The Objective
Literatura

Gonzalo Núñez une el arte con el amor en su primera novela

El periodista y escritor explora en ‘Los retratos desparejados’ las conexiones humanas y los cuadros flamencos

Gonzalo Núñez une el arte con el amor en su primera novela

El escritor y periodista Gonzalo Núñez. | Sr. Scott

El amor, con sus fracturas, sus recuerdos imborrables y sus búsquedas constantes, vuelve a ser el centro de gravedad en la obra de Gonzalo Núñez (Sevilla, 1983). El periodista y escritor, conocido por su aguda sensibilidad en relatos como los que conforman Los búlgaros (Sr. Scott Libros, 2023), se lanza ahora al terreno de la novela con Los retratos desparejados (Sr. Scott Libros, 2025), una obra donde lo sentimental se funde con una honda reflexión sobre el arte flamenco del siglo XV.

El resultado: un texto híbrido entre la ficción narrativa y el ensayo artístico, que propone una mirada centrada en las relaciones humanas a través de la estética de los dípticos flamencos. Robert Campin, Hans Memling, Hugo van der Goes, Van Eyck y Van der Weyden son solo algunos de los pintores que menciona Núñez. «El reto fue que, dentro de una novela, digamos convencional, con una trama sentimental, se integrara también una especie de ensayo a trozos sobre pintura flamenca. He intentado que esté balanceado y que estas partes, más ensayísticas, se integren de manera natural», cuenta Núñez a THE OBJECTIVE.

La novela gira en torno a una pareja sin nombres –Ella y Él– que transita una crisis latente. «Es la historia de un hombre que tiene que desembarazarse de su pasado para poder seguir adelante finalmente, y de una mujer que tiene que convencerse de su futuro con este hombre», explica el escritor. Todo se desencadena cuando Ella le cuenta a Él que su amiga organiza unas jornadas culturales en las que se presentará una conferencia sobre cuadros desparejados del siglo XV. A primera vista, parece un simple evento. Pero para Él, es un golpe emocional: la conferenciante no es otra que su ex, la mujer que le introdujo en ese universo artístico de los retratos que fueron pintados para estar juntos, pero que con el tiempo se perdieron, se separaron o –en los casos más afortunados– lograron reencontrarse.

Ese concepto, el de los «retratos desparejados» –que da título a la novela–, se convierte en la columna vertebral de la historia y en la gran metáfora de este libro. Núñez utiliza esa imagen –retratos pintados como dípticos, «cuadros matrimoniales», concebidos para estar uno al lado del otro pero que han quedado separados por los vaivenes del tiempo y la historia– para hablar del amor moderno, de las relaciones que se quiebran, que se buscan, que se transforman. ¿Podrán Ella y Él reencontrarse como algunos dípticos perdidos? ¿O quedarán definitivamente desparejados? «Me gustaba que la historia fuera como una crisis muy potente, para cada uno de los dos, vivida bastante a nivel mental, porque casi todo ocurre en la cabeza del protagonista y en base a esa crisis decidirán si seguir adelante o no y de qué manera».

La novela se mueve con soltura entre lo emocional y lo intelectual. Las escenas de pareja, marcadas por los silencios incómodos, las miradas que no terminan de cruzarse y los pensamientos no dichos, se entrelazan con pasajes más densos, donde la voz del protagonista reflexiona sobre el arte flamenco, la historia de los museos y la simbología de los retratos. «Él muestra un carácter claramente melancólico, que implica también dar muchas vueltas sobre las cosas. Es un tipo que sobrepiensa».

Pintura y memoria

Es en estos tramos donde emerge con fuerza la formación periodística de Núñez, que sustenta su relato con una bibliografía rigurosa, aunque disuelta con naturalidad en el flujo narrativo. La conferencia de la expareja del personaje le da pie al escritor para poder profundizar en el tema del arte flamenco del siglo XV. «Siempre he sentido una fascinación por ese estilo que tiene algo realista, pero al mismo tiempo algo misterioso. Pero, sí que es cierto que, como tanta gente, le he dedicado más atención quizás al arte italiano de aquella época, al arte renacentista. Sin embargo, con motivo de esta novela, primero también por placer y por investigación, sí que me he puesto muy al día con la bibliografía sobre arte flamenco». Núñez se ha nutrido, entre otros, de los libros de Erwin Panofsky, Todorov o Huizinga, para ahondar en el tema artístico.

