Antoñito Molina: «No quisiera tener un millón de oyentes mensuales y no vender una entrada»
El joven gaditano repasa en ‘Bambalina’ sus inicios, sus canciones y sus proyectos actuales
Más de 150.000 personas en total han llenado los conciertos de Antoñito Molina (Rota, Cádiz, 1988) esta temporada. En plataformas lo siguen un millón de oyentes mensuales. Son dulces frutos para un cantautor –así se gusta llamar– que lleva años de carrera y que ve sus canciones, llenas de ternura y alegría de vivir, abrirse paso al fin. El 18 de enero actúa en el WiZink Center de Madrid y con esa excusa conversó con THE OBJECTIVE, no solo de música, sino del carnaval, de la familia, de todo lo que disfruta en la vida.
PREGUNTA.- Quien ha nacido cerca de una base americana en España –antiguamente era notorio, pero no sé si sigue siendo– tiene algo especial. Tú que naciste en Rota, ¿estás de acuerdo? ¿Marca?
RESPUESTA.- Bueno, sí. Gracias a la Base Naval de Rota y a los americanos hace muchos años por ahí entraban muchos discos y mucha música que escucharon por allí primero. Puede ser, claro.
P.- ¿Y tú lo notas en tu familia? ¿Vienes de familia de artistas?
R.- No, yo no vengo de familia de artistas. Desde muy pequeñito, me llamó la atención la música. Yo veía los carnavales, la banda de música y se me iban los ojos. Y mi padre y mi madre se daban cuenta y me llevaban. Pero en mi casa no ha habido nadie así que haya tocado la guitarra, que haya cantado. Yo recuerdo que desde muy pequeñito me llamó mucho la atención. O sea, veía a un tío cantando con una guitarra, y yo flipaba, o una trompeta, un tambor, las bandas de música. La cultura de mi tierra es totalmente propensa a que haya una fiesta en la calle con una banda de música tocando, como en la Semana Santa. Eso realmente a mí me llamó la atención desde muy pequeñito.
P.- ¿Tú participaba en el carnaval?
R.- Participaba y participo y espero participar toda mi vida. Me encanta.
P.- Yo veo el carnaval de Cádiz como un reducto libérrimo a la hora de hacer burla de cualquier tipo, ajeno a lo políticamente correcto en todos los aspectos.
R.- Sí, y más que eso también es una protesta, ¿no? Realmente al final el carnaval es pasártelo bien, es decir cosas para que tú pases un buen rato y también un toque de atención a lo que a veces no decimos y que deberíamos decir más. El carnaval realmente se inventa para decir durante un día lo que quieras, lo que lo que durante el resto de los días no te permitían decir. Y al final yo creo que el carnaval siempre tiene que ser un poco como esa voz del pueblo. Aparte de la gracia, el aje, la risa, el cachondeo, tiene que ser también la protesta, el poner las cosas en su sitio y decir las cosas que muchas veces no decían y que obviamente antes no se podían ni decir.
«Cuando las canciones le llegan a la gente al corazón, la gente se apunta a eso de ‘quiero sentir’»
P.- Antonio José Caballero Molina es tu nombre, Antoñito Molina, que familiarmente no tiene nada que ver con Antonio Molina, salvo la profesión, por supuesto. Estás en plena gira por España, no haces más que llenar conciertos. Ya me han dicho que más de 150.000 personas, todas las localidades agotadas. En enero estás en el WiZink Center de Madrid, que hay que tener valor para llenar. ¿Tú qué crees que le das al público? ¿O qué te dicen que les das?
