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Literatura

Kurkov se adentra en la Ucrania soviética en 'El corazón negro'

La novela policiaca describe el doloroso vacío de poder en Kiev entre el fin del imperio ruso y la consolidación de la URSS

Kurkov se adentra en la Ucrania soviética en ‘El corazón negro’

El escritor ucraniano Andréi Kurkov. | Wikimedia Commons

Las más oscuras circunstancias han llevado a Andréi Kurkov (San Petersburgo, 1961) a convertirse en una de las grandes sensaciones de la novela negra actual. Nacido en la capital del antiguo imperio ruso, el de los zares, a los dos años su familia se mudó a Ucrania. Educado según los cánones de otro imperio, el soviético, se graduó en el Instituto de Lenguas Extranjeras de Kiev y sobrevivió como puso a los estertores del régimen comunista hasta convertirse en escritor.

Hoy vive con su esposa inglesa y sus tres hijos en una Kiev bombardeada sistemáticamente por el ejército de su país natal. Él se considera ucraniano, y aunque escribe en ruso, reconoció hace tres años en una entrevista a la PBS que se sentía «avergonzado» porque «Putin dijo que esta guerra es contra los nacionalistas ucranianos que reprimen a los rusohablantes. Ucrania tiene su propia historia, pero Rusia quiere que Ucrania acepte la versión rusa, según la cual son en realidad rusos».

En realidad, reconoció que «el 40% de los ucranianos habla ruso. Muchos son bilingües, como yo». Pero advirtió que «el ucraniano es la única garantía de que Ucrania se mantenga independiente de Rusia», y entiende que «los ucranianos no aceptarán más cultura rusa ni nada ruso debido a las atrocidades que nos impone el ejército ruso». Y no tenía que ser así: «Nunca he tenido problemas para publicar mis libros en ruso ni para escribir en Rusia y Ucrania». Una historia (relato, se dice ahora en política) inconveniente para los planes de Putin.

Aunque Kurkov sabe que el veneno que ahora escupe Putin se incubó mucho antes. El actual líder todopoderoso de Rusia, no lo olvidemos, se formó e hizo carrera en la KGB soviética. Y la última novela de Kurkov, El corazón negro (Alfaguara), viaja a una Ucrania desconcertada: en 1920, la Primera Guerra Mundial ha deshecho el imperio zarista que controlaba Ucrania, dejando un vacío de poder que, poco a poco, van acaparando los bolcheviques, dirigidos con mano de hierro desde un Moscú diferente, con otros zares… En ese contexto, el joven y honrado policía Samsón Kolechko debe lidiar con un caso de venta ilegal de carne de cerdo.

En realidad, se trata de la segunda parte de la serie iniciada por Samsón y Nadiezhda (Alfaguara, 2023), en la que el héroe perdió a su padre y una oreja. La nueva novela se puede leer de forma independiente, aunque en ella resuenan los ecos (nunca mejor dicho) de aquella aventura inicial, y todo apunta a que se prolongarán. Sus misterios y heridas no se han cerrado: Samsón escucha en su cabeza lo que capta su oreja cercenada, guardada como una macabra reliquia para aportar uno de los toques esotéricos que puntúan el estilo, por otro lado realista, incluso plano, de Kurkov. 

Una sociedad desesperada

La mayor parte de la novela transita por el retrato de una sociedad desesperada. Los que no se han marchado del país sobreviven en un clima de incertidumbre, hambre y violencia. Samsón es un clásico del tipo serio, fuerte y formal. Incluso algo simplón. Su amor caballeresco por Nadezhda remite a otra época. Sus avances tanto en esa materia como en la investigación policial son lentos y planos, a veces hasta la desesperación. La lectura puede hacerse árida… en perfecta sintonía con la realidad que quiere describir y se adueña de todo. Kiev es la verdadera protagonista. Gris y atormentada. Calles tristes. Obsesión por la comida. Restos de otros tiempos sepultados en la nada. Vecinos atormentados, supervivientes… y la opresión soviética que comienza a perfilar el futuro.   

Samsón navega un mundo turbio con toda la honestidad que puede. Obligado a trabajar codo con codo con un chequista, intenta comprender a todos. No es fácil. Cruza la ciudad a bordo de coches tirados por famélicos caballos y encuentra miedo por todos lados. Hasta que, de pronto, aquí y allá, una extraña magia de almas en fase de crisálida irrumpe en su camino. Un sacerdote enloquecido, por ejemplo, asegura que se ha casado con «la idea de que todos somos iguales y que el reino de Dios nos espera no en el más allá, sino en este mundo. Solo hay que cambiar la naturaleza humana hasta hacerla irreconocible. La que conocemos es repugnante, lamentable. Habría que incinerarla por medio del fuego y de la ciencia».

Ese mismo sacerdote casa a Samsón en una «antiboda», pero la novia, dulce representante del instinto popular, no lo ve claro: «No me gusta este lugar —le susurró Nadiezhda al hueco de la oreja segada de Samsón». La herida escucha y entiende, pero se pliega: ha convertido a Samsón en un mutante que intenta sobrevivir protegiendo a los suyos con una mezcla de decencia y sentido común.

Escucha la creciente burocracia soviética, rebosante de «órganos revolucionarios» con nombres rimbombantes, de los que brotan, como hormigas malignas, «instructores» obsesionados con la captura de «faltas». Cualquiera puede ser fusilado. Los soldados detienen «con que alguien los mire mal». Los policías reciben su correspondiente instrucción sobre interrogatorios en la checa: «El detenido es enemigo de vuestras ideas […] y, por lo tanto, es vuestro enemigo personal». A cambio, la electricidad comienza poco a poco a funcionar: las casas son más luminosas, anunciando algo de solidez tras el caos, pero Samsón y sus amigos conocen el fondo sombrío del avance: «El poder soviético se está consolidando».

El corazón del título remite al del cerdo cuyo comercio da inicio a la trama de la investigación. El alcance metafórico parece obvio. Kurkov explicaba recientemente en una entrevista a The Guardian su interés por ese período convulso cercano al final de la Primera Guerra Mundial, cuando «Ucrania declaró su independencia tras el colapso del imperio ruso y luego la perdió de nuevo. En cuatro años, el poder cambió de manos 14 veces. Fue una época de increíble inestabilidad. Algunos permanecieron en Kiev durante todo el proceso, adaptándose a los cambios; otros se retiraron con las facciones perdedoras; muchos murieron. Fue una época dura y peligrosa, y también fascinante. Y aquí estamos de nuevo: ya sea para convertirla en una república soviética, rusa o algo más, Rusia intenta apoderarse de Ucrania».

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