THE OBJECTIVE
BAMBALINA

Nahia Laiz (actriz): «Me preocupan las ganas de hacerse famosos de los jóvenes, me da pena»

La actriz bilbaína habla de sus últimos proyectos, del oficio y de la maternidad

Actriz de cine, teatro y televisión, Nahia Laiz (Bilbao, 1983) cuenta ya con una trayectoria de casi veinte años. Docente de jóvenes actores y autora de un libro para niños, Te daré la Tierra (2022), también escribió y dirigió el cortometraje Los hijos, que explora la pérdida, la maternidad y los trastornos mentales. Se acaba de estrenar en el género de terror con The Book, de Bernardo Hernández, y con esa excusa conversó con THE OBJECTIVE.

PREGUNTA.- En The Book, la película de Bernardo Hernández, que está en cartelera, llevas el peso de la película casi por completo. Salvo algunos momentos que no vamos a desvelar, en los que hay algunos personajes, estás tú sola. Imagino que para una actriz, que siempre requiere el «ping pong» de un contrincante, ha debido de ser difícil. ¿Cómo ha sido la experiencia?

RESPUESTA.- Ha sido un reto, no vamos a decir difícil, pero tampoco fácil. Requería, es verdad, mucha concentración, mucha finura, enlazando los rácords, la continuidad de las emociones, de las acciones. Y es verdad lo que dices, que es muy importante entre nosotros siempre la compañía del otro. Al final, un trabajo se alimenta siempre del otro compañero o compañera y ahí se establece una energía que es lo que nos cuenta la historia. En este caso me tocaba mucho sola, pero estuve muy bien acompañada con todo el equipo de cámara. Hicimos tan buen equipo y se preparaban las cosas tan bien, que tenía muy claro por dónde ir. Sí que requería mucha, mucha, mucha concentración, porque no tenía ese parón entre secuencias, cuando graban otra escena y hay otros actores en el set y yo mientras estudio, me preparo para lo siguiente. Para mí no existían esas pausas, nadie me sustituía en el set, iba a todo cien por cien. Pero he aprendido muchísimo. Tiene la película un aspecto muy teatral en eso, como de ponerte frente a un personaje en teatro, incluso un monólogo, y tienes que tirar y ya está, y no sales de escena, y estás ahí en directo y la gente te ve pase lo que pase.

P.- ¿Cuánto se tarda en rodar una película como The Book?

R.- No mucho, estuvimos yo creo que cuatro semanas. Fue rodaje nocturno todo, o sea, paliza, durísimo. Pero lo bueno que tenía era que era todo en la misma localización, casi, cambiamos muy poquito.

P.- En Lorca, ¿verdad?

R.- En Lorca. Y en la misma casa.

P.- La casa encantada.

R.- La casa encantada que cubre todo. Hay un inicio en otro lugar, se pasa luego por un anticuario, que es donde empieza un poco la historia, más truculenta, y ya nos instalamos en la casa, que es la localización principal. Como todo era ahí, no había mucho traslado de equipo ni nada, con lo cual eso facilitó mucho el tiempo de rodaje.

«Me lanzaban palomas a la cara y una de ellas se me enredó en el pelo, con ganas»

P.- ¿Había alguna película de terror en la que te inspiraste, algún personaje del género en el que te fijaras para interpretar a Verónica?

R.- Mira, me río porque es que soy fatal, me impresiona mucho el terror. Soy fatal, no: o soy muy buena espectadora, porque es que me marcan mucho, muchísimo. O sea, yo puedo tener pesadillas con algo o acordarme de algo que he sufrido con una película semanas o meses después, esa sensación de repente te vuelve. No he tenido grandes referentes antes de que me llegara el guion. En cuanto me llegó el guion y decidí decir que sí, me puse a ver películas de género como loca, diciendo bueno, a ver qué hacemos, qué tono, qué cosas, qué expresiones, qué es lo que se lleva, etcétera. Y ahí me fui alimentando, pero las veía todas a media mañana y con la luz encendida.

