, yo lo hacía muy mío, participaba, bajaba a montaje, o sea, estaba muy involucrada, y entonces luego lo sentía muy mío. Pero sí es verdad que tenías que mirar a cámara y soltar el rollo. Y venían muchos actores invitados a ayudarnos a presentar la programación, gente de un poderío que alucinas: José Luis López Vázquez, Pepe Bódalo… Y cuando les dábamos a lo mejor siete líneas o cinco para presentar el fútbol de la semana siguiente, no podían. Y decían, me acuerdo José Luis López Vázquez: «Pero cómo puede ser que yo no sea capaz de decirlo si estoy haciendo aquí al lado, en el Estudio 1 un monólogo de no sé qué». Pero claro, haciendo un personaje, pero aquí era él hablando. «Yo no sé hablar con ese bicho negro», y se ponían nervioso. Sí, es otra cosa distinta.

Pastora Vega. | Víctor Ubiña

P.- ¿Cómo recuerdas aquellos años de televisión?

R.- Pues muy feliz. Muy feliz con un regalo que me llegó a la vida inesperadamente, que nunca busqué. Yo pensaba hacer unas oposiciones cuando acabara la carrera. Porque también me había dado cuenta en segundo de Derecho de que me había equivocado. Con lo cual dije: «Bueno, pues a esto hay que sacarle algún partido».

P.- Y tu madre te obligó a terminar, ¿no?

R.- No, pero yo quise seguir, aunque tardé más tiempo, y me queda una asignatura que nunca estudié porque se quedó ahí arrinconada, pero hice todo 5º (entonces eran cinco años, ahora son cuatro), y apareció esto en mi vida. Cómo es el destino, ¿no?, que a veces tú no tienes que forzar ni empujar.

Pastora Vega. | Víctor Ubiña

P.- La importancia de la suerte, que muchas veces no se tiene en cuenta.

R.- No, es estar abierto y decir: «Ah, pues por qué no». Se me abrió todo un mundo y lo recuerdo maravillosamente bien. Es más, yo es que en un plató, en un plató de televisión, no en un plató de estudio de cine, me vengo arriba. Yo no descarto nunca volver a entrevistar o a presentar, me encantaría. Lo que pasa es que, bueno, me metí en el mundo de la interpretación, y volvemos al edadismo.

P.- Después de la televisión, te iniciaste en el mundo de la interpretación. Lo primero que hiciste fue Los pazos de Ulloa, ¿verdad?

R.- ¿O El sueño de Tánger? No me acuerdo. No: Los pazos de Ulloa.

P.- Pero lo que de verdad marca el inicio de tu carrera como intérprete fue El Lute.

R.- Sí, en Los pazos de Ulloa yo estoy para fusilarme sin piedad al amanecer. O sea, es horroroso.

P.- Que no te quieres ver ahí.

R.- No, no, estaba aterrada. Pero imagínate, además: Gonzalo Suárez, Charo López, Omero Antonutti, Victoria Abril, José Luis Gómez… Bueno, es que era un reparto para morirse, y lo pasamos genial. Pero hace poco la pasaron y casi me muero del infarto. El sueño de Tánger, con Ricardo Franco, que vino después, fue una película maldita porque tuvo muy mala suerte y no se pudo estrenar, y nos pasó de todo. Sí, realmente, digamos que cuando yo me pongo en serio, incluso preparé el personaje con con Cristina Rota, porque ya me vi yo: oye, aquí la hermana del Lute, en fin, no es un papelito. Y a partir de ahí sí me lo empecé a tomar más en serio. No como «ah, bueno, pues mira, pues me llama Pedro Masó y me llama Berlanga, pues venga». Pues será que porque me veían en la tele…

P.-  Y guapa.

R.- No es que yo quisiera ser actriz, es que me empezaron a llamar. Pedro Masó, Berlanga para La vaquilla, que luego no lo hice. Pedro Masó para Segunda enseñanza, que tampoco llegué a un acuerdo. Entonces dije: «Oye, si estos señores tan importantes, viéndome presentar Y sin embargo te quiero, algo verán, pues voy a ver yo». Y así fue, poco a poco, hasta que me empecé a formar también.

P.- Mamá Pastora, Pastora Imperio, tu bisabuela.

R.- Sí.

P.- Tu abuelo, Rafael Vega.

R.- Gitanillo de Triana.

