'Confidencial': el arte de la mentira (en el espionaje y en el matrimonio)
La película Steven Soderberg, protagonizada por Michael Fassbender y Cate Blanchet, es un divertido juego de engaños

Michael Fassbender como George Woodhouse y Cate Blanchett como Kathryn St. Jean en 'Confidencial'. | Focus Features
Hitchcock llamaba MacGuffin al ardid de suspense que hace que la trama avance, aunque en realidad sea en sí mismo casi irrelevante. En Confidencial de Steven Soderbergh, el MacGuffin es un malware llamado Severus que posee el espionaje británico. Introducido en una instalación de armas nucleares, desestabiliza el sistema y puede provocar el lanzamiento involuntario de misiles. Severus está a punto de caer en manos enemigas y el agente protagonista, George Woodhouse (Michael Fassbender), recibe de su superior en encargo de averiguar quién es el traidor que está intentando vendérselo a una potencia extranjera.
Hay cinco sospechosos, uno de los cuales es su propia esposa y también espía en la misma organización, Kathryn St. Jean (Cate Blanchet). Los otros cuatro forman dos parejas y todos son profesionales del ramo. Por un lado, un agente ya granadito (Tom Burke, el dandi yonqui de Souvenir) y su joven novia, controladora de cámaras de vigilancia (Marisa Abela, que hizo de impresionante Amy Winehouse en el biopic Back To Black). La segunda pareja la forman la psicóloga que controla el equilibrio mental de todos los operativos (Naomie Harris) y su joven novio y espía (Regé-Jean Page).
Con este argumento se podría haber hecho una típica película de espías -justo la semana pasada les hablé de una: Amateur-, pero si el director es Steven Soderbergh y el guionista David Koepp el espectador se puede esperar algo más. Y, en efecto, la propuesta se lo proporciona con creces. En la primera escena, en la que George recibe el encargo de descubrir al traidor, se introduce otro elemento en la conversación: su jefe lo está pasando mal porque su esposa lo ha abandonado al pillarlo engañándola. El tipo se lamenta de que en este oficio del espionaje es tan fácil y cotidiano engañar que uno a veces baja la guardia.
El comentario no es casual, porque en Confidencial todo gira alrededor del arte del engaño. El que practican los espías, pero también los amantes infieles. Y es que los espías infieles lo tienen muy fácil, porque cuando la pareja, suspicaz, les pregunta ¿y adónde dices que te vas de viaje mañana?, ellos pueden responder «confidencial» (Black Bag en inglés, que es el título original) y se quedan tan anchos. Es este doble juego -las mentiras profesionales y las íntimas- el que convierte la película en un delicioso artefacto rebosante de ingenio. En cuanto recibe el encargo de detectar al traidor, George -que es un gran cocinero- organiza una cena en su casa con los cinco sospechosos -incluida, claro, su propia esposa- y les plantea un pasatiempo en apariencia inocente para tratar de obtener pistas sobre su identidad. Las preguntas que se plantean no desvelan todavía quién es el culpable, pero sí van dejando al descubierto trapos sucios íntimos de tal calibre que, en un ataque de celos, uno de los personajes le clava a otro un cuchillo en la mano en plena cena.
La secuencia es tan buena y está tan bien resuelta que perfectamente todo el metraje podría haber consistido en alargar esa situación. No es así, pero al final se convoca una segunda cena en el mismo escenario en la que por fin se destapará quién es el culpable. Entre una y otra cena, lo que tenemos es una sabrosa película de espías o mejor una ingeniosa vuelta de tuerca al cine de espionaje, con una jugosa reflexión sobre el engaño.

Dosis de ‘glamour’
Todo ello servido con disfrutables dosis de glamour -la mera presencia de Fassbender y Blanchet ya rezuma elegancia y un toque sexy- y guiños al género con el que juega la película. Por ejemplo, a cualquier amante del cine de espías las gafas de pasta y los jerséis que luce Fassbender le remitirán de inmediato al sesentero Harry Palmer al que interpretó Michael Caine (fue uno de los personajes que, junto con el de Alfie, contribuyó a convertirlo en el actor británico más cool del momento). Por otro lado, la aparición de un ya granadito Pierce Brosnan como el jefazo del espionaje británico es obvio que no es casual. Nunca fue mi James Bond favorito, pero aquí se nota que se lo pasa bomba reverdeciendo sus años como 007 y está que se sale.
A la sofisticación de la propuesta contribuye de manera notable la estupenda banda sonora de aires jazzísticos de David Holmes (que ya había trabajado con Soderbergh en la serie Ocean’s Eleven y otras producciones). Su música ayuda a espolear el seductor dinamismo que el director consigue imprimir a la cinta, pese a que no tiene grandes secuencias de acción y todo es más bien una elaborada partida de ajedrez. Soderbergh no se anda por las ramas y Confidencial dura poco más de hora y media, de forma que no hay ni un gramo de grasa, todo es músculo.
Hace algo más de una década, Steven Soderbergh anunció que abandonaba las producciones de Hollywood, harto de las presiones e intromisiones de los estudios. Sin embargo, desde entonces no ha parado de trabajar, porque descubrió una forma de trabajar con más libertad: las posibilidades -y el bajo coste- del cine digital. Si antes de rebotarse con la industria combinaba películas índies y experimentales (Sexo, mentiras y cintas de video, con la que debutó, Kafka, The Girlfriend Experience…) con producciones comerciales casi siempre ejecutadas con brío (la serie de Ocean’s Eleven, Erin Brockovich, Traffic, El soplón, Contagio…), en su segunda etapa se ha centrado en largometrajes y series para plataformas. Para HBO Max ha dirigido algunas joyas, como los largometrajes Déjales hablar y Sin movimientos bruscos, y la serie Círculo cerrado.
Ejerciendo de hombre orquesta -no solo dirige, sino que se encarga también de la fotografía y el montaje-, Soderbergh es tan hiperproductivo que este año han llegado a las salas españolas, con una diferencia de apenas un mes, dos largometrajes suyos. En marzo se estrenó Presence y el 16 de abril es el turno de Confidencial. Ambas son relecturas de géneros clásicos, el terror en el primer caso, el cine de espías en el segundo. Y ambas son vehículos perfectos para que el cineasta despliegue su creatividad visual. Presence está toda rodada con cámara subjetiva.

Sólidos guiones
Es decir, que la cámara ejerce de mirada a través de los ojos de un personaje. ¿Quién? Pues nada menos que la presencia fantasmal que habita en la casa que acaba de comprar una familia. Es una pirueta formal brillante, que además está al servicio de la trama, porque el fantasma tiene al final un papel muy relevante. En este caso, el terror le sirve al director para explorar las relaciones familiares y los problemas de la adolescencia, mientras que en Confidencial el uso del género de espías es, como ya hemos apuntado, un recurso para abordar el asunto del engaño.
Ambas obras parten de muy sólidos guiones de David Koepp, que ya había colaborado con Soderbergh en Kimi, otro de sus largometrajes para HBO Max. Koepp ha dirigido algunas películas -no muy memorables- y ha trabajado para cineastas como Spielberg y Brian De Palma, además de en un par de entregas de Indiana Jones. Pero es con Soderbergh con el que está dando el do de pecho.
Habrá quien desdeñe Confidencial como obra menor, refunfuñando: ¡Es un mero divertimento! Oiga, pues sí, pero ¡qué delicia de divertimento!, ¡qué esplendoroso ejercicio de virtuosismo tanto de escritura como de realización! ¡Qué derroche de inteligencia! ¡Qué gozada de película!