'La Mari' (Chambao): «¿No será un hombre quien dice que las mujeres somos rivales?»
La cantante repasa su trayectoria y habla sobre sus trabajos más recientes
María del Mar Rodríguez Carnero (Málaga, 1975), ‘La Mari’, pasa por Bambalina aprovechando que acaba de sacar single y que estará en el Universal Music Festival de mayo en Madrid, pero la charla toca todos los palos. Su vida son varias vidas, todas ellas bajo su Chambao, el grupo que fundó a principios de este siglo con Daniel y Eduardo Casañ y que ha llevado en solitario desde hace 20 años. Su piel tiene huellas que no esconde, como su belleza mestiza –hace muy poco descubrió que tenía una bisabuela medio gitana–, o el cáncer de mama, sobre el que escribió un libro y del que habla con naturalidad.
«Cuánto tienes ahí escrito», me dice fuera de micro, mirando el guion de la conversación, que parece un testamento. Le explico que en realidad no me sirve para nada, y me cuenta que lo mismo le pasa cuando se pone a los pies, en los conciertos, las letras de las canciones, por si se le olvidan. «¿Tú te crees que con la presbicia que tengo veo algo? Pero me da seguridad».
PREGUNTA.- María del Mar Rodríguez Carnero.
RESPUESTA.- Presente.
P.- «Antes que la fama y el dinero, dame la verdad», dices en el single que acabas de sacar, Fresca. ¿Cuál es esa verdad en la música que está por delante de la fama y el dinero?
R.- En la música y en la vida, ser tú, no seguir un estereotipo, una imagen que al final es un sinvivir para ti, porque no tiene nada que ver contigo, o es una estela que no es la tuya. Tu verdad, como tú seas. Eso hay que andarlo. Uno aprende a ser andando en la vida.
P.- ¿Cómo te llevas tú con la fama? ¿Cómo te has llevado en estos más de 20 años de carrera?
R.- Bien. Con la mala fama no me llevo tan bien, pero con la fama sí.
P.- ¿Crees que se ha proyectado alguna vez alguna imagen de ti que no eras tú?
R.- Entiendo que al ser cantante estoy expuesta; es algo en lo que ni entro ni salgo, está ahí. Hay veces que no tienes tiempo de pararte a hacer una foto porque tienes tu vida, porque, yo qué sé, te va a cerrar la tienda. Y el amor se puede convertir en odio rápidamente. No me ha pasado mucho, pero alguna vez, ya hace años, sí: «Hay que ver, no te paras, qué te crees», este tipo de comentario, que al final entras en la tienda acongojada y con ganas de llorar. No necesito ni una cosa ni otra, ni necesito que me pares para hacernos una foto ni necesito que si no me paro, me puteen. Pero no suelo tener este tipo de asaltos. A mí me paran para hacer una foto y me la hago. Yo estoy bien, estoy a gusto, paso desapercibida muchas veces. N soy reconocible todo el rato, y en Málaga, que es donde vivo, como estoy mucho allí…
P.- Eres una vecina más.
R.- Claro, no soy algo nuevo. Ya se convierte más en algo de una acera a otra: «Eh, ¡La Mari!, ¡hola!».
«La música, por lo menos para mí, para crearla hay que divertirse»
P.- Y esta labor que estamos haciendo, que es tan distinta a crear o a estar en un escenario, que es hablar sobre lo que has hecho, difundir el trabajo, ¿tú como lo llevas? Ahora te voy a contar una cosa que me dijo Kiko Veneno una vez.
R.- Cuéntamela y así redondeamos la pregunta, porque no sé qué me estás preguntando.
P.- Yo le preguntaba cómo se lleva ser una persona tímida y el trabajo de creación, que es un trabajo en soledad, luego el escenario, que es otra experiencia distinta, y luego hablar sobre eso que has hecho, como si uno se tuviera que explicar sobre eso que has hecho. Y él decía que era una contradicción y una negación constante, que hay que tener mucho cuidado para no convertirse en un mamahostias, que eso de vender tu trabajo al público puede alimentar el ego y entonces uno se cree más de lo que es… No sé si me he explicado bien.