R.- Pues mira, yo creo que lo más importante de todo esto son las canciones y la música. Al final, cuando las canciones le llegan a la gente al corazón, la gente se apunta a eso de «quiero sentir». Yo creo que también yo soy un chaval normal. Yo toco la guitarra normal, yo canto normal, yo escribo canciones normal. Y esa normalidad creo que yo tengo, que siento que tengo –no me considero un superdotado, yo, tal como me sale, tal como lo siento–, creo que hay mucha gente a la que también le gusta esto como a mí, intuyo por lo que leo, por lo que me dicen que ven, que dicen: «Pues si este chaval lo hace, yo lo puedo hacer». ¿Por qué? Porque ya te digo, vengo de la calle, del carnaval, no he estudiado 30 años. Estudié música en el conservatorio porque mi padre de pequeñito quería que estudiara, y lo agradezco mucho porque aprendí a tocar piano y tal, pero realmente mis canciones y mi manera de escribir, de contar, de cantar, de tocar, creo que es la manera normal de cualquier chaval que toca un poquito la guitarra y que canta un poquito. Al final, creo que la magia o la diferencia, por así decirlo, la guinda, está en las canciones, en lo que tú cuentes, en cómo lo cuentes. Y creo que cuanto más cercano y cuanto más sincero seas en la vida, ya sea para subirte a un escenario o para hacer una entrevista, o para ser cocinero o camarero, o político o futbolista, mejor. A la gente le gusta la verdad. A mí me gusta, por lo menos.
P.- Tus canciones cuando las escuchas están llenas de alegría y de ternura. Más que normalidad, que es una palabra que a lo mejor puede tener un matiz como negativo. Y se apartan un poco de cierta tendencia actual, o que siempre ha habido, de ver las cosas muy negras, el mundo se va a acabar, lo hacemos todo mal, el apocalipsis está cercano. No sé si eres consciente de eso o las canciones te salen así.
R.- No, no, soy consciente de eso y me salía así de manera natural. Y hay días que me levanto por lo que sea y tengo una idea de una canción y la compongo y se la canto a un amigo y me dice: «No te pega contar malos rollos». Y yo le digo: «Ya, pero es que esto me ha pasado a mí y yo lo quiero cantar en una canción, porque me da pena que la gente se olvide de dónde viene. Esto lo quiero contar». Y me dice mi amigo: «Vale, pues cuéntalo si tú eres feliz, pero verdaderamente no te pega, porque tú eres un tío feliz, al que le están yendo las cosas muy bien. Y yo veo a Antoñito Molina y lo que me imagino es que me va a contar algo me va a alegrar hoy la tarde, no está enfadado con el mundo». Mis amigos no se dedican a la música, pero me encanta escuchar su criterio. Mi amigo Suspi es jardinero, mi amigo Iván es policía, pero me encanta siempre su opinión, y hace poco tuve una conversación que fue justo esto que me estás diciendo. Y claro, yo de manera natural he compuesto canciones alegres que transmitían esa alegría, ese buen rollo y claro, ahora que a lo mejor de manera natural no me ha salido, porque estoy en otra etapa de mi vida, porque me apetece otra cosa o porque me he nublado un poco también, que no pasa nada por decirlo, es cuando te dice tu amigo: «¿Por qué tienes tú que contarle a la gente esto? Esto me lo cuentas a mí con un café, pero a la gente no, porque realmente tú ya has dado con una manera de sacar la gente un poco de su rutina». Todo el mundo tenemos noticias malas, todo el mundo vemos la tele y escuchamos cosas feas, a todo el mundo nos pasan cosas malas, pero eso no lo puede cambiar nadie. Pero de repente sí que podemos cambiarle que esa noticia mala o que eso feo que está escuchando, durante unos minutos lo saques de ahí y le transmitas esa alegría. Y esa responsabilidad bonita me gusta tenerla, y creo que la tengo porque sin querer, de manera natural, después de muchas canciones, me ha puesto la gente en ese sitio.
Cuando mis amigos me dijeron eso, dije: es verdad. Pero la canción la he compuesto. Lo que le dado es la vuelta. Porque realmente tú le puedes decir a la gente: «Hay que ver lo que tú me has hecho, y en el estribillo podíamos decir: pues a partir de ahora ya no voy a confiar más en nadie». O puede decir la canción: «Hay que ver lo que tú me has hecho, pero gracias a eso que tú me has hecho, yo voy a tomar otro camino y ese camino va a estar bonito». ¿Por qué? Porque va a estar lejos de lo que ya he aprendido que no quiero. La misma canción de repente es positiva o es negativa, oscura o de luz y de esperanza. Al final yo digo: mira, pues ese creo que puede ser el camino que he elegido o que me ha elegido a mí.
