Las Migas: «Siempre nos hemos sentido flamencas, ya no pedimos perdón ni permiso»
Las guitarristas Marta Robles y Alicia Grillo hablan de su último disco y de la trayectoria del grupo
Nada menos que 20 años han pasado desde que cuatro compañeras de la Escuela Superior de Música de Cataluña se juntaron para formar Las Migas –voz de terciopelo, violín y guitarras–, y 15 desde que sorprendieron con su primer disco, Reinas del matute. En este tiempo, Marta Robles ha sido el pilar que nunca ha decaído, y que ha mantenido el grupo fiel a su sonido original, a pesar de las idas y venidas de integrantes. Junto a ella son hoy el conjunto Paula Ramírez, Laura Pacios y Alicia Grillo, con la que Robles viene a Bambalina. Pasado el susto –que confiesan– de perder a Sílvia Pérez Cruz, supieron construir un cuarteto donde ninguna pieza es más importante que otra. Ahora están de gira con su más reciente disco, Flamencas, lo que nunca dejaron de ser.
PREGUNTA.- Marta Robles y Alicia Grillo, la mitad de Las Migas. Nos faltan aquí, porque la mesa es muy pequeña, Paula Ramírez, que es la voz, y el violín, que es Laura Pacios. Flamencas es vuestro último disco, que sacáis después de Rumberas. Iba a decir que es un pasito más en la tradición, pero en realidad sigue siendo el mismo sonido fusión que os caracteriza. ¿Un pasito más hacia dónde? ¿Qué es Flamencas?
MARTA ROBLES.- Yo creo que sí es un pasito más, aunque también es como un pasito menos. Es decir, hemos querido hacer una especie de trilogía de nuestros tres últimos álbumes, que empezó con Libres. Después hicimos Rumberas,y Flamencas ha sido otra manera de definirnos y una manera de volver a nuestros principios, a cuando Las Migas empezamos, hace 20 años, y queríamos estudiar flamenco y beber de las raíces. En toda esta etapa, que hemos pasado por tantísimos lugares y tantos colores, tantas músicas, el flamenco siempre ha estado ahí, en el límite, cerca, más lejos. Pero ahora teníamos muchas ganas de reencontrarnos con ese flamenco nuestro, saber qué es el flamenco para nosotras ahora mismo, qué es el flamenco para el resto del mundo. O sea, analizar el mundo flamenco desde todas las visiones. Digo que es un paso más porque creo que hemos rebuscado mucho en un sonido mucho más contundente. Es difícil encorsetarse para un grupo como nosotras en un estilo como el flamenco, y lo hemos intentado bastante y ahí creo que está el paso más. Pero bueno, por supuesto, siempre intentando innovar. Con la música, porque yo creo que eso no está reñido con la tradición, e intentando también darles una vuelta a las letras del flamenco, que en el pasado, como bien sabemos, eran un poquito, cómo diría, recalcitrantes, conservadoras y machistas. Y nuestro disco está lleno de mensajes de otro tipo, un poco más modernos, claro.
P.- Bueno: «Celos, no quiero tener celos, yo a ti te quiero libre, gitana, y que vuelvas con el viento…». Eso es lo buscado, ¿no?
ALICIA GRILLO.- Claro, porque cuando buscas eso en todas las letras, en toda la simbología que tiene el flamenco, te das cuenta de que lo bonito es reescribir el cuento y decir: qué bonito sería escuchar una canción que dijera «Pero es que te quiero libre, quiero que vueles, quiero que tengas alas y, si quieres, que vuelvas con el viento», que siempre hemos escuchado historias mucho menos abiertas.
P.- Yo te he escuchado decir, Marta, o te he leído en alguna entrevista, que incluso al principio te daba cosa dedicarte abiertamente al flamenco por ser mujer. ¿Esto por qué era? ¿Porque realmente veías actitudes fuera que te desilusionaban para meterte por ese camino o por inseguridad propia?
