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Literatura

Woody Allen debuta en la novela con una película que nunca veremos

El cineasta, de 89 años, combina en ‘Qué pasa con Baum?’ humor inteligente, disyuntivas morales y amor a Nueva York

Woody Allen debuta en la novela con una película que nunca veremos

El cineasta Woody Allen. | Cinzia Camela (Zuma Press)

Debutar como novelista con 89 años no es algo muy habitual. Lo ha hecho Woody Allen con ¿Qué pasa con Baum? (Alianza Editorial). El director había comentado en más de una ocasión que, cuando fuera un anciano y se retirara del cine, se dedicaría a escribir novelas. Aunque nunca se ha oficializado, Golpe de suerte, rodada en París y en francés en 2023, sonaba a despedida y cierre de su carrera como cineasta. Por primera vez se había roto el ritmo inquebrantable de una película por año y habían pasado tres de sequía desde la anterior, la mediocre Rifkin’s Festival, filmada en San Sebastián. Con lo mucho que en este país lo hemos admirado, ¿qué hemos hecho para merecer que haya rodado sus dos peores cintas en España, esta y Vicky Cristina Barcelona?

Desde el estreno de Golpe de suerte no se ha anunciado ningún nuevo proyecto cinematográfico y nos llega ahora esta novela primeriza. Con todo, hay que aclarar que no es un tardío debut como escritor. Además de sus guiones y varias piezas teatrales, Allen tiene una larga trayectoria como cuentista. Sus relatos humorísticos –publicados en medios como el New Yorker y el New York Times– están recopilados en los volúmenes Cómo acabar de una vez por todas con la cultura, Sin Plumas, Perfiles, Pura Anarquía y el último y más endeble Gravedad cero. Sus narraciones breves más redondas son deliciosas y sofisticadas, las más flojas tienden a estirar una simple ocurrencia.

Además, en 2020 publicó su autobiografía, A propósito de nada, parte de la cual está dedicada a reivindicar su inocencia en la denuncia de supuestos abusos a su hija adoptiva, en pleno proceso de divorcio de Mia Farrow. Pese a dos sentencias judiciales exculpatorias, que lo declararon inocente, la horda justiciera que cabalgaba a lomos del #MeToo decidió que era culpable y lo sometió a linchamiento público en Estados Unidos.

Por un momento parece que en ¿Qué pasa con Baum? va a retomar por la vía del humor la situación vivida en sus propias carnes. Porque al inicio de la novela, al protagonista, un neurótico escritor judío de mediana edad al que no le acompaña el éxito, lo convoca de urgencia su editor. Está a punto de estallar un escándalo: una joven periodista japonesa que lo ha entrevistado va a publicar un artículo en el que denuncia que, al finalizar esa entrevista, Asher Baum la besuqueó y le tocó los pechos. Según él, es todo un malentendido, aunque la cosa nunca llega a quedar del todo clara. Porque Baum, en plena crisis personal, ha tomado la costumbre de mantener conversaciones consigo mismo, entre dos yos escindidos –algo así como la buena conciencia y la mala conciencia– y ni él parece aclararse sobre la intencionalidad o no de lo sucedido. El recurso de estos diálogos consigo mismo a ratos funciona bien y a ratos no tanto. En cualquier caso, su editor, que le va a cancelar el contrato forzado por la presión ambiental, sentencia que «hoy en día una acusación es como una condena».

Sin embargo, la narración no tarda en tomar otros cauces, arrastrada por la animadversión y envidia que siente Baum hacia el hijo de su tercera y actual esposa, un jovencito petulante y mimado que está arrasando con su primera novela. De la inquina pasa al dilema ético cuando, por azar, descubre algo que pone en cuestión la honestidad literaria del jovenzuelo. Y se plantea si contárselo a la novia de este, con la que está a punto de casarse y por la que Baum se siente atraído.

Territorio habitual

Estamos, pues, en el territorio habitual de Woody Allen: humor inteligente, disyuntivas morales, sofisticación cultural –hay abundantes referencias a películas, libros, exposiciones y música de jazz–, neurosis y psicoanálisis, amor y sexo –la evocación de las cuitas de Baum con sus tres esposas– y una nueva carta de amor a Nueva York. El protagonista vive en una mansión en la campiña en Connecticut, porque su tercera mujer se ha empeñado en instalarse en el campo. Él lo detesta, por lo que en cuanto puede se escapa a la ciudad. En el libro abundan los paseos por Manhattan con múltiples guiños para iniciados: la librería Strand, la Morgan Library, el Bemelmans Bar…

No es la primera vez que Allen retrata a un escritor. Hay unos cuantos en sus largometrajes: el amargado novelista al que da vida Kenneth Branagh en Celebrity, el principiante interpretado por Jason Biggs en Todo lo demás, el soñador Owen Wilson de Midnight in Paris… Y el más descarnado de todos, al que da vida él mismo en Desmontado a Harry.

En ¿Qué pasa con Baum? el editor que acaba prescindiendo de sus servicios considera que sus libros no se venden porque es demasiado «sermoneador». Allen proyecta una mirada ácida sobre el estado actual de la cultura y el mentor de Baum, un viejo sabio judío, le comunica que, harto de la banalidad que todo lo invade, deja la enseñanza universitaria para marcharse a Nueva Orleáns a tocar la pandereta en una marching band.

Amena y dispersa

Más adelante, un excéntrico editor indio que tiene una editorial independiente con vocación iconoclasta y parece dispuesto a contratarlo le da este consejo: «Por encima de todo, tu función es entretener». Y ante el empeño de Baum de transformar las vidas de sus lectores con reflexiones profundas, le advierte: «Aburrirlos con un libro en el que se han gastado 20 dólares no hace más que agravar sus padecimientos».

Woody Allen siempre ha sabido que el humor es un modo eficaz de colocarles a los espectadores o lectores reflexiones clarividentes. El recurso le funciona razonablemente bien en esta narración ágil, amena y algo dispersa, en la que en ocasiones asoma el cineasta que se ve obligado a escribir porque ya no encuentra financiación para rodar. Como cuando incorpora acotaciones del tipo «Siguiente escena» o «En una película veríamos…»

Uno, mientras va leyendo, siente la tentación de cerrar los ojos e imaginarse los planos y los actores. Y es una lástima, porque en esta novela menor se atisba el potencial de una película mayor de Woody Allen que me temo nunca veremos, con sus frases ingeniosas, sus dilemas morales y sus neuróticos personajes repletos de muy humanas flaquezas.

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