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Literatura

Fernando Pessoa o la invención de la multitud

Ignacio Vidal-Folch traduce al español la biografía que Richard Zenith dedicó al poeta portugués y a sus heterónimos

Fernando Pessoa o la invención de la multitud

Fernando Pessoa fotografiado bebiendo vino por Manuel Martins da Hora. | Wikimedia Commons

«Si, después de morir, quieren escribir mi biografía, / no hay nada más sencillo. / Solo tiene dos fechas: la de mi nacimiento y la de mi muerte. / Entre una cosa y la otra, todos los días son míos». Alberto Caeiro prevenía así, en uno de sus Poemas inconjuntos, a los desconocidos que acaso aspirasen a contar sus días y sus noches sobre la Tierra sobre la esterilidad de semejante intento, condenado de antemano al fracaso. Más allá de lo evidente, que son las fechas de llegada y de partida, las mismas que tradicionalmente han registrado los párrocos en las iglesias, nadie sabe nada de nadie. Solo quien vive en primera persona conoce la verdad de su viaje. El resto son aproximaciones, meras navegaciones de cabotaje.

Esta rotunda defensa de la intimidad existencial oculta, sin embargo, un gesto irónico. El único que sí escribió una biografía (inventada) de Alberto Caeiro fue Fernando Pessoa (1888-1935), su creador, que no solo le concibió como uno más de sus sosias, sino que le dotaría de una línea biográfica sobre el vacío del tiempo. Nacido en Lisboa —un año después de su demiurgo— pero muerto con 20 años de anticipación, Caeiro es un poeta de pueblo —Ribatejo— de salud endeble y espíritu socrático. De forma que cabe pensar que el augurio que este lanza a sus biógrafos en realidad, es una impugnación del propio Pessoa y, a su vez, también un aviso a quienes quieran hacer esto mismo con la vida del gran poeta portugués.

Richard Zenith es uno de ellos. La editorial Acantilado acaba de publicar su robusta Pessoa: Una biografía con una traducción —portentosa, discreta, elegantísima y eficaz— del escritor y periodista Ignacio Vidal-Folch, que vierte al español el inglés de Zenith sin dejarse por el camino toda la niebla que el propio Pessoa crease detrás de sí mismo gracias al encadenamiento de tantas identidades interpuestas con las que el autor del Libro del desasosiego protegía el secretum. ¿Cómo era de verdad el poeta portugués? ¿Por qué se escondía sin cesar detrás de tantas máscaras literarias?

A la tarea de desentrañar estas incógnitas sucesivas se ha dedicado durante más de un decenio Richard Zenith. Sus fuentes de indagación son la correspondencia familiar del poeta y los escritos que guardase en su célebre baúl, el testamento que legó a la posteridad y donde, más que los habituales rastros de la fama que en vida no fueron, o no en la proporción que veríamos tras su deceso, lo que encontramos es una mitología pagana.

Zenith empieza por el principio: establecer el doble linaje familiar de aquel niño frágil y extraño. A partir de este punto documenta sus influencias y tragedias. Sus libros y sus proyectos. Nos habla de la sobrevenida orfandad de padre —causada por la tuberculosis, la enfermedad romántica por excelencia—, de la demencia violenta de su abuela Dionísia, de la tristísima desaparición de su hermano y de la desubicación existencial que, tras la segunda boda de su madre viuda, lo llevaría a Durban (colonia británica), para ser educado en un colegio inglés y, después, regresar a Lisboa, de donde ya no volvería a salir hasta el día en el que hizo el último trayecto desde la casa de su hermana hasta el cementerio de Dos Prazeres.

Lo real y lo imaginado

La vida de Pessoa es este viaje inmóvil. En ella las estaciones no son físicas, sino imaginarias. Y corresponden a todos los personajes que, desde la infancia, creó para disfrutar del privilegio de «no saber nada». Esto es: no tener noticia de la muerte. «Pasé entre ellos como extranjero, y, sin embargo, ninguno vio que yo lo era. Viví entre ellos como espía, y nadie, ni siquiera yo, sospechó que lo fuese. Todos me tenían por un pariente: ninguno sabía que me habían cambiado en la cuna. Fui igual a los otros pero sin parecerme a ellos, hermano sin ser familia», escribió Bernardo Soares, el melancólico guardalibros que también quiso ser el poeta.

El libro de Zenith persigue la vida real del hombre pero topa —sin remedio— con la cartografía de su vida imaginaria, donde el escritor se convierte en una multitud. Entre ambas orillas el libro navega con solvencia durante 1.478 páginas. Este tránsito entre lo real y lo imaginado, que son los dos extremos de cualquier vida, donde lo que ocurre pesa tanto —o más— que lo que se espera que pase, va conduciendo al lector por todos los afluentes del generoso río Pessoa, cuyos tributarios —los heterónimos— convierten en heterogéneo lo que, en apariencia, parecía unívoco. A saber: la vida gris de aquel traductor de cartas comerciales —siempre por cuenta propia— que deambulaba por las calles húmedas y los cafés de la Baixa después de arruinarse y malgastar (en apenas seis meses) la herencia de su abuela.

De haber logrado sacar adelante su sueño y convertirse en editor, Pessoa podía haber llenado varios catálogos y colecciones con sus personalidades literarias, o poblar los libros de cada una de ellas con personajes alternativos. La mayoría tienen mucho de él; al mismo tiempo, son otros. Unos son réplicas; muchos, los bosquejos de las vidas que hubiera deseado encarnar aquel hombre con bigotito, terno y sombrero (accesorio que le sirvió para ocultar su temprana e irregular calvicie y protegerse de los vientos del estuario del Tajo), gafas diminutas de metal y constante prisa.

Zenith parte de las miradas de los biógrafos que le han precedido: João Gaspar Simões (Fernando Pessoa: Vida e Obra, FCE) y, entre nosotros, Ángel Crespo (La vida Plural de Fernando Pessoa, Seix Barral) o Manuel Moya (Pessoa, el hombre de los sueños, Ediciones del Subsuelo y Fernando Pessoa, La reconstrucción, Fórcola). Aporta además perspectivas propias e interesantes: la fascinación del poeta portugués por la astrología, su mentalidad política (conservadora) o su sexualidad reprimida, que para el escritor norteamericano fue siempre potencial, nunca práctica.

Esta biografía de Zenith, igual que el baúl póstumo de Pessoa, es como una caja de Pandora. Abrirla y leerla —cosa altamente recomendable— es desatar el vendaval que, hasta entre las naturalezas más discretas, ha gobernado todas las vidas del mundo desde el principio hasta el ocaso. «Cuando crezca la hierba sobre mi sepultura / sea esa la señal para que me olvidéis del todo / La naturaleza nunca se acuerda de nada; por eso es bella».

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