R.- Sí te has explicado. Yo entiendo a don Kiko Veneno. He pasado por el proceso, este año anterior, de compartir ese momento tan en soledad e íntimo de lo que es componer. Al principio lo hacía con los compañeros de Chambao, después lo hice sola, y es verdad que cuando te acostumbras a hacerlo así, se retroalimenta: cada vez es más íntimo y cada vez es más en solitario. Se vuelve más hermético, pero al final es un poco aburrido también. Este año pasado nos hemos juntado SFDK –Saturnino Zatu Rey y Óscar Sánchez– y yo, para hacer canciones para Chambao, como mero divertimento, «venga, vamos a juntarnos, a ver qué sale», e hicimos tres canciones: una fue Mañana, otra se llama Más na y la otra La piel, que ya es una colaboración Chambao-SFDK (lo otro son cooperaciones). Ha sido muy divertido y además me ha sacado de ese momento un poco manío de componer en solitario. Componer también puede ser muy divertido con compañeros, con amigos, hacer ese ejercicio de quitar el miedo y la timidez, de vamos a soltar cosas y a ver qué tal. Me ha enseñado Satur, en este caso, que es el que hace las letras en SFDK, que tiene una pluma rapidísima y es súper culto. Claro, también lee un montón y me he picado con él: tengo que leer más. Me parece muy bonito, y te saca de esa perspectiva. Componer en solitario no tiene por qué ser siempre.
P.- ¿Tú piensas primero la música y luego la letra o al revés?
R.- Depende. Hay veces que es un silbido y lo grabo en el móvil y ya viene condicionado adónde va a caer la palabra, si es con a, con e, si es corta, si es larga. Hay veces que es un silbido y a veces que es un tarareo, como el inglés inventado, el wichiwichi. Para componer hay una parte muy comprometida y sólida contigo, pero también una parte de recreo, de ser pequeña y de divertirte, porque si no el ejercicio de la creatividad ni sale. La música, por lo menos para mí, para crearla hay que divertirse.
P.- O sea, la inspiración te encuentra más por ahí que trabajando, como decía Picasso.
R.- Bueno, ahora soy más disciplinada en eso. Cada equis, me pongo. ¡Cada equis!
P.- ¿Tienes un horario?
R.- Me suele pasar muchísimo si me voy a andar. En mi rutina diaria me gusta irme a andar. Vivo en una zona cerquita a un sendero y me voy al monte, y suelo llevarme el móvil ahí por si acaso. La naturaleza tiene esa conexión con uno mismo, o desconexión con lo de fuera, más bien, porque conexión con uno mismo estamos todo el rato.

P.- Has sacado Fresca y también te vas a presentar en el Universal Music Festival, en el Teatro Albéniz, el 25 de mayo en Madrid, donde hay músicos de primera. Ese single y estos temas que has preparado en colaboración con SFDK, ¿están pensados para ser los peldaños de un disco? Te lo pregunto porque últimamente, o en esta última década, el método de trabajo de los músicos parece más bien ir sacando sorbo a sorbo, antes que un álbum completo. Hay algunos músicos que piensan esa idea ya es obsoleta, que eso ya no va a volver. Y otros que dicen que la idea del álbum todavía está vigente. ¿Tú como lo ves? ¿Te gusta de esta manera?
R.- Yo creo que más que ser una idea del artista, estamos siendo obligados. Hoy día no se desarrollan apenas carreras artísticas. Hoy vas al single y si funciona, a lo mejor te hacemos otro single. No es ni malo ni bueno, ahí no entro, pero sí es muestra de la prisa que tenemos. El momento digital. Esto lo saco y ya ha caducado. Verás lo que dura Fresca. Después del 8-M [8 de marzo, Día Internacional de la Mujer], Fresca no existe. Consumimos todo muy rápido, y más: «Venga, vamos, más, a consumir más». Yo no sé si se va a convertir en un disco; bueno sí sé: claro, Fresca algún día irá en algún disco. Por ahora he sacado esta canción porque la tengo finalizada, hecha y requetepuesto el moño desde octubre del año pasado y quería sacarla ya. Al final, hemos encontrado esta fecha como la coherencia.
