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Cine

Carolina África: «La cultura es lo que al final nos salva»

La actriz y dramaturga se estrena como directora de cine con ‘Verano en diciembre’

En el mundo de la escena, Carolina África (Madrid, 1980) lleva muchos años cumpliendo un papel total: actriz, dramaturga, docente y empresaria (es socia fundadora de La Belloch Teatro). Este viernes se estrena su ópera prima, Verano en diciembre, una comedia agridulce sobre una familia de mujeres, con Carmen Machi a la cabeza, en la que es muy difícil para cualquier español no ver retratada a su propia madre.

PREGUNTA.- Verano en diciembre la escribiste primero como obra de teatro y se puso en marcha con tu compañía, La Belloch Teatro, con bastante éxito. Ahora la haces película y su ópera prima. ¿Esto te lo propusieron o fue idea tuya? ¿Cómo surgió que tu primera película fuera esta obra de teatro?

RESPUESTA.- Es algo que yo había soñado desde que escribí el texto teatral. Siempre me han dicho que mi escritura es muy cinematográfica, y yo desde el principio dije: «Algún día yo voy a hacer una película de esta obra de teatro». Y además soñé y verbalicé que Carmen Machi sería mi madre. De hecho, en siempre el 28 de diciembre pongo alguna inocentada, y un año puse que Bárbara Lennie, que es amiga mía, estaban en el elenco junto a Carmen Machi. Así que es un sueño cumplido.

P.- Totalmente. Porque están Carmen Machi y Bárbara Lennie, y además Lola Cordón –que hace de abuela–, Beatriz Grimaldos, Victoria Luengo. Una película de mujeres, pero que no hace concesiones, que retrata a las mujeres en sus pros y sus contras. Pienso en esa madre que es un poco controladora, Teresa, el personaje de Carmen Machi. Has definido ese papel como una madre muy española. Es verdad que fuera de España quizá no se dan esas madres. ¿Qué es lo que tiene la madre española?

R.- A mí me parece que es una madre con una herencia católica, cristiana, con una necesidad de control, que va a caballo entre el amor y el control de sus hijas. Pero mira, aunque yo digo que es una madre muy española, hay un elenco italiano que lleva también más de seis años Estate a dicembre, una traducción de la obra, y allí también funciona, pero lo sorprendente es que en Londres se ha hecho con actriz inglesa y también funciona, o sea que yo creo que hay algo de universalidad. La historia es muy particular, es un barrio muy reconocible, pero creo que sí tiene algo que se extrapola a lo universal, en esas relaciones insondables que se dan en la familia, a caballo entre el amor y la pelea.

P.- Tengo entendido que tú te inspiraste en tu propia familia. Sois tres hermanas también y una abuela que llegó a cumplir más de 100 años.

R.- Sí, 101.

«David Trueba me dijo que hiciera cine incluso antes de yo atreverme»

P.- A la hora de escribir sobre la vida real, está la dificultad, aunque sea ficción, que gente de la vida real pueda sentirse reflejada. ¿Cómo llevaste esto? ¿Te pasó? ¿Alguien de tu familia se sintió molesto por verse retratado?

R.- Cuando gané el premio Calderón de la Barca, con una dotación económica importante  yla publicación del libro, yo a mi madre se lo di: «Necesito que lo leas». Porque tenía mucho miedo a que pudiera sentirse herida, sobre todo por frases fuertes que se dicen en el texto. Y mi madre lo leyó y dijo: «No tengo ningún problema porque no somos nosotras». Luego le dije: «Cuidado al ver la obra de teatro, porque a lo mejor no es lo mismo cuando tú lees». Vio la obra de teatro y dijo: «Ningún problema porque no somos nosotras, ¡pero pobre madre, lo que tiene que aguantar de esas hijas!». Y todavía tenía más miedo en la película, porque en la película he usado fotografías familiares –el hombre que sale en el retrato familiar es mi padre, la foto de bodas es mi madre… De hecho, mi madre comparte plano con Carmen Machi en un momento, en la iglesia–, y el realismo que permite el cine me daba mucho miedo. Pero en el estreno, en Seminci [Semana Internacional de Cine de Valladolid] estaban sobrecogidos de la emoción y muy felices. Para mí era importante que no abriera heridas, y qué va, todo lo contrario.

P.- ¿Y la experiencia de filmar una película respecto a hacer teatro cómo ha sido? ¿Qué ha sido lo más difícil?

