Intrigas y magia en 'El guardián de espadas', lo último de Cassandra Clare
La autora regresa a España por primera vez en 15 años para presentar su libro en Madrid y en el Festival Celsius de Avilés
Adentrarse en un nuevo libro de fantasía es una experiencia similar a viajar a un país cuya cultura es distinta a la propia: das casi un salto al vacío, desconociendo por completo qué encontrarás al tocar tierra, pero deseando descubrir todo lo que ese mundo te puede ofrecer. Y en crear este tipo de experiencias es experta Cassandra Clare (seudónimo con el que escribe Judith Rumelt), una de las grandes escritoras de literatura fantástica de nuestro siglo.
Clare saltó a los ‘top’ de ventas con su saga Cazadores de Sombras, más de diez libros que sumergen de lleno al lector en un mundo de ángeles, demonios, criaturas fantásticas y nefilim (nombre que reciben los cazadores de sombras) que dedican su vida a proteger a los humanos. Después, llegó Magisterium, una saga de fantasía infantil coescrita con Holly Black.
Ahora, con Las crónicas de Castelana, la autora abre las puertas a un nuevo mundo de fantasía que es posible empezar a descubrir ya en español con El guardián de espadas (Crossbooks). El primer libro de esta nueva saga plantea una historia de intrigas políticas –según ha descrito la propia autora en la presentación de la novela en Madrid– y aventuras, pero también de injusticias sociales y dilemas morales.
Los protagonistas vienen de tres mundos diferentes, los tres mundos que coexisten en Castelana: Conor, el príncipe heredero que debe elegir entre lo que le dicta su corazón y su deber; Kel, un huérfano que habría acabado en las calles al que convirtieron en la armadura del príncipe, en su guardián de espadas; y Lin, una médica ashkar que ha vivido siempre apartada de los muros de palacio, pero que siempre está «empujando y negándose a aceptar las cosas simplemente tal como son».
Fantasía y realidad
Las relaciones entre ellos, que parecían destinados a no cruzarse nunca entre sí, abren las puertas a las vidas de nobles con ostentosas ropas y desenfrenadas aficiones, pero también a la discriminación y la marginación en una sociedad que encierra al diferente. Y es que, a pesar de la fantasía, El guardián de espadas también trata temas fácilmente extrapolables a nuestro mundo.
Cassandra Clare refleja el racismo en Castelana a través de los ashkar, obligados a vivir sólo en una parte de la ciudad, rodeados de altos muros (concretamente, en el Sault, una especie de gueto del que no pueden salir en cuanto cae el sol). Al mismo tiempo, lleva al lector a reflexionar sobre las diferentes clases sociales del reino: la gente de los fueros (los nobles) y la familia real, que ostentan la riqueza y el poder; el pueblo, que vive a la sombra de la colina de Marivent, donde está el palacio real; y, por último, los ashkar.
Distintos tipos de amor
Según ha explicado la escritora este viernes, la saga también gira en torno a dos preguntas esenciales: «¿Qué haría la gente para tener poder? Y ¿es posible tener poder absoluto y ser una buena persona?» Esto es algo que se aprecia en las diferentes tramas de la obra; no sólo en las intrigas de palacio, también en el reino de ilegalidad, dentro de Castelana, del Rey Trapero y Prosper Beck, luchando por tener el monopolio.
Y otro de los principales hilos conductores de la historia, como es habitual en las obras de la escritora, es el amor. Y no sólo el romántico; el amor que siente Lin por Mariam, su mejor amiga y con la que se ha criado, que la lleva a buscar una cura para su enfermedad; el amor que siente Kel por Conor, que le lleva a una lealtad casi ciega; el amor de Conor por Kel, con el que ha caminado por su compleja vida desde que era un niño. Y, también, lo que parece un amor prohibido que desafía al deber y al destino y podría hacer tambalearse a todo un reino.
Los retos de un nuevo mundo
El guardián de espadas es la primera novela adulta de Cassandra Clare, así como la primera de la conocida como high fantasy, es decir, que todo el universo es inventado, no hay nada que ocurra en nuestro mundo. Esto ha planteado una serie de retos a la autora, sobre todo en los inicios del proceso de escritura.
Uno de los más claros y que más ha destacado Cassandra es que no puedes dar nada por sentado. Cuando ambientas una obra en el mundo conocido, puedes asumir que el lector va a saber «al menos las cosas básicas». En este tipo de fantasía, sin embargo, todo es nuevo.
Y la dificultad va más allá de crear el mundo en sí: hay que saber contárselo al lector de manera que ni se pierda ni se aburra. Esto es algo que Clare ha sabido hacer a la perfección, dosificando las narraciones sobre la historia y el mundo de Castelana mientras te lleva de la mano con las andanzas de los personajes. Explicando lo necesario en cada momento, pero sin abrumar con «una página entera especificando cómo son cada una de las monedas», como ha ejemplificado ella misma.
El proceso de escritura ha supuesto muchos momentos de pensar «¿por qué estoy haciendo esto y no algo más fácil?», pero, al final, «cuando tienes una idea se queda contigo hasta que la sacas» y Cassandra Clare, de nuevo, no ha decepcionado al sacarla.