P.- Por ser para mujeres.
R.- Sí, y porque es un tema más primaveral también. De hecho, yo creía que Fresca salía en primavera, y todavía llueve. Sí que me gusta la idea de hacer disco. No por la venta, porque hoy día no se venden discos –algo más, vinilo, que se ha vuelto moda–, pero sí que es bonito tener ese espacio donde tú coges, te sientas, te pones a escuchar la música, echas para adelante, para atrás, un vinilo, un CD o lo que tú quieras tener, yo tengo hasta cassettes. No porque ya está lo digital desecho lo demás. Lo digital es otra herramienta más. El abanico es el mundo, ya no es lo que esté en la tienda de discos. A mí sí que me sigue gustando la idea de hacer álbumes. Es algo un poco romántico hoy día, se ve incluso anticuado, y yo no creo que esté anticuado ni que sea algo antiguo el grabar un disco y escuchártelo tranquilamente.
P.- Y una propuesta, ¿no? Un disco implica un color determinado. Este trabajo tiene este color, este tono, este tempo.
R.- Y también porque es un retrato de donde se encuentra el grupo o el artista en ese momento. Es muy difícil y un poquito injusto que una canción tenga que plasmar todo esos estados de ánimo. La música es cultura también, y dependiendo de donde vivas, tu clase social, tu condición, tu raza, tu fe, un montón de factores, tienes cosas que contar. Creo que con un álbum el abanico más amplio que con una sola canción.
«Las mujeres somos rivales, ¿pero quién dice eso? ¿No será un hombre quien dice eso?»
P.- Sobre las mujeres, y a partir de Fresca, que es una canción que nos anima, pienso en las barreras que nos ponemos entre nosotras. La amistad entre mujeres, la competencia entre mujeres, ¿tú como lo ves? También pienso que es algo que va cambiando a lo largo del tiempo. Quizá cuando eres más joven ahí hay más competencia y cuando una va cumpliendo lo ve de otra manera.
R.- Probablemente sea así. Probablemente. Yo creo que también son ideas preconcebidas que nos van vendiendo en distintas generaciones. Yo en mi entorno no lo siento. Las mujeres que están en mi entorno y yo en el suyo no nos sentimos rivales. Con ninguna. De verdad. Pongo la mano en el fuego que es así. Ni tampoco compañeras de esta profesión. He hecho grandes amistades y compañeras maravillosas. Pero sí es verdad que ese runrún está ahí, constante. «Las mujeres somos rivales», ¿pero quién dice eso? ¿No será un hombre quien dice eso? No lo sé. No lo sé. No quiero entrar esa pelea, porque creo más en la construcción que en la deconstrucción. No me siento en esa rivalidad. Pero sí es verdad que hay muchas historias. Yo soy una mujer blanca, me he criado en una clase social humilde, vamos a llamarla, porque clase media no éramos de pequeños, éramos más bien baja, pero bueno, tengo una clase social más o menos media, me dedico a lo que me gusta, tengo una vida cómoda en comparación a las realidades de otras mujeres. Entonces no te puedo hablar en plan general.
P.- Esta profesión, en estos más de 20 años que llevas, ¿en qué ha cambiado para mejor? ¿Qué es lo que más te gusta de lo que ha cambiado?
R.- Lo que más, lo que más, que cada vez hay más puestos de mujeres en distintos ámbitos. Yo cuando empecé en 2001, una técnica de luces no había, o que dirigiera un programa de radio o un medio de prensa. Había cargos que no existían para las mujeres, y eso me mola un montón, porque gusta. Gusta ver que hay cada vez más diversidad. Que al principio, la verdad es que no le echas mucha cuenta porque es lo normal, lo natural. Pero conforme van pasando los años y vas viendo cada vez más mujeres, dices: ah, claro, es que esto sí es lo normal y lo natural, que esté repartido así. Eso me gusta un montón. Y lo que menos, puede ser eso también: que todavía queda mucho por recorrer. Que venimos de una época muy, muy tapada, con muchas historias de abusos, de cargos y demás, que han sido tapadas por seguir manteniendo tu puesto de trabajo y un largo etcétera que hoy está de actualidad. Y poco a poco irán saliendo más casos, creo que esto es la puntita del iceberg. ¿Por qué? Porque empezamos a sentirnos más arropadas, empezamos a sentir que no vamos a ser señaladas y que ya está bien de tanto callarte con tal de que no te echen del trabajo, que al final se vuelva en contra tuya, como la «víctima no perfecta», que se le dice. No solamente enfocado a la mujer, los abusos hay que denunciarlos.
