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Música

Enjambre, hermanos de sangre al servicio del rock

El grupo mexicano, que actuará en España en septiembre, vuelve al sonido eléctrico tras pasar por la música tradicional

Enjambre, hermanos de sangre al servicio del rock

Los cuatro miembros del grupo de rock mexicano Enjambre. | Rebeleon Entertainment

Más que un grupo, es un clan. Una mafia musical donde reina un apellido: Navejas. Y no Navajas, como se lee equivocadamente por ahí. Que estos chicos, si bien seguro admiran a Rubén Blades y su oda a Pedrito, no es Panamá la tierra que los vio crecer, sino México. Navejas, Rafael. Navejas, Luis Humberto. Navejas, Isaac. Navejas, Julián. Y Ángel Sánchez, que es como si también cargara el apellido. Son más de 15 años de carrera y del burro, bajarse, lo que se dice, no se bajan. Mejor dicho lo encabritan. Se cumple algo más de un año desde que mutaron su indie rock, con el que llevan apiñando multitudes en escenarios desde su tercer disco: Daltónico (2010), hacia el danzón, el bolero y las melodías que hormigonaron sus infancias, en el disco Noches de salón (2023).

Pero los tiempos venideros prometen un cambio. Las americanas burdeos de terciopelo vuelven a dejar espacio a las chupas de cuero, las pajaritas a las camisas fardonas y los zapatos de charol a las zapatillas Vans. Enjambre recupera la senda de la guitarra eléctrica y la energía saltona. Y si bien México ya ha visto cómo se lo monta este quinteto en su regreso a los bafles, a España no le queda nada para su turno. Este septiembre, los mexicanos pisarán España el 5 en Barcelona, el 7 en Zaragoza y el 8 en Madrid. Su segunda toma de contacto con nuestro país, truncadas anteriores citas a causa de la latosa pandemia, que todavía acelera malos tragos hasta el recuerdo presente.

Para saber más de los pormenores de su regreso, de este cambio y de otros detalles del porvenir de Enjambre, en THE OBJECTIVE hemos hablado con su teclista y cantante; Julián Navejas, por videoconferencia internacional (un término siempre más morboso que decir videollamada). Con el café todavía salpicándole el gaznate de buena mañana (son 8 las horas que nos separan), Julián carga un semblante amable, aunque a ratos ceñudo, seguramente por tener que responder preguntas con algunas legañas todavía agarradas a los rabillos de sus ojos.

«Las reuniones familiares se han convertido en el único lugar en el que podemos vernos sin hablar de trabajo. Prácticamente, sólo nos reunimos para tocar», confiesa cuando le comento sobre los lazos de sangre que unen a Enjambre. Julián, medido, como si de sus palabras pudiera escurrirse un mal recuerdo, toma las riendas y concluye que ser familia dentro, y fuera del grupo, encuentra el buen hacer de la telepatía natural y de la confianza.

Preguntado, a reglón seguido por ese último álbum, que recién cumple un año, llamado Noches de Salón, Julián se remonta a los orígenes. «El público nos venía demandando un disco acústico de Enjambre. Muchos grupos lo hacen sin más, en su tercer álbum, pero nosotros queríamos llevar a cabo algo diferente. La idea era reinventar las canciones, no hacer sencillamente una versión sinfónica. Y pasaron los años, y sentíamos que era algo forzado poner en marcha ese estilo acústico. Entonces Rafa hizo esta versión de la canción Enemigo, en bolero, y nos voló la cabeza. Nos dimos cuenta de que era el camino. Regresar a la tradición de las noches de baile»

Estilo mestizo

Una tradición que, curiosamente, se adaptó fabulosamente a sus letras y estilo habitual. Quizás por esa melancolía festiva de la esencia latina, de la que no se huye ni aunque los acordes sean de los Strokes. «Yo antes no reflexionaba tanto sobre esta antropología musical. Y aunque crecí escuchando esa música tradicional, la desestimé un poco cuando agarré la guitarra eléctrica. Pero me di cuenta, a la hora de adaptar las canciones que hacíamos de inspiración anglosajona-rock, que hay un núcleo del mariachi, del bolero, hay algo que, independientemente de tratarse de un estilo musical ajeno a la tradición mexicana, seguía ahí. Por eso fueron fáciles de transformar. El nuestro siempre ha sido, de una forma u otra, un estilo mestizo».

