'Parthenope': Sorrentino y el repertorio de la vida
El director italiano explora en su nueva película los enigmas de la belleza femenina en un Nápoles onírico
Todo hombre heterosexual ha conocido a alguna mujer inalcanzable, de belleza hipnótica y misteriosa, de la que se ha enamorado más o menos secretamente, como un mal interno sin cura. Es el caso de Sandrino, personaje de la nueva película de Paolo Sorrentino, que representa, con su cara de tonto, a todos los bobalicones que en el mundo hemos caído bajo el embrujo femenino: «Eres una diosa», alcanza a decirle torpemente a Parthenope cuando la contempla salir de las aguas, cual Venus mitológica.
Parthenope es una chica que nace en Nápoles en los años cincuenta y que acompañamos a lo largo de su trayectoria vital. En ella, como en todas, hay belleza, amor, dolor, tristeza, melancolía… Dice Paolo Sorrentino que la película contiene el repertorio entero de la vida y por eso, como en todas sus películas, como en las mejores películas, nos habla de todo y de nada. El guion es caótico, como lo son también los recuerdos de cualquier persona, que vienen y van sin atenerse a las cronologías.
Un naviero excesivo, su padrino, la nombra inspirándose por el paisaje napolitano que hace de fondo teatral de su nacimiento. Desde entonces, la vida de Parthenope corre paralela a la historia reciente de la urbe. Se ha escrito en numerosas críticas que Parthenope es La gran belleza napolitana, en referencia a la obra con la que Sorrentino se alzó con el Oscar a la mejor película de habla no inglesa en el año 2014. Como en esta película aclamada, la ciudad es un personaje más que, junto con la música que acompaña a las imágenes y el peso barroco de la arquitectura, conforman el marco excepcional donde ocurre este sueño.
Porque las películas de Sorrentino son ante todo sueños. Ahí entronca con Fellini. ¿Por qué representar la realidad cuando podemos hacer algo mejor? La película está colmada de escenas bellísimas que merecen ser vistas por encima de cualquier argumento. El cine por el cine. El peso de la belleza es tan brutal que, a veces, puede derivar en erotismo y, otras, en lo grotesco, sin dejar de fascinarnos en uno u otro registro.
No importa que la representación sea realista o no, en una especie de realismo mágico mediterráneo que todo lo impregna con su luz y sus fantasmas. Porque se circula por un Nápoles bello, de ricos en Capri, pero también por suburbios que aquí son también oníricos, o se pasea por delante de una Galería de Umberto I donde solo hay bellísimos modelos de ambos sexos vestidos por Yves Saint Laurent, que firma el vestuario de la película.
Metáfora de Nápoles
Celeste Dalla Porta, la protagonista, posee una belleza intrigante e hipnótica, que representa el enigma que es la mujer para Sorrentino. La acompaña su hermano, de una belleza tenebrosa y peligrosa, tras la que se vislumbra constantemente una pulsión suicida que le persigue y que acabará con la feliz juventud de los protagonistas.
Parthenope cuenta con el escritor John Cheever, interpretado por Gary Oldman, y con un catedrático de Antropología, interpretado por Silvio Orlando, como compañía en busca de un sentido de la vida que no acabará nunca por encontrar. Porque a la belleza rutilante y aparentemente invencible de los inicios de la película le sigue la triste melancolía de añorar todo aquello que no acabó por suceder. Una metáfora de Nápoles. «Es una mujer libre, muy espontánea, que no juzga, como no juzga la ciudad», resumió Sorrentino en Cannes, donde la directora de fotografía del film se alzó con el premio técnico.
Parthenope, en la mitología griega, fue una bellísima sirena que, tras fracasar en su intento de encantar a Ulises, se arrojó al mar, llegando su cuerpo inerte a la costa donde se fundó la ciudad de Parténope, que luego se convertiría en Nápoles. Las escenas de la Parthenope madura son interpretadas Stefania Sandrelli, un mito del cine italiano que ha participado en películas como Divorcio a la italiana (Pietro Germi, 1961) y ha trabajado con directores como Bernardo Bertolucci, Ettore Scola o Bigas Luna.
Milagro de San Genaro
Aunque la película no tiene como uno de sus temas la religión, es habitual en el cine de Sorrentino, igual que pasaba con Fellini o Berlanga, que aparezca algún personaje religioso. En este caso, Peppe Lanzetta da vida al guardián de las reliquias de San Genaro que acaba, en una fastuosa y grotesca escena, intimando con nuestra protagonista.
El supuesto milagro de San Genaro nos retrotrae a la erupción de Vesubio de 1631, cuando la sangre del santo se licuó y el magma del volcán se detuvo antes de entrar en la ciudad. Desde entonces, tres veces al año se celebra un ritual que atrae a miles de devotos a la espera de contemplar el milagro. Tras el acto carnal, en Parthenope la sangre acabó por licuarse.
El periódico de la conferencia episcopal italiana calificó la escena de «estética estéril» y «de mal gusto», lo que no ha impedido que el largometraje sea uno de los más vistos desde su estreno en Italia. En España llegó a los cines el pasado 25 de diciembre.