P.- No todos los artistas pueden decir que han creado un género musical, que en tu caso fue el «flamenco chill», un género musical que incluso fue, casi, casi, la esencia de Andalucía durante muchos años [Chambao puso la música de la campaña turística Andalucía te quiere]. ¿Tú cómo has llevado esa conciencia, si es que has tenido?
R.- No la he tenido. La verdad es que cuando lo vives desde dentro no estás en eso. De hecho, quien definió «flamenco chill» como estilo musical de género fue Henrik Takkenberg, que fue el productor de las primeras canciones de Chambao y que también formó parte durante un tiempo del grupo. Éramos cuatro al principio [La Mari, Takkenberg y los Casañ]. Y claro, él conocía mucho la industria, había trabajado muchas veces para Sony. Ni Dani, ni Edi ni yo, tres chicos del barrio de Pedregalejo, de Málaga, conocíamos para nada ese mundo en el año 2000-2001. Sobre la fusión que hicimos como puro hobby, la discográfica cuando nos tuvo delante nos preguntó qué era, cómo le pondríamos, y Dani, Edi y yo decíamos «es fusión», porque también por aquel entonces se llevaba muchísimo la fusión, pero muchísimo, había mucha mezcla. Henrik Takkenberg, que venía de un camino más andado, dijo: «flamenco chill», y a Sony le encantó: «¡Qué bien suena!». Y bueno, ni hacemos flamenco ni hacemos chillout. De hecho, hoy en día el chillout ni existe. Sí que hay una parte de mezcolanza. Málaga es muy cosmopolita, siempre ha tenido mucha mezcla de personas, en la cocina, en la música. Allí ha habido desde el pop y todo lo que venía de Europa que hasta la música más de raíz, flamenco y copla…

P.- Los verdiales, que es una de las formas más antiguas del flamenco, dicen.
R.- Los verdiales son parecidos a la malagueña. Y viene como de una desafinación del fandango. Es muy peculiar, muy peculiar.
P.- A tu género se le podría decir «género Chambao», no sé si tú lo ves igual: cuando un artista crea un género, por ejemplo, El Pescadilla con la rumba catalana, luego llega Peret, por ejemplo, incursiona en la rumba catalana y es Peret. Pero a mí me da la sensación de que cualquiera que se ha metido en el así llamado «flamenco chill, suena a Chambao, suena a imitación.
R.- Yo creo que una cosa es que tú abras una puerta y otra cosa es que todo el rato te lo atribuyan. Es algo bonito contribuir algo en el panorama musical español, guay, maravilloso, pero ya cada persona aporta una vuelta de tuerca, y entonces empieza a llamarse de otra manera o ni siquiera a llamarse. ¿Por qué tiene que llamarse de una manera? Nosotros jugamos con eso porque salió así y ya, pero a mí hoy día cuando me preguntan qué tipo de música hago, digo: «Hago Chambao, no me marees con los conceptos». Y quien mezcla flamenco fusión con electrónica hoy sería lo mejor la actualización de ese «flamenco chill».
P.- Es clarísimo –esto lo he hablado aquí en algunas entrevistas, por ejemplo con Carmen París–, todo el triunfo mundial de la fusión. La fusión era algo minoritario y de repente es el mainstream.
R.- Claro, mira Carmen París lo que hizo con la jota, revolucionó el tema, sacó a la jota de su lugar.
P.- ¿Tienes algún disco favorito de los tuyos o es como preguntarle a una madre qué hijo prefiere?
