La venganza de Joao Félix pone al Atleti frente al espejo
En el mundo del fútbol extramotivar al rival siempre es una mala idea, como bien deberían saber los colchoneros
La corresponsalía que ejerzo para Hispanoamérica cubriendo La Liga española me llevó este domingo a Montjuic con un doble objetivo: comprobar con mis propios ojos si el Atlético de Madrid del Cholo Simeone era capaz de pegar un puñetazo en la mesa en la lucha por el campeonato. También quería constatar que Joao Félix es tan bueno y talentoso con un cuero en los pies como temerario e irreflexivo sin el mismo en su poder.
Sin ánimo de caer en spoilers avanzaré que esta peli ya la había visto y que, como aún le queda la secuela, es susceptible de empeorar. Paso por tanto a relatarles la historia de una revancha que no tiene pinta de acabar con un final políticamente correcto.
Una mala idea
En el mundo del fútbol extramotivar al rival siempre es una mala idea. Así que el principal error colchonero fue ‘calentar’ a Joao durante toda la semana. Esto empecé a pensarlo el jueves cuando me acerqué hasta la Ciudad deportiva rojiblanca en Majadahonda y, en lo que esperaba a la entrevista concertada con Rodrigo de Paul, observé en primera fila como la compañera de Movistar (y amiga mía) Susana Guasch entrevistaba a Antoine Griezmann. El francés, cuestionado por la actitud de Felix, soltó la bomba: «Con Simeone hay que ser constante e igual llegó un momento donde Joao se cansó».
Estas afirmaciones sentaron a cuerno quemado al luso que un día después respondía desde Barcelona al su, todavía, compañero (recordemos que Joao Felix esta cedido en el Barça): «No estoy de acuerdo. Griezmann tiene su opinión pero esto no fue culpa de uno, sino de varios».
Más allá de las palabras, la verdadera contestación de Joao Felix se produjo sobre el césped del Estadio Olímpico en forma de gol y de celebración.
¿Espontánea celebración?
Dice Joao que su celebración fue «espontánea». Y digo yo que me perdone, pero que no se lo cree ni él. Felix, tirando de hemeroteca, nunca se ha mordido la lengua. Si le cambiaba el míster pegaba una patada al banquillo y si le dejaba fuera de una pachanga en el entreno tiraba el peto al suelo con desdén. Así que lo lógico era pensar que si anotaba contra sus ex lo celebraría a lo grande aunque algunos lo dudaran.
Todo sucedió en el minuto 28 de encuentro. Joao supera con una sutil vaselina a Jan Oblak y explota de felicidad dirigiéndose a la valla publicitaria de detrás de la portería. Entonces se sube a la misma y abre los brazos en v. Será casualidad, pero justo en ese fondo se encuentran los 250 aficionados atléticos que acudieron a Montjuic.
Tras ser felicitado por sus compañeros, mira ahora a la tribuna lateral y puño en alto vuelve a festejar el tanto. De camino a su campo, escucha improperios del sector colchonero, se gira y les lanza un discreto beso.
El Atleti y la frustración
Esta claro que Joao tiene derecho a disfrutar como le venga en gana. Tanto como los socios rojiblancos a recordárselo en el partido de vuelta o cuando regrese de su cesión en la ciudad condal. ¿Ha sido astuto el portugués a la hora de medir sus movimientos? Yo diría que no, pero lo cierto es que sería injusto no mostrar un mínimo de empatía con él porque recibió de lo lindo: Witsel, Gimenez, Azpilicueta, Llorente y Koke, que yo pudiera contabilizar, le dejaron su tarjeta de visita.
Algunas fruto de la «alta traición», otras, seguramente, a consecuencia de la frustración que produce desaprovechar una oportunidad como la que dejó escapar el Atlético de Madrid en Montjuic. Los colchoneros más optimistas soñaban con los tres puntos del domingo y los otros tres del partido aplazado con el Sevilla. Hoy, la dura realidad, encarnada en la vendetta de Joao, ha puesto al Atlético de Madrid frente al espejo.