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Literatura

James Ellroy desmitifica a Marilyn Monroe y al Hollywood de los 60 en su nueva novela

El escritor ficciona en ‘Los seductores’ los últimos meses de vida de la actriz y su relación con los Kennedy

James Ellroy desmitifica a Marilyn Monroe y al Hollywood de los 60 en su nueva novela

El novelista estadounidense James Ellroy. | Mark Coggins (Wikimedia Commons)

De gira para promocionar su última novela, Los seductores (Random House), no es la primera vez que James Ellroy visita España. «Es mi país europeo favorito», comenta. Premio Pepe Carvalho de Novela Negra en 2018, le gusta llamar a Madrid «la ciudad». «Me recuerda un poco a Los Ángeles de cuando era pequeño». Todo un reconocimiento si tenemos en cuenta que el autor de L. A. Confidencial o La Dalia Negra ha convertido a la urbe californiana en uno de sus grandes trasuntos literarios.

En particular, Los seductores, la tercera del quinteto de Los Ángeles –antes fueron Perfidia y Esta tormenta–, está ambientada en el Hollywood del verano de 1962. Marilyn Monroe, de la que cada vez son más conocidos sus escarceos con los Kennedy, acaba de morir por sobredosis en su habitación. Freddy Otash, un veterano expolicía corrupto y chantajista conocido por espiar al star system de la meca del cine, lleva meses investigándola.

Entonces, cuenta el escritor, «L.A. era una ciudad que estaba estallando por las protestas sociales y la oposición a la guerra de Vietnam, por la violencia y los problemas para acabar con la segregación. Este libro se desarrolla en ese año, John F. Kennedy sigue vivo, no ha muerto todavía. El consumo de drogas entre la clase media ha escalado enormemente y las cosas están a punto de cambiar. «Los Rolling Stones cantaban: solo es un disparo al aire. Y esta frase, just a shot away, es la frase que a menudo se utiliza para describir justo todo el ambiente que había en 1962». 

Esa era, en realidad, la ciudad donde el propio Ellroy creció. Cuatro años antes de 1962, su madre había sido violada y asesinada –algo de lo que escribiría más tarde en Mis rincones oscuros–, y por entonces no era más que un adolescente. «Había mucho crimen, pero William H. Parker, el jefe del departamento de la policía, reprimió la delincuencia muy eficazmente. En la época en la que se desarrolla el libro yo solo tenía 14 años, y tenía mi propia agenda infantil, mi plan como adolescente. Iba alrededor del barrio, miraba por las ventanas, me colaba. No tenía conciencia de nada de todo esto, lo que escribo ahora es una percepción en retrospectiva».

Como una de esas antiguas estrellas de rock, lo cierto es que uno nunca sabe con qué James Ellroy se va a encontrar. Probablemente, la prensa ha contribuido a crear ese personaje a veces arisco, que no se sale del guion, con respuestas, muy en la línea de su estilo literario, siempre cortas y directas. Hay cosas en él que no fallan, como la camisa hawaiana y una cierta amabilidad en las formas. También ciertas normas no escritas. Nada de hablar de actualidad ni de política. Sin embargo, quizás porque ya es esta la última de una ronda de entrevistas de dos días en Madrid, se relaja.

El canalla Freddy Otash, protagonista

No es la primera vez tampoco que escribe sobre Freddy Otash. Ya en su anterior libro, Pánico, lo hacía. Basado en un personaje real que chantajeó a toda la industria del cine, dicen que fue la última persona que escuchó respirar a Marilyn Monroe antes de morir. El propio Ellroy lo llegó a conocer. «Era un hombre vulgar y rudo. No, no me gustó. Fundamentalmente, era un mentiroso».

Sin embargo, acabó protagonizando sus libros. «No me sedujo nada de él» –afirma–. «Yo sabía que era el encargado de contrastar las informaciones de los relatos que se publicaban en la revista Confidential –una publicación de corte sensacionalista–. Era un expolicía potente y sí que pensé en alguna ocasión utilizarlo como protagonista de mi libro América (1995), pero luego me di cuenta de que no tenía ningún encanto, que era una persona bastante vulgar y que no me fiaba de él. Así que decidí no utilizarlo». Fue mucho tiempo después, ya en 2021, cuando este personaje, que todo ese tiempo le había estado rondando, volvió a aparecer. «Pero el Freddy Otash de Pánico era cómico, satírico. El serio de verdad está en este libro». 

En Los seductores, su protagonista es un personaje atraído por el poder. «Él dice que la oportunidad es el amor. Y yo eso lo entiendo. Soy un norteamericano y siento que cuando te dan una oportunidad es como estar enamorado. A él le gustaría conocer a una mujer y asentarse, pero solamente va detrás de mujeres que no le quieren. Es un libanés maronita muy devoto que cada vez que ve algo que le altera, que le produce algún tipo de perturbación, se santigua. Eso también ocurre en otros personajes, porque el libro está ambientado en 1962, y la gente de aquel entonces era más abiertamente religiosa». 