R.- Voy a ser sincera: tengo un disco preferido de Chambao, que fue Con otro aire. Es el primer disco que compuse sola. El primer disco de Chambao, Flamenco Chill, fue en realidad un recopilatorio un poco difícil de explicar. Fue la primera propuesta de Sony, y si se iba bien, nacía un disco del grupo en solitario, que fue Endorfinas en la mente. Las primeras canciones de Chambao estaban hechas por Dani y por Edi. Distribuimos todo a partes iguales porque formábamos parte de un todo. Cuando ya quedo sola, en 2005, estaba recién salido Pokito a poko y el siguiente, Con otro aire, lo grabé en 2006-2007. Me acuerdo de estar en mi casa, en el salón, escuchando la mezcla mastering final, antes de llegar a la fábrica, llorando. Era decir «lo he podido hacer», era satisfacción y miedo liberado. Aquí estoy sola haciendo esto, me lo he pasado muy bien, me he exigido un montón, se me ha pasado el tiempo volado, a la vez no pasaba el tiempo… Una mezcla muy potente. Y ese disco es mi niño bonito, o mi niña bonita.
«Lo primero que me enseñó el cáncer es que no por ser joven tenía la posesión de la salud»
P.- Coincide también con un momento duro, el cáncer de mama, que dejaste contado en ese libro, Enamorá de la vida, aunque a veces duela, frase de Kiko Veneno, que vuelve a salir aquí…
R.- Sí. Le pedí permiso en aquel entonces y me dijo: «Haz lo que quieras, chiquilla».
P.- Yo me imagino que tú lo escribiste porque estaba segura de que esa experiencia iba a ayudar a los demás.
R.- No, no estaba segura de eso. La editorial insistió en que iba a ser así y yo dije: bueno, a mí la verdad me sirve como terapia. Además, estaba con mi hermana Aurora, que me ayudó.
P.- El libro lo firman las dos.
R.- Y me sentía arropada. ¿Yo escribir un libro? Eso es muy grande. Una cosa es una canción y otra cosa un libro. Mientras lo narraba, ella lo ponía fetén, porque es la literata de la casa, es la profe de literatura. Yo no tenía ni idea. Me lo propuso la editorial Esfera: te queremos proponer esto, lo estás contando en entrevistas, por ahí es por donde nos hemos enterado, y creemos que puede llegar a un sector joven, que es lo que es lo que pretendemos con este libro. Llegar a tu público, que es muy joven, y que tenga esta esta visibilidad. A mí me sirvió de terapia porque soy de ese tipo de persona. Esto es muy íntimo, no hay dos personas que pasen igual por el cáncer de mama, ni por la quimioterapia. Pero sí que cuando suelto, me sirve de desahogo, y cuando me escucho, me sirve para poner en cada cajón lo que toca.
P.- ¿En ese trance, uno escucha consejos o es un camino de soledad?
R.- Es una mezcla, en realidad es una mezcla. Yo le hacía muchas preguntas a mi oncólogo: ¿me puede pasar esto?, ¿y qué me puede pasar? Para saber cómo reaccionar, para pasar a la acción.
P.- Tiene una frase genial tu médico, al que le preguntas ¿me voy a morir? Y él te contesta: «De cáncer no».
R.- Me dijo: «Te morirás de otra cosa, de esto no».
P.- Porque esa condena la tenemos todos, en plazo desconocido.
R.- Hombre, es lo primero que piensas cuando te dicen con 30 años «tienes cáncer de mama», es de un tipo hormonal muy agresivo, te tienes que operar ya porque está en estadio tres –el metastásico es el cuatro–, un montón de información. Y tú estás jugando a hacer música. Lo primero que te viene es que te vas a morir. De hecho, hay una parte de ti que está muriendo. Cuando la salud te falla, entras en un mundo adulto. Esa es la importancia de la vida. Ya te has dado con lo que más importa: lo que más importa en la vida es la salud. Una parte de mí dejó de ser inocente, dejó de ser niña, que todavía a los 30 años lo era. Le hacía muchas preguntas a mi oncólogo para saber cómo hacer, para no quedarme sin saber qué hacer. Porque el miedo te paraliza de por sí. Para continuar y para ayudar también a mi familia. Porque el cáncer lo tienen todos los miembros de tu familia también. Y bueno, pues sí, escuchaba consejos, pero también es una parte de tu vida más vulnerable… Yo desde los 19 estaba independizada y a los 30 años volví a vivir durante dos o tres semanas con mis padres, en mi casa, porque no podía menear al brazo, al operarme. Había ciertas cosas que no podía hacer y te querías dejar cuidar también. Son tus padres. Tengas 90 años, son tus padres, y quieren seguir ocupando ese puesto y que tú sigas siendo su hija siempre. Sí que había veces que cedía esa parte de vulnerabilidad, porque toca y aprendes un montón. La enfermedad te enseña un montón, la verdad, y no todo en el momento. Hay veces que es a tiempo pasado. También llegaba la noche, me encerraba en mi cuarto, me acostaba y pensaba: ahora estoy yo sola con esto y también necesito estar sola. Necesito masticar esto sola, porque me está pasando a mí. Era una mezcla.

