THE OBJECTIVE
Literatura

Tracy Chevalier, de 'La joven de la perla' al arte del vidrio en Venecia

La escritora norteamericana viaja en el tiempo a través de los avatares de una familia en su última novela

Tracy Chevalier, de ‘La joven de la perla’ al arte del vidrio en Venecia

La escritora Tracy Chevalier. | Wikimedia Commons

Murano, Venecia, 1486. A sus 17 años, Orsola Rosso no tenía previsto dedicarse a trabajar el vidrio, pero la repentina muerte de su padre trunca los planes de la familia. Su hermano mayor, el heredero, es demasiado joven e inexperto para llevar el negocio, y los pedidos de los comerciantes no tardan en decaer. Ninguna mujer aprende el oficio, pero a Orsola no le queda otra que entrenarse en secreto en la fabricación de cuentas, un objeto menor por aquel entonces, aunque su mentora, Maria Barovier, tiene una peculiar fijación con ellas. Maria, junto con su prima Elena, le enseñan el método. Estas mujeres pertenecen a la familia vidriera más reputada, pero tuvieron que apartarse del clan para ejercer. No se casaron, claro: «Trabajo para no tener que entrar en un convento» (p. 42), dice Elena. Orsola tampoco querría, aunque ella no tiene intención de quedarse soltera.

Tracy Chevalier (Washington, 1962), galardonada con el Premio Ivanhoe del Certamen de Novela Histórica Ciudad de Úbeda 2024 por toda su trayectoria, advierte al principio de su nueva novela, La maestra del vidrio (Duomo, 2024, trad. Begoña Prat Rojo), que el tiempo alla veneziana transcurre según su propio ritmo. Es un motivo clásico: en una isla, más aún en una tan imbuida de mitología como Venecia, el tiempo, la vida, no se mide según el mismo patrón racional que en el continente. De este modo, lo que parecía de entrada la novela marca Chevalier a que nos tiene acostumbrados –en gran medida lo sigue siendo– tiene un giro de realismo mágico al hacer que las peripecias de la familia protagonista se prolonguen a lo largo de los siglos, con los mismos personajes. Nos pide una suspensión de la incredulidad a cambio de un recorrido exhaustivo por los retos que los fabricantes de cuentas de cristal han enfrentado y por las vivencias personales de la protagonista; un viaje de guerras, plagas, lucha por el poder, supervivencia y, sí, amor.

Chevalier escribe un tipo de novela histórica intimista, de mirada femenina y feminista, con atención al arte –el ejemplo emblemático es La joven de la perla (1999), pero cabe destacar asimismo La dama y el unicornio (2003), sobre los tapices homónimos, y algo importante, mucho arte tachado de menor o artesanía, elaborado por mujeres, como los sombreros y edredones de patchwork de El último refugio (2013) o los bordados de Las mujeres de Winchester (2019)–, casi siempre protagonizada por mujeres pioneras en sus ámbitos –imaginarias o reales, como las buscadoras de fósiles Mary Anning y Elizabeth Philpot de Las huellas de la vida (2009)–, con conciencia social –en ocasiones explícita, como las primeras sufragistas en Ángeles fugaces (2001), el ferrocarril subterráneo que ayudaba a los esclavos a escapar a Canadá en El último refugio (2013) o el racismo en El chico nuevo (2017)–, y por diferentes épocas y países (Francia, Países Bajos, Estados Unidos, Gran Bretaña, Italia).

En este sentido, La maestra del vidrio da lo mejor de lo que se espera de ella, al poner el foco en un arte tan desconocido –y cuyo producto es, sin embargo, tan popular– como las cuentas de cristal. Según dice, la idea se la dio un lector; tardó años en decidirse, pero al descubrir que solían ser las mujeres, relegadas a la cocina, quienes se ocupaban de dicha tarea, supo de inmediato que escribiría sobre ello. Y dio con la horma de su zapato; para empezar, con la ambientación: la mágica Venecia legendaria. Estamos acostumbrados a la imagen de esplendor del Renacimiento, pero la novela muestra sus claroscuros, como los devastadores efectos de las epidemias, conflictos bélicos o desigualdad.

Se aborda la realidad de las familias dedicadas al vidrio: la jerarquía, el funcionamiento del taller, los negocios, el reparto de funciones, la marginación de las mujeres, el peligro de accidente. Como en otras ocasiones, la autora reivindica un arte colectivo y anónimo (lo firmaba la familia, sin individualizar), y su dependencia de la demanda, es decir, todavía no existía la visión romántica del artista que se expresa a través de su obra; de hecho, los vidrieros no se tenían por artistas, sino por trabajadores, artesanos, gente que aprendía con tesón y diligencia. Había estirpes preciosistas e innovadoras; y otras más tradicionales y prácticas, como los Rosso: «Era un taller conservador, con un negocio estable que siempre tendría encargos y nunca se enriquecería» (p. 20). Pero a veces hay que asumir riesgos…

TO Store
La maestra del vidrio
Tracy Chevalier
Compra este libro

Novela histórica intimista

También está, por supuesto, el lado personal, centrado en Orsola, una protagonista que no tiene nada que envidiar al resto de chicas Chevalier: el ámbito doméstico, la relación maternofilial, las maestras, la búsqueda de pertenencia, la relación con los hermanos, el amor, el modo en el que las transformaciones históricas influyen en su día a día. Más que de acción, la autora cultiva un género histórico de personajes, ambientaciones evocadoras y emociones; novela histórica intimista, en definitiva. Lo que no quita que tenga buen ritmo: Chevalier domina su oficio, sabe construir un arco argumental y mantener la tensión narrativa, con equilibrio entre peripecia, diálogo y descripción. Elegante y con gusto por el detalle (el vestido, los colores y sus significados), con sensibilidad, pero sin sentimentalismo. Entretiene sin hacer un thriller, conmueve sin pirotecnia, es feminista sin aspavientos.

Esto último hay que entenderlo como la rebelión calmada de esas «mujeres en la cocina» que no gritan por un altavoz ni se visten de hombres. Se comete una simplificación al equiparar el empoderamiento con la adopción de un rol típicamente masculino (la heroína espada en mano). Asumir los mismos atributos es una parte del feminismo, sin duda, pero no la única: otorgar valor a los espacios asociados a ellas que se han menospreciado por ese motivo resulta todavía más esencial. En el contexto de la novela, no se les prohibía hacer cuentas porque las cuentas, en un principio, carecían de valor; eran un trabajo menor para individuos «menores» en la jerarquía social. Pero las cosas van evolucionando; ahí está la gracia del singular uso del tiempo. Y, a veces, puede más la suma de pequeños gestos que un destello brillante.

De esto último también hay mucho en la novela: esfuerzo, perseverancia, resistencia, paciencia, discreción; los personajes destilan coraje, fuerza, compasión, humildad. El complicado proceso de elaboración de cuentas exigía un aprendizaje abnegado y constante que dura toda la vida, puesto que había que mantenerse al día para no quedarse atrás entre tanta competencia. Unos valores que hoy, parece, se asocian más al mundo del deporte que a la creación artística, pero que Tracy Chevalier ha tenido que desarrollar a fondo para ofrecer obras tan hermosas, cuidadas y cautivadoras como esta.

Publicidad
MyTO

Crea tu cuenta en The Objective

Mostrar contraseña
Mostrar contraseña

Recupera tu contraseña

Ingresa el correo electrónico con el que te registraste en The Objective

L M M J V S D