Uno de sus cuadros preferidos se encuentra en el Museo del Prado, el Descendimiento de Rogier van der Weyden. El escritor explica que la escuela primitiva de los flamencos «tiene también un simbolismo muy interesante porque, en el fondo, es un tránsito de la Edad Media al Renacimiento, un tránsito diferente al que fue en Italia. Siempre asociamos el Renacimiento con Italia, pero en este caso evolucionaron de otra manera. Las escuelas italianas llegaron a la perspectiva de manera matemática, es decir, hicieron fórmulas para poder pintar con perspectiva. Los flamencos lo descubrieron a su vez, pero de manera pragmática, por prueba y error, digamos. Es curiosa la evolución de las distintas escuelas».

Uno de los grandes escenarios de Los retratos desparejados es el Museo Thyssen-Bornemisza de Madrid, un espacio que se convierte casi en un personaje más de la novela. Allí, el protagonista deambula entre salas, reviviendo paseos con su expareja, intentando construir nuevos recuerdos con su actual novia, mientras su mente permanece anclada en un pasado que no termina de soltar.

«La historia para mí era indisociable del Thyssen. Además, porque en el Thyssen hay varios cuadros de este formato, tanto dípticos dobles matrimoniales completos, como desparejados, a los que les falta alguna ‘pareja’». El museo se presenta como un lugar de tránsito emocional, donde los pensamientos fluyen como las pinceladas de las pinturas que observa.

Pérdidas

Los cuadros inventados, además de los reales que aparecen, los espacios culturales ficticios y la reconstrucción detallada del universo del arte flamenco permiten a Núñez jugar con la frontera entre lo real y lo imaginado. Aun así, nada en Los retratos desparejados suena artificial. Cada pasaje parece brotar de una experiencia emocional concreta, de una intuición honesta sobre el comportamiento humano. «Para mí era interesante unir todo lo que había investigado y aprendido sobre este tipo de cuadros de la escuela flamenca y aplicarlo a una serie de pinturas de mi invención».

Núñez, con su mirada introspectiva, escarba en las zonas grises del amor: las mentiras que se dicen por miedo, las verdades que se callan por orgullo, las historias que se terminan sin un cierre claro y que se enquistan en la memoria. «El protagonista se ha quedado algo atrancado en una historia del pasado de la que se ha sentido desgajado de otra persona, como sucede con los retratos desparejados».

Él, el protagonista, es un personaje reflexivo, casi obsesivo; Ella, más analítica, más distante. Pero ambos cargan con sus propias mochilas, con sus temores y cicatrices, buscando una manera –no siempre exitosa– de acercarse. «Para mí era una manera también de reflexionar en especial sobre la pérdida. Es decir, cómo nos influyen en el presente, en nuestra vida posterior, las personas que hemos perdido. Y cómo esos trazos de lo que se ha perdido se siguen manifestando en lo que ha quedado. Eso nos sucede con todo y particularmente con el amor. En este caso, hay muchas reflexiones en el libro sobre lo que implica la pérdida, sentirte desgajado de una circunstancia de tu vida o de otra persona».

Verosimilitud emocional

En el libro se van descorriendo distintas reflexiones de autores que han pensado sobre el amor a lo largo de su obra. Desde Schopenhauer, a Kundera, pasando por Ortega y Gasset. «No era un propósito. Intenté dibujar algo de la estética y la interpretación sobre el amor dentro del libro. No aspiro a resolver ningún misterio sobre este gran misterio, pero me interesan todos los dilemas que implican el amor y la pareja. Digamos que el arte y el amor están aquí identificados».

La novela no solo es una historia de pareja, sino una meditación sobre cómo interpretamos la realidad desde nuestras propias heridas. Gonzalo Núñez construye una obra profundamente realista, donde los personajes se comportan como lo haría cualquiera que arrastra un pasado lleno de zonas sin resolver. Es en esa verosimilitud emocional donde reside buena parte de la fuerza del libro. «Es una historia de redención, la posibilidad realmente de que el amor, que es lo que ha ocasionado la ‘enfermedad’ del personaje, sea también la solución».

Con esta primera novela, Núñez confirma lo que ya apuntaban sus relatos: es un autor que sabe plantear los dilemas que le preocupan a un corazón humano. En un tiempo en el que la fugacidad rige los vínculos, Los retratos desparejados es un recordatorio de que el amor, como el arte, a veces necesita tiempo, silencio y contemplación para entenderse.

Publicidad
MyTO

Crea tu cuenta en The Objective

Mostrar contraseña
Mostrar contraseña

Recupera tu contraseña

Ingresa el correo electrónico con el que te registraste en The Objective

L M M J V S D