P.- Otra cosa que también llama la atención de tus canciones es el papel de la familia. Esas dos canciones que tienes para tu padre y para tu madre, El hombre de la carpeta y Suéltate el pelo, emocionan muchísimo. Y tampoco es tan normal en estos días, o sí. O de pronto hay artistas que reivindican la importancia y el papel de la familia, que no tienen vergüenza de decir: es que esto forma parte del arte también.
R.- Mira, yo gracias a mi familia estoy aquí hablando contigo hoy. Obviamente gracias a mis padres nací y me crié en un ambiente súper bonito, súper humilde, familiar. Gracias a ellos existo. Pero aparte de eso, mi familia para mi día a día es algo muy importante. Soy una persona muy familiar, soy una persona muy obsesiva con el paso del tiempo. Me da mucho miedo el tiempo, me da mucha nostalgia mirar para atrás y que hace tan poquito estábamos en un momento y ahora estamos en otro. Esto va muy rápido, y tengo mucho miedo de perder a mi madre, tengo mucho miedo de no poder hacer planes con mi padre, tengo mucho miedo de que mi sobrino crezca tan rápido. Yo a mi sobrino lo tenía ahí en el lavabo bañándolo, y de repente mi sobrino tiene ya pareja y está estudiando y se va a sacar el carnet del coche. ¿Cómo? ¿Qué ha pasado aquí? Es verdad que a mí me inspira mucho mi familia, pero porque aparte de que es lo más grande que una persona puede tener, es que mi familia es muy especial. Yo soy lo que soy gracias a ellos y cuando empecé a cantar yo era muy joven, y gracias a la inocencia de mis padres y a su humildad, y a su quizá poca maldad: «Claro, hijo, ve». Yo ahora mismo me imagino siendo padre y mi niño con 17 años me dice: «Papi, que bachillerato es muy complicado, que yo quiero darle caña a la guitarra». Yo me veo diciendo a mi niño: «Mira, tú te vas a sacar el bachillerato y la guitarra, como tú no estudies el bachillerato, le voy a cortar las cuerdas o te la voy a dejar solo en vacaciones». Mis padres, todo lo contrario. Que ahora que soy un poco más viejo, pureta, mayor.
«De qué manera tan bonita se han tomado mis padres todo, y creo que su inocencia los ha llevado a tomárselo así»
P.- Bueno, nada, 36 añitos…
R.- Ahora miro para atrás y digo: «De qué manera tan bonita se han tomado mis padres todo, y creo que su inocencia los ha llevado a tomárselo así». Porque, como te digo, lo más lógico es no ver bien que un niño con 16 años se monten un tren, vaya para arriba, vaya para abajo, empiece a cantar, y mis padres lo vieron bien. Sabían que era lo que yo amaba y lo que me gustaba. En ningún momento creo que pensaron que se me iba a dar bien o que me iba a dedicar a ello, pero ¿por qué no lo intenta, si es lo que te gusta?
P.- Tienes dos hermanos que no se dedican tampoco a esto.
R.- No. Mi hermana Eva, que es mayor que yo, y mi hermano Samuel, que es pequeño. Yo con mi hermana me llevo cuatro años, cuatro años y poco, y con mi hermano me llevo casi nueve, yo soy el del medio. No se dedican a esto, pero sé que que ya son parte de la música, porque obviamente son parte de mi vida.
P.- De tus canciones. ¿Y tú cómo empezaste? ¿Cuáles eran tus referentes? ¿A qué te querías parecer en tus inicios?
R.- Pues mira, en Cádiz hubo una tendencia hace muchos años que eran Andy y Lucas, y como que los chavales queríamos, parecernos. Aparte todos éramos chavales que hacíamos carnavales. Yo recuerdo esa época primera. Y después me acuerdo que me encantaba escuchar El Barrio. Y ya no solo escucharlo, sino que yo fui a un concierto de El Barrio y me explotó la cabeza. Yo vi a ese hombre ahí y después me quedé tres días sin hablar, porque es que me gustó tanto. Y después me han encantado siempre los artistas que componen su propia canción, los cantautores. Soy de Alejandro Sanz, de Manuel Carrasco, me encanta El Arrebato. Me encanta la gente sincera, de verdad y auténtica, y que cuenta cosas que te hacen sentir. Aunque tú lo estés pasando mal, te pones los cascos, escuchas una canción y a mí, eso de emocionarme, de pegarme un pellizco en el alma, de sacarme una lagrimilla, de darme un empujón por dentro, a mí eso me ha parecido siempre tan maravilloso, que creo que al final yo he ido siguiendo a esa gente que provoca eso. Y ahora la gente me cuenta que yo le provoco eso y, claro, es que yo he bebido de ahí realmente. Lo digo con la boca llena y con mucho orgullo. Me gustan los artistas de mi tierra. No sé, me han transmitido siempre mucho.
