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'MaXXXine': estrellas y monstruos en Hollywood

La película cierra una suerte de trilogía de terror sobre el cine como fábrica de sueños y forja de pesadillas

‘MaXXXine’: estrellas y monstruos en Hollywood

La actriz Mia Goth en el papel de Maxine Mink. | Universal Pictures España

«En este negocio, hasta que no te ven como a un monstruo, no puedes ser una estrella». La frase la lanzó Bette Davis en una entrevista y abre como cita MaXXXine, dirigida por Ti West y protagonizada por Mia Goth. Es la tercera colaboración entre el director y la actriz, y cierra una suerte de trilogía de terror sobre el cine como fábrica de sueños y forja de pesadillas, y sobre la obsesión por el éxito en la sociedad estadounidense. Las tres películas funcionan de forma por completo independiente, pero tienen ciertos lazos que las unen, tanto los vínculos entre los personajes como el uso de guiños y homenajes a la historia del cine. 

La primera, X (2022), se centraba en el rodaje, en la década de los setenta del pasado siglo, de una cinta porno en una granja remota y aislada. Hasta allí se desplazaba en una furgoneta un reducido equipo, cuyo joven realizador tenía pretensiones artísticas y cuya estrella ambicionaba convertirse en una actriz respetada y célebre. En esa ocasión el referente del que se partía era La matanza de Texas y el splatter setentero. Como pueden suponer, de allí no salía vivo casi nadie, tan solo la final girl —la «chica final», según los cánones del género, la única superviviente—, que era la actriz a la que daba vida Mia Goth. En esa película la presencia terrorífica era una anciana trastornada, cuya juventud se contaba en la siguiente entrega, Pearl (también de 2022 y la más potente de las tres). Ambientada en los años de la Gran Depresión, estaba protagonizada por una chica perturbada —de nuevo Mia Goth— empeñada con triunfar como actriz y bailarina para salir del mísero y opresivo entorno rural en el que había crecido. En ese caso, el referente visual era el clásico El mago de Oz

Llega ahora MaXXXine, que recupera a Maxine Mink, la actriz porno superviviente de X, ya instalada en Los Ángeles y empeñada en conquistar Hollywood. En esta ocasión el contexto histórico se sitúa a mediados de los años ochenta, en pleno rearme moral de Reagan. Y arranca con una referencia al llamado satanic panic que se desató en Estados Unidos en aquel entonces. Fue una suerte de psicosis colectiva basada en fake news (que todavía no se llamaban así) sobre una plaga de supuestos rituales satánicos aireados por los tabloides. Cualquier adolescente un poco rarito se convertía en sospechoso de celebrar misas negras con sacrificio de bebés, y hasta se creó una comisión del Congreso ante la que se citó a personas de la industria musical, acusadas de pervertir a la juventud con mensajes diabólicos ocultos en las letras de los discos de heavy metal. La otra fuente de corrupción moral era, claro, Hollywood, aunque en esa época viró hacia los hipermusculados héroes patrióticos encarnados por Stallone, Schwarzenegger y, en su versión más cutre, Chuck Norris. 

La película incluye otro referente histórico del periodo: en aquel entonces, entre 1984 y 1985, en Los Ángeles andaba suelto un psicópata, el llamado Night Stalker (acosador nocturno) que tuvo a la policía en jaque durante largos meses y asesinó a 14 personas antes de ser detenido. A este inquietante delincuente real se suma otro de ficción que va liquidando a las personas del entorno de Maxine, mientras ella trata de dar el salto del porno al cine mainstream. La oportunidad se la brinda una implacable realizadora británica, que la elige como estrella de una cinta de horror de serie B titulada La puritana 2 y ambientada en la época de la persecución de brujas en la América del siglo XVII. Este salto del gueto del porno al cine comercial lo había intentado en la vida real, sin mucho éxito, Marilyn Chambers, la angelical chica de los anuncios de una célebre marca de jabón que pasó a protagonizar un clásico de los inicios del hardcore, Detrás de la puerta verde de los hermanos Mitchell, y a la que después David Cronenberg dio una oportunidad en el género de terror en Rabia. Y más adelante probó suerte Traci Lords, a la que John Waters dio un papel en la disparatada comedia Cry Baby, con Johnny Depp. 

Un aspecto destacable de MaXXXine es el minucioso trabajo del director de fotografía Eliot Rockett, colaborador de Ti West en las todas las entregas de la trilogía, para recrear la estética ochentera en la textura de la imagen, más allá del vestuario y los peinados. En este caso, la referencia cinematográfica de la que se parte y a la que se homenajea son algunas películas de Brian De Palma como Vestida para matar y el subgénero slasher, que triunfó a finales de los setenta y en los años ochenta. Por ello no es casual la presencia de un estupendo Kevin Bacon en el papel de un turbio detective privado que sigue a la protagonista por encargo de un misterioso cliente. Recuerden que Bacon era uno de los chicos asesinados en Viernes, 13, el slasher más icónico junto con La noche de Halloween de Carpenter. 

Guiños cinéfilos

Ti West incorpora otros jugosos guiños cinéfilos: en una escena, Maxine apaga un cigarrillo en un decadente Hollywood Boulevard pisándolo sobre la estrella de Theda Bara, la primera vampiresa del cine americano. Más adelante hay una persecución en las calles y edificios de cartón piedra de los estudios Universal que termina en el Motel Bates de Psicosis, que efectivamente sigue allí. Y de forma casi inevitable, la escena final se desarrolla bajo el famoso letrero de Hollywood. 

El director Ti West tras los aparejos durante el rodaje de la película.

En cuanto a Mia Goth, es una figura interesante. Con un rostro que no responde a la fotogenia estándar de la pantalla, se ha convertido, a base de talento y perseverancia, en una auténtica horror queen adorada por los fans del cine de terror. Se la puede ver también en Piscina infinita de Brandon Cronenberg, la muy perturbadora segunda película del hijo de David Cronenberg. En MaXXXine Goth está muy bien acompañada, además de por Kevin Bacon, por Bobby Cannavale en el papel de un policía empeñado en comportarse como un macho alfa con notable torpeza; por un Giancarlo Esposito con peluca como el agente de la aspirante a estrella dispuesto a todo por ella, y por Elizabeth Debicki como la ambiciosa y despótica realizadora de La puritana 2

A través de este último personaje, Ti West introduce algunas reflexiones sobre su manera de entender el cine: esta directora le explica a Maxine que va a utilizar el encargo de rodar una película de horror que debe cumplir con todos los preceptos del género para lanzar su propio mensaje. Es lo que hace West en su trilogía: deja satisfechos a los amantes del terror y al mismo tiempo propone una reflexión inclemente sobre la fijación por el triunfo y la fama a cualquier precio en el mundo contemporáneo. 

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