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Literatura

Tatiana Ţîbuleac: el pasado y la esperanza de la nueva Moldavia

Impedimenta publica una edición conmemorativa del éxito de la autora: ‘El verano en que mi madre tuvo los ojos verdes’

Tatiana Ţîbuleac: el pasado y la esperanza de la nueva Moldavia

La escritora moldava Tatiana Ţîbuleac. | © Isabel Wagemann | © Isabel Wagemann

Tatiana Ţîbuleac (Chisináu, 1978) era una niña tímida en un pequeño y lejano país llamado Moldavia, parte de un extraño experimento llamado Unión Soviética. Aunque ella, en realidad, vivía en los libros. Hija de un periodista y una editora, asumió la tradición familiar con gusto y talento, pero algo no cuadraba. Pasaron los años, al monstruoso experimento político se lo tragó la historia y Tatiana se hizo periodista en la nueva Moldavia. Como su padre. Pero algo seguía sin cuadrar. En 2007 dejó el periodismo y se fue a vivir a París. Decidió concentrarse en la escritura y, tras varios escarceos, en 2017 publicó su primera novela: El verano en que mi madre tuvo los ojos verdes (Impedimenta). Todavía se la nota sorprendida, hasta algo asustada, por su éxito descomunal.

Su editorial en España se la ha traído para promocionar la vigésima edición de la novela. Lectores de un país tan diferente como el nuestro continúan sucumbiendo a la seducción de aquellas vacaciones de verano que el pintor moldavo Aleksy pasó muchos años atrás, en su adolescencia, con su madre: cuando su psiquiatra le recomienda revivirlo para superar un bloqueo artístico, Aleksy se sumerge en las emociones que lo asediaron en aquel pintoresco pueblecito francés. ¿Cómo superar la desaparición de su hermana? ¿Cómo perdonar a la madre que lo rechazó? ¿Cómo enfrentarse a la enfermedad que la está consumiendo? Tres meses lejos de su país, en terreno neutral pero con las raíces dolorosamente presentes, para buscar una reconciliación que se antoja imposible desde el punto de partida de un Aleksy desquiciado.

Esta vigésima edición conmemorativa incluye un prefacio de la autora. Solo unas pocas páginas. Suficientes como para convertir todo el libro en algo completamente nuevo. Descubrimos, para empezar, lo verdes que llegaron a ser los ojos de alguien fundamental en la vida de Tatiana Ţîbuleac. «Mi padre y yo nos escribíamos mucho más de lo que hablábamos. De hecho, nos escribíamos mucho más que cualquier otra cosa, porque escribir era barato y estaba al alcance de la mano, escribir era lo que mejor sabíamos hacer los dos y lo utilizábamos para todo.

Escribir como refugio. Escribir como medicina. Escribir como venganza. Escribir y escribir, esa forma de vida sublime con la que mendigué su amor durante muchos años. Mi padre estaba siempre en la redacción, en su templo de tinta y papel donde pasaba los días y las noches ordenando palabras o enmendando los errores de los demás. Mi padre vivía en el mundo, no en la familia, no en las trivialidades. Era el hombre de las cosas elevadas y a ese mundo suyo, que en mi mente infantil brillaba como un anillo de esmeralda, aspiraba a acceder yo por encima de todas las cosas. Esperé a mi padre durante toda mi infancia, aunque él no se había ido a ninguna parte. Sabía por los periódicos que era inteligente. Oía decir a sus amigos que era generoso. Intuía que era solitario, porque me conocía a mí misma. Sin embargo, cuando venía a casa, no me preguntaba qué había visto, qué había soñado, ni siquiera me pedía que le llevara un vaso de agua, como otros padres».

El fragmento es quizá demasiado largo. Lo siento, pero no he podido cortar el párrafo por ningún lado. Imposible. Demasiado… perfecto. Eso es la escritura de Tatiana Ţîbuleac. Por eso 20 ediciones no son suficientes. Y menos con esta revelación. El texto que la ha llevado al éxito como escritora de ficción se revela ahora como una suerte de conjuro para combatir la herida más profunda de su propia vida. Lo deja claro en el prefacio, una obra de arte en sí misma. Y no disimula que no le apetece extenderse mucho más sobre ello con un periodista. Es correcta, agradable incluso, pero distante. «Para ser honesta, no me gusta hablar de mis libros. Una vez escritos, siento que no es mi trabajo explicarlos. Pero, por supuesto, no funciona así. A veces necesitas hablar, y es un valor añadido».

