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La Europa de las letras

Ana Blandiana: entre el sueño y la liberación del sueño

Con 17 volúmenes de poesía y 11 de ensayos, conforma el grupo de autoras rumanas más internacionales

Ana Blandiana: entre el sueño y la liberación del sueño

Ilustración de Alejandra Svriz.

Poeta de renombre internacional, prosista de exquisitas piezas que navegan entre la realidad y la fantasía, entre los opresivos e hipnóticos reinos del sueño y el duermevela, ensayista de agudas y penetrantes percepciones, Ana Blandiana, nacida en 1942 en Timisoara, es de las mejores autoras no sólo rumanas sino europeas de nuestros días. Con sus diecisiete volúmenes de poesía, once libros de ensayos y otros cuatro de narrativa, traducidos a 23 lenguas, Ana Blandiana, junto a Mircea Cartarescu, Norman Manea y Gabriela Adamesteanu, conforma hoy día el grupo de autores rumanos más internacionales, y con más presencia en otros países, a través de traducciones.

En el caso del español, Ana Blandiana ha tenido, desde el primer libro, una traductora y profunda conocedora de su obra de lujo: Viorica Platea, catedrática en la Universidad de Salamanca, y autora igualmente de diversos y espléndidos estudios sobre esta autora. Unos estudios introductorios -que han acompañado invariablemente las publicaciones de esta autora excepcional que es Blandiana- que ayudan de forma muy valiosa a descodificar e ilustrar ante el lector unas realidades no siempre familiares y conocidas. Principalmente, la opresiva sub-realidad que tuvo lugar en Rumanía durante la dictadura comunista.

Una realidad fantasmal, de otro tiempo, que sin embargo, gracias al inmenso talento de Blandiana, se hace tenebrosamente presente y universal, en cada uno de sus libros, ya sean de prosa como de poesía. Una realidad anómala y enrarecida a cada paso, brillantemente retratada y encapsulada, de manera metafórica y simbólica, dentro de  una obra sutil, vitriólica y afiladamente crítica.

Por otro lado, al igual que sucedió en su día con autores como el checo Václav Havel, o como la Premio Nobel Wislawa Szymborska, encerrada entre las cuatro paredes de su casa de Cracovia, Ana Bladiana ejerció incansablemente, a la manera de un símbolo frente a la dictadura, como firme referente moral. Un referente persistente e inasequible al desaliento, para el resto de sus conciudadanos. En los años más duros de la opresión, cuando la soledad y el aislamiento no pocas veces hacían abatirse a aquellos valerosos luchadores por la libertad, Blandiana protagonizó un inapreciable magisterio moral y ético que sirvió, como en los anteriores casos citados pertenecientes a los distintos países sometidos a dictaduras comunistas en el centro y el este de Europa, de aliento espiritual y de símbolo para la no claudicación. Como no han dejado de recordar tantos de ellos, de aquellos inflexibles opositores, la estructura política, la red clientelar de colaboradores y delatores, el férreo aparato policial y burocrático de represión, funcionaba de forma tan eficaz y siniestra que ninguno de ellos se permitía soñar siquiera con que un día aquella pesadilla atroz acabaría.

Como les sucedería a muchos de estos intelectuales y fervientes activistas que contribuyeron en no poca medida a la caída de aquellos regímenes, en el caso de Blandiana también llegaría, posteriormente a la Revolución de 1989 y la caída de Ceausescu, el tiempo de la desilusión. La desilusión al comprobar que una gran parte del magisterio ejercido valiente y desinteresadamente por muchos de ellos durante años, así como muchos de los principios éticos que los habían guiado, iban siendo progresivamente arrinconados en las nuevas agendas políticas de los partidos. Y lo que es más doloroso, se podía presenciar en cada uno de estos países recién liberados del yugo totalitario, unos aprovechados y apresurados cambios de rumbo de los antaño integrantes del tiránico régimen, entregados ahora con fervor a una mutación súbita e interesada hacia la democracia. Esto, como es sabido, no sólo sucedió en Rumanía. Pronto llegaría la melancolía y frustración de comprobar que el poder, los verdaderos centros del poder, como decía el Premio Nobel Czeslaw Milosz con triste ironía en su obra. El poder cambia de manos, pocas veces realmente llegaba a cambiar totalmente de manos.

Antes de convertirse en la prestigiosa e influyente Ana Blandiana, el verdadero nombre de esta autora era Olivia Valeria Coman, un nombre que fue prohibido por las autoridades comunistas. Ferviente lectora y amante de la poesía desde su más tierna edad –como contaría en su bellísima poética. La poesía entre el silencio y el pecado, incluida en el volumen Mi Patria A4, traducido en nuestro país en la editorial Pre-Textos por Viorica Patea y el gran poeta Antonio Colinas- cuando tenía tan solo 17 años Blandiana publicó sus primeros poemas en la revista Tribune de la ciudad de Cluj. Inmediatamente, una circular gubernamental la declaró «hija de un enemigo del pueblo», ya que su padre, sacerdote ortodoxo, era un preso político. Durante los cuatro años siguientes se le prohibió publicar y cursar estudios universitarios. A pesar de esa prohibición, conseguiría licenciarse en la Facultad de Filología de Cluj.

