'28 años después', regresan los zombis de Danny Boyle y Alex Garland
La pareja de cineastas retoma la franquicia con una tercera entrega que hará las delicias de los aficionados al género

Escena de '28 años después'. | Sony Pictures España
Desde que en 1968 George A. Romero inauguró con La noche de los muertos vivientes el cine de zombis moderno, el género nos ha dado un montón de alegrías (dirán sus fans, entre los que me cuento) o se ha convertido en una plaga (asegurarán sus haters, que también abundan). Hay dos maneras de enfrentarse a una película de zombis: tomársela como un mero divertimento o entenderla como una alegoría sobre miedos atávicos o contemporáneos. De hecho, ya La noche de los muertos vivientes dio pie a todo tipo de teorías: que si metáfora sobre la guerra del Vietnam, que si reflexión sobre el racismo, que si retrato en clave de las paranoias de la sociedad estadounidense en una época convulsa… Y cuando diez años después Romero insistió en el asunto con Zombi, hubo quien vio una sarcástica reflexión sobre el consumismo, porque los muertos vivientes se sentían irremediablemente atraídos, como almas en pena, por un gran centro comercial. Hay incluso un muy interesante y muy serio ensayo, Filosofía zombi (Anagrama) de Jorge Fernández Gonzalo que, partiendo de este popular género, propone una sugestiva y sesuda reflexión sobre la sociedad contemporánea.
Dentro del cine de zombis, 28 días después –dirigida por Danny Boyle (Trainspotting) y escrita por Alex Garland (director de maravillas como Ex Machina, la serie Devs, Civil War y Warfare)– marcó en 2002 un hito. Su punto de partida era sugestivo: un grupo de animalistas idiotas asaltaban un laboratorio para liberar a unos chimpancés utilizados en la experimentación médica. Los chimpancés estaban infectados con el virus de la rabia y, a partir de una mordedura a un humano, toda Inglaterra era arrasada por una plaga de zombis, o en rigor de infectados, porque a los creadores de esta película no les gusta el término zombi.
28 días después del incidente en el laboratorio, el protagonista, un joven repartidor con conmoción cerebral por un accidente, se despertaba en el hospital completamente solo. Y se paseaba por un Londres desierto muy perturbador, porque el espectador reconocía lugares emblemáticos como Picadilly Circus o Buckingham Palace. A partir de aquí, se desarrollaba el esquema típico de este tipo de cintas: el encuentro con algunos aliados, el enfrentamiento con los zombis y, en la parte final, la seria duda de si eran peores los infectados que habían perdido su condición humana o algunos supervivientes que la mantenían, pero muy retorcida.
La película abordaba el tema desde un realismo inquietante y haciendo uso de una innovadora estética digital, con imágenes de baja resolución, cámara en continuo movimiento y cortes bruscos. Creó un estilo después muy imitado, no siempre de forma atinada. Su influencia puede rastrearse en películas como la española REC de Jaume Balagueró y Paco Plaza, un referente de nuestro cine de género, que convertía un edificio de la céntrica Rambla Cataluña barcelonesa en escenario de un brote infeccioso filmado por una reportera y su cámara, que no tienen ni idea de a qué se enfrentan.
En 2007 llegó 28 semanas después, dirigida por el español Juan Carlos Fresnadillo, en la que Boyle y Garland no participaron en el guion y actuaron solo como productores. Retomaba la historia con la plaga ya controlada. En Londres se procedía a un lento proceso de repoblación, monitorizado por el ejército estadounidense. Hasta que un nuevo acto irresponsable desencadenaba un rebrote. Como todo buen aficionado al género sabe, los zombis cinematográficos se dividen en dos tipos básicos: los lentos (los del clásico de Romero) y los rápidos (los de esta saga). Los segundos, claro, son mucho más aterradores y feroces.
Tras los 28 días y las 28 semanas, Danny Boyle –de nuevo en la dirección– y Alex Garland -de nuevo en el guion- se han saltado los 28 meses y nos presentan directamente 28 años después. Esta nueva entrega –diría que la mejor de las tres– es por un lado muy fiel a ciertos cánones del género –con la clara intención de contentar a sus fans–, pero al mismo tiempo rompe unos cuantos moldes por su notable ambición.
