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Beatriz Grimaldos: «Las canas son un rasgo identitario y una reivindicación»

La actriz conversa sobre su debut en el cine, sus proyectos y su antigua «doble vida»

No, no es Silvia Marsó, sino Beatriz Grimaldos (Cuenca, 1983). La confusión ha sido tan frecuente en su carrera y en la calle, que la directora Carolina África lo aprovecha con ingenio en Verano en diciembre, la película con la que la actriz ha debutado en el cine, cumplidos los 40 años, después de años dedicada al teatro. Antes, había estudiado Ciencias Ambientales y trabajado en cooperación internacional en América Latina. Su imagen y su interpretación son magnéticas. Conversando con ella, se explica su fuerza.

PREGUNTA.- Cuántas veces te pudieron decir que te pareces a Silvia Marsó hasta que llega Carolina África, lo explota a tope, y en su película, que es su ópera prima, Verano en diciembre, aparecen las dos (no vamos a desvelar en qué contexto).

RESPUESTA.- Es que no solo me han dicho que me parezco a Silvia Marsó millones de veces, es que me confunden con ella. Pero hasta hace dos días. Cuando fuimos a presentar la película en la Seminci [Semana Internacional de Cine de Valladolid], fui a saludar a Ángela Molina, una actriz que me encanta, y su representante se adelantó y dijo: «Anda, mira, Ángela, la Marsó. Me han confundido con ella por la calle, en el teatro… Y yo me reconozco, que muchas veces cuando te dicen «me recuerdas o te pareces», es difícil que tú misma te veas en ese parecido. Pero yo desde el primer momento, hace años, que me dijeron que me parecía a Silvia Marsó, lo reconocí: es que me parezco.

P.- ¿Y ella de ti? ¿Se reconoce en ese parecido? ¿Han hablado de eso?

R.- También, también. Es que nos parecemos un montón.

P.- De hecho, te voy a confesar, cuando vi la película, como en los créditos estaba Silvia Marsó, pensé: ¿eso es inteligencia artificial? Es Silvia Marsó un poco rejuvenecida. O sea, que hasta ese punto.

R.- Me decía el otro día Carolina África, que le enseñó el tráiler a una amiga suya y dijo anda: «¡Mira, Silvia!». ¡No, es Beatriz! Mucho, muchísimo, me confunden muchísimo. Para mí es un honor, porque a Silvia Marsó le tengo muchísimo cariño. La he conocido más a través de de esta película, en la secuencia que rodamos juntas, y a partir de ahí le tengo muchísimo cariño, y para mí es un honor que me confundan con la Marsó. Pues mira, maravilla.

P.- Ya fuiste Alicia en teatro, no en Verano en diciembre, pero sí en Otoño en abril, y ahora eres ese personaje en cine. ¿Cómo fue el cambio de género?

R.- El cambio de formato ha sido un viajazo. Para mí, además, no es sólo mi primera película, sino que es mi primera incursión en el mundo audiovisual, no había hecho nunca nada de tele o series. Había hecho un capitular, cositas así, muy menuditas. Pero de repente me llega la oportunidad de hacer un protagonista junto a estas tres grandes diosas de la interpretación.

P.- Carmen Machi, Bárbara Lennie, Victoria Luengo…

R.- La experiencia ha sido ha sido un viaje de descubrimiento maravilloso, porque claro, es un lenguaje totalmente diferente. Tú vienes acostumbrada a una cosa y de repente te encuentras con que tienes que adaptarte a un nuevo lenguaje, un nuevo formato. Pero la verdad es que me he sentido muy cómoda, me he sentido sorprendentemente cómoda, porque yo –siempre lo digo– de verdad creía que iban a decir «acción» y me iba a temblar el cuerpo y no iba a ser capaz de reaccionar, y qué va, para nada. De repente era como si lo hubiera hecho toda la vida.

