'Comerás flores': Lucía Solla radiografía el cáncer de las relaciones desiguales
Libros del Asteroide apuesta por una nueva escritora cuya primera historia indaga en la búsqueda de la propia identidad

Lucía Solla.
No es frecuente en una primera novela lo que Lucía Solla Sobral ha logrado en Comerás flores (Libros del Asteroide, 2025): unir la solidez técnica con una profundidad psicológica sorprendente y un lirismo medido. Con esa triada maestra, ha vuelto precioso el relato del dolor.
Aquí cuenta, centrándonos en el argumento: que Marina ha perdido hace meses a su padre, tempranamente, recién ingresada a la jauría del mercado laboral. Que conoce entonces a un hombre veinte años mayor que la colma de atenciones desde el cortejo (ahora lo llaman love bombing). Y que muy pronto deja de compartir piso con su amiga Diana para mudarse al piso de su novio, de paredes altas como secuoyas y con una, dos, tres chimeneas. Y su vida se vuelve otra, casi por completo.
Pero también cuenta: que Marina tiene 25 años y va haciendo lo que puede, que a esa edad faltan herramientas y cortafuegos, y que no es difícil terminar siendo la pieza de un alfarero experto, torneada a voluntad entre sus manos. La historia de la primera novela de Lucía Solla es, al cabo, una historia antigua: la deformación personal de una mujer en manos de un perverso, pero aquí sucede página a página envuelta en una sutileza nueva.
Los golpes morales y la red de asistencia
Quizá no tanto ahora, pero en los tempranos 2000, si una mujer contaba que había sufrido maltrato, casi la primera respuesta por parte de su interlocutor era: ¿Pero te pegaba? Mucho más allá de los golpes físicos, y esto ya se sabe más -la autora desde luego lo sabe-, también en el maltrato opera una violencia subterránea. Acelerar el coche, castigar con el silencio, obligar a un cambio de hábito alimenticio y, en suma, destruir la identidad personal metódicamente.
Gallega del 89, la autora también habla en su debut sobre otro fenómeno relativamente nuevo en nuestra sociedad, que no es otro sino el de la red de amigos que se comporta como una familia que también procura y sostiene, pero sin la necesidad de estar bajo un mismo techo. Porque Lucía Solla también describe en Comerás flores el regreso a una misma, esa aventura que puede ser tanto o más complicada que la del amor, y que sólo se culmina parando en las posadas de aquellos que nos quieren bien.
Intuición y técnica narrativa
Lucía narra en primera apoyándose en Marina, pero es una primera que se habla a sí misma: la protagonista se explica y sonda el mundo constantemente. Sólo cambia el narratario para dirigirse al padre que tanto le falta en esa prospección. Y, aunque se apoya en la técnica, en la dosificación también justa de la información, se arriesga y se permite la intuición que le ha dejado grandes aciertos, como una suerte de ladillos que enmarcan el comienzo de cada capítulo con apreciaciones sobre lo que tiene o pierde Marina. Valga un botón: «Tengo: una perra, un novio, una hijastra, dos hermanos y un padre muerto».
Nunca se sabe del todo si una primera buena novela responde a un hallazgo fortuito o a una deliberada reflexión. En el caso de la de Lucía, parece que ambas variables son responsables, y que su carrera seguirá ofreciendo flores terribles y hermosas. Las esperamos.