'¿Es el enemigo?', cuando Gila fue a la guerra y lo fusilaron mal
La película de Alexis Morante, basada en las memorias del humorista, se mueve en la difícil cuerda floja de la tragicomedia

Óscar Lasarte caracterizado como Miguel Gila en '¿Es el enemigo? La película de Gila'. | Filmax
Miguel Gila falleció con 82 años en 2001. Tiene mérito, porque lo habían fusilado cuando tenía 19 durante la Guerra Civil. “Nos fusilaron mal”, contó en sus memorias. Los del pelotón de fusilamiento iban borrachos y ni atinaron con la puntería ni se preocuparon en dar tiros de gracia a los que todavía respiraban. Gila salió ileso del trance, se hizo el muerto y huyó aprovechando que los ineptos tiradores dormían la mona. ¿Es el enemigo? La película de Gila, cuenta ese episodio y otras peripecias y penurias bélicas de quien entonces era un chaval idealista que todavía no había cumplido la mayoría de edad cuando se apuntó a miliciano. Pensaba, alma cándida, que el levantamiento militar lo aplastarían en un fin de semana y que eso de combatir sería como en los tebeos y en el cine. Las pasó canutas, pero sobrevivió para convertirse en uno de los grandes humoristas españoles del siglo XX.
Basada en las memorias del propio Gila, dirige la cinta Alexis Morante, conocido por varios documentales sobre estrellas de la música, desde Camarón: flamenco y revolución a Bisbal, pasando por Héroes: silencio y Rock & Roll. Interpreta al joven Gila Óscar Lasarte, que resulta muy apañado. La historia arranca en tiempos de la República, con el protagonista, soñador y hasta un poco alelado, que vive con sus abuelos. Esta situación, que la película apenas explica, se debía a que era huérfano de padre —su progenitor falleció antes de que él naciera a consecuencia de un estúpido accidente— y la madre había formado una nueva familia con otro hombre con el que tuvo otros hijos. Su intención era recuperar a Miguel más adelante, pero para entonces el niño se había encariñado tanto con los abuelos que la madre optó por dejarlo a su cargo.
Cuando estalló la guerra, Gila, espoleado por un amigo, se alistó como miliciano. Los dos eran socialistas, pero —como retrata la película— se equivocaron de camión y acabaron en una columna comunista. A partir de aquí lo que se nos cuenta son las vivencias no precisamente épicas del joven protagonista y sus compañeros de pelotón, entre los que hay ilusos, idealistas y algún fanático. La cinta se mueve en la siempre complicada cuerda floja de la tragicomedia y sale airosa solo a medias. Maneja bien las pinceladas humorísticas para retratar el absurdo de la guerra, pero cojea cuando la cosa se pone fea y hay que virar el tono hacia el dramatismo, como sucede en un episodio en el que uno de los milicianos cae en una fosa abierta en un cementerio o en el del fusilamiento.
El mejor tramo es cuando Gila y su pelotón se pierden, acaban llegando a una casa abandonada en mitad del bosque donde debían reagruparse con los suyos, y esperan y se desesperan porque por allí no aparece nadie. Hasta que descubren que han quedado en territorio enemigo, completamente rodeados. Resulta que la guerra no es una gesta, sino un completo caos. Tampoco está mal la escena en la que, hambrientos, descubren una vaca. Aunque es más divertida en las memorias de Gila, Y entonces nací yo: Memorias para desmemoriados. En el libro el episodio se centra en lo complicado que resulta ordeñar una vaca si nadie te ha enseñado, en la pantalla el director se inventa una confrontación con unos enemigos que recuerda mucho —me temo que demasiado— a La vaquilla de Berlanga.