Creo que también influyó que mis compañeras, y compañeros también, todos, las grandes actrices, las protagonistas, y las que no lo son tanto, o los que no lo son tanto, me hicieron sentir muy bien. Se generó un ambiente muy cálido, muy acogedor, de vínculo emocional. Necesito trabajar con el vínculo emocional, si no, no sé por dónde tirar, por dónde jugar. Además, también, sabiendo que tenía a Carolina África detrás de la cámara, con su mirada amable hacia mí… Porque al final yo soy una apuesta de ella. Ella apostó por que yo estuviera ahí, quería que yo estuviera, y esa confianza que ella tiene en mí, más que yo misma, al final también te da alas y te hace sentir bastante cómoda. A veces, cuando vas a algún rodaje de una serie, un papel pequeño, tú misma te estás juzgando porque no sabes, porque tal, porque jolín, se van a arrepentir de haberme elegido… Estas inseguridades que nos atraviesan a veces a los actores y las actrices. Y aquí fue todo bastante cómodo y sorprendentemente fácil. Para mí ha sido una delicia conocer este medio, e ir descubriendo lo diferente que es. Carolina habla mucho del lenguaje y no es baladí. El montaje en una obra de teatro se hace antes de la obra de teatro, ensayas y luego haces como un plano secuencia de todo. En el cine es al revés. Vas casi sin ensayar –bueno, trabajando el personaje, pero no las secuencias– y el montaje es a posteriori, después de haberte lanzado así, de primeras. Es donde tú ya vas eligiendo la película que quieres contar.

Beatriz Grimaldos. | THE OBJECTIVE

P.- La sintaxis de la historia, en la sala de montaje. Y esas actrices veteranas con las que has trabajado, Carmen Machi, Lola Cordón, ¿son de las que dan consejos? ¿Daban consejos a las noveles?

R.- Mira, yo recuerdo un consejo que en rodaje me dio Carmen Machi que lo recordaré toda mi vida. Hay una secuencia, la de la comida, en la que estamos las tres hermanas, la abuela, la hija de Carmen –que es el personaje que hace Bárbara Lennie– y la madre, estsamos todas. Y estamos comiendo arroz con pollo. Esa secuencia la grabamos en cinco días, porque es una secuencia muy difícil. Hay muchos planos, mucho movimiento, mucho jaleo. Y me dijo: «no se te ocurra comer arroz con pollo de verdad». Y yo: «No, no, no, si yo tengo mucho saque». Yo es verdad que soy de buen comer, y además allí me lo decían, yo estaba encantada con el catering, repetía. No le hice mucho caso: comí de verdad. Pero no solo comí de verdad, porque claro, tú una vez que comes, tienes que comer siempre en el mismo punto. A la hora de la comida, me puse fina: primero, segundo, postre, y claro, luego tenía que rodar toda la tarde otra vez y seguir comiendo arroz con pollo. Mira, me salió el arroz con pollo por las orejas.

P.- No le hiciste caso.

R.- No le hice caso, me arrepiento. A las grandes maestras hay que hacerles caso siempre.

«Yo siempre digo que llevé un poco una doble vida, como mi padre, que fue cura hasta los 36 años y luego ha tenido tres hijas»

P.- Eres actriz, pero también fuiste ambientóloga. Estudiaste en la Autónoma de Madrid, trabajaste en la universidad. Ese viaje me interesa muchísimo. Cómo es compaginar la ciencia y el arte, que es algo que suena muy bien a priori.

R.- Pues mira, más que la ciencia, yo diría lo social, porque sí que estudié Ciencias Ambientales, pero luego hice un máster de Estudios Latinoamericanos, Complejidad Social, Diversidad Cultural. Y a raíz de ese máster fue cuando empecé a trabajar en la universidad. Trabajé durante ocho años en el Instituto de Investigación Ortega y Gasset, coordinando el Departamento de Cooperación Internacional y una red de investigación que había. Entonces, bueno, yo siempre digo que llevé un poco una doble vida, como mi padre, que fue cura hasta los 36 años y luego ha tenido tres hijas, una vida de profesor, político… Doble vida total, pues yo también, hasta los 27, que empecé a estudiar teatro. Estuve con mi formación académica de Ambientales y vinculada más al tema de cooperación internacional y relaciones internacionales. Luego, me echaron del Instituto de Investigación Ortega y Gasset, y ahí decidí apostar única y exclusivamente por el mundo de la interpretación. Hasta entonces había estado siempre compatibilizándolo.

P.- ¿Y conoces Latinoamérica?

R.- Sí, sí, sí. Yo soy una enamorada de América Latina. He estado viviendo en Argentina, en México. Amo América Latina, y cada uno de los países son tan complejos. Cuando entiendes la complejidad y la idiosincrasia de cada uno de los países, porque cada país es un continente totalmente, puedes entender el mundo entero.

P.- Que eso no se ve desde aquí, que no es lo mismo México que Colombia que Argentina.

R.- Brasil es un continente en sí mismo. Bueno, es como África. Hablamos de África como si fuera algo homogéneo.

P.- Y Kenia y Tanzania no tienen que ver, y son frontera.