P.- Siempre has hablado con orgullo de esas raíces, de esa familia. ¿Cómo fue vivir en esa familia? ¿De qué manera se transmite el arte?

R.- Mira, tú no sientes nada particular ni hay un momento específico que dices: «Ahora me doy cuenta que tengo una familia de artistas y que yo también tengo ese pellizco». No. Como lo vives desde que naces, a ti te parece lo más normal del mundo. Pues como vivir en una familia de deportistas de alto rendimiento, supongo, o de cantantes de ópera. Hay algo que por eso hay generaciones y generaciones dedicándose a lo mismo, ¿no? Porque se huele y se palpa en todo, en la forma de hablar, en la forma de estar, en el sentido del humor, aunque luego haya muchas familias que no se dedican a esto y que también tienen ese tipo de rollo. Pero en mi familia ha sido así, y yo, que era la negadora de todo esto, que basta que mi familia sea artista para yo diga voy a ser ser universitaria, voy a ser una señora así sesuda, voy a ser profesora en la universidad o voy a escribir libros, no, acaba su vida en un escenario y diciendo: «Mamá Pastora, mándame suerte».

Pastora Vega en un momento de la entrevista. | Víctor Ubiña

«Deberíamos respetarnos y aprender a convivir en la diferencia, y por eso yo soy muy anti separatista y muy anti nacionalista»

P.- Tú conviviste con ella bastante.

R.- Sí, hasta los 19 años. Ella murió en el 79, en septiembre del 79, y yo tenía 19 años.

P.- Esto de las raíces gitanas, que por supuesto nunca has negado y siempre ha estado ahí, me hace pensar un poco que, cada vez más, es un mundo en el que se habla más de identidad, la gente está pendiente de la identidad: «Yo soy esto, yo pertenezco a esto». Me da la sensación de que eso no era así antes, o si era así, se reivindicaba la identidad para unir o para integrar y no para separarse, digamos individualizarse o dividirse en trincheras. No se cómo ves tú esto.

R.- Yo no sé, la verdad. Es un tema bastante interesante, pero podemos hablar horas y no llegar a ninguna conclusión. Yo lo que sí creo es que hay que convivir en la diferencia. Tenemos que aprender todos a convivir en la diferencia de sexo, de creencias, de raza, de religión, de todo, y nutrirnos, porque es maravilloso. ¡Si todos fuéramos lo mismo! Qué maravilla es el intercambio, el enriquecerme yo con tus maneras, con tu cultura, con tus tradiciones, con tu idioma y tú con el mío. Siempre hay algo que aportar y aprender a decir: no, por ahí ni de broma. Todo tiene esa parte rescatable. Deberíamos respetarnos y aprender a convivir en la diferencia, y por eso yo soy muy anti separatista y muy anti nacionalista y muy anti independentista, porque creo que al final eso no va a ningún sitio. Por supuesto que cada uno tiene sus señas de identidad y las tiene que reivindicar, pero todos por el mismo rasero me parece tan horrible como lo otro sea. Es difícil, es difícil.

P.- Tú no has sufrido nunca discriminación de todas maneras, ¿o sí?

R.- En algún momento he sido humillada, pero nada… Pues mira, un paparazzi hace muchos años, un fotógrafo en una entonces discoteca muy famosa, donde iban muchos actores y actrices y además delante de mucha gente, me llamó «gitana de mierda» porque no quería hacer una foto determinada con otra persona, o alguien que por teléfono, en fin, dos o tres personas a lo largo de mi vida, en un momento que no he pasado por el aro de lo que querían, han encontrado que el mejor insulto era llamarme «gitana de mierda» o «gitana tenías que ser». Bueno, creo que el que se insulta a sí mismo es esa persona en ese momento. A mí no me falta al respeto, la verdad. Y de pequeña, según me cuenta mi madre, yo tenía muy interiorizado que era gitana y, bueno, en el vocabulario está ese racismo: «Hija, vas hecha una gitana», «Esto no se lo salta un gitano», «Vamos con todo el coche lleno de bultos, parecemos gitanos», y yo me pongo enferma cuando oigo eso, me duele.

«Por lo visto de pequeña enseguida salía y decía: ‘Pues yo soy gitana’»

P.- Ya.

R.- Aunque esté basado en algo basado en la realidad, pero a mí me molesta. Entonces yo, siempre que alguien hace eso, pongo cara. Y por lo visto de pequeña enseguida salía y decía: «Pues yo soy gitana».