De entrada, Boyle y Garland deciden hacer caso omiso del final abierto de la segunda entrega, en la que la plaga desbordaba Inglaterra y llegaba al continente, con una última escena en que los zombis corrían hacia la Torre Eiffel. En 28 años después la infección sigue estando perimetrada en Inglaterra, sometida a un férreo aislamiento vigilado por barcos militares. Como ya han pasado, según indica el título, 28 años, ya se ha entrado en modo apocalíptico total y los supervivientes prácticamente han vuelto a la Edad Media. Ya no quedan balas para los fusiles de asalto y hay que defenderse con arcos y flechas.
Los protagonistas viven una comunidad atrincherada en una pequeña isla que queda unida con Inglaterra por un camino que solo emerge cuando baja la marea. Los habitantes hacen periódicas incursiones en ese territorio hostil y ahora le ha llegado el turno a un chico de doce años (un muy convincente Alfie Williams), que va a cruzar por primera vez el camino, acompañado por su padre (Aaron Taylor-Johnson). Más adelante, lo cruzará una segunda vez con su madre (una impresionante Jodie Comer), que tiene problemas de salud y cada vez pierde más la cabeza. El primer viaje es iniciático: matar a su primer infectado. El segundo es para dar con un misterioso médico que vive solo en el bosque, con la esperanza de que pueda curar a la madre.
La película cumple con los preceptos del cine de terror que hacen las delicias de sus devotos y se marca unas cuantas secuencias gore y ultraviolentas (si son almas sensibles o se marean al ver sangre, mejor absténgase, porque hay situaciones brutales). Pero a partir de ahí sube el listón dramático –recuerden: guion de Alex Garland– y desarrolla de forma espléndida el viaje iniciático del chico, que incluye una decepción y la negación de su padre. Sin embargo, es cuando en el último tercio aparece el médico –interpretado con un monumental Ralph Fiennes– que la película alcanza su punto álgido. El personaje es una mezcla de enloquecido coronel Kurtz de Apocalypse Now y de Hamlet. Va embadurnado de yodo –que, como es rojo, parece sangre–, para evitar el contagio del virus, lo cual le da un aspecto siniestro. Y en una escena, con el cráneo de un soldado llamado Eric en la mano, exclama un «Pobre Eric» que recuerda poderosamente al «Pobre Yorick» del celebérrimo monólogo shakesperiano.
Lo del cráneo viene a cuento de que este individuo está construyendo en medio del bosque un memento mori, una suerte de macabro mausoleo en el que acumula cráneos para homenajear a los que han muerto. Es un gesto entre demente y espiritual, que recuerda a los momentos más sobrecogedores de la serie Devs de Alex Garland.
Visualmente, 28 años después retoma la estética digital de la primera entrega, llevándola más allá. En este caso, hay secuencias que se han rodado con iPhones, alteraciones de la velocidad de las imágenes, fragmentos borrosos y saturación de los colores, cortes abruptos en el montaje, e incluso la incorporación de fotogramas de arqueros sacados del Enrique V de Laurence Olivier… Es decir, una propuesta digna de una película experimental de vanguardia, pero al servicio de una cinta de género que en su tramo final logra trascenderlo. La ambición que despliega Garland emparenta a este largometraje con la película de zombis más rica y compleja del cine contemporáneo: Melanie: la chica con todos los dones de Colm McCarthy, basada en la novela de Mike Carey.
28 años después cierra el arco de la historia que cuenta, pero incorpora un final abierto. El motivo: este proyecto se ha planteado desde el principio como una trilogía; vivimos en la era de las franquicias y todo se exprime al máximo. La segunda entrega ya está rodada y tiene previsto su estreno a principios de 2026. En este caso, el guion sigue siendo de Garland, pero no la ha dirigido Danny Boyle sino la cineasta afroamericana Nia DaCosta (realizadora de Candyman y The Marvels). Veremos qué nos depara, porque los nuevos personajes que aparecen en la última escena de 28 años después y protagonizarán la secuela resultan un poco ridículos. En la tercera entrega, todavía no filmada, volverá a ponerse tras la cámara Danny Boyle.