P.- ¿Cuál era tu película favorita de esas que viste para prepararte el personaje?

R.- Sé que ocurre en una casa perdida, en un castillo, es una película inglesa, ¡pero no me acuerdo del título!

P.- Es curioso porque estuvo aquí Natalia Azahara, que acababa de estrenar Estación Rocafort, también una película de terror, y tampoco le gustaba ver terror. A ella le pregunté si daba miedo rodar una película de miedo y me dijo que sí, que había momentos de tensión ahí en el metro. No sé cómo fue en tu caso.

R.- En mi caso, no. Creo que tiene que ver también con el agobio que llevaba de estar sola, que te digo, no tenía ni una pausa entre una cosa y otra, no podía más que pensar en concentrarme, en el aquí y ahora y sacar cada secuencia adelante. Sí lo notaba en el equipo. A lo mejor rodábamos en la segunda planta –la casa tenía tres plantas y el equipo, cámaras ópticas y demás estaba abajo– y cuando había que bajar a cambiar una óptica o a coger otro foco, los técnicos iban de dos en dos o de tres en tres, esos tiarrones por la casa.

P.- Y luego verla, ¿sí te dio miedo? ¿Te has atrevido a verla después?

R.- La he visto dos veces, antes de que saliera en salas y luego en el estreno en cine, ya en pantalla grande. La primera vez, agarrada a la silla, mal. Y además, con los productores alrededor, aguantando el tipo.

Nahia Laiz. | The Objective

P.- Hay un momento, tengo entendido, cuando entras en la casa y salen volando los pájaros, que la cara de susto que pones es de verdad.

R.- Es de verdad, pobre bichillo. Me lanzaban palomas a la cara, esto es así y se hizo de verdad, y una de ellas se me enredó en el pelo, con ganas. ¡Ostras! Y yo tenía ahí la duda. Yo no soy de cortar nunca, a no ser que pase algo grave. No corto la secuencia, sigo trabajo y bueno, rescataremos el material o no, pero estamos al servicio de eso. Y claro, se me enreda el pelo y yo, madre mía, no podía salirme de cámara. Era además muy oscuro el plano, a nivel de luz, que eso es muy difícil, jugar con el foco y demás. No podía salirme del encuadre, tenía que mantener yo misma una linterna que iba iluminando un poco el espacio, la paloma enredada en el pelo, haciéndome ahí no sé qué con las patas. Bueno, lo conseguimos, lo conseguimos, no sé si de terror, de risa, de qué.

«Para mí es fundamental en cualquier trabajo que haga, no que lo agradezcan, sino que sirva»

P.- Te formaste en el teatro, en tu Bilbao natal y luego te fuiste a estudiar a Madrid. Y también estuviste estudiando en París, según he leído. Tenemos la idea de que en Francia le dan más importancia a la cultura y al arte e incluso a la literatura. ¿Cuál fue tu experiencia? ¿Crees que es así?

R.- Sí. Yo no lo viví tanto profesionalmente como para hacer una comparativa directa desde mi experiencia. Fui allí a estudiar, disfruté y aprendí muchísimo y me volví. Pero sólo hay que ver los datos y las estadísticas, cómo cuidan allí eso, como algo muy importante. Por ejemplo, los artistas en cualquier ámbito pueden, lo resumo así malamente, porque no me acuerdo ahora exactamente y no quiero meter la pata, pero sí es factible que estén cotizando las horas creativas donde tú estás desarrollando un proyecto, y no lo estás haciendo directamente para una empresa que te esté dando de alta ni que te esté pagando por ello. A veces creamos en casa, escribimos en casa, estudiamos en casa y esas horas allí, por ejemplo, sí que son computables para cotizar y demás. El marco legal y administrativo de los artistas está mucho mejor cuidado y aquí ya nos vale, va un poco demasiado despacio, la verdad.

