Las mejores series de 2024
De ‘Los años nuevos’ a ‘Mi reno de peluche’, estas son las mejores series del año 2024
Llega la hora de rendir cuentas con el año 2024 y ¿qué mejor forma de hacerlo que echar un vistazo a cuáles han sido esas creaciones televisivas que nos han acompañado? Y no hablo de las series subyacentes de la siesta o aquellas destinadas a secar el cerebro a la postre de un duro día de trabajo. Hablamos de esas piruetas audiovisuales que nos dejan con los sesos rumiando una idea, una imagen, un sentimiento al que es difícil evitar volver. En este caso, 10 series que por su solvencia narrativa, su arriesgada apuesta, su originalidad o su brillante orfebrería de la cotidianidad merecen destacarse. Por supuesto, hay subjetividad en este listado (ninguno está libre de pecado). Pero, atendiendo a reverencias colectivas y sensibilidades individuales, aquí van la decena de series destacadas de este año a punto de expirar.
Feud: Capote vs. The Swans (Max)
Tom Hollander encarna a Truman Capote en este fabuloso (dicho con un gesto donde se juntan el pulgar y el meñique de la mano derecha) salseo social. Quien fuera un alcohólico, drogadicto y homosexual genio, sufre el desplante hostil de la jet set neoyorkina tras la publicación de un artículo en el que relata los líos de pantalones, excesos y presuntuosidades del aristocrático aquelarre millonario. Jon Robin Baitz y Ryan Murpkhy consiguen unos personajes absolutamente tridimensionales y bendecidos con un guion a la altura de los mejores relatos de su protagonista. El quinto capítulo tiene diálogos que son para enmarcar, y salvan el puntito telenovelesco del que la serie peca a ratos.
The Gentlemen: La serie (Netflix)
Aunque Guy Ritchie no esté totalmente a los mandos del timón, sin duda esta serie rezuma su estilo. Ironía hipertrófica, humorística negrura british, violencia, pijerío mamarracho e impecable estética (quién pudiera tener el armario de sus metrajes, ay, señor). Aparte de las escopetas y las pipas, estás son las armas que más se disparan en esta ficción marihuanera que sigue el legado de su precuela fílmica. Es divertida, elegante, con su puntito perverso y machacón, pero lo justo para mantenerte en vilo. El Ritchie que todos sus fans esperábamos, demostrando que si planta zurullos como El ministerio de la guerra sucia (2024) es porque le da la gana.
Los años nuevos (Movistar)
Rodrigo Sorogoyen, y las guionistas Paula Fabra y Sara Cano han dado a luz a una serie idónea para discutir con tu pareja si la ves en compañía. Es buena, claro. Por eso es peligrosa. Al tiempo que francamente elogiable. Visto lo fácil que es que las sensiblerías estomaguen, la serie consigue atinar en los clavos que más sobresalen en esa sobada década de los 30 a los 40. Y no resulta grimosa. Ni emponzoñada con grandiosas revelaciones. Es naturalismo de altura. Amor pocho, honesto y con la impasibilidad de la verdad. Duelo, desarraigo y ansiedad vital. Un One Day (2011) de Anne Hathaway y Jim Sturgess, receta Española de los nuevos años 20.
La casa del dragón, temporada 2 (Max)
Las chicas son guerreras y algunas tienen putos dragones. Esta segunda entrega de la precuela de Juego de Tronos está salpimentada por todos los comodines del almanaque de las superproducciones. Batallas épicas, diálogos de carne de gallina, fuego, sangre, sexo, ay… casi me gusta más cuando lo escribo que cuando lo veo. Sea como fuere, la historia palomitera por excelencia de este año solo defrauda en unos pocos puntos: las fumadas oníricas del mari-tío Targaryen o la pajillera obstinación de algunos príncipes por chulear. Pero nada. Todo se pasa. Y el último capítulo, en fin, es lo que todos deseábamos.
