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'Puntos suspensivos': del asesinato considerado como una de las bellas artes

La película, dirigida por David Marqués y protagonizada por José Coronado, mantiene al espectador clavado en la butaca

‘Puntos suspensivos’: del asesinato considerado como una de las bellas artes

José Coronado y Diego Peretti en 'Puntos suspensivos'.

Un exitoso escritor de novelas policíacas que firma con seudónimo recibe la visita de un misterioso individuo en la casa aislada en la que está trabajando en su próximo libro. El enigmático visitante -¿acaso un periodista en busca de un scoop?- no solo lo amenaza con desvelar su verdadera identidad, sino que parece conocer algún oscuro secreto de su pasado. Y hasta aquí puedo leer para no empezar a incurrir en un spoiler tras otro.

Hablamos de Puntos suspensivos de David Marqués, que se estrena este viernes. El argentino Diego Peretti es el escritor, el incombustible José Coronado es el misterioso visitante y a la función se sumará un tercer personaje, la agente del autor, interpretada por la mexicana Georgina Suárez. Los tres muy eficaces en sus papeles. Y esto es de especial importancia en esta película que, aunque parte de un guion original -de Marqués y David Calatayud-, tiene una estructura muy teatral basada en la fuerza de los diálogos. De hecho, salvo un par de escenas, todo sucede en la casa en la que está encerrado el literato para escribir.

Hay en algunos momentos de Puntos suspensivos ecos de La huella de Mankiewicz, aquella joya inspirada en una obra teatral de Anthony Shaffer, en la que un altivo y retorcido autor de novelas policiacas -Laurence Oliver- recibía en su mansión de la campiña a un peluquero advenedizo -Michael Caine-, convertido en el amante de su esposa. Los dos contrincantes se enzarzaban en un retorcido juego sádico de mutua humillación, repleto de vuelcos inesperados. La cinta de Marqués no alcanza tan altas cumbres de sofisticación en la construcción psicológica de los protagonistas, pero está sólidamente armada y los sorpresivos giros del guion funcionan muy bien, aunque debo abstenerme de comentar nada al respecto para no estropearles la función.

El punto de partida de un escritor policíaco que orquesta crímenes imaginarios en sus narraciones y acaso pueda haberse visto involucrado en uno real tal vez no sea la idea más original, pero sigue siendo estimulante y el director le sabe exprimir el potencial. Siendo la película esencialmente un juego, un divertimento, logra ir un poco más allá y le plantea al espectador un atractivo trampantojo narrativo. ¿Dónde termina la realidad y empieza la ficción? ¿Acaso el asesinato puede ser una de las bellas artes, como apuntó Thomas de Quincey en su célebre ensayo? ¿En la relación entre los tres personajes, quién engaña y maneja a quién en realidad? ¿Existe el crimen perfecto?

Rompecabezas

Puntos suspensivos está organizada como si de los capítulos de la novela detectivesca en proceso de escritura se tratara. No solo eso, los capítulos no son presentados en orden cronológico y esto permite jugar con las expectativas del público, sometido a sucesivas sorpresas. En ningún género como en el policíaco se evidencia de forma tan clara el pacto tácito entre el autor y el lector o espectador y el hecho de que toda ficción es en última instancia un equilibro entre aquello que se desvela y aquello que se hurta. Así funciona el mecanismo de la narración policial: el autor le va contando al lector lo justo para que este no se sienta engañado, pero sin darle ni un gramo más de no necesario para que no se le anticipe en descubrir al verdadero asesino.

La estructura narrativa debe armarse como un rompecabezas que va cobrando sentido conforme se va completando y cada pieza debe encajar en el lugar preciso, sin margen de error, para que todo cuadre. Hay mucho de lógica matemática en ello, como bien sabía Edgar Allan Poe, padre fundador del género. Marqués y su coguionista exploran este asunto con inteligencia, sin ponerse sesudos. No es casual la explícita referencia a La flecha del tiempo de Martin Amis -aparece en pantalla la edición española de Anagrama, que está leyendo uno de los personajes-, aquella novela concebida como una pirueta en la que los acontecimientos se narraban en orden inverso, manipulando de este modo al lector.

Puntos suspensivos es, como ya he apuntado, un divertimento, pero un divertimento muy bien construido y que apela a un público inteligente, al que se le apuntan algunas reflexiones sugestivas sobre cómo funcionan las narraciones policíacas y qué argucias hay que emplear para mantener al lector o al espectador clavado en la butaca.

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