P.- La cosa también tendrá que ver, imagino que estarás de acuerdo, con la educación. Tú que eres docente, das clases, ¿cómo ves a las nuevas generaciones que se están formando?

R.- Apasionadísimas. La verdad que es que esta diferencia es muy buena, la educación. Yo hablo con mucha gente todavía de nuestra quinta que no han tenido de pequeños la costumbre de ir al cine, de ir al teatro, de leer mucho. Eso empieza a pasar ahora más, hay más acceso a la cultura de parte de los jóvenes y eso es fundamental para que puedan valorar como un bien a nivel educativo, a nivel cultural y a nivel de industria incluso. Y el tejido social es fundamental para luego proteger eso. Esa es la diferencia que yo veo. Ahora son apasionadísimos. A mí me preocupa un poco –la verdad, abro melón– las ganas de hacerse famosos de los jóvenes. Eso me da mucha pena, que confundan esta profesión con estar ahí, frente a los focos y en el glamour. No es eso. Pero bueno, hay mucha gente queriendo aprender, queriendo moverse y queriendo crear, y eso es hermoso.

P.- Has trabajado también en televisión y en teatro. ¿En qué género te encuentras más cómoda? ¿Cuál es el que te gusta más?

R.- Huy, es como decir a qué hijo prefieres.

P.- Me hago cargo, me hago cargo.

R.- Yo he sido muy apasionada y he crecido mucho en el teatro y sentí hace un tiempo que ya estaba. Ni mucho menos significa que lo haya hecho todo, ni que me lo sepa todo, de hecho sigo vinculada. Estoy preparando ahora un par de cosas de teatro. Siempre está conmigo, pero fui descubriendo el audiovisual, el cine sobre todo, y esa magia que tiene. Me pareció tan especial ese sorprenderte siempre. Eso el teatro para mí no lo tiene tanto. Y bueno, ahí me quiero quedar. No me voy a pronunciar, pero ahí lo dejo.

P.- Y de las cosas que has hecho, ¿cuál es la que te ha gustado más?

R.- Mira, muchísimas. Nombro ahora, por ejemplo, el personaje de África en Servir y proteger, por el que recibimos muchos mensajes de agradecimiento, de que se contara esa historia. Hablaba directamente de violencia de género de una manera no explícita, pero sí desde el inicio de todo.

Nahia Laiz. | The Objective

P.- La violencia psicológica.

R.- Sí, la sutileza de la conversación, del trato. Y el personaje de África era una mujer actual, profesional, moderna. O sea, lo sacaba también de esta cosa preconcebida que solemos tener de dónde ocurren estas cosas.

«He oído varias veces: ‘«’Huy, como tienes hijos no te voy a dar este papel porque igual no te organizas’»

P.- No tiene que ver con la clase social.

R.- Totalmente. Hicimos un trabajo muy fino y creo muy valiente de parte del equipo que me propuso también contarlo de esta manera, y recibimos muchas oleadas de agradecimiento, y eso para mí es fundamental en cualquier trabajo que haga, no que lo agradezcan, sino que sirva, que se muestre una parte ahí de la sociedad.

P.- También diriges. Has dirigido un corto, Los hijos. Lo has escrito y también lo interpretas tú. ¿De dónde surgió esto? Porque también es un poco de terror psicológico, ¿no? Sobre todo para los que somos padres y pensamos que los hijos puedan no estar.

R.- Has dado en la clave, sí, porque el corto lo va desgranando poco a poco. Que sea de terror psicológico no fue premeditado, al revés, me lo he ido encontrando después y me lo he ido encontrando en devoluciones de festivales, en premios o en cosas que han ido ocurriendo. Pero para mí el planteamiento, y es que es de terror psicológico, es qué pasa con el tema de la salud mental. La base, la tesis es eso. Y qué pasa con eso en torno a la maternidad. Todavía hoy en día cuántas cosas hay silenciadas. Los hijos son una metáfora de un duelo también. Quien no tenga hijos puede sentirse identificado con una pérdida. Sobre todo, lo importante para mí era abordar el tema de la salud mental y eso creo que es lo que da un poquito de terror psicológico, pensar lo cerca que estamos siempre de que no se nos desarrolle algo grande y no podamos con ello.

