Los 10 mejores espectáculos de 2025
Un año de creatividad, ambición y talento en los escenarios, donde clásicos y estrenos sorprendieron por igual

Collage de las obras destacadas. | TO
2025 ha sido un año en el que los escenarios han brillado con una vitalidad inusual: desde reinterpretaciones audaces de clásicos hasta estrenos que deslumbran por su ambición y originalidad. La temporada ha reunido dirección escénica de primer nivel, interpretaciones memorables y montajes que combinan riesgo y perfección técnica.
Algunos espectáculos nos hicieron reír y estremecernos al mismo tiempo, otros nos transportaron a mundos imaginarios o nos hicieron mirar de frente la historia y la memoria, demostrando que el teatro, la ópera y el musical siguen siendo lugares donde lo íntimo y lo colectivo se encuentran.
Esta subjetiva selección de diez obras recoge lo más destacado de un año que, lejos de conformarse, ha celebrado la diversidad, la innovación y el poder emocional del arte escénico.
Los cuernos de don Friolera, de Valle-Inclán. Dirección: Ainhoa Amestoy (Teatros del Canal)
Ainhoa Amestoy firmó un Friolera de una lucidez incómoda, que hizo evidente hasta qué punto el esperpento sigue siendo una herramienta feroz para leer el presente. Roberto Enríquez en el rol de Don Friolera y Don Estrafalario estuvo quebrado, ridículo y trágico a la vez, mientras Nacho Fresneda (Don Manolito y Pachequín) brilló en ese territorio ambiguo donde la risa se congela. Junto a ellos, un elenco coral —con Lidia Otón, Ester Bellver o Pablo Rivero Madriñán— sostuvo una maquinaria escénica precisa, que convirtió la violencia, el honor y el rumor en motores dramáticos de plena actualidad.

Historia de una escalera, de Antonio Buero Vallejo. Dirección: Helena Pimenta (Teatro Español)
Helena Pimenta abordó este clásico sin nostalgia ni subrayados, confiando en la potencia del texto y un trabajo actoral minucioso. La escalera volvió a ser ese espacio donde el tiempo se acumula y las ilusiones se repiten hasta el desgaste. La dirección supo escuchar los silencios y dejar que los personajes envejecieran ante nuestros ojos, haciendo visible cómo el fracaso no siempre llega como tragedia, sino como rutina. Una versión sobria y profundamente conmovedora.

Los yugoslavos, de Juan Mayorga (Teatro de La Abadía)
En Los yugoslavos, Juan Mayorga volvió a demostrar que su teatro se construye desde la palabra, pero también desde lo que no se dice. Javier Gutiérrez y Luis Bermejo sostuvieron con enorme precisión un duelo interpretativo basado en la escucha, mientras Natalia Hernández y Alba Planas aportaron capas generacionales a una obra que reflexiona sobre la identidad, el lenguaje y la necesidad —a veces desesperada— de pertenecer. Una pieza que crece en la cabeza del espectador incluso después de terminar.

Memorias de Adriano, de Marguerite Yourcenar. Dirección: Beatriz Jaén (Festival de Mérida / Teatro Marquina)
Lluís Homar encarnó a Adriano con una autoridad serena y profundamente humana, alejándose del emperador monumental para acercarse al hombre que recuerda. La dirección de Beatriz Jaén apostó por la contención y la claridad, dejando que la palabra y el cuerpo sostuvieran el peso filosófico del texto. El paso por Mérida y su posterior traslado al Marquina demostraron la solidez de un montaje que supo adaptarse a espacios muy distintos sin perder intensidad ni profundidad.

Los nuestros, de Lucía Carballal (Teatro Valle-Inclán)
Lucía Carballal construyó en Los nuestros una obra íntima y afilada sobre la familia como herencia emocional e ideológica. A partir de un rito de duelo, el texto explora los silencios, las lealtades y las fisuras de un grupo atravesado por la tradición y el deseo de ruptura. El elenco —con Miki Esparbé y Mona Martínez al frente— sostuvo con precisión una dramaturgia que convierte lo privado en político y confirma la madurez de una autora capaz de mirar de frente las contradicciones de su generación.