P.- ¿Qué sientes hacia esa etiqueta de «flamenco pop», que a veces ha sido tan denostada y que sigue triunfando?
R.- Yo es que soy una persona que tengo empatía por todo. Antes era peor, porque antes de flamenco pop se decía «flamenquito».
P.- Es verdad.
R.- Y eso todavía es peor. Sobre todo por el respeto a la palabra flamenco. Porque a mí que me digan que hacía flamenquito no me molesta, pero realmente sí me siento responsable de que la palabra flamenco, cuidado, yo no hago flamenco. Ya no me enfado por nada, ni porque me digan flamenco pop. O sea, yo soy una persona que me parece todo bien, la verdad, porque no tengo tampoco mucho tiempo de hacer una crítica de algo que tampoco es tan importante, la verdad. Yo creo que hago canciones. Sin duda soy cantautor y sin duda soy un artista pop. Dios no me ha dado el don del flamenco, pero obviamente en mi forma de expresarme, de contar, de escribir y de cantar hay tintes de mi tierra. Soy andaluz, eso seguro, y he bebido mucho del carnaval. Si queremos ponerle connotaciones, es verdad que mi deje carnavalero, con mi deje andaluz, con ser gaditano, pues claro, entonces flamenco pop, vale, bien. Pero que me da igual, que no es una cosa que a mí me importe. Me parece que está bien, igual que si me dicen que soy pop, también me parece bien. Igual que si me dicen que soy pop andaluz, también me parece bien. Porque yo hago lo que amo y lo hago con todo el alma y con todo respeto a todo el mundo y con mucho cariño, y en ningún momento yo quisiera hacer algo que no sea mi cosa ni quisiera estar en un sitio que no me pertenece.
P.- Lo digo porque claro, en este mundo de la música… Estás en Spotify, por ejemplo, y en Spotify es muy importante en este momento el número de oyentes al mes. Tú tienes alrededor de un millón de oyentes al mes, que para mí es mucho, pero yo, que no estoy metida en la industria, ¿un millón de oyentes al mes es mucho, es poco? ¿A partir de cuándo en esta industria se toma en serio a un artista?
R.- Pues mira, si quieres que te diga la verdad, es muy relativa esa pregunta. ¿Por qué? Porque una cosa es tener muchos oyentes mensuales –que para mí un millón creo que es una pasada y yo lo agradezco–, pero eso es un mundo y hay otro mundo. Por ejemplo, yo no quisiera tener un millón de oyentes mensuales y no vender una entrada en un concierto. Porque yo hago música para cantar y para compartir con la gente el escenario. Yo soy un gran buscador de la verdad. Y la verdad no es que tú tengas un millón de oyentes mensuales o 10 millones y vendas cuatro entradas, esa no es la verdad. Eso es que el algoritmo te elige tu música porque hay mucha gente que la consume cuando va hacer deporte, a lo mejor, pero después no va un concierto. Entonces, como yo soy gran enamorado de la música en directo, de los conciertos, para mí la vida está ahí, en el directo. Yo pienso que esto te va bien cuando tú empiezas a vender entradas, yo me olvido del streaming. Que es importante, sí, que es guay, sí. Es que la gente, si no te encuentra en ningún lado, no te puede escuchar y después no puede ir a un directo. Y hoy en día los medios de comunicación ya no es como antes, ya no hay un espacio para la música, está cada vez más complicada la cosa.