R.- Lo más difícil es aceptar que, necesitando la misma base, que es una interpretación verdadera, honesta y movilizar sentimientos, hacer cine es exactamente lo contrario a hacer teatro. En teatro tú ensayas, el montaje es el montaje al principio, pruebas, ensayas mucho y luego haces una toma única delante del público. Y en cine es al revés. Los primeros días de rodaje llegaba a casa pensando: «esto mañana lo haría de otra manera». Y claro, no, no, esto ya lo has rodado. Cada día luchaba con ensayar poco para la frescura de la toma y el montaje llega a posteriori. Esas pruebas las he hecho con tranquilidad en la sala de montaje y no al principio. Pero ha sido muy gustoso. También el medio lo conocía, yo había estudiado cursos de dirección de cine, porque siempre era algo que latía en mí. Estudié en la Facultad de Comunicación Audiovisual además de actuación. Y bueno, también es aceptar que ya no se puede cambiar nada una vez que está el DCP [digital cinema package, el paquete de archivos digitales donde se almacena la película]. En teatro siempre hay algo nuevo que puedes incorporar. Yo creo que eso es lo más difícil.

Foto: Carmen Suárez

P.- Aceptar que puede haber algún fallo y no hay otra función.

R.- Cada noche en teatro tú sales a ver que cómo, qué pasa, qué sucede hoy. Y aquí la comunión con el público sí puede ser diferente, pero la imagen es la misma. Eso es lo más chocante.

P.- ¿Y de dificultades más mundanas? Hacer cine es muy difícil y es muy caro. ¿Qué es lo que más difícil te resultó y qué es lo que más te ayudó en ese sentido?

R.- Lo que más me ayudó es rodearme de un equipo artístico fantástico. Del cine lo bonito es que no lo puedes hacer tú sola. Tengo muchas carencias, por ejemplo, a la hora de elegir una lente para saber cómo rodar una escena, pero lo que me ha ayudado un montón es saber transmitir al equipo lo que quería. Mi director de foto ha sido muy cariñoso conmigo y yo decía: «Nno, así no, yo necesito ver la habitación más grande, esa soledad de la madre más pequeña», y entonces cambiaba. Todos se han puesto a mi servicio, lo han hecho con mucho respeto. He aprendido, he hecho un máster en cine, cada día era un aprendizaje brutal, pero es lo que digo, confiar en cada departamento y tener la firmeza, cuando algo no era como yo lo había soñado o iba en detrimento de lo que yo sentía, tener el valor de pedir que lo cambiaran y también la humildad de cuando había una propuesta que era mejor que lo que yo pensaba, abrazarla e ir con ella a muerte. Ese baile ha sido muy gustoso, con gente muy talentosa en su parcela. Al final es orquestar, y en eso me he sentido respetada, escuchada y comprendida.

P.- Has pasado por muchas facetas dentro de de esta profesión, has sido actriz, dramaturga, directora de teatro y ahora directora de cine. Estudiaste periodismo, ¿verdad? ¿Eso fue por lo típico que te dicen los padres, que tienes que estudiar una carrera «seria»?

R.- En realidad surge por mi vocación de escritora, fue una mala asesoría. Quizá una filología se hubiera acercado más a lo que yo andaba buscando. Pero claro, en en la facultad son comunes las asignaturas con Comunicación Audiovisual y yo estaba en Historia del Teatro, Historia del Cine, bajaba a la Filmoteca a ver cosas muy raras…

P.- En la Complutense.

R.- En la Complutense. Mi pasión, lo que más me gustaba desde que era pequeña, era subirme a un escenario y escribir. Estando en la facultad estaba en el grupo de teatro de la radio, ahí conocí la RESAD [Real Escuela Superior de Arte Dramático] e interrumpí los estudios para hacer las pruebas, entré, simultaneé estudios y ya en teatro sí resonaba con la energía de lo que yo quería y al final la vida me ha devuelto a la realización de la Facultad de Comunicación Audiovisual, pero manteniendo esas dos pasiones, la escritura y la interpretación.

«Me parece que para hablar de lo universal hay que ir a lo particular. En el detalle arde la inmensidad»

P.- ¿Algún mentor que hayas tenido en tu carrera?

R.- Lo tengo clarísimo: David Trueba. David Trueba vino a la peluquería donde yo hice mi primera obra teatral, La penúltima, y vino porque se lo recomendó Jonás Trueba y a través de Bárbara [Lennie]. Apareció allí, me vio actuar y me llamó para la película Vivir es fácil con los ojos cerrados, con Natalia de Molina, para la que también era su primer rodaje. Y él me decía: tú eres un poco como Lena Dunham. Después de  ver esta obra de teatro él me llamaba para sus películas, en papeles chiquititos y veía lo que yo hacía en teatro. Me ha abierto puertas. Llegué a mi dire de foto a través de David, y había en él una confianza en que yo daría este paso del teatro al cine. Me lo decía incluso antes de yo atreverme. Para mí David, aparte que me encanta su cine, su cabeza, esa inteligencia, esa sensibilidad en todo lo que hace, para mí sí, sería mi mentor.