P.- En el colegio aquí cerca, en la calle Goya.

R.- Sí, o una anécdota que me cuenta mi madre con el hijo de la portera de nuestra casa, donde vivíamos, que se llamaba Fernandito y Fernandito iba hecho un cromo. Entonces le dijo su madre: «Mira Pastora, qué bien va y qué bien peinada y qué tal, y tú pareces un gitano». Entonces yo dije: «Entérese usted, señora, que yo soy gitana».

P.- Ahora que has hablado de fotógrafo durante una época de tu vida, que fuiste muy famosa. No sé cómo llevaste tú la fama.

R.- Mal. No, no me gusta. No me gusta. No envidio para nada a la gente muy famosa. Me parece que es un rollo, que es un coñazo, con perdón, que no puedes ir al mercado a comprar, ir como te dé la gana en chanclas, sin maquillar. Todo el tiempo te piden. Es que no es agradable, no es agradable. No sé cómo será ser muy famoso ahora, en la época digital. Yo lo he sido en otro momento que salían dos o tres fotógrafos detrás de un coche, cuando menos te lo esperabas. He dado bolsazos a los fotógrafos, he salido de una casa en un maletero, ese tipo de cosas. Sobre todo cuando empecé mi relación con Imanol [Arias], cuando me separé de él… En esos momentos personales, que además tú lo estás pasando de aquella manera, encima tienes que lidiar con esta gente que sé que están haciendo su trabajo, pero se puede hacer de muchas formas y a veces eran muy irrespetuosos, y apostados en tu casa mañana, tarde y noche. Eso empezó a afectar en un momento a mis hijos. O sea, agradable no es, entonces me gusta el anonimato. Que no me falte trabajo en esto. Yo quiero un mix, que es hacer esto, que vaya todo muy bien, pero que nadie me conozca.

P.- Y si te paran, que sea para para elogiar.

R.- Exacto, sí.

P.- Antes te preguntaba sobre tus hijos. ¿Cómo se transmite el arte a los hijos? Tus hijos, Jon y Daniel Arias, también tienen el gusanillo de la actuación.

R.- Pues es que no sé cómo lo he transmitido.

P.- ¿Pero te gusta haberlo transmitido o te hubiera gustado que dedicaran a otra cosa?

R.- Voy a decir un topicazo como una casa. Quiero que ellos hagan lo que les guste, porque no hay nada mejor que vivir de lo que te gusta. Creo que eso es una suerte que no tenemos todo el mundo. Pero es que les gusta esto. El mayor ha salido también músico, le gusta mucho la música y es actor. Mi nuera es actriz, mi hijo pequeño es actor. Yo creo que es que como lo vivieron desde pequeños, porque claro, nos los hemos tenido que llevar con nosotros, han estado entre cajas mientras hacíamos la función, en los camerinos, Dani, que se vestía de negro como si él fuera también un técnico más, con la linterna. O sea, todo eso les apasionó desde pequeñitos.

«Muchas veces vas a un rodaje y todo el equipo de gente joven no sabe quién es nadie»

P.- Es fascinante para un niño.

R.- Y luego, jugar cuando eres pequeño es lo mismo que actuar, es que haces que eres otro, y ver que tus padres son mayores y siguen jugando, pues yo creo que eso es muy atractivoñ. Y que encima pueden viajar, entrar, salir y vivir de esto, pues ellos se han lanzado. Espero que tengan suerte, la verdad, porque no es fácil. Ahora hay mucha competencia, todo ha cambiado mucho desde cuando su padre y yo estábamos hace, ¿qué te que te digo, 20 años? Ha cambiado todo mucho, empezando por la forma de trabajo. Y para algunas cosas ha cambiado para bien, pero también para otras muchas… como todo.

P.- ¿Qué ha cambiado para bien y qué ha cambiado para mal?

