Clara Queraltó explora los mecanismos de la seducción
La escritora publica ‘Como un latido en un micrófono’, Premio Llibres Anagrama de novela en catalán 2024
Como un latido en un micrófono (Anagrama, 2024) es un título ganador. Es sugerente y remite a uno de los pasajes más simbólicos de la novela, pero es también certero, pues en esta historia la autora ausculta y amplifica no uno, sino dos latidos —correspondientes a sus dos protagonistas, Gabriela y Quim, que tienen un romance durante un verano— para que escuchemos todo lo que les pasa por dentro mientras sucede.
Precisamente por ahí comienza nuestra charla con la joven escritora, destacando el modo en que ha entrado en la psicología no ya de Gabriela, una chica adolescente de 18 recién cumplidos, sino de Quim, un tipo lleno de complejos al borde de los 40: «Con Gabriela fue mucho más fácil, pues yo he sido una chica adolescente y trabajo con adolescentes. Conozco esa intensidad de ese momento vital de los 18, ese verano después del bachillerato en el que sientes que la vida adulta se te abre y todo está por empezar, y tienes muchas ganas de comerte el mundo. En cambio, Quim fue más complicado de calibrar, de imaginar y de construir. De hecho, lo reescribí mucho más porque en las primeras versiones se culpabilizaba muchísimo, siempre estaba muy arrepentido. Y está bien que se analice y sea consciente de que algo está desencajado, pero tiene que ser creíble también, porque si no, no se entendería que se liara más con ella».
A través de un juego de espejos va sirviendo Queraltó el debate, alejado en todo momento de maniqueísmos, pues ¿quién es más culpable de lo que está sucediendo? ¿La incisiva y perseguidora Gabriela, que nunca tira la toalla? ¿O Quim, que sabe, pero consiente, que no evita? «A veces me he preguntado si el hecho de que Quim se cuestione lo que hace lo exime, y creo que no, pero lo hace más interesante. No quería que se viera en la página dos que es el macho estratega que va a entregar a una pobre niña. Ella, por su parte, no para hasta que el tipo mayor se fija en ella y le hace caso. También el debate está ahí, con los feminismos: desea lo que quieras, pero ojo con lo que no debes desear. ¿Qué le diría a Gabriela si fuera una de mis alumnas? Yo creo que ella ha descubierto no sólo su deseo, sino el que genera en los demás, y eso la tiene muy enganchada. El deseo también tiene mucho que ver con el ego».
Por eso Como un latido en un micrófono no tiene que ver con Lolita, ni siquiera con La flaqueza del bolchevique. Aquí la autora trabaja en un territorio de grises que le sienta muy bien al texto, evitando condenar a sus personajes. Y su estructura también acierta. Primero se nos ofrece el relato del romance por boca de Graciela, con todo detalle. Después, por la de Quim. Y Queraltó logra el reto de contar lo mismo dos veces sin caer en la repetición ni el tedio. Al contrario, su trabajo con los dos narradores omniscientes nos da un pasaje para allanar la mente, nos deja fisgar en la otra parte de la relación, como siempre ambicionamos.
Dos versiones
«Tenía la idea y pensé que esta estructura podía funcionar, que primero hable ella y que su relato vaya acelerado y esté lleno de presente, conforme miras la vida a los 18 —tienes prisa, corres, quieres que te pase todo ya—, y el de él, en cambio, no. Creí que era interesante que, una vez que ya sabíamos lo que había pasado, él nos contará cómo había llegado hasta ahí. Él coge el relieve yendo hacia atrás en un relato lleno de introspección, de pasado. Eso también me permitía dosificar la información, y que el lector la tuviera cuando yo quisiera».
Cualquier historia de amor siempre tiene dos caras, y conforme a eso ha urdido Clara este libro: «Claro, a mí me pasa mucho cuando amigos que han discutido o se han separado y te cuentan por separado sus versiones y muchas veces se contradicen y no queda ni claro quién da el primer beso a quién porque los dos dicen que ha sido el otro. Somos el relato que nos contamos a nosotros mismos con las partes que iluminamos, las que manipulamos un poco e incluso dejamos en la sombra».