R.- Lo que sí que tienen en común, salvando muchas diferencias, que a mí es lo que más me motivaba de América Latina, es que tienen un germen de movimiento social. A mí eso me interesaba muchísimo. Tienen mucha efervescencia de lucha, de política social. Como que todo el mundo ejerce la política en el sentido amplio de la palabra, no la política institucional, en el día a día, en la calle hay algo, hay mucha más colectividad, más comunidad, más asociacionismo de lo que hay aquí. Bueno, muchas cosas. Hay muchas cosas que me enamoran de cada uno de los países de América Latina. Conozco mucho.

P.- A la hora de enfrentarte con Alicia, ¿te sientes identificada con ese personaje? ¿Cómo lo abordaste?

R.- Mucho, mucho.

«Alicia es un homenaje a muchas amigas que tengo, artistas, pintoras o incluso actrices, que no se sienten nunca validadas por sus padres»

P.- Es la hija artista de una madre controladora que puede llegar a ser castrante.

R.- Yo no tengo una madre controladora y castrante, pero sí una familia que no viene del mundo de las artes. Aunque bueno, son personas que disfrutan mucho con el arte. Mi madre es profesora de Historia y de Historia del Arte, pero no son funcionarios. De hecho yo hice Ambientales porque ellos eran de la mentalidad de que primero, una carrera bajo el bajo el brazo, y luego ya haces Arte Dramático. Estaba esta idea de que una carrera te iba a solucionar la vida laboral, ahora ya esa idea se ha diluido. Con Alicia sí comparto esta vocación artística, que al final apuestas por ella pese a tus padres.

Mis padres no es que no me apoyen, es que estaban aterrados, cuando les dije: bueno, que me voy de la uni y que voy a intentar ser actriz. «Bueno, pues si eres feliz». No sé si voy a ser feliz, pero voy a intentar apostarle a este camino y a ver qué me depara. Alicia, en ese sentido, me parece muy valiente, porque además tiene una familia que no le apoya absolutamente nada, y no solo nada, es que es muy frustrante. Para mí Alicia es un homenaje a muchas amigas que tengo, artistas, pintoras o incluso actrices, que no se sienten nunca validadas por sus padres, que tienen hermanos y hermanas que a lo mejor son de otras profesiones, y su profesión no se acepta. De hecho, la madre de Alicia, Teresa, dice al final: «con tres hijas en paro voy a meter a a la abuela en una residencia». Perdona, tu hija Alicia no está en paro, da clases de pintura, se paga el alquiler con su profesión, pero para ella dar clases de pintura no es un trabajo decente. Hay que ser abogada, maestra o médica para tener un trabajo decente. Esa falta de valoración que suelen muchas compañeras que me han dicho «es que parece que no estoy trabajando», como que no se considera en algunos contextos el trabajo artístico un trabajo de verdad.

La actriz Beatriz Grimaldos. | THE OBJECTIVE

P.- Bueno, y no solamente el trabajo artístico, sino el hecho de no tener un trabajo fijo, por ejemplo. En ese sentido te quería preguntar, y tú que conoces América Latina. Carolina África definió a Teresa como una madre muy española, pero en México, donde yo viví 14 años, donde también hay madres muy dominantes, es una dominación distinta, es como amorosa, incondicional. No hay, digamos, esa lucha que se puede ver con Teresa o con otras madres, con la que todos nos podemos sentir identificados. ¿Qué es lo que tiene España, que damos madres así? ¿Cómo lo ves tú?

R.- Pues no lo sé, la verdad, no te sé responder a esa pregunta. Igual tiene que ver con que en México –lo que yo me encontré, mi propia experiencia– hay algo como más libre a la hora de afrontar cualquier profesión. Aquí estamos muy atados, está todo como administrativamente muy encorsetado, hay que seguir unos pasos, un tal, todo más complicado. Allí todo fluye más, es más fluido, es más fácil. No sé si tiene que ver con eso, porque es raro. Aquí también tenemos un poco el el dogma del raciocinio: razón, razón, razón. Allí hay una parte más relajada. En ese sentido, no impera tanto la lógica de «tienes que hacer una carrera, trabajar y esto y esto y esto». Hay algo más permeable que te puede, no sé, abrir a otras maneras de entender la vida. Aquí es que somos un poco de eso, de funcionarios, de la estabilidad laboral por encima de todo. Allí yo no viví eso, allí la gente vive como puede, me refiero a clase media.