Mitridate, re di Ponto, de Wolfgang Amadeus Mozart (Teatro Real)
En una temporada operística que ofreció pocas producciones capaces de quedarse en la memoria, Mitridate, re di Ponto se alzó como una de las sorpresas más estimulantes de 2025. Esta ópera juvenil de Mozart (solo tenía 14 años) deslumbró en el Teatro Real gracias a la dirección escénica de Claus Guth y musical de Ivor Bolton, que supieron equilibrar virtuosismo y tensión dramática. El reparto, con Juan Francisco Gatell, Sara Blanch, Franco Fagioli y Tim Mead, destacó en las arias más exigentes y difíciles, logrando que la frescura y la intensidad de la obra adolescente de Mozart conquistaran al público.

Rusalka, de Antonín Dvořák (Gran Teatre del Liceu)
La producción de Rusalka en el Liceu se convirtió en uno de los momentos más intensamente poéticos del año operístico. Asmik Grigorian, con una voz capaz de matices líricos sobrecogedores, dio vida a la ondina con una humanidad conmovedora; Piotr Beczała —como el Príncipe— y Karita Mattila —en el rol de la Princesa extranjera— aportaron contrastes dramáticos que intensificaron la tragedia. Bajo la dirección musical de Josep Pons y la visión escénica de Christof Loy, la ópera exploró el desencuentro entre deseo y pertenencia con una sensibilidad poco frecuente.

Faust, de Charles Gounod (Les Arts)
La apertura de temporada en Les Arts fue un Faust espectacular y lleno de fuerza dramática. La dirección escénica de Johannes Erath y la musical de Lorenzo Viotti lograron equilibrar la espectacularidad visual con la intensidad de la música. Iván Ayón‑Rivas brilló como Faust, Ruth Iniesta dio vida a una Marguerite emotiva y expresiva, y Alex Esposito compuso un Méphistophélès imponente. El resto del reparto —Florian Sempey, Ekaterine Buachidze y Gemma Coma‑Alabert— completó un elenco sólido que convirtió la función en un inicio de temporada intenso, visualmente deslumbrante y musicalmente impecable.

Wicked, el musical protagonista del año (Nuevo Teatro Alcalá)
Convertido en uno de los grandes fenómenos de público de 2025, Wicked reafirmó su capacidad para conjugar entretenimiento y discurso. Wicked llegó a Madrid en 2025 con dirección escénica de David Serrano y musical de Joan Miquel Pérez, con Cristina Picos como Elphaba y Cristina Llorente como Glinda. Basado en la novela de Gregory Maguire y con música de Stephen Schwartz, el musical ha triunfado internacionalmente, con producciones en Broadway, adaptaciones internacionales y presencia en películas y grabaciones (la versión de la gran pantalla se llevó dos Oscar, de diez nominaciones recibidas, en la 97ª edición de los Premios de la Academia). Su combinación de espectáculo, virtuosismo vocal y una historia sobre amistad, identidad y empoderamiento convirtió su estreno en Madrid en uno de los grandes hitos del año.

La tercera fuga, escrita y dirigida por Victoria Szpunberg (Teatro Nacional de Cataluña)
Victoria Szpunberg presentó una obra ambiciosa y emotiva sobre memoria, identidad y exilio, con Clara Segura al frente y un elenco que incluye a Carles Pedragosa, Sasha Agranov, Emma Arquillué, entre otros. Con texto, música en vivo y una escenografía rica en detalles, el montaje combina intensidad emocional y reflexión histórica, confirmando a Szpunberg como una de las voces más potentes y valientes del teatro contemporáneo. De esta manera, Szpunberg marcó un hito histórico en el TNC: La tercera fuga la convirtió en la primera mujer que escribe y dirige su propio texto en la Sala Gran del Teatre Nacional de Catalunya.