M.R.- Creo que es una mezcla de todo eso, que está muy bien dicho. Por un lado, es verdad que cuando eres una mujer, dedicarte a un instrumento como la guitarra flamenca o la percusión flamenca, instrumentos que hasta día de hoy han sido tan de hombres, es ya extraño, es como un reto. Estás muy sola, porque no tienes compañeras, tus referentes son hombres, te miran como diciendo «a ver qué va a hacer esta tía, ¿por qué está aquí?». Esto era un mensaje que obviamente me llegaba. Y también creo que la inseguridad propia en los músicos siempre está ahí. Siempre tienes tus propios miedos, que a lo mejor luego con los años vas superando, y por eso yo creo que he tardado tanto en poder decir: «Voy a hacer un disco de flamenco» o que yo lo voy a llamar flamenco, que ni siquiera me importa tanto al final quién lo va a definir. Creo que con los años he aprendido a definirme a mí misma, a definir mi música, y me siento súper flamenca. Siempre me he sentido, pero a estas alturas creo que no tengo que pedirle perdón ni permiso a nadie.
«Como guitarrista mujer estás muy sola, porque tus referentes son hombres, y te miran como diciendo: «A ver qué va a hacer esta tía»»
P.- ¿Tú sientes lo mismo, Alicia?
A.G.- Claro, claro. Es que referentes femeninos nunca hemos tenido. Y el flamenco creo que es tradicionalmente un mundo un poco hermético, al que se le tiene muchísimo respeto –que nosotras le tenemos mucho respeto–, pero quizá es muy difícil acceder a ese engranaje que hay montado. Por eso nosotras siempre lo hemos vivido un poco desde el límite. Hemos estudiado en el conservatorio, hemos escuchado muchas músicas, hemos tocado con muchos músicos y nos hemos acercado al flamenco desde otro lado. Por eso Flamencas también es nuestra visión del flamenco. Nuestro sello es otra historia totalmente distinta, que no ha nacido desde esa ortodoxia.
P.- Del corazón duro del flamenco. Aquí estuvo María Terremoto y hablamos del tema. Cuando dentro de un ambiente así se quiere innovar, a lo mejor…
A.G.- Es que es complicado.
M.R.- Claro, para ella debe de ser como lo contrario que para nosotras. María viene de una familia con una solera increíble…
P.- La aristocracia flamenca.
M.R.- Y ahora ella quiere ir a abrir otros campos. Quizá su reto es otro. Pero yo creo que formamos parte de una generación donde queremos que el flamenco siga adelante. No dedicarte a otra música para triunfar, sino, desde el flamenco, hacer que se acerquen otros públicos.
P.- ¿Al flamenco le cabe todo? ¿Tiene algún límite?
M.R.- Yo creo que sí tiene límites el flamenco.
P.- ¿Cuál es el límite?
M.R.- Pues mira, creo que hay un buen hacer que quizá en otras músicas no es tan necesario. Se tiene que conocer el lenguaje, se tiene que saber lo que se está haciendo. Es decir, se nota mucho cuando alguien intenta hacer un flamenco sin conocer los cantes, la historia, los palos. En nuestro caso, es verdad que ni siquiera lo que estamos haciendo es un flamenco tradicional, pero hay que tener ese respeto, porque es que no se da el pego como con otras músicas. Y yo creo que eso se ve mucho, por eso nosotras nos esforzamos tanto en decir: “Bueno, vamos a hacer esto, vamos a hacer estos tres o cuatro cantes, pero que esté muy bien”. Luego ya hacemos canciones y lo que tú quieras, pero para mí está el límite un poco ahí, en ese respeto que hablaba Ali de intentar hacerlo bien. Estudiar.

P.- Cuando estuvo Diego Guerrero, que también es un músico de conservatorio y también es flamenco, él renegaba de la educación formal, vehementemente, diciendo que era un sistema muy endogámico, que no servía en realidad, que no te enseñaban a ser creativo. Vosotras estudiasteis en la Escuela de Música de Cataluña, de la que ha salido Rosalía y ahora es como un faro. ¿Estáis de acuerdo con esto?