R.- Bueno, no sé, creo que hay mucha más diversidad, más oferta. No solo hay cinco canales. Tú piensa que cuando yo empecé era la uno y la dos y pare usted de contar. No había nada más. Cuando empezaron los autonómicos era como ¿perdón? Telemadrid, Canal Sur, luego los digitales, el satélite y ahora ya es a la carta, las plataformas, los podcast como este. O sea, las posibilidades se ha multiplicado por mil para poder crear y estar, y llegar a una audiencia de muchas maneras. Y además la técnica, la rapidez con la que se edita, con la que se está rodando y estás editando. Antes íbamos una vez por semana a ver proyección a un sitio. En ese sentido, creo que todo es para bien. Pero precisamente por eso, porque hay tanta competencia, han bajado los sueldos, las crisis, abaratar los casting, un cierto maltrato a los actores. Con el hecho de que ya te llamen para una serie, te tienes que callar y y como si estuvieras en una academia militar, tienes que hacer lo que sea. Hay algo ahí. Antes, yo siento que a los actores y a las actrices, sobre todo gente ya con una edad que ya lleva una carrera, había un respeto, casi una devoción, y ahora se ha perdido eso un poco, ¿sabes? Ya no. Muchas veces vas a un rodaje y todo el equipo de gente joven no saben quién es nadie. Entonces a no ser que hayas hecho un exitazo súper reciente, no saben, porque además, ¿para qué saber, si aprietas un botón y ya te dicen todo de alguien? Eso impregna un poco todo y me da un poco de pena.

P.- Es bastante triste, pero bueno, tú no dejas de trabajar.

R.- Ay, toca madera, ¿no hay madera?

P.- Me estabas contando antes de que empezáramos a grabar que acabas de terminar de rodar una serie que se estrena en noviembre, no sé si puedes adelantar algo.

R.- Puedo adelantar que se llama ¿A qué estás esperando?, que está basada en dos novelas de Megan Maxwell, este fenómeno de mujer, que los protagonistas son Rubén Cortada y Adriana Torrevejano, y que yo interpreto a Mia, que es la madre de Rubén. Ramón Langa y yo hacemos de padres. Y la verdad es que ha sido estupendo, me lo he pasado muy bien. Es una comedia también en donde también se habla de cosas universales. Muy erótica, como todas las novelas de Megan Maxwell. Y yo creo que están muy contentos. No he visto nada, pero me lo he pasado muy bien rodando.

«Aprendo mucho haciendo los audiolibros y es una experiencia muy particular»

P.- Eso es buena señal. Y también haces audiolibros. ¿En qué libros se encuentra tu voz?

R.- Hace poco uno de María Zaragoza, La biblioteca de fuego. La templanza, de María Dueñas, estoy muy orgullosa de ese audiolibro. También he hecho Temblor, de Rosa Montero y alguno más de Rosa [La buena suerte, Te trataré como a una reina…]. Algún libro de poemas, como el de esta chica hindú, Rupi Kaur [Todo lo que necesito existe ya en mí]. También un un relato basado en en una obra de teatro de una mujer francesa de origen argelino, Nina Bouraoui [Rehenes]. Tanto me gustó que empecé a investigar y me puse en contacto con la editorial, porque me hubiera encantado poder hacer ese personaje. Fíjate, se me quedó eso en la cabeza. El perfil de esa mujer no tiene nada que ver conmigo, pero aprendo mucho haciendo los audiolibros y es una experiencia muy particular que no a todo el mundo le gusta, eh, de mis colegas actores.

P.- Pero a ti sí.

R.- A mí sí, a mí sí. A ver, es muy cansadito, como todo tiene su parte buena y su parte mala. Es cansado, pero es un universo ahí, que estás tú sola en una cabina, a oscuras y dando vida, sobre la marcha, a un montón de personajes.

P.- Como Sherezade.

R.- A mí me encanta contar historias, pero además tienes que hacer las voces de los personajes para que el lector, sin convertirte en una ventrílocuo, porque no se trata de eso, tenga el matiz suficiente y sepa distinguir, y mantenerlo a lo largo de todas las horas que dura el audiolibro para que el lector sepa que a lo mejor es una comida, que hay cuatro personajes… A mí eso me pone.

R.- Sencillos placeres.

R.- He visto una serie, casi en un día, que han traducido al castellano como Un revés inesperado, pero es Apple Never Falls, «las manzanas nunca caen». También me gustó que es coral, pero todo gira en torno a Annette Bening, que es una mujer más o menos de mi edad, un poco mayor, y es un pedazo de actriz, y están todos que es un escándalo de de interpretaciones y me ha encantado la historia. Son siete capítulos maravillosamente bien hechos.

[¿Eres anunciante y quieres patrocinar este programa? Escríbenos a [email protected]]

Publicidad
MyTO

Crea tu cuenta en The Objective

Mostrar contraseña
Mostrar contraseña

Recupera tu contraseña

Ingresa el correo electrónico con el que te registraste en The Objective

L M M J V S D