«En América Latina hay algo más libre a la hora de afrontar cualquier profesión»

P.- No hay un Estado que puede proteger de la manera que protege en otros países como el nuestro.

R.- Igual aquí tenemos un poco el este del papá Estado que nos protege, que tal. No lo sé, no sé qué es. Tampoco sé si aquí tenemos más madres castrati que allí. Pero bueno, allí sí que sentí más libertad a la hora de enfrentarte a la vida en general.

P.- Ese camino que estás empezando como actriz de cine, ¿cómo va? ¿Qué dificultades estás encontrando? ¿Te gusta? ¿No te gusta? ¿Te decepciona?

R.- Como actriz de teatro llevo años, pero en cine estoy descubriendo lo que es hacer la promoción. Ya descubrí el año pasado lo que era rodar una peli, lo que es estrenarla, lo que es ir a un festival. Nunca había ido a la Seminci, ni como espectadora. Fue muy bonito. Me sorprendió gratamente el festival. Me parece que tiene un festival precioso y la ciudad se vuelca en el festival, la gente.

P.- Y le fue muy bien a la película, tengo entendido, contó Carolina.

R.- Sí, fue muy guay, fue muy especial, fue muy mágico. Además, Valladolid no es un público que te regale el oído ni que te regale un aplauso, de hecho, patean cuando no les gusta. Y de repente, terminó la película, aplaudieron, pasaron todos los créditos. No encendieron las luces, claro, hasta que pasaron todos los créditos, se quedó todo el mundo sentado –que los créditos son cinco o seis minutos largos, o siete– y cuando pasaron los créditos y encendieron la luz, hubo una ovación muy, muy calurosa. Todo el mundo ahí gritando y aplaudiendo. Fue muy bonito, muy especial. Es que es una película que abraza el corazón, como decía el otro día Carol y le compro la frase. Es verdad que te acaricia, y en estos tiempos, ahora, convulsos por todos los lados, es una película que te conecta, te hace reír, te hace llorar. Es una película honesta y sencilla, pero a la vez te mueve muchas cosas, y se agradece ver una película así.

P.- ¿Sientes que ahora es más fácil ser actriz que antes? ¿Hay menos esclavitud en algunas cosas? Pienso en la estética, por ejemplo.

R.- Si la hay, que sí, porque creo que vamos avanzando, todavía queda muchísimo por hacer. Creo que sí, estamos en un punto más favorable que hace diez años, y hace diez años estábamos en un punto más favorable que hacía diez. Creo que la sociedad, inevitablemente, va evolucionando hacia un punto en el que la paridad está más en juego que la discriminación. Pero bueno, todavía hay mucho que pelear.

Yo ahora, fíjate, tengo 40 años y es mi primera película. Con 40 años, en el mundo audiovisual, que supuestamente a partir de los 40 las mujeres dejamos de tener la oportunidad de tener esos personajes con unas narrativas interesantes, porque te conviertes en la madre, tal, y no hay protagonistas. Afortunadamente a día de hoy cada vez hay más. También hay más directoras. Se está empezando a contar la historia desde nuestro punto de vista, no para hacer algo femenino ni feminista, que a mí eso me da mucha rabia, que parece que una película de mujeres de repente es una película feminista o femenina. De El padrino no se dice que sea una película de hombres y es testosterona pura. Como que todo lo que tiene que ver con el hombre es universal y lo que tiene que ver con la mujer, como somos la otra, no somos el ser neutro que son ellos, es femenino, es una historia de mujeres. Bueno, chico, vamos a ir ya cambiando ese relato porque ya cansa un poco. Vamos mejorando, yo creo que sí. Yo confío en que la industria también está haciendo ciertos cambios. Pero bueno, esclavitud con la estética creo que sigue habiendo muchísima, con la imagen, porque hay algo terrible en esta sociedad, que tenemos muy asociado el tándem belleza-juventud, y a mí eso es que me me enferma muchísimo, porque es una idea socialmente construida, que veamos a una persona de 20 años y nos parezca más bella que una mujer de 55. Es una idea que nos han metido, es totalmente subjetivo. Por eso yo reivindico la belleza de la vejez. Por so Ángela Molina también me parece una mujer y una artista admirable.

P.- Bueno, las canas son una reivindicación.

«Parece que una película de mujeres es una película feminista o femenina; de El padrino no se dice que sea una película de hombres y es testosterona pura»

R.- En mi caso claramente, en mi caso claramente. Hasta ahora han jugado en mi contra, porque voy a todos los casting con mis canas, no me las tiño.

