Rafael Maldonado desafía la memoria y sus heridas en su novela sobre la Guerra Civil
El escritor narra en su último libro, ‘Bárbara Gunz’, una historia de amor y espionaje en el Madrid sitiado de 1936

El escritor Rafael Maldonado.
«No entiendo el porqué del término memoria histórica. La memoria suele ser falsa, o es memoria o es historia, son términos completamente antagónicos», explica Rafael Maldonado (Coín, Málaga, 1981), farmacéutico y escritor, en conversación con THE OBJECTIVE. El autor habla desde un apartamento situado justo encima de su farmacia en Coín, rodeado de libros y silencios andaluces.
Acaba de salir a la luz su novela, Bárbara Gunz (Confluencias Editorial, 2025), un volumen que nos sumerge en un Madrid crepuscular: el de noviembre de 1936, sitiado por las tropas de Yagüe y Varela y abandonado por el gobierno republicano que se ha refugiado en Valencia. En ese contexto sin orden ni ley, el joven Mario Suz –médico llegado desde Majer, territorio ficticio y alma geográfica del autor– es destinado al hospital de Carracido. Allí se le encomienda, casi por accidente, descubrir los planes del ejército nacional.
Pero en medio del asedio, de las bombas y del espionaje, Mario conoce a Bárbara Gunz, la enigmática y bella esposa de un mercenario vienés. Y en esa relación, frágil, prohibida y esencial, el relato se transforma: la guerra cede el paso a una historia de amor soñada, o quizás a una ficción dentro de la ficción, pues Maldonado no renuncia en ningún momento a su estrategia metaliteraria. «Considero a Onetti uno de mis referentes.
Él escribió una maravilla como La vida breve, en la que hablaba mucho de la ficción, de cómo los seres humanos necesitan la ficción para vivir, y de lo difícil que es saber lo que es realidad y lo que no lo es. El narrador, muchas veces, duda si debe decir lo que está contando. Se trata de ver hasta qué punto lo que recordamos es verdad o es ficción, porque la memoria miente mucho, y nosotros estamos convencidos de que lo que recordamos es la verdad, pero a menudo no lo es», dice.
El personaje que da título a la novela es mucho más que una figura romántica: es una presencia espectral, fascinante y peligrosa, que surge del humo de la guerra como una aparición. Casada con un mercenario vienés –otro actor ambiguo en este teatro de traiciones–, Bárbara se convierte en el centro emocional y simbólico del relato. Representa lo inaccesible, lo que no puede poseerse sin destruirse.
La novela está contada por Guillermo Garcés de Aldana, alter ego del autor, quien funciona como médium entre pasado y presente, como testigo que intenta organizar lo irrecuperable. Maldonado articula así una estructura metaliteraria donde la novela se desdobla: es al mismo tiempo ficción, crónica de un tiempo, y meditación sobre la memoria. Este juego de espejos entre narrador, autor y personaje permite que el relato fluya entre 1936, 1958 y tiempos más recientes, creando una continuidad dolorosa.
Como ya hiciera con anterioridad, Maldonado recupera su territorio ficticio de Majer, una ciudad andaluza de resonancias benetianas, su particular Santa María. Majer no es solo un escenario: es un estado del alma. «Conozco este ambiente muy bien, a la gente, a este sur, a este mundo agrario, a las personas del campo. Ya que tengo ese conocimiento a mi disposición pensé que sería una buena idea usarlo para la novela. Llevo aquí más de veinte años trabajando. No puedo desarrollar una novela en Nueva York, porque he estado una vez, pero esto sí lo conozco bien». La escritura lo convierte en un espacio donde las heridas del pasado se filtran constantemente en el presente. Allí, en 1958, vuelve Mario Suz, perseguido por recuerdos que no saben envejecer.
Un paisaje interior
La prosa de Maldonado –densa, precisa, a veces algo barroca– homenajea sin servilismo a Juan Benet, William Faulkner y Joseph Conrad. «Supongo que de todos tengo algo, incluso de Javier Marías, que es el último grande que yo he admirado. Una vez dijo Benet, que el estilo no es del todo el que uno cree que tiene, no se crea tan cerebralmente un estilo literario. El estilo es una mezcla de los escritores que te han influido y con el que tú partes de tu concepción de la literatura y del pensamiento. Al final con el estilo también se piensa y no es solo una herramienta para hacer frases».
La guerra no se narra como serie de acontecimientos, sino como atmósfera, como estado mental. El paisaje es un reflejo de lo interno, y la estructura no lineal responde a una verdad esencial: el pasado no se clausura, solo cambia de forma. Quizás por su profesión de farmacéutico, Maldonado da más importancia al corazón humano. «A mí me interesan más los paisajes interiores que los exteriores, y he conocido bien al ser humano gracias a mi trabajo. Estoy tratando con la parte más frágil de la sociedad, la gente que está enferma o muy mayor. Flaubert decía que la gente que está cerca de los enfermos es la que ve a las personas por dentro».
Más que una novela sobre la Guerra Civil, Bárbara Gunz es un texto sobre su huella, sobre las consecuencias que perduran en las generaciones posteriores. La posguerra no empieza cuando terminan los disparos, sino cuando empieza el silencio. En Bárbara Gunz la memoria se concentra en las heridas de un país y la imposibilidad de amar sin llevar consigo la marca del desastre.