Conocido por espiar a las grandes celebridades –Bette Davis, Judy Garland o Lana Turner llegaron a contratar sus servicios–, Ellroy lo sitúa, además, en un año en que la industria del cine no atraviesa su mejor momento. «Estaban en un estado de pánico porque la película Cleopatra, un filme absurdo de Twenty Century Fox, llevó a la bancarrota a los estudios y, precisamente, esa historia está en la base de todo el argumento del libro». 

Marilyn, valiente y superficial

También Marilyn Monroe, aunque prefiere no hablar mucho de ella. «Era tonta, avariciosa, superficial. Utilizaba a la gente para luego deshacerse de ella, tenía un pésimo carácter, era una mujer muy impresionable y además estaba llena de conceptos realmente negativos». De hecho, aunque uno nunca sabe si Ellroy habla de veras o de broma, señala que no tardó demasiado en documentarse para el libro. «Me lo he inventado todo. Leí media biografía sobre ella, de un británico, y eso es todo».

Algo más indulgente como escritor, aunque no mucho, guarda para su libro algún aspecto positivo de la actriz de Con faldas y a lo loco. «También era una persona valiente, porque se involucra con delincuentes realmente tremendos y peligrosos. En la novela, Freddy es contratado para investigarla con la idea de ponerla en una situación difícil. Y él sabe que hay algo que no funciona ahí, algo que falla».

Muchos de los personajes que van desfilando a lo largo de estas páginas, particularmente relacionados con el mundo del cine, evocan esa imagen frívola, superficial, que va dando forma al título de la novela, Los seductores. «La seducción es un estado artificial de exaltación, de éxtasis y Marilyn Monroe la utilizaba. Natasha Lytess estaba enamorada de ella y ella proyectó esa especie de seducción de bajo nivel, de baja categoría, que muchísima gente encontró atractiva».

De todos, el único que sale bien parado es, precisamente, el detective, afirma, «porque es el que más bajo llega». Tampoco los Kennedy, aunque reconoce que le gustaba algo más Robert. Sin embargo, poco dado a las teorías conspiranoicas, no cree que Monroe muriera de algo más que de una sobredosis, o que el asesinato del expresidente de Estados Unidos, ahora que Trump ha prometido que desclasificará los documentos secretos, tenga algo aún por revelarnos. «No, Lee Harvey Oswald fue el que mató a Kennedy. Era un francotirador solo, no va a ocurrir nada, no van a descubrir nada nuevo. Eso ocurrió hace muchísimo tiempo, hace dos generaciones y a la gente de ahora no le importa un comino que pasó y a mí menos. Además –sonríe–, yo ya he escrito ese libro».

El demonio contemporáneo

Sobre sus hábitos de escritura, Ellroy ha contado en más de una ocasión que escribe sus novelas a mano. «Nunca he utilizado un ordenador, no tengo un teléfono móvil, pero conozco a una mujer que vive en el sur de Francia y que me mecanografía todo lo que escribo a mano. Me escanean las páginas, yo se las envío manuscritas, las mecanografía, me las envía y yo las corrijo». Ahora, dice, se ha vuelto más expansivo. «Antes me obsesionaba la concisión extrema. Era una serie de frases cortas, una detrás de otra. Pero ahora, para poder dar a mis lectores acceso a la vida interior de mis personajes, ese estilo lo he extendido». Sin embargo, el estilo sigue ahí. «Vivo una vida como de urgencia y en mis libros esa urgencia se ve también».

Por el momento, aún le quedan otros dos libros protagonizados por el detective Otash. El siguiente, lo retoma justo después del final de Los seductores. «Ya lo he empezado –comparte–. Se desarrolla desde octubre de 1962 hasta finales de diciembre de ese mismo año. En él, Freddy conoce a una mujer de la que no puede escapar. Es la cantante de folk, Judy Henske. Ella representa cierta bondad que él nunca ha encontrado antes y le anima que diga la verdad».

Volverá, claro, a dos de sus grandes temas: la historia como un estado de anhelo y los hombres malos que se enamoran de mujeres fuertes. «No me interesa la época contemporánea» –repite como un mantra–. «Es instintivo, es que no me interesa. Yo creo que ahora mismo estamos dominados por Satán, por el demonio, a través de estos ordenadores, las aplicaciones, los teléfonos móviles, internet... La gente está absorbida por todo esto». Tras su paso por Madrid, el escritor continuará su gira de promoción por Sevilla, donde participará en varios actos de Hay Festival.

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