'La mujer del domingo': el rescate de un clásico imprescindible del policiaco italiano
La editorial Siruela recupera en nueva traducción el ‘best-seller’ escrito por Carlo Fruttero y Franco Lucentini en 1972
La señorial Turín, en el norte de Italia, produjo dos notorias instituciones: la Fiat de los Agnelli, fundada en 1899, y la editorial Einaudi, creada por Giulio Einaudi en 1933 cuando tenía 21 años. Los Agnelli eran una suerte de realeza en un país sin rey y en tiempos de Gianni, l’avvocato, este tenía más poder que los políticos en el gobierno. En cuanto a los Einaudi, también jugaban en esa liga: Luigi, el padre de Giulio, fue el segundo presidente de la república entre 1948 y 1955, además de gobernador del Banco de Italia. La editorial Einaudi fue durante décadas sinónimo de prestigio y calidad, hasta que en 1994 fue absorbida por el gigante Mondadori. Forjó su leyenda en la posguerra, cuando formaron parte de su comité de lectura luminarias como Cesare Pavese, Italo Calvino, Elio Vitorini, Norberto Bobbio y Natalia Ginzburg. El marido de esta última, Leone Ginzburg, había sido cofundador del sello editorial, pero debido a su condición de judío y antifascista murió en 1944 torturado por la Gestapo.
También trabajaron para Einaudi, como traductores y ocasionales editores, Carlo Fruttero, turinés y muy amigo de Italo Calvino, y Franco Lucentini, romano de nacimiento y turinés de adopción. En su faceta de escritores, formaron una potente pareja creativa (solo comparable a la de los prolíficos guionistas Age & Scarpelli, sin los que no existiría la commedia all’italiana). Fruttero & Lucentini o F & L a secas, como también se los conocía, hicieron a dúo de todo: escribieron un libro de poemas y artículos periodísticos; prepararon antologías de cuentos de géneros diversos; dirigieron una mítica colección de ciencia ficción —Urania de Mondadori—, y escribieron un montón de novelas, la mayoría policiacas. La primera de ellas, ambientada en Turín y sin duda su obra maestra, es La mujer del domingo, que tras décadas fuera de circulación ha sido ahora rescatada con una nueva traducción por Siruela.
Durante los años que dirigieron la colección Urania, heredada de Giorgio Monicelli —hermano mayor del cineasta Mario Monicelli—, publicaron solo autores estadounidenses, porque según una afilada sentencia de Fruttero: «Un platillo volante no puede aterrizar en Lucca». O dicho de otro modo, nadie se va a tragar una novela de ciencia ficción ambientada en Italia. Al igual que la ciencia ficción, también el policiaco era un género importado del mundo anglosajón, pero en este caso no presentaba tantos problemas para adaptarse a la realidad local, como bien demostraron Fruttero y Lucentini con obras como La mujer del domingo.
En esta novela detectivesca trazan un incisivo retrato de las singularidades de Turín, la capital del Piamonte. Con sus calles porticadas para protegerse de la lluvia, sus elegantes plazas barrocas y neoclásicas y sus abundantes cafés, es una ciudad de inviernos fríos y neblinosos, desde la que se vislumbran a lo lejos los Alpes nevados. En ella abundan las familias con apellidos de pedigrí y fortunas antiguas, que no admiten en sus círculos a los nuevos ricos. Una alta sociedad que disfruta de sus riquezas de un modo discreto, de puertas adentro. Este microcosmos —muy diferente de Roma o incluso Milán, no digamos ya de Nápoles— es el que dibujan con precisión F & L.
La trama parte del asesinato del arquitecto Garrone, un tipo malcarado, advenedizo y lúbrico que acumula enemigos en la ciudad, sobre todo entre la alta sociedad, que nunca lo ha considerado uno de los suyos. Al arquitecto le han asestado un golpe mortal con un peculiar objeto decorativo: un falo de piedra. Se le encarga el caso al inspector Santamaría, hombre honesto bajo cierta capa de desdén, y entre los sospechosos destacan dos personajes frívolos de la élite turinesa, que se toman las sospechas como un juego. Una dama muy sofisticada, esposa de un industrial, y un joven pijo local que lleva con discreción su homosexualidad. A ellos se unen otros personajes que representan todo el abanico social de la ciudad: desde dos ancianas hermanas aristócratas que viven en una de las mansiones de las colinas hasta las prostitutas que ejercen su profesión en los bosquecillos cercanos a esas lujosas casas.
Película con Mastroianni
La mujer del domingo fue en el momento de su publicación en 1972 un best-seller y sigue siendo uno de los títulos imprescindibles del policiaco en Italia. Cuando apareció, el influyente crítico y escritor Oreste del Buono, gran difusor de la literatura de género —y coautor con Umberto Eco de Proceso a James Bond. Análisis de un mito—, dijo de ella que «puede ser considerada como el gran giallo italiano, que además no solo es un giallo, sino mucho más que eso».
El giallo (amarillo) es la denominación italiana de las novelas de misterio, que debe su nombre a la colección que popularizó el género detectivesco en Italia, Il giallo Mondadori, fundada en 1929 y que se caracterizaba por sus cubiertas amarillas. Después el término pasó a aplicarse al cine, con un significado algo diferente, para referirse a los thrillers eróticos con psicópata y coloridos pop que triunfaron en Italia en los años setenta de la mano de directores como Mario Bava y Dario Argento (varias de cuyas películas más célebres están, por cierto, rodadas en Turín).
En el ámbito del giallo literario, F & L se sitúan entre el pionero Giorgio Scerbanenco y los thrillers políticos de Leonardo Sciacia. Aupada por el éxito de ventas, La mujer del domingo fue llevada al cine con el mismo título por Luigi Comencini en 1975. El resultado: una sólida adaptación con Marcello Mastroianni en el papel del inspector, Jacqueline Bisset como la dama de la alta sociedad y Jean-Louis Trintignant como el joven gay. Mastroianni, del que estos días se celebra el centenario de su nacimiento, protagonizó otras dos adaptaciones menos conocidas de novelas de estos autores: Doble asesinato de Steno, con Ursula Andress, rodada en 1977 y la miniserie televisiva de los años noventa En qué punto está la noche de Nanni Loy.
La pareja creativa Fruttero & Lucentini se disolvió con el fallecimiento del segundo en 2002. Enfermo de cáncer, se suicidó lanzándose por el hueco de la escalera de su casa turinesa (años antes, había puesto fin a sus días del mismo modo otro ilustre escritor de la ciudad, Primo Levi). Su colega Fruttero lo sobrevivió diez años.