P.- ¿Y te sientes identificada con Lena Dunham?

R.- Bueno, en algo. No me puse en la película en uno de los personajes, que es algo que ella sí hace en Girls, pero sí lo hago en mis obras de teatro: estoy dentro y fuera.

P.- En Verano en diciembre en teatro eras Alicia.

R.- Había una cosa de «este es un monstruo muy grande y lo quiero enfrentar bien y con la tranquilidad de no tener la preocupación de hacer un personaje». Pero sí, sí me identifico, en esta sensación de escribir y dirigir. Para mí van de la mano. Hay algo, por lo menos en mi tipo de escritura, donde va muy pensado cómo quiero que algo suceda, y tergiversarlo me produciría un dolor muy grande. En la base siempre está la actriz. Creo que hay algo en la manera de dialogar que yo tengo, y ella también, que apetece como actor, que eres actor y dices «esto me apetece hacerlo», porque está pensado para las personas que van a sostener esos textos.

P.- Quizá es haber estado familiarizada con el periodismo la razón de escribir estas historias fijándote en la vida real, en la vida cotidiana, en los sentimientos que todos podemos tener…

R.- Hay algo de mi dramaturgia y en mi escritura: dar grandes lecciones no me gusta. Me parece que para hablar de lo universal hay que ir a lo particular. En el detalle arde la inmensidad, y muchas veces las cuestiones más pequeñas son las que nos definen política, social y personalmente no creo en eso. Tengo una capacidad de observación muy grande. Voy en el metro, en la vida, siempre en rascando ese detalle que cuenta mucho más y me gusta, y acabo escribiendo así siempre.

Foto: Carmen Suárez

P.- Antes hablábamos de la madre, que es controladora. Tú también eres madre. ¿Tú cómo vives la maternidad? ¿Cómo te llevás con con eso y cómo lo compaginas con tu carrera?

R.- Lo llevo maravillosamente. Tengo dos peques, de siete y tres años, y para mí ellos son la alegría de la vida. Son los que te conectan con las cosas importantes, te hacen las preguntas importantes y yo desde que soy madre digo que mi arte está enriquecido, porque tengo dos sabios y duendes mágicos, pequeñitos, que lo atraviesan todo. Es muy cansado, porque compaginarlo con una carrera artística es muy difícil y agotador, pero a la vez busco los momentos de calidad. Mis hijos están muy relacionados con el teatro, con el cine, con ver, con nutrirse de cosas muy especiales. Esta profesión exige mucho, pero luego deja también mucho espacio para ello. Desayuno todos los días con mis hijos, los recojo del colegio, les cuento historias, que alguna he traducido en textos infantiles… Este año incluso me han dado un premio por un cuento que me inventaba con ellos con marionetas, Es cansado pero a la vez es muy mágico. No sé qué recorrido tendrá la película, pero mis obras maestras son mis dos hijos y ya están hechas.

P.- Un aspecto que me interesa mucho, entre todos los que eres, es el de empresaria. Si en este país es difícil montar una empresa, una empresa cultural, como es una compañía teatral, más. ¿Cuáles han sido las mayores dificultades y qué es lo que ayudaría más a a desarrollar este tipo de de empresas?

R.- Mi faceta de empresaria no fue por elección al principio, aunque ahora estoy feliz, sino por una necesidad. No te salen proyectos, pues te los inventas, generamos la compañía porque no había una productora interesada en hacer mi mi texto. Luego, hay algo muy gustoso, cuando coges las riendas la producción, en hacer las cosas como tú quieres, rodearte de quien quieres. Es agotador, muy doloroso y te juegas mucho. En la compañía de teatro la inversión es tuya, si no sale bien siempre eres el último en cobrar. Yo he llorado mucho por cuestiones financieras con la compañía, ayuntamientos que no pagan y la pandemia con un local abierto… Bueno, cosas muy difíciles, pero como digo, también tiene la contrapartida de de hacer las cosas como uno quiere y desde donde uno siente, rodeándote de mucho amor. Nosotras en la compañía necesitamos que tenga sentido lo que hacemos más allá de lo económico. Y luego, ¿lo que hace falta? Más confianza por parte de las instituciones. Entender que la idiosincrasia de un país al final acaba definiéndose por lo que uno quiere. Puede ser por las cañas, por el fútbol, por muchas cosas, pero hay algo en la cultura que es lo que al final nos salva. Cuando ocurren desastres como lo de Valencia, al final, uno, en la literatura, en la en las películas, encuentra consuelo para sus duelos, encuentra una sonrisa que te haga escapar de la vida cuando te vapulea muy fuerte. Al final, si no se invierte en eso, vamos a ser más pobres y más tristes. Que haya más apoyos, porque la gente que se dedica a la cultura somos muy valientes. Una película estrenada un fin de semana malo puede fastidiar una cantidad de dinero y de ilusiones que se ha puesto ahí. La gente que nos dedicamos a esto somos muy valientes y muy corajudos e insistentes pero también frágiles, con el ímpetu de llegar al corazón del otro. Eso es muy bonito y hay que cuidarlo porque nos hace bien a todos.

