El glamour y la corrupción del sueño español en Manhattan
Pilar Tena publica ‘Los ojos de la diosa’, una novela sobre la diplomacia cultural en plena euforia del Quinto Centenario

Pilar Tena. | Sissy Morfi
Pilar Tena (Madrid, 1955) es una mujer que ha vivido muchas vidas en una sola. Escritora, diplomática y actualmente directora del Instituto Cervantes de Atenas, ha recorrido el mundo con una sensibilidad que ha sabido transformar en literatura.
Su trayectoria profesional —marcada por destinos tan diversos como Londres, Dublín, Nueva Delhi o Nueva York— se refleja también en su obra, una geografía emocional en la que cada novela está anclada a una ciudad y a un momento vital concreto. «Sin planearlo en absoluto, mi producción literaria ha seguido siempre unos patrones. Cada una de mis novelas refleja una etapa de mi vida, que se sitúa en una ciudad determinada y en unos años perfectamente definidos. Esa es mi vida, una sucesión de destinos, de lugares variopintos. Había escrito sobre la India en La embajadora, sobre Dublín en Luciana, sobre Londres en Fin de semana…», explica en conversación con este periódico.
Con Los ojos de la diosa (Tres Hermanas, 2025), Tena vuelve a un territorio que conoce bien: el de la diplomacia y la cultura como instrumentos de poder. Ambientada en el Nueva York de los primeros años noventa, la novela se sitúa en el contexto de la gran conmemoración del Quinto Centenario de la llegada de Cristóbal Colón a América, una efeméride que el gobierno español de entonces quiso convertir en escaparate del nuevo país democrático y moderno que emergía tras la Transición.
El título, Los ojos de la diosa, tiene una historia real detrás. «Es el título de la última coreografía de Martha Graham. Ese encargo fue un símbolo del deseo del Gobierno de Felipe González de tener un impacto en Estados Unidos dentro de su plan de mostrar al mundo la nueva España surgida tras la transición. El franquismo quedaba sepultado, el país había entrado de pleno en la historia democrática del siglo XX, y con un discurso que se alejaba del imperialista», recuerda Tena.
A medida que escribía, el nombre fue adquiriendo nuevos significados simbólicos. «Los ojos que lo ven todo. Lo que es y lo que parece. Las sombras, los espacios ciegos, los silencios que ocultan. La mirada de la diosa no llega a verlo todo», dice la autora, aludiendo a ese juego de apariencias que impregna toda la novela.
Un espejo del poder y sus sombras
La protagonista, Lita Tejero, es una joven diplomática española que llega a Nueva York con ilusión y curiosidad. Pronto descubrirá que, bajo el brillo de los cócteles, los trajes de gala y las fiestas de la alta sociedad, se esconde un mundo de intereses cruzados, engaños y ambiciones desmedidas. «La vida misma», resume Tena. «Las frustraciones, la pérdida de la inocencia, la inevitable experiencia del desengaño».
Ese tránsito del entusiasmo al desencanto tiene mucho de autobiográfico. La autora vivió en Nueva York durante los años en los que transcurre la novela y conoció de cerca los círculos institucionales y culturales de la ciudad. «El entorno es muy parecido a aquel en el que me movía: las esferas institucionales y diplomáticas, y el mundillo cultural neoyorquino. Fue una etapa intensa, muy dura, llena de gente y de acontecimientos que me marcaron para siempre».
Tena reconoce que no partió con la intención de escribir una crítica, pero admite que el resultado tiene una lectura claramente crítica. «Hay personajes muy oscuros, muy feos. Y rondaban por ahí en aquellos años figuras parecidas. Nada que no veamos hoy mismo en nuestro entorno, desgraciadamente. La fuerza de la ambición, de la codicia, del dinero, que arrasa con todo», explica.
En este sentido, Los ojos de la diosa es también una reflexión sobre el papel de la cultura como instrumento de poder. «La cultura es la cara amable de los negocios y los gobiernos la han utilizado siempre y seguirán utilizando, el poder blando que representa es una base de influencia que permite no recurrir a la fuerza —el poder duro— para avanzar en el escenario internacional. No solo es legítimo utilizarlo en las relaciones internacionales; es positivo».
El 92: una época de luces y sombras
La novela se adentra en los preparativos de la gran gala del Quinto Centenario, con la llegada de las carabelas a Nueva York y una fastuosa celebración organizada por la Fundación Spain’92. Sin embargo, detrás del brillo y las apariencias se esconden las sombras de la corrupción y la manipulación. Tena no pretende ajustar cuentas, sino rescatar una memoria colectiva que, según ella, se ha diluido en el olvido. «Resulta sorprendente lo poco que se recuerda esa época del 92.
De esa conmemoración y de ese espíritu surgieron iniciativas como el Instituto Cervantes, las Casas —de América, Casa Asia, etc.— y muchas cosas más: Barcelona 92, la Expo de Sevilla. Hubo un impacto directamente relacionado con el esfuerzo, no cabe la menor duda, fue una operación de diplomacia pública bien coordinada y efectiva que cambió la imagen del país en aquella etapa decisiva. No todo fue perfecto, claro que no, pero se ha renegado de aquello como de la peste. Muy extraño».
En la novela, la autora entrelaza los grandes temas —la ambición, la moral, el poder— con la historia íntima de su protagonista. Lita encarna la inocencia de una generación que creyó en la modernización del país y se topó con la dureza del mundo real. A través de su mirada, Nueva York aparece como un personaje más: deslumbrante, cruel, seductor. «Una amiga escritora me dijo que le gustaba cómo la ciudad era un espejo de los personajes. Y que le había parecido acertado cómo van poco a poco apareciendo las pequeñas grietas en la superficie del éxito, insinuando lo que se va rompiendo por dentro».
Memoria y testimonio
Más allá del argumento, Los ojos de la diosa funciona como una crónica literaria de una época que ya no existe. «Ese mundo de los 90 ha desaparecido. La ciudad es otra, ya no volverá la convención demócrata, ni la ilusión de los Clinton y los Gore, que se cuenta en un capítulo, ni los ambientes de Fire Island y el inmenso trauma del SIDA. Ni las cenas gloriosas en las Torres Gemelas. Estados Unidos es otro país. Yo me he permitido la licencia del escritor, que tiene esa libertad extraordinaria de la ficción para inventar una historia, pero al mismo tiempo mi deseo ha sido dejar testimonio de unos ambientes, unos lugares que han desaparecido, pero que eran, se lo aseguro, muy reales, de una mentalidad que existió», confiesa.
El resultado es una novela elegante y melancólica, que combina la precisión documental con un tono íntimo y lírico. Tena logra un equilibrio entre la introspección y el pulso narrativo de un thriller político, ofreciendo una historia que se lee tanto como una reflexión sobre la identidad y el poder, como una mirada nostálgica a una década de excesos y de sueños.
Con Los ojos de la diosa, Pilar Tena consolida su lugar entre las escritoras que han sabido convertir la experiencia diplomática en materia literaria. Su novela recuerda que toda época de esplendor tiene su reverso, y que incluso bajo las luces más brillantes se esconden sombras que solo la literatura —y la memoria— pueden iluminar.
