La inmersión lingüística del Barça
«La derrota no merma la capacidad ni el valor de Flick, pero sí que baja de la nube a quienes se veían empuñando la espada de Sant Jordi sin dejar un enemigo vivo»
Paradoja en la sala de Prensa del Estadio Luis II de Mónaco, 24 horas antes de que perdiera el Barcelona. En la cabecera, junto a Hansi Flick, alemán angloparlante, un intérprete que, aunque entiende el español, tiene órdenes de traducir sólo catalán y francés y ruega que aquellos que no se manejan con estas lenguas recurran al inglés… Periodistas hispanoparlantes se abstienen de preguntar, por no hacer la ola a Shakespeare y la cama a Cervantes. Al entrenador le cuesta entender lo que sucede. Koundé, sin embargo, es más práctico, comprende el catalán y contesta en español. Al día siguiente, el Barça se queda con diez jugadores a los diez minutos, por expulsión de Eric García, y pierde 2-1. Hay quien considera inaceptable el desprecio al… castellano y se alegra del fracaso azulgrana, después del numerito de vísperas. La derrota no merma la capacidad ni el valor de Flick, un grandísimo entrenador, pero sí que baja de la nube a quienes se veían empuñando la espada de Sant Jordi sin dejar un enemigo vivo. Jugar más de ochenta minutos con uno menos es harto, complicado, aunque la España de Luis de la Fuente se impuso a Suiza en su feudo (1-4) tras la tarjeta roja (min. 20) a Le Normand.
Para todo hay respuestas y sobre todo hay opiniones. Javier Tebas tiene la suya del «affaire Negreira»; no cree que la recompensa de 7,5 millones de euros durante 17 años al vicepresidente del estamento arbitral se utilizara para comprar colegiados, pero prevé sanción, porque «estaba mal lo que hacían». Y aunque fue en mandato de Joan Laporta cuando se cuadruplicó la mordida, le tiene cariño: «Conozco a ‘Jan’ hace muchos años y es difícil llevarse mal con él. Es un tipo divertido en las cenas». En las cenas… Hablan el mismo idioma, sin necesidad de intermediarios, aunque uno es partidario de Abascal y otro de Puigdemont. Se entienden, al contrario de lo que sucede en el Parlamento. Si un diputado del PNV o uno de Bildu habla con otro de Junts («però separats») o de ERC utilizan el español para apañarse. No consta que recurran a un intérprete para comunicarse mientras toman el té en la cafetería del Congreso. En cambio, en el hemiciclo el traductor es figura indispensable porque en la cámara, donde el idioma vernáculo es universal, se ha impuesto la moda de traducir el catalán y el vasco, lenguas en las que se expresan algunos de sus exquisitos y caprichosos representantes. El gasto, superfluo e innecesario por demás, es lo de menos.
Camilo José Cela decía que «no es lo mismo estar dormido que estar durmiendo, porque no es lo mismo estar jodido que estar jodiendo». Elemental. Y otras cosas más enjundiosas, como las preguntas que planteaba en su discurso del 16 de octubre de 2001 en la inauguración del II Congreso Internacional de la Lengua Española en Valladolid: «¿Por qué algunos españoles, con excesiva frecuencia, se avergüenzan de hablar el español y de llamarlo por su nombre, prefiriendo decirle castellano, que no es sino el generoso español que se habla en Castilla? ¿Por qué se huye de los términos Hispanoamérica e hispanoamericano, que se fingen entender en muy desvirtuador sentido, y se llega a la equívoca y acientífica aberración de llamarles Latinoamérica y latinoamericano? ¿Por qué se olvida que en los Estados Unidos los hispanohablantes caribes, mexicanos y centroamericanos se llaman hispanos a sí mismos?».
También se lo preguntaría el ibérico José Mourinho, en su línea de cuestionar todo lo que no quiere entender: «¿Por qué? ¿Por qué? ¿Por qué?». FUNDÉU encuentra una explicación: para diferenciar el castellano del vasco, del catalán y del gallego. Admitido pulpo como animal de compañía, comulgar con la inmersión lingüística del Barça es un hecho paranormal, como tantos fenómenos de aquellos pagos. Mas ya se sabe, el que manda, manda, que en este caso es el mismo del trágala. Ese aprendiz de caudillo de quien se rumorea que ordenó exhumar los restos de Franco en el Valle de los Caídos, ahora en el cementerio de Mingorrubio, para asegurarse un lugar de privilegio en la posteridad (esto es, «fake», fango, mentira cochina, supongo). No obstante, sería más fácil que un camello entrase por el ojo de una aguja, o que los venezolanos por orden de Maduro celebren la Navidad en octubre, o que el Barcelona gane la Liga de Campeones con Flick. Hansi es muy bueno, la plantilla es joven, lastrada por las lesiones, y una derrota en Mónaco no le aparta del camino de la «Sexta», ni su lógica ambición descarta la «Primera» del Atleti, ese sueño húmedo de Simeone, ni la «Decimosexta» del Madrid, sin duda el más rodado de todos los contendientes en menesteres continentales.