P.- Hay algo que me preocupa que también suelo sacar en estas conversaciones, y es que tengo la sensación que al teatro cada vez van menos jóvenes, no sé si tienes la misma sensación, y qué se puede hacer para revertirlo, si la tienes.

R.- Bueno, yo creo que el Centro Dramático Nacional, por ejemplo, está intentando atraer a un público más joven. Creo que también hay dramaturgias ahora que son muy interesantes, o proyectos como La Joven Compañía [Nacional de Teatro Clásico], que se intenta acercar a la juventud. El teatro siempre está como moribundo pero no acaba de morirse, y supera todas las crisis. De hecho, en este mundo cada vez más 2.0, al final lo más subversivo va a ser ir al teatro, vivir en presente. Seguirá siendo ese moribundo que no acaba de morirse. También hay algo. Por ejemplo, tú ves cine que no te gusta una película y dices «no me gusta la película», pero no dices «no me gusta el cine». Y sin embargo, en teatro, por una mala experiencia puedes rechazar el formato completo: «Es que a mí no me gusta el teatro». No, no has visto un teatro que te dé la vuelta, porque la experiencia teatral puede ser más potente incluso que el cine, porque está sucediendo ahí y es único. Entonces, sí que invitaría a que cuando la desidia se apodere de ellos, busquen algo que sepan que puede conectar con ellos, porque la experiencia puede ser muy transformadora.

P.- ¿No te parece también que hay falta de teatro en las escuelas?

R.- A mí eso es que me parece el gran error de la educación, y además es algo que lo veo con mis hijos. Todo el aprendizaje infantil es artístico, es jugar. Les cuentas un cuento, juegas a marionetas, que se disfracen, que jueguen, ¿y en qué momento se desliga el conocimiento de la magia, del jugar, del juego, del contar historias alrededor del fuego y de hacer teatro, para entrar en una vida más triste y más gris? No lo puedo entender, porque si sabemos fehacientemente que la crianza y el despertar de los niños se consigue de manera mucho más sana y preciosa a través del juego e interpretar, estar negando esto en las escuelas es un atraso a todos los niveles. Esto te hace comunicarte, empatizar, explorar emociones, entender al otro, entender a personajes que han hecho cosas en donde aciertan, donde no aciertan. Yo reivindico esa vuelta al teatro en las escuelas, y diría aún más: en profesiones como abogados, médicos, que tienen que enfrentarse a cosas muy difíciles, poder jugar, permitirnos el juego. Estamos buscando luego terapias, y me parece fantástico si lo necesitas, pero quizá si aumentamos esa capacidad de juego estaríamos mejor. En muchos otros niveles se colocarían muchas cosas. Así que reivindiquemos el juego y el teatro en las escuelas.

«El teatro siempre está como moribundo pero no acaba de morirse, supera todas las crisis»

P.- Independientemente de cómo vaya esta película, ¿quieres seguir dedicándote al cine? ¿Habrá Abril en otoño, que en teatro es la continuación teatral de Verano en diciembre?

R.- No sé lo que pasará, a mí me encantaría. El rodaje ha sido una experiencia brutal. Cada día era como una final de Champions, una condensación de energía, llegar a todo lo que te has propuesto. Y luego el montaje lo he disfrutado muchísimo y me encantaría que hubiera muchas más películas. Otoño en abril sería fantástico, y también otros textos que quizás son todavía más cinematográficos de lo que a priori era Verano en diciembre. Me encantaría, pero siempre compaginándolo con el teatro, porque hay algo ahí, en la compañía, en viajar con tu equipo, en tener esa experiencia del presente, con el público, que no quiero perder.

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