Juan Tallón y la fantasía de la identidad
El escritor regresa con ‘El mejor del mundo’, historia de un empresario que un día se descubre viviendo una vida ajena
Si Juan Tallón se hartara algún día de escribir, cosa poco probable, podría dedicarse al mundo del marketing. De Obra maestra, su anterior novela, a El mejor del mundo, su último título, hay un paso casi natural y una coincidencia bastante curiosa. «Es tentador pensar que ahí hay una intencionalidad. Hay un juego, pero subyacente, no es buscado», reconoce el escritor gallego durante una entrevista con THE OBJECTIVE.
De Antonio, un empresario de una fábrica de ataúdes sin más, a llamarse Antonio Hitler Ferreiro, su protagonista, un personaje profundamente ambicioso que, en su afán por superar a su padre y demostrarle que no estaba equivocado, ha viajado hasta México para promover el sector de lujo en la empresa, hay solo literatura y una clara, aquí sí, intencionalidad. «Funciona como un neón, es imposible que ese apellido no arda en la página».
Y arde, claro que arde, como arde la lectura de este libro que se construye sobre el sentimiento de la extrañeza y en torno al gran tema de la identidad. Porque, ¿qué pasaría si después de alcanzar el éxito —en el sentido en que lo entiende Hitler Ferreiro— te despertases un día en un mundo parecido, pero diferente al que conoces? ¿Seguirías siendo tú si todo a tu alrededor, las circunstancias, tu pasado y tu vida, cambiasen?
El planteamiento es el siguiente: un día su protagonista, al regresar a casa después de una estancia en el extranjero, empieza a darse cuenta, poco a poco y en pequeñas dosis, de que todo ha cambiado. «La literatura tiene que cristalizar en detalles. El detalle es lo que aporta la credibilidad, lo que le permite a un lector imaginar un escenario, una situación o un acontecimiento», señala Tallón. Así, impacto a impacto, Antonio va asimilando su nueva realidad. «Se rompe el realismo, y nos adentramos en el terreno fantástico. A una escala que escapa a la integridad humana».
Construida en torno a esa percepción de la extrañeza, con una clara influencia kafkiana, este acontecimiento despertará también el interés en otras cuestiones sobre la ambición o la pérdida de control sobre la propia vida. «Casi todos hemos tenido la sensación en algún momento de que no podemos decidir lo que queremos ser. Es lo que pasa con este personaje aunque llevado al paroxismo. Es una novela sobre los cambios a lo que está sometida la vida de cualquiera». También sobre la identidad. Porque, ¿hay algo que haga que uno sea de una determinada manera y lo sea para siempre o más bien no existe una identidad esencial, inmutable, mítica, sino que más bien cada uno de nosotros es muchos otros?», se plantea el autor de títulos como Salvaje Oeste o Rewind.
Vida y ficción
«Vamos cambiando a lo largo de la vida, porque es lo natural, cambian las circunstancias y las circunstancias nos moldean o transforman nuestro pensamiento» —señala Tallón—. «Y eso es lo que le pasa a mi personaje. Ser uno mismo es una tarea titánica. Nadie es él mismo todo el tiempo. Hay un entorno muy poderoso en el que desarrollas tu vida y que afecta a la persona que eres, las decisiones que tomas y al carácter que te granjeas. Puedes tener una personalidad acusada, pero no es inmutable. Ese uno mismo se va moldeando. A veces eres él, no tú, sino él. A veces tienes que fingir o aparentar. A veces por la fuerza de convivir con otro te vas pareciendo menos a ti mismo y asimilas algunos elementos de los demás. La fuerza social, el componente laboral… todo eso te va cambiando».
En esto, argumenta el escritor, hay poca diferencia entre la vida y la literatura. «No se puede vivir sin ficción. ¿Qué son la esperanza o las ilusiones sino ficciones? Hasta un semáforo, por ejemplo, lo es. Las ficciones son construcciones que nos permiten llevar una vida más ordenada. Hasta el comportamiento social, a veces, tiene que ser ficticio para que se mantenga la educación. Hay que fingir, hay que ficcionar una posición. Es imposible mantener la verdad. Sería insoportable, te conduciría al aislamiento total y al repudio», sostiene.
Es en ese terreno de la ficción donde Tallón se plantea, además, cómo hasta el nombre puede determinarte. «Cuando yo tomé la decisión de que mi personaje se llamara Antonio Hitler Ferreiro no quería provocar gratuitamente. Podía ser retador, pero había que darle fondo al reto. Entonces me parecía que construir un personaje con un nombre que impactase y generase extrañeza, sería doblar un poco la apuesta sobre la extrañeza inicial. La experiencia de la extrañeza es intensa, y si generas el efecto impactante de nombrar a un personaje de origen gallego, con un Hitler, estás doblando la extrañeza. Al mismo tiempo me permitía una caracterización del personaje casi automática. En el imaginario del lector, me parecía que se podía crear la idea de que este personaje va a dar mucho que hablar, lo que generaba un misterio automático».
«Por otro lado» —añade— «me parecía muy interesante poner sobre la mesa, el hecho de que aunque solo hemos conocido a un Hitler, ha habido otros muchos más ajenos al que conocemos y que, sin embargo, han tenido que renunciar a su nombre, o simplemente la historia los ha borrado por el estigma que implica. Podemos preguntarnos, qué ha pasado, si ha habido otros que se han visto afectados por el papel que ha deparado uno de ellos a la Historia contemporánea, injustamente, y que han renunciado a su identidad».
Debate ocioso
Todo ello, no obstante, forzó al escritor a buscar una justificación histórica de su decisión. «El personaje está conectando con una aldea de Orense que se llama Vilardevós —de donde es oriundo el propio escritor— de cuyas minas de wolframio, durante los años de la Primera y Segunda Guerra Mundial, los alemanes extrajeron su mineral. ¿Por qué no se pudo haber asentado allí alguien con ese apellido, ajeno completamente al Hitler que todos conocemos?». Eso sí, lo que no parece Antonio, paradójicamente, es el mejor del mundo. En el escenario más optimista, parece un personaje sacado de una novela de Martin Amis. En el peor, le resta mucho para ser la mejor persona. Pero, ¿es Hitler Ferreiro, al menos, el mejor en lo suyo?
«El debate en torno al mejor de lo que sea es un debate ocioso» —contesta el escritor—, «porque en muchísimas facetas no hay un modo objetivo de calibrar cómo algo es mejor que otra cosa. Es un juego. Cuando te hablan del mejor libro del año, o del mejor futbolista de la historia, en realidad eso no conduce a nada, salvo a la mera conversación. No hemos llegado a ninguna conclusión, pero hemos conversado y hemos llenado tiempo. ¿Se puede ser el mejor en algo? Mientras a lo mejor no conozcas a otro que lo hace mejor que tú, puedes hacerte a la idea de que lo eres. Pero es algo como una de esas listas de favoritos. Establecer tu libro favorito para mí es algo que se me presenta imposible. Entonces lo que haces es decir que tu libro favorito es este y dentro de un año, cuando vuelvan a preguntar, dices otro».
¿Será El mejor del mundo la mejor novela de Tallón? «Creo que he ido mejorando un poquito, vas aprendiendo, aunque el hecho de romper el molde después de cada novela y hacer algo muy diferente después de lo anterior te devuelve un poco al punto de salida, de no saber escribir, y aprender expresamente para ese nuevo proyecto».