A.G.- Mira, este siempre es un tema muy complejo de abordar, porque se puede hacer mucho de abogado del diablo en ambas partes. A mí me da mucha pena que el flamenco no esté más instaurado, por ejemplo, en los conservatorios aquí, que ahora se empieza a estudiar. Pero es que si España no es el sitio y si nosotros mismos no instauramos esas enseñanzas, ¿dónde, entonces? Pero es verdad que el flamenco y las tablas y ese lenguaje no se estudia solo en el conservatorio, se estudia en la calle, se estudia con la gente. Es una manera muy distinta cómo se estudia el flamenco de cómo se estudia la música clásica. Son dos mundos que están completamente alejados y que ahora se empiezan a acercar. Es verdad que en la formación clásica faltan muchísimas cosas, y es verdad que el conservatorio como única herramienta es muy pobre; te aporta cosas que están muy bien, pero te hacen falta otras. Y el músico que solo se ha formado en la calle, cuando después se relaciona con otros músicos que sí tienen ese lenguaje y esa formación, también puede tener carencias. Es muy complicado aunar esos dos mundos, pero en esa unión salen músicos súper competentes y súper interesantes en realidad.
P.- Con Libre ganasteis un Latin Grammy. ¿Sirven para algo esos premios?
M.R.- A nosotras nos sirvió primero para darnos una alegría enorme y una sensación de reconocimiento. Llevábamos muchos años de carrera y de pronto fue como «guau, este proyecto merece la pena todavía, a día de hoy, a pesar de los malos momentos». Fue una ducha de mucha tranquilidad para nosotras. A nivel carrera, un poquito; quizás no tanto aquí en España, pero sí que se nos han abierto muchas puertas en Norteamérica. En Latinoamérica hemos hecho no sé si dos o tres giras por Estados Unidos y Canadá desde que ganamos el Grammy. Hemos estado en todos los estados y con muchas puertas también ahí que se nos están abriendo en Latinoamérica. Yo creo que esto es gracias a esa seguridad que puede dar esa carta de presentación. La gente te conoce más. Así que para eso. No sé si para mucho más, porque al final, nuestro secreto es seguir adelante y seguir luchando e intentando hacer buenas canciones.
P.- ¿Me equivoco si digo que en cualquier caso vuestro grupo siempre estuvo bien acogido? Creo que cayó con muy buen pie y siempre se ha mantenido de una manera constante, con un público fiel.
M.R.- Hemos tenido nuestros malos momentos. Es porque es verdad que empezamos de maravilla. Los primeros años fueron estupendos.
«El flamenco exige conocimiento, no se da el pego como con otras músicas»
P.- Con Reinas del matute, ese disco que produjo Raúl Refree.
M.R.- Sí. Fueron muchos años de pasarlo muy bien, hacer muchas cosas y hasta el día de hoy prácticamente todo ha sido así. Pero ha habido momentos donde quizás nos hemos equivocado un poco. En, no sé, intentar ir a otros estilos, intentar llevar a Las Migas a un camino que no era el que nosotras queríamos, sino por donde nos iba llevando el mundo de la industria, y yo creo que el momento bueno fue realmente cuando nos dimos cuenta de que somos nosotras las que nos tenemos que gustar a nosotras mismas, tenemos que dirigir nuestra música, nuestras carreras, y por supuesto que nos acompañen, pero no fiarnos tanto de «es que hay que hacer esto».
P.- Las tendencias. ¿Eso pesa?
M.R.- Yo creo que es que nosotras no tenemos nada que ver con eso. A día de hoy estamos muy tranquilas, porque sabemos que tenemos mucho público, pero sobre todo nos tenemos a nosotras mismas, y si un día hay menos gente no importa, porque siempre hay algo después mejor.
P.- ¿Qué recibís del público cuando estáis sobre el escenario?
A.G.- Esa es la máxima energía que podemos recibir. El público realmente te lo da todo. Hay veces que estamos absolutamente destrozadas porque hacemos giras muy grandes y recorremos unas distancias enormes, pero eso lo recompensa todo. Tenemos un público… Muchas mujeres vienen a vernos con una sonrisa así, que no les cabe en la cara, súper felices, que nos cuentan sus historias, y eso realmente te llena. Ya te da igual todo el cansancio y todo. El público es lo mejor que tenemos, la acogida que siempre tenemos, hagamos lo que hagamos. Ahora, con el disco nuevo, por ejemplo, que hemos cambiado un poco la estética, te das cuenta de que la gente lo recibe con un cariño… Eso para mí es la máxima recompensa siempre.
