'Bonhoeffer, el espía': el teólogo que intentó matar a Hitler
La película de Todd Komarnicki reconstruye la historia de un pastor luterano opositor al nazismo ahorcado en 1945

'Bonhoeffer, el espía'.
“¿Dios nos perdonará por hacer esto?”, pregunta un personaje. Y Dietrich Bonhoeffer responde: “¿Dios nos perdonará si no lo hacemos?” Lo que pretenden hacer es atentar contra Hitler. Como todo el mundo sabe -y por tanto esto no es espóiler- la cosa no salió bien y el Führer sobrevivió. Lo que resulta interesante de esta conversación y las referencias al perdón divino es que Bonhoeffer era un teólogo y pastor luterano, que, impulsado por las circunstancias, pasó del pacifismo militante a participar en una conspiración para asesinar a un tirano. Lo pagó caro -esto tampoco es un espóiler, es historia-, porque fue ahorcado en el campo de Flossenbürg el 9 de abril de 1945, a menos de un mes de la rendición incondicional de los nazis.
Bonhoeffer, el espía de Todd Komarnicki reconstruye la historia de este personaje, al que da vida el pujante actor alemán Jonas Dassler teñido de rubio. La oposición interna a Hitler es un tema interesante. Hay circunstancias históricas en las que un simple gesto de protesta puede costarle a uno la vida, y sin en embargo hubo personas que, jugándose el pellejo, combatieron el nazismo mientras el grueso del país se dejaba arrastrar por un delirio colectivo. Desde la ficción se han ido rescatando algunas de estas figuras heroicas, cada una de las cuales hizo lo que pudo con sus modestos medios.
Antes de morir en 1947, con solo 53 años y víctima de su adicción a la morfina, Hans Fallada dejó escrita una novela espléndida y sobrecogedora, Solo en Berlín, en la que recuperaba la historia de Otto y Eloise Hampel. Tras perder a un ser querido en el frente, se dedicaron a ir dejando por las calles de Berlín postales con mensajes contra el régimen. La Gestapo tardó dos años en detenerlos y pagaron con sus vidas su tan heroica como inútil rebelión: fueron guillotinados en 1943.
En el cine, Spielberg reconstruyó la historia del empresario Oskar Schindler que, con discreción y tenacidad, logró salvar la vida de los judíos a los que tenía empleados. Y Terrence Malick rescató en Vida oculta la historia de Franz Jägerstätter, el granjero austriaco que se hizo objetor de conciencia para no combatir para el Tercer Reich. Lo pagó caro: también fue guillotinado en 1943.
Dietrich Bonhoeffer se opuso al nazismo mientras la mayoría de los pastores de su iglesia se dejaban seducir o atemorizar por el Tercer Reich. Hay que recordar que -como refleja bien la película- las manipulaciones del régimen llegaron al extremo de reescribir la Biblia y crear una nazi, en la que Jesús era inmaculadamente ario y a los Diez Mandamientos preceptivos se añadía alguno extra que ordenaba fidelidad al Führer.
Operación Valkiria
En el clima de opresión y locura colectiva que derivó en la guerra, Bonhoeffer ejerció primero una discreta oposición y se sumó a la Iglesia Confesante, escindida de la oficial, bajo la tutela nazi. En Pomerania estuvo al frente de un seminario clandestino que acabó desmantelado por la Gestapo. Y enviado a Londres como pastor, denunció ante las autoridades eclesiásticas de ese país la persecución de los judíos que el mundo todavía no quería creerse.
De regreso en Alemania ya en guerra pese al peligro que corría al regresar, Bonhoeffer dio nuevos pasos en su oposición al nazismo. Se avino a jurar fidelidad al Führer para poder salvar a judíos con salvoconductos a Suiza. Y entró en contacto con miembros de la Abwehr (la inteligencia militar) liderada por el almirante Canaris, en la que se gestaron varias tentativas fallidas de asesinar a Hitler. Entre ellas el atentado del 20 de julio de 1944, la célebre Operación Valkiria. Dietrich Bonhoeffer fue uno de los detenidos por participar en la conspiración.
Todo esto se cuenta en la película mediante una sucesión de flashbacks. Un Bonhoeffer ya detenido, que acaba teniendo como compañero de celda a un cínico y siniestro doctor nazi caído en desgracia, rememora su vida. De este modo se va siguiendo la peripecia del personaje desde que es un niño y pierde a su hermano mayor en la Primera Guerra Mundial. La cinta dedica mucha atención a contar las andanzas del joven Bonhoeffer en Nueva York, adonde fue a completar estudios de teología. Allí entró en contacto con la comunidad religiosa de Harlem, descubrió el racismo que sufrían los negros y también el jazz. Hay una bonita escena en un club en la que Louis Armstrong lo invita a subir al escenario y tocar el piano con su banda.
El personaje, un mártir de la fe que debió afrontar un dilema moral morrocotudo -¿es lícito el asesinato en circunstancias extremas?-, es fascinante y da para una gran película. Esta no lo es del todo. Tiene notables virtudes, pero también defectos que la lastran. En primer lugar, la evolución ideológica y los dilemas que afronta el personaje podían haberse exprimido más a fondo. Y en segundo lugar, pretende abarcar toda su vida -que daría sin duda para una larga serie televisiva- y eso lleva a que la narración sea en algunos momentos un poco atropellada. Sobre todo en la parte final, en la que algunas decisiones y actuaciones de Bonhoeffer no se acaban de entender bien, porque el contexto no está suficientemente explicado.
Pese a lo prolija que es la cinta siguiendo el periplo del personaje, no aparece un episodio curioso de su vida: su estancia en Barcelona en 1928 como vicario en prácticas. Además de héroe y mártir, Bonhoeffer fue un teólogo relevante. Su obra está traducida al castellano, incluido el título más destacado: El precio de la gracia.