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'Joker: Folie à Deux', una locura genial sobre la locura

La secuela de ‘Joker’ es una arriesgada y magnífica película musical sobre la psique enferma del enemigo de Batman

‘Joker: Folie à Deux’, una locura genial sobre la locura

El actor Joaquin Phoenix y la artista Lady Gaga caracterizados como sus respectivos personajes, Arthur Fleck y Harley Quinn. | Warner Bros Pictures International España

En 1938 Superman inauguró la era de los superhéroes. Los antiguos griegos tenían dioses del Olimpo, nosotros tenemos superhéroes. Un año después, la competencia contraatacó con otro personaje: Batman. La evolución de los dos abueletes superheroicos nos enseña unas cuantas lecciones. Como Superman es Don Perfecto, resulta bastante aburrido y casi todos los intentos de reinventarlo acaban siendo insulsos. En cambio, Batman tiene unas cuantas aristas y sombras —¿justiciero o vengador?— que permite dotarlo de capas de complejidad. Por eso ha dado lugar a sugestivas reinterpretaciones, tanto en el ámbito del cómic como del cine. Hay otro aspecto en el que Batman gana a Superman por goleada: sus archienemigos. Lex Luthor, la némesis del de la capa roja, no es gran cosa. En cambio, la galería de malvados que odian al hombre murciélago es para chuparse los dedos: Joker, Pingüino, Catwoman, Enigma, Dos Caras, Hiedra Venenosa, Harley Quinn…

Los dos más emblemáticos, Joker y el Pingüino, han iniciado una interesante mutación del universo de los superhéroes. No solo dejan de ser comparsas para convertirse en protagonistas, sino que sus nuevas andanzas prescinden de cualquier contenido superheroico para adentrarse en terrenos como el cine negro o el puro drama psicológico. Joker debutó en esta nueva faceta de la mano del director Todd Phillips y el actor Joaquin Phoenix en 2019. Y para que quedara bien claro que esa película jugaba en otra liga, ganó nada menos que el León de Oro en el Festival de Venecia. Ahora coincide el estreno en cines de la secuela, Joker: Folie à Deux —que repite equipo creativo—, con el estreno en Max en streaming de la serie El Pingüino, protagonizada por un Colin Farrell con toneladas de maquillaje.

Al Joker, un perturbado disfrazado de payaso, lo han interpretado en la pantalla César Romero (en la deliciosa serie camp de los años sesenta), Jack Nicholson (en el Batman de Tim Burton), Heath Ledger (en El caballero oscuro), Jared Leto (en Escuadrón suicida) y Barry Keoghan en una escena eliminada de The Batman, que se puede ver en YouTube. Cada uno de estos actores ha aportado una nueva capa al carácter psicótico del personaje, desde el bufonesco Romero al siniestro Keoghan. Pero en Joker Joaquin Phoenix lo llevó a otra dimensión. En esa película, Arthur Fleck/Joker ya no era un retorcido genio del mal, sino un pobre desgraciado aquejado de problemas mentales, al que todo el mundo humillaba. Hasta que estallaba y cometía una sucesión de brutales asesinatos. Lo que nos proponía el cineasta Todd Phillips era un drama protagonizado por una versión muy adulta, desgarradora y nada inocente de un personaje surgido de un cómic para chavales. 

Esa estimulante relectura del malvado de tebeo pilló a más de uno desprevenido. Además, junto al nada complaciente retrato de la enfermedad mental, Joker apuntaba otro aspecto tanto o más incómodo: en nuestra sociedad todo es susceptible de convertirse en espectáculo. Y si de lo que se trata es de un asesinato en directo en un programa de televisión, el loco que lo comete puede convertirse en icono de todos los desheredados, pringados y zumbados. Puede incluso ser elevado a la categoría de líder populista antisistema. 

Llega ahora la secuela, Joker: Folie à Deux, que, de entrada, podría parecer innecesaria y concebida con el único propósito de estirar el chicle y hacer taquilla. Pero resulta que no estamos ante una secuela previsible, sino ante una obra que sube un escalón más la osadía de la primera entrega. Toma, por tanto, riegos, lo cual se agradece. Y el resultado, que me temo no gustará a buena parte del público, es una chifladura, pero una chifladura genial. 

Musical psicótico

Y es que esta segunda entrega es un musical, muy peculiar, incluso psicótico, pero un musical, en el que de pronto los personajes se ponen a cantar maravillosos clásicos del repertorio americano que, en su boca, adquieren matices muy diferentes. La banda sonora se completa con la inquietante música de la compositora islandesa Hildur Guðnadóttir, que ya firmó la partitura de la anterior.

Explicado así, la propuesta puede parecer un disparate. Y lo es, pero funciona. Joker ya jugaba con el choque entre la realidad y las fantasías delirantes del personaje. Aquí sucede lo mismo, solo que sus trastornadas fantasías toman forma de musical. La idea es sagaz: si en el musical clásico de Hollywood las canciones nos transportaban un mundo de colorida ensoñación, aquí nos conducen a un mundo pesadillesco. No es tan trasgresor como pueda parecer. El género musical lleva tiempo reinventándose y rompiendo moldes, ahí están cintas como All that Jazz de Bob Fosse, Bailar en la oscuridad de Lars von Trier o Annette de Leos Carax y los Sparks.

El toque musical desconcertará a más de uno. Y probablemente el ritmo pausado decepcionará a otros. No se esperen una película trepidante, con continuos estallidos de violencia. Lo que prima es la minuciosa construcción de la psique enferma del personaje central y el grueso de la acción se sitúa en el psiquiátrico penitenciario de Arkham, donde Joker aguarda juicio por los asesinatos cometidos en la primera entrega. Durante la espera conoce a Harley Quinn (Lady Gaga), una desquiciada manipuladora de la que se enamora, lo cual genera la folie à deux del título.

Más allá de todas las osadías de esta segunda entrega, uno se podría preguntar si realmente era necesaria, si de verdad aporta algo al arco narrativo del personaje. Pues sí, lo hace: lo cierra de la manera más desoladora. Los mismos que quisieron convertirlo en un icono de rebeldía anárquica y violenta, lo abandonarán cuando Arthur Fleck pretenda renunciar a la máscara del Joker. No hay clemencia para el personaje, un paria repudiado por todos. No es un magnético supervillano, sino un triste enfermo mental. Joker: Folie à Deux tal vez no sea un plato a gusto de todos los paladares, pero es una magnífica película.

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