¿Sabes lo bonito que es que la gente pueda elegir qué escuchar a la hora que quiera? Me parece un regalo de la vida. Yo ya no dependo de nadie que diga «tú sí» o «tú no». Yo dependo de mis canciones y del público que está ahí esperando una canción. Yo le quiero llegar al público de una manera directa, que puede ser una plataforma como Spotify, pero si yo eso lo hago y después la gente lo consume pero no viene a un concierto. Sería como: sí, pero para qué. Entonces, yo no soy muy obsesivo de los números. Que es verdad que los ves y te provocan cosas. Yo hace dos años o tres tenía 22.000 oyentes mensuales, llevando ya toda la vida cantando, y de repente ahora tengo un millón. Pues estamos haciendo las cosas bien y estamos creciendo. Pero yo creo que no tengo un millón de oyentes mensuales porque Spotify sea mi amigo. Creo que es porque he hecho un montón de conciertos, un montón de bolos, he hecho mucho chiringuito de playa. Entonces si tú haces un chiringuito de playa hoy, mañana pasado y hay 200, 400, 23, 87, y han visto algo que creo que le ha gustado y que era de verdad, mañana se levantan por la mañana y no van al Mercadona, van al Spotify. «Mira, el chaval que estuvo ayer cantando la playa, que me gustó el concierto», y empiezan a escucharte.
«Lo mío ha ido como equilibrado y me parece que he tenido la suerte de poder llegar al gran público»
Lo mío ha ido como equilibrado y me parece que he tenido la suerte de poder llegar al gran público, que creo que ya he llegado, aunque todavía mucha gente que no me conoce, pero ya sí hemos llegado a meter 7.000, 8.000 personas, ya eso son mucha gente. Y eso ha llegado por eso, por el barro, por el pico y pala, por chiringuito, por no quedarte nada, por decir ¿cuánta gente hay, 83? Vale. Y salir como si hubiera 8.000, a poner el corazón, porque esas 83 se han convertido después en 172 y después en 325, después han ido a Spotify, después Spotify supongo que es un lugar donde dicen: mira, pues esto lo está escuchando la gente, vamos a enseñarlo para que lo escuche más gente. Al final creo que el éxito es cuando hay verdad y cuando va equilibrado. Ahora yo me considero una persona que tiene éxito porque me he pegado muchos años sabiendo lo que es no tenerlo. Entonces de repente un millón de oyentes te motiva y llenar un concierto de 7.000 te motiva. Mi preocupación ahora es que hay que seguir haciendo lo importante, que son canciones. Ahí es donde está la magia para que todo vaya bien equilibrado.
P.- Ahí se ve un lapso entre un disco de 2017 y otro en 2022. Ahí en medio está la pandemia. ¿Tú cómo pasaste esa época que para la mayoría de los artistas fue terrible?
R.- Yo quitando lo malo que fue la pandemia para la gente y sobre todo de salud, para mí la pandemia fue un antes y un después a nivel positivo, porque yo un año antes la pandemia ya estaba en pandemia personal, musicalmente hablando. Siempre en contexto musical, porque la pandemia fue un desastre, murió mucha gente, mi novia es enfermera, conque imagínate, yo lo viví cerca y vi lo que ella trabajó, EPI, un desastre. Quitando esa parte negativa que todo mundo sabemos, a mí la pandemia me vino bien, porque como ya te digo, hacía un año ya que estaba como desgastado, desilusionado, había una corriente de música que no era la mía. Yo veía a gente que hacía lo mío estaba haciendo eso, reguetón, y claro, cada día me gustaba más las canciones a guitarra y voz, que era justo lo que no se llevaba.
P.- En tus canciones también hablas de eso.
