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Literatura

Colm Tóibín, el escritor nómada regresa a Irlanda

El autor publica ‘Long Island’, novela en la que recupera a la protagonista de la exitosa ‘Brooklyn’ 20 años después

Colm Tóibín, el escritor nómada regresa a Irlanda

El escritor irlandés Colm Tóibín. | Brigitte Lacombe

Colm Tóibín (Enniscorthy, Irlanda, 1955) escribe como vive: como un nómada. Sus casas en Dublín, el Pallars, al este de Los Ángeles, en Nueva York o en su país natal le permiten la visión narrativa del exiliado, también del que llega y puede verlo todo con ojos nuevos. Eso le ha permitido escribir novelas que suceden por todo el mundo con la precisión del pintor realista. Ahora retorna a su Enniscorthy natal en Long Island (Lumen, 2024), de la mano de una protagonista que lleva dos décadas exiliada como narraba en Brooklyn (Lumen, 2016), su obra de ficción más conocida, llevada al cine por John Crowley. En la segunda parte la protagonista retorna a Irlanda y debe tomar la decisión de empezar una nueva vida con un viejo amor o volver a las amarras del matrimonio en el que se encontraba. La novela narra el desarraigo, el camino de secretos personales de cada uno o las fantasías que tenemos con la posibilidad de otra vida.

Colm Tóibín es uno de los escritores irlandeses más conocido de nuestro tiempo, traducido a más de 30  idiomas. Es el autor de dos importantes biografías de autores homosexuales como The master: retrato del novelista adulto (Lumen, 2018) sobre Henry James y El mago: historia de Thomas Mann (Lumen, 2022), también es un importante crítico cultural como demuestra el volumen Nuevas maneras de matar a tu madre (Lumen, 2013).

En esa faceta de crítico aparece publicado ahora La mirada cautiva (Arcadia, 2024), que reúne una decena de ensayos de Tóibín sobre pintura pasando por Miró o Tàpies, continuando con pintores clásicos como Tintoretto y Lorenzo Lotto o la pintura abstracta de Josef Albers y Howard Hodgkin. El libro contiene un artículo introductorio para la ocasión en el que el autor irlandés recuerda su vida en la segunda mitad de los setenta en Barcelona, donde salió del armario y vivía bebiendo y dando clases de inglés, y en el que explica el impacto que tuvo entonces, cuando todavía no escribía ficción, la figura y las técnicas de pintores catalanes como Joaquim Mir e Isidre Nonell, así como la importancia que la pintura ha tenido para él en el resto de su obra desde entonces.

Durante la preparación de Long Island a Tóibín lo diagnosticaron de un cáncer de testículos que actualmente se encuentra en remisión. Junto a la novela y los ensayos de arte, ha publicado recientemente en inglés el poemario Vinegar Hill, por lo que podría decirse que se encuentra en plena forma. A comienzos de julio visitó el CCCB de Barcelona para presentar la versión en catalán y en castellano de La mirada cautiva, ocasión que aprovechó este diario para conversar con él.

Tóibín rompe el hielo saludando en catalán, aunque enseguida confiesa que no se defiende del todo bien. Dice que ya se le hace difícil distinguir partidos y cree que muchos no valoran el ejercicio de pluralidad que supone tener una parte del país bilingüe. ¿Qué le motivó a escribir una segunda parte? «Brooklyn termina en el 1953 y durante los siguientes 20 años la protagonista está casada y tiene una vida feliz y sencilla, para mí ahí no hay nada con lo que trabajar. Algunos novelistas podrían hacer un tema de ello, pero yo necesito drama. Así que no había posibilidad de secuela. Pero de repente me vino la idea de algo dramático que podría pasar 20 años más tarde, en ese momento en que su vida como madre ya ha alcanzado su recorrido. Durante la pandemia no había nada que hacer, así que empecé a escribir esa idea».

Arte y poesía

El autor explica que estas dos novelas las escribió muy rápido, aunque cumplió con su norma de dejarlas reposar un año, porque sentía que en el fondo las dos eran la misma historia solo que 20 años más tarde y la acción transcurre en un solo verano de retorno a Enniscorthy, lo que le permitió acotar mucho la trama.

 ¿El retorno de la protagonista a Irlanda es también el suyo personal? Tóibín responde: «Al primer lugar al que fui en mi regreso a Irlanda fue a Dublín, un lugar amable preparado para recibirme. Recuerdo que a los 20 fui a Barcelona y luego empecé a ir a Estados Unidos por semestres, entonces me dejé llevar por la idea de convertirme en estadounidense, vas alargando y alargando la estancia, renovando tus visados, hasta que casi por accidente lo logré. Como novelista en todo ese período aprendí a usar metáforas de mi vida en lugar de hablar directamente, entonces la emoción central en Brooklyn y Long Island es la de mi retorno con los irlandeses, pero tamizada por la visión de la protagonista».

Tóibín podría hablar horas y horas de la pintura, un tema que le apasiona. «Para un novelista, los rostros de los retratos del Velázquez temprano o Johannes Vermeer transmiten lo desconocido y una sensibilidad de que a lo mejor las palabras podrían llegar más allá de sugerir hasta encarnar. En Tàpies los símbolos permanecen como ocultos, se intuye una inteligencia afilada, pero el resto es misterioso sin llegar a ser explícito. Así que ves los murales grandes de Tàpies e intuyes algo casi mágico, también una llamada a la acción, te preguntas no solo qué significa el cuadro, sino también lo que es capaz de hacer».

El escritor está orgulloso de que finalmente ha publicado un poemario: «Yo era un poeta fallido. Hay tantos buenos poetas irlandeses que si eres un mal poeta no tiene sentido. Dejé de escribirla a los 20 años porque no era bueno, lo que significa que le dediqué mi adolescencia. Hasta hacía broma de ello con mis amigos poetas. Pero terminé la larga novela de Henry James con unos 50 años y en los meses posteriores se me filtraron en mi imaginación unos poemas abstractos, pero solo logré esculpir diez. Me detuve de nuevo unos años. Una década más tarde, empecé a explorar nuevas formas y llegué a 25 poemas. Se lo enseñé a un editor y me dijo que con unos cuantos más podríamos hacer un libro de poemas. ¡Un libro de poemas! Ese era un sueño de mi juventud, así que en la pandemia empecé a escribir un poema cada día, con lo que a mitad de 2021 tenía un poemario. Era un sueño de los 20 que cumplí a los 60 años».

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