Casada con el también escritor y pensador Romulus Rusan, la pareja se estableció en la capital, en Bucarest. En 1964 vería la luz su primer libro de poemas, Primera persona del plural. En 1982, su obra poética hasta entonces compuesta por libros como El talón de Aquiles, El tercer misterio, Octubre, noviembre, diciembre y El sueño del sueño, recibiría el importante Premio Gottfried von Herder de la Universidad de Viena. Desde entonces, los galardones se sucederían: el Internacional de Poesía Camaiore en Italia, el Especial de Poesía Giuseppe Acerbi (en Módena), el importantísimo reconocimiento internacional obtenido en Toronto con el Griffin Lifetime Award y, por supuesto, el Premio Princesa de Asturias de las Letras de 2024.

A lo largo de su carrera, Ana Blandiana iba a sufrir otras prohibiciones. En diciembre de 1985, un ciclo de poemas publicado en la revista Amfiteatru denunció la miseria y el terror del régimen de Ceausescu y provocó un grave conflicto con las autoridades. Como se solía decir de cualquiera de aquellos regímenes totalitarios surgidos después de la Segunda Guerra Mundial, se trataba de los últimos y más agresivos coletazos de las dictaduras. En aquel caso, se trató de su poema Todo, una simple y objetiva reiteración de palabras que evocaba la realidad de cada día y que se analizó verso a verso en el diario británico The Independent.

La redacción de Amfiteatru fue castigada y Ana Blandiana no podría publicar durante mucho tiempo, aunque sus poemas –como en el caso de los opositores rusos y en general de todos los escritores prohibidos del Telón de Acero- circulaban mediante el método del samizdat, es decir copias clandestinas mecanografiadas.

En 1988, Blandiana consiguió publicar un libro de versos para niños (Acontecimientos en mi calle) que sería comúnmente interpretado como una parodia de Ceausescu, retratado en las aventuras del gato Arpagic. En represalia, se retiraron de las bibliotecas los libros de Ana Blandiana y se prohibió la simple mención de su nombre incluso en artículos de crítica literaria. La autora viviría bajo una continua vigilancia policial hasta la revolución de 1989, cuando sin ser consultada, es nombrada, junto a otros disidentes, miembro del Consejo del Frente de Salvación Nacional. Al cabo de tres semanas dimitió, al darse cuenta de que su presencia era una simple operación propagandística destinada a legitimar un régimen continuista.

Poco después fundó y presidió, desde 1991 a 2001, la Alianza Cívica, un movimiento independiente que abogaba por la creación de una sociedad civil y que hizo posible la entrada de Rumanía en la UE. Poco después, bajo la égida del Consejo de Europa, Ana Blandiana crearía en 1993 junto a su marido el también escritor Romulus Rusan el Memorial de las Víctimas del Comunismo y de la Resistencia, museo, centro de investigación y escuela de verano considerado el tercer museo de la conciencia europea después de Auschwitz y el memorial de Normandía. Este memorial de la represión y de la resistencia al Estado Comunista se instalaría en Sighet, ciudad en el norte de Rumanía, junto a la frontera con Ucrania.

El Museo tiene una frase suya como lema –frase que bien podría aplicarse también a centros fuera de Europa como el Yad Vashem de Jerusalén- que reza así: «Mientras la justicia no logre ser una forma de memoria, la memoria en sí misma puede ser una forma de justicia».

Ana Blandiana es autora, entre otros, de los siguientes libros de poemas: La arquitectura de las olas, de 1990, último libro escrito durante la dictadura y el primero que escapó a la censura; Cosecha de ángeles de 1997, El sol del más allá, de 2000 y El reflujo de los sentidos, de 2004, que en España aparecerían en un solo volumen, en 2016, en la editorial Pre-Textos. Posteriormente, en 2017, y en la misma editorial se traduciría el magnífico volumen Octubre, noviembre, diciembre (de 1972), con una magnífica introducción de Viorica Patea.

Como prosista, Ana Blandiana publicó en 1992 la novela El cajón de los aplausos, e igualmente dos espléndidos y brillantísimos libros de relatos, en los que trenzaba, entre realidad y fantasía, entre sueño y tenebrosa duermevela cotidiana, momentos y fases históricas de la asfixiante y ultrajante vida bajo una dictadura. Uno de ellos es Las cuatro estaciones, de 1977, y otro Proyectos de pasado, de 1982. Este último se convertiría en uno de los mejores libros de relatos de las últimas décadas, no solo de la literatura rumana, sino de la europea en general. El volumen está compuesto por once relatos, de distinto género e inspiración: biográficos y memoralísticos, poéticos y fantasiosos, evocativos o más documentales, o bien con tenebrosas historias que ilustran ese triste género, la literatura concentracionaria, propia de los totalitarismos.

En Proyectos de pasado, el magnífico relato que da título al volumen, de aires distópicos para cualquier lector, pero en este caso muy real, se narra la historia de la detención de los invitados a una boda durante los años cincuenta, en la región del Banato: «En menos de dos horas, sin pedirles documentación ni preguntarles para qué estaban allí, los subieron a todos a varios camiones y más tarde los introdujeron en vagones de mercancías». Blandiana, a través de la literatura, documentaba así los primeros arrestos efectuados en nombre de la política de colectivización. Algo, la confiscación de la tierra a campesinos acomodados, que la Premio Nobel rumana en lengua alemana, natural del Banato, Herta Müller, narraría de forma estremecedora también en sus magníficos relatos titulados En tierras bajas.

Un relato con tintes biográficos, ya que recogía los recuerdos de su tío Emil, profesor de Historia y víctima de una detención, cuando Ana Blandiana era pequeña. Hechos estremecedores y fantasmales que permanecerían siempre en su memoria, junto «a todas aquellas cosas que despertaban terror en la mente de una niña: dragones y ogros, fantasmas y brujas».

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