No obstante, aclara: «Esta etapa ya acabó. Retomamos nuestros orígenes». Y, cómo conviene hacer al final de algo, le pregunto a Julián por lo que pierden, por lo que ganan, por lo que dejan sin hacer al dar carpetazo a esta aventura. «Lo primero son los músicos. Hemos hecho una familia muy grande y eso lo vamos a echar de menos. Yo he ganado muchísimo en conocimiento musical, habiendo estudiado bastante para el disco. Sin duda, afectará a próximos proyectos. Aunque, a saber, quizás hagamos un siguiente disco totalmente loco». Como dijo Paul McCartney: «los locos gobiernan el manicomio». Una frase que Julián identifica y, a la que añade: «El siguiente disco, además, lo produciré yo. Ahora me dan más confianza. Así que, sí, el loco se pone a los mandos».

Por fortuna para Enjambre, unos mandos que se mueven en una corriente muy positiva para la música en español. Aunque Julián despista un poco la emoción, asegurando que ese auge se vive, sobre todo, en la música pop. «Puerto Rico se ha convertido en la Alemania de los años 90’s con el tecno. Ahora todo el mundo, incluso los gringos, se han lanzado al reguetón. No obstante, no es mi onda, la verdad». Sin embargo, cuando le cito a C. Tangana o Rosalía, su expresión cambia y asiente con firmeza, en señal de respeto a los nombres mentados.

Enjambre ha recorrido mucho mundo y, se podría decir, que están ahora cabalgando el éxito. Preguntado por el público, por cuál siente más entregado, desde Latinoamérica a Estados Unidos, Julián afirma: «El público mexicano es increíblemente entregado. Tanto para los locales como para los extranjeros. Se trata de una gente, no sé si es por un acervo cultural, muy cariñosa y vivida. Enérgica. Debo admitir que en otros lugares el público es menos entregado. Se vigila más la locura, por así decirlo»

Recorrer el mundo

Siguiendo con esa escalada hacia el triunfo. Con esas puertas del cielo que se abren, todavía a lo lejos, pero ya percibiendo la luz, interrogo a Julián por las expectativas. ¿Qué ha encontrado en el sueño de todo músico? ¿Qué echa en falta?

«Nunca he aspirado a nada, realmente, con la música, más allá de tocarla», dice con seguridad marcial. «Mi suerte ha sido vivir de ella. No esperaba mucho. Lejos de eso, nada me importaba. Así que cuando me he visto frente a 30.000, 40.000 personas, coreando al unísono nuestras canciones, dando ese aplauso, esa ha sido mi mayor sorpresa inesperada. Lo intenso de esa sensación. La adicción que ha avivado en mí. Ahora mis expectativas me llevan al deseo de internacionalización. A tocar en España, Guatemala, en Estados Unidos ya hemos tocado bastante, en fin, seguir recorriendo el mundo».

¿Y las decepciones, Julián? «La plata del mundo de la música ya no es como antes, hablando de esas falsas expectativas. En el edificio de nuestra disquera en México, hay un helipuerto que se usaba en los noventa y primeros dos mil. Ahora está cogiendo polvo. Cuando nosotros empezamos, la industria de la música ya estaba en decadencia respecto al pasado. Ya no se mueve tanto dinero. Y, por fortuna, como nosotros no esperábamos gran cosa, no ha habido decepción. Pero, sin duda, ha habido un cambio desde que teníamos ensoñaciones adolescentes con ser un grupo de rock famoso».

Sea como fuere, Enjambre ha demostrado tener las tablas para abrir una vistosa grieta en el mundo de la música hispanoparlante. Su aterrizaje en España, ahora sí, con todas sus fuerzas, será una prueba en la vieja Europa. Y, quién sabe, quizás el público español demuestre estar a la altura del mexicano.

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