P.- Mantener durante más de 20 años un grupo que ha ido cambiando su formación y sobre todo las vocalistas, que no eran cualquiera, que empieza con Sílvia Pérez Cruz, sigue con Alba Carmona… Voces que pesan. ¿Cuál ha sido el secreto de mantener eso unido? Y con la misma identidad, quizá lo interesante.
M.R.- Hombre, el primer cambio fue un poquito dramático, porque Sílvia era mucha Sílvia, y lo sigue siendo, de hecho. Y claro, todas nos asustamos mucho y no sabíamos ni siquiera si podíamos seguir adelante o no. Pero yo creo que una vez superado este momento, que fue difícil, nos dimos cuenta de que Las Migas era algo más que la típica banda donde la cara visible es la voz. Y supimos aprovecharlo muy bien. De manera que siempre somos cuatro mujeres delante, liderando las cuatro. Creo que también el tipo de cantante que buscamos ya viene preparada para eso porque le gusta eso. No es algo que se tiene que forzar. Paula está encantada, lleva con nosotras un año y está feliz de formar parte de esta familia. Yo creo que el secreto es que cuando alguien está cansada de pertenecer a un colectivo tan marcado como este, pues mira, está bien seguir la carrera en solitario o con otras formaciones. Nosotras tenemos esa puerta siempre abierta a gente que entra y sale, para seguir, siempre teniendo una frescura y unas ganas. Porque yo veo otras bandas que triunfan muchísimo, pero que se les ve quemados y dices: «qué mal tener que trabajar así, qué desagradable». En nuestro caso no: estamos muy contentas porque estamos las que queremos.

P.- ¿Y todas aportan a la composición? ¿Cómo os inspiráis, dónde os encuentran las musas? ¿Cómo es el proceso?
M.R.- Bueno, a la composición no aportan tanto, no son tan compositoras, pero yo no sé si que soy yo, que no las dejo. A nivel compositivo sobre todo estoy trabajando yo y Oriol Riart, que forma parte también de Las Migas aunque nunca lo ponemos aquí en la cámaras, que además es mi pareja, y juntos hacemos el trabajo de composición, de producción, más creativo, pero obviamente ellas ponen su sello. Cada una de ellas, en su instrumento, en sus voces, en sus coros, nos ayudan a que el resultado sea tan auténtico, y yo siento que es un trabajo de todos.
P.- Y para ti Alicia, formar parte así de un grupo, caer en ese grupo ya formado, ¿cómo ha sido tu experiencia?
A.G.- Esto es un regalo máximo. Porque además yo las conocía a ellas, obviamente, antes de estar en el grupo y antes de imaginarme que yo podría formar parte de esa banda. Y yo recuerdo ese disco de Reinas del matute como un descubrimiento, y decir: «guau, qué cuarteto tan chulo, qué música tan original, qué arreglos, qué guitarra, ¡qué voz!». Y a mí eso se me quedó ahí guardado en el corazón. Y después, por cosas de la vida, nos encontramos en la misma Escuela Superior de Música de Cataluña, la Esmuc, y de pronto, coincidió que empecé a formar parte de la banda, y eso es un regalo. A día de hoy, el disco de Flamencas me resulta un regalo. Cada vez que ella viene con una composición, es que yo alucino, yo flipo. ¿Cómo se puede componer así de bonito? Y claro que aportas, porque haces tu parte y haces por que eso sea el bombón que hacemos entre todas. Me parece un absoluto regalo.
«Cuando se fue Sílvia Pérez Cruz nos asustamos mucho, no sabíamos ni siquiera si podíamos seguir adelante»
P.- Me parece interesante que hablemos de Barcelona como referente del flamenco, que a veces se olvida. Ha sido así en los últimos años y ya se lleva fraguando un tiempo. Vosotras no sois de Barcelona. ¿Cómo vivís esto?