P.- ¿Es un problema?

R.- Bueno, no lo sé, puede ser. Claro que me las puedo teñir en algún momento, trabajamos con nuestro cuerpo y, obviamente, si hay que teñirse de pelirroja porque el personaje es pelirrojo, me las tiño, pero hasta ahora, si no ha hecho falta, he querido reivindicar las canas porque ¿por qué no? ¿Por qué no puede haber una mujer con canas aparentemente joven? Para mí las canas son muy identitarias, yo las voy a pelear todo lo que pueda. En teatro no me han hecho nunca teñírmelas, para este personaje no, porque iban bastante bien. Y sí, para mí es un rasgo identitario y es una reivindicación, un poco de ¿qué pasa? ¿Por qué tenemos que estar escondiendo todos aquellos elementos que dan pistas del envejecimiento? Pues no. Además hay algo como bonito en esa belleza más madura. Yo me veo mejor que hace 20 años, sinceramente. No por lo bella, no más guapa ni menos, sino que hay algo de… de vida. Como persona, me gusto más ahora que hace 20 años.

La actriz Beatriz Grimaldos. THE OBJECTIVE

P.- ¿Cuáles son tus próximos proyectos, en que estás ahora?

R.- Estoy terminando de rodar una serie de Netflix y estoy con los últimos coletazos de la gira de La Celestina, en teatro.

P.- Que has ganado premios, con eso.

R.- Me nominaron como mejor actriz de reparto, en la Unión de Actores y Actrices, no lo gané, pero me nominaron, que la nominación ya…

P.- Es un regalo, ya es reconocimiento.

R.- Y a partir de este enero, lo que venga. Ojalá vengan más cositas, sobre todo si vienen en formato de cine. Yo feliz, porque me ha parecido una maravilla conocer el funcionamiento de este nuevo lenguaje.

P.- ¿Cuál es tu actriz favorita, española o extranjera?

R.- Me gustan muchas. ¿Cuál es tu película favorita o cuál es tu música favorita? Me cortocircuito. No sé decirlo, porque además, depende de la etapa, depende del momento. Soy muy fan de Cate Blanchett, soy muy fan de Olivia Colman y soy muy fan de Toni Collette, la que hace de madre en El sexto sentido. Ella tiene una serie… No es la serie en la que hace un montón de personajes, que yo no la he visto [United States of Tara], sino otra en la que ella hace de terapeuta, en la que está fantástica [Wanderlust].

P.- Es una gran actriz y no de las más conocidas.

R.- Yo amo a esa actriz, la capacidad que tiene de transformarse. Me gusta mucho.

P.- ¿Y con quién te gustaría trabajar? ¿Con qué director o directora te gustaría trabajar?

R.- ¡Uy!

P.- Pide carta a los Reyes Magos.

R.- Carta a los Reyes Magos. Me está gustando mucho la nueva hornada que está saliendo de directoras, que llevan ya tiempo trabajando, pero ahora están empezando a tener más visibilidad. Por ejemplo, Pilar Palomero, La maternal a mí me pareció una joya de película. Me gustó muchísimo. Carla Simón también me encanta lo que hace: Estiu 1993 me parece una maravilla. No sé, todas esas directoras que estoy conociendo recientemente, con ellas me encantaría. También porque los proyectos que están haciendo me fascinan todos.

P.- ¿Eres de las que tienen sueños o de las que se van dejando llevar y no imaginan el futuro?

R.- Yo soy de las que proyecto, soy de las que proyecto. No tengo grandes sueños, porque me da miedo soñar y que luego se haga realidad y no estar feliz.

P.- Cuidado con lo que deseas…

R.- … Que se puede hacer realidad. Me da mucho miedo soñar con trabajar, no sé, con Almodóvar, y encontrar que en el proceso no lo estoy disfrutando. Mi sueño siempre es que el trabajo que me venga lo disfrute, que esté rodeada de gente con la que conecte. Si ahí viene un director o directora que me encanta a nivel artístico, maravilloso. Me da mucho miedo esto de soñar a lo grande, porque yo en realidad lo que quiero disfrutar de mi trabajo, disfrutar de lo que venga y que lo que venga sea algo que me nutra, con lo que estar feliz, con lo que levantarme deseando ir, y no levantarme y decir «Dios mío, tengo otra vez rodaje, no quiero». Me cuesta soñar con «me gustaría trabajar con tal». No tengo esa ambición laboral.

P.- Es una carta a los Reyes Magos muy posible.

R.- Sí.

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