P.- ¿Y hace cambiar una enfermedad o simplemente refuerza un carácter que está ahí? ¿Te cambió algo? ¿Qué te enseñó?
R.- Me ha ido cambiando. No creo que fuese en el momento. De hecho, yo todavía no tengo el alta. Todavía tengo mis periodos, entonces creo que hasta que llegue la menopausia voy a seguir. Tengo mis revisiones anuales. Tengo dos pechos y me pasó en uno; sigo teniendo mis revisiones. Todavía no tocan la campanita, Me siento sana, me siento bien y, bueno, lo veo como un trámite. Cuando va llegando la fecha, cruzas los dedos otra vez, y cuando pasa, respiras: uf, gracias… Se me ha olvidado lo que me has preguntado.
P.- Qué te había enseñado la enfermedad, dices que no te enseñó todo en el momento.
R.- Creo que tiene un largo recorrido. Lo primero que me enseñó, que eso sí lo tengo muy claro porque me pegó un tortazo en la cara, era que no por ser joven tenía la posesión de la salud.
P.- La inmortalidad.
R.- Sí, eres joven pero te puede enfermar. Somos muy frágiles. Y puede haber dentro algo que hace clic y pasa este tipo de cosas, de enfermedades. A nivel físico también me fue enseñando. Nunca he estado muy pendiente de mi físico en cuestión de seguir unos cánones, si estoy más gorda o más delgada, porque en realidad casi toda mi vida he hecho atletismo y, bueno, también por la fisionomía de mi familia no me he parado mucho a entretenerme con esto, pero sí que una operación, cuando te ves, dices: guau, esto está aquí, toda la vida, tengo un pecho así. Claro. Tardé 13 años y en cada revisión que iba, preguntaba: Emilio, ¿me pongo la prótesis? Y el pobre mío: «¿Otra vez me vas a preguntar lo mismo?». Siempre me decía prácticamente lo mismo: «Yo, por mí, ese pecho no se vuelve a abrir, porque además está radiado, eso está selladito y ya está, pero bueno, es una opción muy personal». Al final lo hice y en menos de tres años me la quité.
P.- ¿Te arrepentiste de esa decisión?
R.- Me arrepentí y se me encapsuló, que era de esperar y yo no lo sabía. Y dije: mira, si es que llevaba tantos años, que esto no tenía que ser. Ahí tuve otro aprendizaje. Lo físico a mí me recuerda todo lo que llevo pasado con el cáncer de mama y que estoy viva, y pues sí, tengo mis pechos así. De hecho, cuando voy a la playa hago topless, fíjate tú.
P.- Qué valentía.
R.- Lío más si me tengo que poner un esto, un no sé qué, que luego eso, ahí con todo el agua, ¿sabes cómo te digo? Mira, me pongo mi protección y es que ni me preocupa. Pues sí, forma parte de mi físico.
P.- Antes has dicho que empezasteis por hobby, y esto lo has contado muchas veces, que la canción vive contigo desde que naciste. No sé si en tu familia había músicos, ¿te animaron desde siempre? Y si no fueras cantante, ¿en qué profesión te verías, qué hubieras sido? Son un par de preguntas en una.