M.R.- No somos de Barcelona, pero nos hemos formado allí y hemos hecho nuestra carrera desde Barcelona. Es verdad que el flamenco es muy importante en Cataluña. Quizá la gente tiene menos prejuicios de dedicarse a esto. En Andalucía, como que hay más peso, en todo, «uf, el flamenco». En Cataluña yo creo que el que tiene ganas de cantar, canta, el que tiene ganas de tocar, toca, y hay un ambiente muy sano en el mundo del flamenco. Todos somos muy compañeros y compañeras, todos colaboramos con todos. Hay gente más tradicional, hay gente más moderna, pero es como una pequeña familia. Pero hay gente muy potente que está saliendo. Bueno, Rosalía, la consideremos flamenca o no, creo que ahí está ese gran referente mundial. Y muchísima gente: está José Manuel Álvarez, por ejemplo, que es un bailaor internacional y es de Barcelona, Miguel Poveda, Mayte Martín, Duquende… Pero también hay una nueva generación ahora, y de hecho mucha gente va a Cataluña a estudiar.
P.- Eso es lo interesante.
M.R.- Claro, porque es que allí está el flamenco en el Taller de Musics, en el Liceo y en la Esmuc.
P.- Lo que hablabas, Alicia, de incorporar el flamenco a la academia.
A.G.- También, confluyen tantos músicos tan diferentes, que al final incluso la gente que estudia flamenco ya se mezcla con muchos tipos de música. Eso es lo guay que tienen esas enseñanzas de ahora, que a lo mejor tú haces un combo de latin o de latin jazz o de música brasileña y al final es un hervidero de música muy potente.
P.- Cuando pienso en Rosalía, esto lo he hablado con muchos invitados que han venido que se dedican a la fusión, digo: bueno, es que ella es la heredera de otras muchas, como vosotras, Carmen París o muchas otras, que se han dedicado a la fusión y que a lo mejor años atrás eran vistas con cara extraña. No sé si vosotras tenéis esa sensación. ¿Os lleváis con ella o no?
M.R.- Yo creo que es que nosotras siempre hemos pasado tanto de todo desde el principio, que no nos ha importado mucho que no podíamos hacer otra cosa que fuera fusión, porque ni éramos capaces de hacer un flamenco tradicional, porque no teníamos ni idea realmente –vamos, estábamos aprendiendo–, ni veníamos de ese tipo de familias. Ya empezamos con unas carencias que fueron lo bonito. La diferencia que teníamos Las Migas, y hacíamos con poco lo que podíamos, creo que creó una especie de estilo. Bueno, yo no voy a decir cuánta gente está imitando a día de hoy a Sílvia Pérez Cruz, tantas voces que no sabes ni si es ella o es otra. Y eso ha sido una escuela que empezó en esos años. Es muy bonito porque ha creado una especie de libertad. Sí, algunas cosas son de flamenco, pero también hago otras cosas, esto me sale, esto no, pero lo hago así y está muy guay. Nosotras a Rosalía la admiramos mucho. Nos hemos conocido en el pasado, cuando ella todavía no era conocida, y yo me alegro un montón de que le vaya tan bien y, sobre todo, que sea tan representante de todo este mundo. Al flamenco, o a la música española, o como quieras llamarlo, le ha venido muy bien esa figura de modernez por fin. Que no todo es tan rancio.

P.- Y mujer.
M.R.- Mujer y empresaria y líder. Son muchas cosas.
A.G.- Yo creo que gracias a ella mucha gente se ha atrevido detrás. Estas propuestas que hay ahora, que son también muy novedosas. Si ella no hubiera abierto ese camino, sin prejuicios, porque ella no tiene prejuicios, ella ha hecho lo que le ha dado la real gana… Ya las que van detrás dicen «Ay, pues a mí me apetece esto». Quizás si no le hubieran abierto esa puerta todavía estaríamos ahí: «ay, esto sí, esto no». P’alante.