A ver si hay suerte. ¿Qué significa El verano en que mi madre tuvo los ojos verdes para Tatiana Ţîbuleac ocho años después de su publicación? «Es una historia emocional, pero me gusta que a la gente le guste. Me desahogué con mi padre. Además, como madre joven, encontré una forma de poner sobre la mesa mis temores: pensaba todo el tiempo que no estaba haciendo un buen trabajo o que podía hacer más por mis hijos, y escribir este libro fue una forma de mostrarle al futuro que estoy haciendo todo lo que puedo».

Periodismo y literatura

¿Cambió su relación con su padre? «Sí, por supuesto. No es un secreto. Incluso escribí sobre ello en el prefacio de esta edición». Por aquí no hay más que rascar… Tiene sentido, además, no hacer spoiler. Mensaje recibido. Cambiemos de tercio.

Para su siguiente novela, El jardín de vidrio, eligió un tema parecido y con un contexto también muy extremo. «Como periodista escribí mucho sobre ello. Creo que muchas de nuestras inseguridades, de nuestros problemas, vienen de la infancia, de cómo nos convertimos en adultos, cuando no nos amamos… Es tan importante ese bienestar en la edad primaria. En el primer libro, el protagonista era un adolescente; en el segundo, un poco más pequeño. Pero no lo planifico así, porque el segundo también se puede leer como un libro político. En cualquier caso, no creo en esa idea de que los escritores deben reinventarse todo el tiempo. Algunos escribimos mejor sobre ciertos temas y no tan bien sobre otros».

Tras mencionar la influencia de su trabajo como periodista, matiza: «Hago una gran diferencia entre el periodismo y la literatura. Cuando estoy investigando tal vez sí que se parece más, pero después la historia elige el estilo». Que, en su breve obra, parte de un contexto realista, incluso crudo, para elevarse con un vuelo lírico extraordinario. ¿De dónde sale semejante talento para elegir la palabra más precisa, la imagen más evocadora, el tono más oportuno? «Probablemente de que leí mucho de niña. No me gustaba hablar, prefería leer. Crecí en una familia donde leer y escribir era algo constante. También soy una gran aficionada al cine».

El jardín de vidrio salió solo un año después de El verano en que mi madre tuvo los ojos verdes, pero después pasaron siete años hasta la publicación, el mes pasado, de su nueva novela, que saldrá el año que viene en España. «Sucedieron muchas cosas, murió mi padre… Sentí que tenía muy claro lo que quería escribir, pero cuando empecé, de repente me di cuenta de que ahí había más de un libro y quise separarlos. El proceso no fue muy bien, no tenía las sensaciones necesarias para seguir escribiendo, incluso pensé que quizás no debería escribir en general. Pero finalmente terminé el libro y estoy muy contenta».

Bajo el yugo soviético

La nueva novela se sitúa en la Moldavia de los tiempos del yugo soviético. El pasado… o no tanto. Encajados entre Rumanía y Ucrania, los moldavos viven con inquietud un presente demasiado sospechoso. «Estamos en guerra, incluso si hay paz. Para nosotros no es extraño, siempre ha sido así. La guerra en Ucrania no es algo que vemos por la televisión: la vivimos profundamente. Y hay un gran riesgo de que salte a Moldavia y a toda la región en general. En mi opinión, aunque no soy una política, los europeos deberíamos ayudar a Ucrania a ganar la guerra, no solo a mantenerla, porque es una cuestión que nos preocupa a todos, no solo a los países del Este».

El título de la nueva novela podría traducirse literalmente al español como «Cuando seas feliz, ataca primero». Sugerente. Inquietante… «Se sitúa en los primeros años de la independencia de Moldavia, cuando la primera ola de emigración». Para más adelante queda la profundización en un trauma familiar relacionado con el Gulag, el terrible sistema de campos de concentración soviéticos. «Esperaba escribirlo este año, pero no lo he hecho todavía». ¿Demasiado doloroso? «Por supuesto. Es una tragedia que afectó no solo a mi familia, sino a todo el país. Mis abuelos fueron deportados al Gulag, mi madre nació allí… Pero no quiero escribir solo esa historia, hay mucho más, y me parece interesante ver lo que hacen los jóvenes con esa información, cómo nos relacionamos con el pasado».

¿Tiene ese pasado mucho que ver con lo que está pasando ahora? «Por supuesto. Esto es parte del mismo escenario, con el mismo régimen, el ruso, un régimen de ocupación que invadió Ucrania y Moldavia, y mató y deportó a mucha gente. Putin es solo una continuación del mismo régimen de los tiempos del Gulag». Hay quien no ve esa conexión. «Tienen que leer un poco más».

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