R.- Desde que tengo uso de razón, la música está en mi casa de una manera muy natural. Siempre hay alguien canturreando. Pero no somos familia de artistas. Sí que me ha contado mi madre que mi bisabuela, que por lo visto era de Jerez, era mestiza y una parte de ella era gitana. Que yo dije: «Mamá, ¿a esta edad me lo cuentas? Me lo podías haber contado antes». Se llamaba Ana y era de Jerez y por lo visto ella cantaba impresionante. Luego, mi tía Ana, la hermana de mi madre, canta muy bien. Mi madre –es la que siempre he escuchado en mi casa– canta muy bien, mi hermana Toñi canta muy bien. Con muy bien me refiero a que tienen unas voces, unas armonías, bonitas. A mí me encantan las armonías, todo el envoltorio a la hora de abrir la boca. Y son las voces que yo he escuchado toda mi vida. En mi casa la música ha estado de una manera muy natural, como en la casa de cualquier persona en que hayan sido artistas, pero en la mía no han sido artistas. Y luego, que yo me vea en otra profesión que no sea esta… Es que yo he tenido otras profesiones antes de llegar a esta. La primera fue limpiar casas, como mi madre toda la vida. He cuidado algún que otro niño, empecé con mi sobrino Nacho y luego fue para ganar un poco de dinerito en tu adolescencia, para no pedirle dinero a mi madre porque se me caía la cara de vergüenza: ¿mi madre limpia casas y mi padre es albañil y yo le voy a pedir dinero? He tenido mucha conciencia de esto desde pequeña, de adolescente. Estos trabajitos me ayudaban a lo que se hace en esas edades, ir al cine, el día del padre poderle comprar unos calcetines a mi padre, lo tipiquísimo. Y más adelante fui acompañante de Mundo Social del Imserso, ahí estuve un tiempo.
Luego entré en una en una agencia de viajes, donde estuve bastante tiempo, en el departamento de contabilidad. Entré por enchufe, por mi cuñado, en su gloria esté, y yo dije: «Pero vamos a ver, Ignacio, yo no sé nada de contabilidad». Me dijo: «No te preocupes, porque las dos primeras semanas te enseñamos, tu cargo es muy concreto». Y fue mi primer sueldo, cobraba 102.000 pesetas. Fue mi primera nómina, la seria, la que trabajas al mes y luego te dan vacaciones. Ya Edi y yo éramos novios, nos conocimos en el 95, y empezamos a a tontear un poco con la música, pero como algo, ya te digo, hobby total. Dani y Edi, que son primos, en su casa sí que venían de músicos, de guitarristas, de pianistas, habían hecho algún bolito típico en hoteles. Edi, por ejemplo, estaba en un grupo de reggae que se hacían sus conciertos en algún bar. Y ahí empezamos a juntarnos. Cada uno cuando venía de su trabajo, echábamos un rato. Un día conocimos a Henrik y vinieron los inicios de Chambao, que todavía no nos llamábamos ni Chambao.
P.- ¿A quién se le ocurrió el nombre?
R.- Se le ocurrió a la madre de Edi. Un chambao en Málaga es como un chamizo aquí. En Pedregalejo, antiguamente un barrio pesquero de Málaga, tiene muchos lugarcitos así para cobijarse. Si hace mucho viento o mucho sol o llueve un poquito, debajo de ese chambaíllo puedes estar un rato. Y ahí estábamos nosotros, echando ese ratito de guitarra. Y la madre fue la que un día nos escuchó hablar. ¿Qué le decimos a esta gente de Sony, cómo nos llamamos? ¿Vamos a ir sin nada? A saber lo que nos van a preguntar. Vamos a contarle algo, por lo menos tener un nombre. Y la madre de Edi fue la que dijo: «Pues Chambao, ¿no estáis ahí todo el rato?». Y dijimos todos: ese nombre está guay. Luego, me lo llevé para mí. Chambao es el cobijo musical. Chambao te brinda tu espacio, tu huequito.
P.- Y aquí sigue Chambao. Mari, me ha encantado hablar contigo.
R.- A mí también.
P.- Muchas gracias por venir.
R.- Al final, no has mirado nada del papel, ¿eh?
P.- ¿Has visto?
R.- Pero da seguridad.
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