Resulta sorprendente que ¿Es el enemigo? prescinda de una de las situaciones más surrealistas que cuenta Gila en sus memorias. Se fue de permiso en bicicleta y al volver no encontraba a su regimiento. Se topó en plena noche con unos soldados a los que les preguntó y estos le respondieron: “Nosotros somos nacionales, creemos que tu regimiento está por ahí”, y él, sin perder la compostura, se fue por donde le indicaban. ¿Qué mejor resumen del disparate de la guerra que esta escena en la que unos soldados le indican amablemente a su enemigo cómo encontrar a los suyos en lugar de pegarle un tiro?
Licencias y omisiones
En cambio, sí aparece el fusilamiento, aunque con alguna licencia, porque en las memorias se cuenta que huyó cargando a un cabo herido que también había sobrevivido y en la película salva a un oficial, con el que después mantiene una conversación que está entre lo mejor de la cinta. No es la única licencia que se toma. En el libro, Gila especifica que quienes los fusilaron mal eran “un grupo de moros con el estómago lleno de vino y la boca llena de gritos de júbilo y carcajadas”. Es decir, los temidos marroquíes que combatían con Franco y se labraron fama de bárbaros y violadores. Pero en pantalla —cosas de la corrección política— se convierten en autóctonos. Hay otras curiosas omisiones: ninguna mención a que la columna en la que combatió Gila era la de la Pasionaria, después absorbida por la de Lister. Ni la una ni el otro cuelan como defensores de la legalidad republicana, porque fueron dos fanáticos con mucha sangre sobre sus conciencias (si es que alguna vez la tuvieron).
El paso por la guerra de Gila acabó sin ninguna gracia. Poco después de ser fusilado y conseguir escapar, volvió a caer prisionero y pasó por varios penales militares (en uno de ellos conoció a un ya muy enfermo Miguel Hernández). Cuando por fin salió en libertad, como era de los de la quinta del biberón que no habían hecho la mili (pero sí la guerra), lo llamaron a filas y se chupó cuatro años sirviendo a la patria (de sus enemigos). El paso por los penales la película lo apunta de forma muy resumida, para cerrar con el protagonista ya convertido en humorista sobre un escenario.
La guerra le sirvió, al menos, de fuente de inspiración para el más famoso de sus monólogos, el del soldado, que, según cuenta en sus memorias, interpretó por primera vez en un teatro madrileño en 1951 y acabó convertido en un clásico. Tal como muestra el largometraje, Gila también dibujaba. En la posguerra publicó sus viñetas humorísticas en La codorniz (Miguel Mihura, que era del bando de los vencedores, se portó muy bien con él) y después en Hermano Lobo.
Actor y guionista de cine
Es menos recordado que también actuó en algunas películas, en varias como secundario y en un par como protagonista. En estas dos —El ceniciento, de 1955, y la mejor, El hombre que viajaba despacito, de 1957— también coescribió el guion. Muchos años después, en 1979, participó, como guionista y dibujante, en una rareza muy olvidada del cine español: Historias de amor y masacre, el primer largometraje de animación para adultos del país, dirigido por Jordi Amorós. En los episodios que lo componían colaboraron Chumy Chúmez, Perich, Ivá y Fer entre otros. Y aparecía en persona el mítico Vázquez —el de Las hermanas Gilda y Anacleto, agente secreto—, haciendo una grotesca parodia de Walt Disney.
En la vertiente actoral de Gila no hay que olvidar su aparición en los anuncios de las cuchillas de afeitar Filomatic, cuyo eslogan se hizo celebérrimo: “¡Filomatic! ¡Es tan suave…! ¡Y da un gustirrinín…!”. Entre los pioneros patrios de lo que los americanos llaman stand-up comedy, destacaron -entre una tropa de contadores de chistes casposos- el dúo Tip y Coll y Gila. Compartían el toque surrealista. Tip y Coll salían al escenario con bombín y chistera. Gila a veces llevaba boina, y en otras ocasiones un casco de soldado. Entonces descolgaba el teléfono e iniciaba el monólogo con un inolvidable arranque: “¿Es el enemigo? Que se ponga”.