The Boys, temporada 4 (Prime Video)
Cuando uno tiene un flechazo, el amor dura por encima de las decepciones. Por eso The Boys iba a estar ahí, a pesar de los patinazos. Pero no, no hace falta confiar en el amor. En su penúltima temporada, la serie se mantiene corajuda, extrema, con más agallas que los novietes del personaje de El Profundo, y ese humor lacerante que tanto bien nos hace al digerirlo. El arco de los personajes se amplía y la crítica a la actualidad política de los ‘Estates’ está tan bien encorsetada en la historia, que casi parece una ficción. Pero, de entre los rayos X, los británicos sádicos y los mojigatos fans de Billy Joel, asoman verdades como puños. Todo un puntazo visceral.
Mi reno de peluche (Netflix)
La propuesta de Richard Gadd sonaba a auténtica embarrada victimista. Un payo blanco que, como se le escapa la fórmula para llamar la atención en un campo sembrado por floripondios identitarios y racializados, se inventa una paranoia con una majadera obesa que lo acosa. Pero no. En absoluto. Aunque el monólogo interior de Gadd sea, a ratos, un poco latoso, la historia consigue afectarte y hacerte partícipe de sus inquietudes. Así, el victimismo pasa a ser confesión y lo que, a priori, parece una excusa con la que redimirse, se transforma para Gadd en una declaración de vulnerabilidades, errores y triunfos inesperados en la que todos nos vemos, de una forma u otra, un pelín reflejados.
Ripley (Netflix)
Quien haya leído a Patricia Highsmith sabe que no es una autora especialmente sencilla de trasladar a la pantalla. Anthony Minghella lo intentó hace más de dos décadas con resultados más que potables, seguramente gracias a actuaciones tan brillantes como las de Jude Law (¡digno eres de gloria!). En esta nueva versión, más oscura, gramaticalmente sibarita en encuadres y texturas, Andrew Scott también consigue meterse bien en la piel del psicótico impostor. Aunque, lo siento mucho, como cura en Fleabag, como en ningún sitio, macho.
Celeste (Movistar)
Los chistes de Hacienda son tradición en toda comida familiar cuando uno de tus tíos es empresario. El fisco da más yuyu que el hombre del saco y, como un dios omnipotente, parece estar en todas partes. Por eso esta comedia con poco chiste y mucha miga, protagonizada por una espectacular Carmen Machi, es tan genial. Porque va de la batalla de una personaja huraña, apocada, más normal que el café con leche, llevando la justa repartición de la riqueza en ristre contra los jetas millonarios -que cada vez son más, y se lo merecen menos-. Sé que he hablado de La casa del dragón pero, vamos a ver, si atendemos a la realidad: ¿acaso hay algo más épico? Una veterana paladín tributaria contra una abusadora cantante, llamada Shak… digo, Celeste. Miel en los labios.
La diplomática, temporada 2 (Netflix)
Keri Russell vuelve a interpretar, con su extrañamente sensual cara de acelga, a la embajadora de Estados Unidos en el Reino Unido. Como ya hizo Madam Secretary o, a su manera en el arco de Paul Giamiatti; Billions, la nueva temporada de esta serie de enredos gubernamentales, complots sobre primeros ministros untados y tiranteces matrimoniales, revela los entresijos del poder más allá de apocalipsis terroristas, o malos malísimos que quieren desestabilizar el mundo. Y hay buenas dosis de intriga, salpicadas de cliffhangers («final en suspenso») de manual, idóneos para quedarse enganchado. ¿Quién hubiera dicho que la política internacional daría tanto morbo?
Arcane, temporada 2 (Netflix)
Creo que ya hemos superado lo de recordar que los dibujos animados, o animaciones, no tienen por qué ser para niños. Por si acaso, aquí va una advertencia: da igual que sean trazos de cómic (Bojack Horseman) o que la historia sea sobre fantasías futuristas sin pies ni cabeza (Rick y Morty), el valor de la madurez lo da, siempre y sin excepción, el guion y la dirección que haya detrás. En este caso, Arcane se ha vuelto a dejar querer con un formato muy original, incluso en la fórmula narrativa -no sólo visual-, y consigue hacer que se te ponga el corazón en un puño, las lagrimitas en los párpados y la cabeza dándole a la manivela con paradigmas filosóficos clásicos. ¿Monstruitos y jovencitas esquizoides y magia y acción pueril y una banda sonora muy pop? Por supuesto. ¿Todo salpicado de una calidad notable y sorprendente? Pues también.