P.- ¿Cómo surgió el grupo? Erais compañeras, la primera formación…
M.R.- Nació así, un poquito sin más. Estábamos estudiando. La guitarrista que empezó con nosotras, Isabelle [Laudenbach], y yo estudiábamos guitarra, que ya era raro: éramos dos y ya éramos muchas. Con Sílvia coincidimos también en esos años. Cuando la conocí, pensé: «Guau, vaya crack». Era como «vamos a quedar con ella», a ver si formamos un conjunto. Buscamos el nombre, y todo era como muy guay.
P.- ¿Y de dónde viene el nombre?
M.R.- No sé, yo no me acuerdo ni quién se lo inventó. Viene de las migas del pan, de la comida, del plato. Las Migas pueden tener muchos ingredientes. Y así, sin más, empezamos a andar. Estuvimos muchos años sin grabar ningún disco, porque nos daba igual también, y hubo un momento en que dijimos: «Venga, vamos a grabar», y como que aquello tomó un poco más de importancia. Pero surgió así: vamos a cantar flamenco juntas.
P.- Creo que eres la segunda persona en Bambalina música profesional que ha tocado en la calle, en tu caso en Ámsterdam.
M.R.- ¿Y quién fue la primera?
P.- Una saxofonista argentina, Flor Goldstein, que se dedica a eso.
M.R.- Yo empecé la calle, sí. Me fui de mi casa un verano con mi hermana de vacaciones, y como éramos súper rumberas y flamencas y de todo, pues nos fuimos por ahí y triunfamos. Pero vamos, que estuve años.
P.- ¿Y cómo era esa experiencia?
M.R.- Pues es de las mejores cosas que yo he hecho en mi vida. Porque claro, tú poder conquistar a ese público de la calle, que no te conoce de nada, te da unas tablas que es para toda tu vida. Y ahora, claro, yo estoy en los escenarios, pero sigo utilizando las mismas herramientas de «no te aburras conmigo». Y la verdad que fue una época muy bonita, aprendimos un montón y conocimos a un montón de gente. Viajamos mogollón también. Yo considero que eso es una profesión. Lo que pasa es que, bueno, yo también tenía otras necesidades, tenía muchas ganas de tocar en sitios, en teatros y seguir estudiando. Pero sí, de las mejores épocas de mi vida.
P.- Y tú das clases de guitarra, Alicia.
A.G.- Yo he dado clases muchos años. Lo que pasa es que, hace ahora un par de años, teníamos tanto volumen de trabajo, que no podía tener continuidad con los alumnos, me daba como pena, y ya dejé de dar clase. Pero siempre he enseñado.
P.- ¿Y cómo era la experiencia? Porque no es lo mismo saber que enseñar.
A.G.- Claro, totalmente, es que no tiene nada que ver. Siempre me ha gustado mucho como eso: transmitir. Lo que te contaba antes. Yo vengo de formación clásica, pero después he ido aprendiendo otras cosas, y creo que al final esa formación un poco alternativa, un poco personalizada, tampoco existe tanto. A mí me hacía muy feliz poder aportar eso a una persona. Aunque esté estudiando un año o dos, recibes muchas enseñanzas distintas, que igual en la enseñanza reglada no pasa tanto.
P.- ¿Y el futuro cómo lo veis? ¿Las Migas forever?
M.R.- El futuro de Las Migas yo lo veo muy forever. Creo que es un grupo que con cada disco, nos renovamos, y nos entran muchísimas ganas de hacer más y más y más. Y esto es imparable. Yo no tengo ganas de decir: «Voy a parar esto y voy a hacer ahora Marta Robles». Me da mucho palo. Estamos tan bien, y sobre todo con esta cosa de que quien no tenga ganas, no tiene que seguir…
P.- Puede volver con el viento…
M.R.- Puede ir y volver, total. Yo siempre les digo: dentro de unos años me ponéis ahí un sofá, en los conciertos, yo me siento y ya vosotras… No sé, pero yo veo un futuro muy bonito. Y es que además no nos paran de pasar cosas. Hay que aprovecharlas. Esta es una profesión muy difícil y estamos muy agradecidas de que después de 20 años todavía estemos ahí on fire.
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