P.- ¿Alguien que haya sido fundamental en tu carrera, que te ha ayudado más?

R.- Ay, qué bonita pregunta.

P.- ¿O quedarías mal si das nombres?

R.- No, lo que pasa es que me vienen flashes de mucha gente. ¿Sabes qué? Mis hijos. Te lo digo no porque tengan poder ninguno. Me encantaría, la verdad. Tengo dos hijos. Y diría también Fulanito o Fulanita que me dio aquel papel y me otorgó esta confianza, sí, siempre. Ahora, ellos… Vivir una carrera artística siendo madre es muy complicado. Y sí, he oído varias veces: «Huy, como tienes hijos no te voy a dar este papel porque igual no te organizas». Esto pasa y hay que decirlo ya ampliamente. Celia de Molina lo cuenta también en su último cortometraje [Cuarentena]. Y como esto pasa, al final, para mí, han sido ellos quienes me han dado mucho motor, mucha pasión, mucho compromiso en mantener vivo lo que hago, en no faltar tampoco a su presencia y a sus necesidades. Y siempre ahora que son mayores, recibo una palabra de ánimo de «pero si es que eres la mejor mamá», «pero venga, ánimo», «pero qué guapa vas». Siempre están ahí como fans número uno. Para mí eso le da sentido a todo lo que hago, a las veces que falto o que no puedo estar tanto.

P.- Hablando de niños, también has escrito un libro infantil. Yo también escribí un libro infantil y me preguntaban si uno se pone un chip distinto para escribir para niños, y yo me ponía a pensar y decía que no. ¿Cómo fue tu experiencia?

R.- Yo creo que tampoco. No lo sé, fíjate, no me había hecho nunca esta pregunta. Creo que no cambias el chip. A lo mejor, si tenemos hijos conectamos igual con esa parte o con ese tipo de lenguaje de otra manera. Este cuento, Te daré la Tierra, en realidad nace de conversaciones con ellos. «Mamá, ¿qué es el universo?», «¿cómo funciona esto?», «¿por qué pasa aquello?». Y de eso, entre la realidad y un poco lo poético, es como yo les expliqué las cosas y como lo recojo en el cuento. Tiene una base de acercamiento a la gestión emocional de los más pequeños a través de la conexión con los elementos de la naturaleza, que era un poco lo que yo como madre intentaba también hacer y promover, y eso fue lo que recogí. O sea, que no sé si chip u observación.

P.- ¿Tú, que también has escrito y eres creadora, piensas que las mujeres tienen una manera de contar distinta? Y si lo piensas, ¿cuál sería esa manera?

R.- Yo creo que no. Es distinta en cuanto a que es personal. Cada persona tiene una manera de contar distinta, que tiene que ver con su vivencia, con sus intereses y con sus prioridades. A partir de ahí, para mí ya estaría. ¿Qué pasa? Que a las mujeres muchas veces no se nos ha dejado, ni se nos deja, lo voy a poner en presente, alzar la voz. Entonces, parece que ahora es nuevo, y que las mujeres tenemos una manera de contar. Tenemos maneras de contar, pero cada mujer la tendrá diferente, igual que cada hombre la tiene diferente y entre nosotros también. Para mí es algo humano y es personal, no tiene que ver con el género. Ahora, como no se nos ha oído, pues ahora parece un poquito que llama la atención o que hay que rotularlo de alguna manera, yo creo que va más por ahí.

P.- Nahia Laiz, me ha encantado hablar contigo. Que vaya muy bien de The Book.

R.- Muchísimas gracias. Gracias por este rato.

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