Zurcir la memoria: Yeniter Poleo y los hilos del silencio
La nueva novela de la escritora venezolana-colombiana zurce la memoria que la historia oficial prefiere olvidar

Yeniter Poleo. | Isabel Wagemann
En apenas ochenta y tres páginas, la escritora venezolana-colombiana Yeniter Poleo logra lo que muchas novelas extensas apenas rozan: hacer visible lo que la memoria familiar ha mantenido en las sombras. Las costuras invisibles (Tránsito Editorial, 2025) prologada por la escritora Marta Sanz, es una obra que se desliza entre la ficción, el ensayo y la crónica íntima con una sensibilidad inusual.
La narradora, poseedora de una memoria prodigiosa -quizás por trabajar como desarrolladora de software- decide reconstruir la historia de su abuela a partir de los fragmentos dispersos que la oralidad familiar y la memoria de un matriarcado ha conservado. Lo que empieza como un ejercicio de evocación se convierte en una indagación crítica sobre lo que se recuerda y lo que se omite en la historia de una familia. La memoria, sugiere Poleo, no es una cinta continua sino una tela mal remendada, donde cada silencio es una costura que alguien decidió ocultar.
Más que contar una historia, Poleo la crea con pedazos de memoria, es un ensamblaje. Cada escena funciona como un retazo: las anécdotas sueltas, las ausencias masculinas, los silencios heredados y esa pregunta que siempre está rondando “¿por qué la sangre se convierte en un deber?”. El territorio de ensamblaje está, sobre todo, en los cuerpos de las mujeres ya que el libro hilvana tres generaciones marcadas por la migración, la precariedad laboral, el trabajo doméstico, la vejez y las violencias no siempre narradas. Pero lejos de victimizar, la autora convierte a sus personajes en figuras de resistencia, en sujetos que se abren paso entre los pliegues de la desmemoria.
En el fondo, Las costuras invisibles es también una reflexión sobre los límites de la autobiografía y la literatura testimonial. Poleo, periodista e investigadora formada en la Universidad Católica Andrés Bello en Venezuela y en la Universidad Complutense de Madrid, sabe que toda reconstrucción es, en parte, una invención de la memoria. Lo interesante aquí no es la fidelidad de los hechos a la que se exponen sus protagonistas, sino la potencia política y afectiva del intento. ¿Qué se hereda cuando se hereda el silencio y cómo se encuentra el verbo, la palabra? ¿Qué se revela cuando, al tirar de un hilo, se deshace el tapiz completo de violencias escondidas?
La prosa de Poleo es precisa, sin alardes ni sentimentalismos. Hay en su estilo contenido en su prosa que no renuncia a la belleza. Frases cortas, imágenes contundentes y una cadencia narrativa que invita a la pausa. No hay trama convencional ni grandes giros: lo que conmueve es la acumulación de detalles, la insistencia en mirar donde otros pasan de largo. En tiempos de ruido y sobreexposición, una novela que se permite el susurro se convierte, paradójicamente, en un grito. Quizás la única costura visible para el lector, entre el susurro y la estética creada por Poleo, es que la narración de los hechos termina un poco antes de lo esperado, dejando con ganas de más.
Las costuras invisibles —finalista del Premio Nacional de Novela Corta de la Pontificia Universidad Javeriana en Colombia— es un libro urgente no por su actualidad, sino por su apuesta ética. En un mundo que corre hacia adelante, Poleo propone detenerse y escuchar los murmullos del pasado, esos que aún resuenan en la cocina, en la maleta heredada, en la espalda encorvada de una abuela. Una novela como acto de reparación.