R.- Me encanta un tema a guitarra y voz, es que me encanta. Pero era: como este traiga un tema de guitarra y voz, no habla ni con el recepcionista. Entonces, bueno, me cansé un poco y creo que hice lo correcto, que lo hice sin querer, que fue echarme a un lado. Y ahora lo miro para atrás y digo: mira, una de las cosas que creo que fue un secreto para ahora esté yendo todo bien es echarte a un lado. Creo que en la vida hay un momento en el cual no es tuyo, entonces te puede poner a patalear, a protestar, a decir que hay que ver la gente, que no te da una oportunidad, o callarte la boca, esperar, componer, trabajar, vivir. Y eso hice. Y al año llegó la pandemia. Entonces al año todo el mundo estaba en mi sitio porque no había nada para nadie. Lo que pasa es que yo llevaba ya un año de adelanto, haciendo cosas que me llamaban, que me salían del corazón, sin preámbulo, sin estrategia. «Vamos a intentar hacer ahora un tema de reguetón para que nos escuchen diez más». No, yo no tenía estrategia, yo estaba desilusionado pero con ganas, y sobre todo, con la idea clara de que yo no iba hacer algo con lo que no me sintiera identificado. Ese año de espera provocó que cuando al año siguiente llegó la pandemia, que todo el mundo se enfadó con el mundo, yo ya no, porque ya me enfadé hacía dos años, entonces yo estaba bien, me vino bien, compuse muchas canciones en la pandemia. Salía, aplaudía, lloraba, porque me imaginaba que esto estaba siendo muy fuerte, muy duro, y cuando me quitaba la lagrimilla de aplaudir –aparte, como te digo, mi novia estaba trabajando–, cogía mi guitarra, mi pijama y me ponía a hacer canciones y a grabarla en casa.
P.- ¿Tuviste algún mentor, alguien, alguna figura que te ayudara, que te diera algún espaldarazo?
R.- Si te digo que no, es mentira, pero si te digo que sí, tampoco ha habido alguien así como que yo te diga: «Pues esta persona llamó a Manuel y Manuel me metió la tele». Claro que obviamente ha habido muchas personas. Yo cuando escucho entrevistas de gente y dicen: «No, porque a mí no me ha ayudado nadie». Eso es mentira. A mí me han ayudado mis padres, me ha ayudado un amigo mío que se ha venido conmigo, tengo un amigo que es decorador y que le va muy bien y que ha cogido un domingo y ha venido conmigo a un videoclip y me ha puesto ahí dos sofás de su tienda, un mueble… Eso sí que es una ayuda. Una ayuda no es llamar por teléfono a alguien que tú sabes que va a meter… Yo tengo mucha gente que me ha ayudado. Ya te digo, mi familia, mis amigos. Yo no tenía un duro para hacer un videoclip, y ha habido gente en Rota, mi pueblo, que me han dicho «yo te pago el videoclip», y me han pagado el videoclip, y les he dicho: mira pues te devuelvo el dinero. «Que no, que yo te lo ayudo», increíble, la verdad. Quien me esté escuchando sabe perfectamente quién es, no lo voy a decir por que no vaya nadie a pedirle. Pero es verdad que a mí me ha ayudado mucha gente. Yo creo que necesitamos todo el mundo de mucha gente y quien diga que no, creo que nadie hace nada sin tener un apoyo. Y ahora mismo, a día de hoy, tengo un equipo de gente maravilloso, gracias a ellos le damos forma a todo. Yo solo no podría, porque me faltan las herramientas. Las ideas las tengo, te ayudan a que tus ideas sean mejores. Así que al final, yo creo que los mentores están más cerca. Yo los tengo a mano, en mi oficina, mis compañeros, mis músicos… ¿Y mis músicos, por ejemplo? Que han tocado conmigo hace cuatro años en un chiringuito para 23, y nos han dado poquillo dinero y ahora están mejor, y llevamos un técnico de PA, un técnico de monitores, un backliner que nos monta todo, llevamos una furgo grande. Ellos se han comido también parte del camino, ellos también me han ayudado. Yo he mirado para atrás alguna vez, cagaíllo, y han estado ahí diciendo «vámonos, hermano, dale p’alante». Y entonces he dicho: p’alante.
P.- Para terminar, yo no sé si tú te atrevas a cantarme algo a capela.
R.- Vale, mira, te voy a cantar la canción nueva, que se llama Me prometo. Y el estribillo dice: «Me prometo no olvidarme de todos los días malos, de las veces que yo di por quien por mí nunca había dado. Me prometo carnavales y pasar noches en vela celebrando y no llorando que llegó la cosa buena. Me prometo no olvidarme para nunca ser de nadie, que me apague, que me olvide que la vida me la pare. Me prometo estar con mi hijo y pasar noches en vela celebrando y no llorando que llegó la cosa buena».
P.- ¡Ole! Gracias, Antoñito Molina, me ha encantado hablar contigo.
R.- Y a mí.
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