Simeone mueve el culo
El Cholo se ha encomendado a la recomendación de Miriam Nogueras a Pedro Sánchez
Una cadena de buenos resultados amarra la euforia tanto como una racha de batacazos desata el pesimismo. La medida que en política oscila según la dirección del viento y las órdenes del «capo», en fútbol, donde la brisa se transforma en huracán en menos de tres derrotas, no hay medida porque la realidad no admite balanceos. El Manchester City no levanta cabeza desde que Rodri se lesionó y a Guardiola le zumba hasta Capello, sobrevenido prófugo del corporativismo; ahora que a Pep todo le sale cruz se atreve a llamarle «arrogante y presuntuoso». Como el inefable Fabio es muy aficionado a los toros, aprovecha la ventaja del burladero. Seis “Champions” no libran a Carlo Ancelotti de las críticas cuando el Madrid titubea; asume con deportividad la cantidad de palos que recibe. A Hansi Flick volvieron a pedirle el carné de entrenador con los primeros traspiés del Barça. Dudas cuestionables sobre quien se abrió paso entre tinieblas. A Simeone, el indiscutible promotor del «milagro rojiblanco», algunos le recomendamos hace tiempo un retiro temporal, un par de años sabáticos para reciclarse: sus dos últimas temporadas y albores de la presente han sido un suplicio también para quienes han hecho del sufrimiento virtud. En estas, el Cholo se ha encomendado a la recomendación de Miriam Nogueras a Pedro Sánchez, «mueve el culo». Ha evolucionado (el Cholo).
Como si el horror de aquel encuentro infame contra el Betis en el Benito Villamarín (1-0) hubiese sido punto de inflexión, desde entonces –27 de octubre, undécima jornada de Liga– el Atlético no pierde. Partido a partido cuenta sus actuaciones en Liga, Copa y Champions por victorias. Incluso por goleadas. Lo que antes era tan indigesto que no se lo comían ni las cabras, ahora es un regalo para la vista. Simeone ha movido el culo y futbolistas a los que vulgarizó han recuperado la ambición, el toque y el talento. Ha renunciado a la malhadada fórmula de los tres centrales y el equipo ha remontado, a tal altura que no cuesta verle en un futuro inmediato exhibiendo alguno de los cuatro títulos a los que opta: Liga, Liga de Campeones, Copa y Mundial de Clubes. En el Metropolitano se ha decretado el estado de euforia, la afición ha recuperado la fe porque el grupo da muestras de solvencia y vuela alto, hasta tal punto que, en el nombre del padre, incluye entre sus ídolos a Giuliano Simeone, acicate del compañero indolente; posiblemente el hijo, punto débil del entrenador.
Manida es esa coletilla balompédica del maestrillo y su librillo, aunque no siempre evidente. El Cholo, con fama de «amarrategui», ha virado hacia espacios más amplios y permite que el equipo se asome sin vértigo más allá del centro del campo. Juega al ataque, sí, el Atlético del Cholo juega al ataque, pelea hasta los minutos de tiempo añadido y no se conforma con el 1-0, tantas veces su patíbulo. Es posible que la confección de esta plantilla, provista de equipo A y equipo B sin que las diferencias sean ostensibles, le permita mayores alegrías ofensivas. Valora lo que tiene y sabe cómo utilizarlo. Lo extraño es que hace dos meses ignorara las bondades del plantel al suspender en atrevimiento. Cada entrenador sabe, o debe saber, lo que tiene entre sus manos y así lo administra. A Hansi Flick no le incomoda alinear un «once» de canteranos, aunque la inexperiencia de la juventud le conduzca al abismo, y Carlo Ancelotti es remiso a la utilización indiscriminada de los jóvenes. Prefiere cargar la responsabilidad del central interino en Tchouaméni que en el descaro del especialista Asencio. No recurre a Endrick porque su forma explosiva de interpretar el fútbol acelera sus pasos y sus decisiones en momentos en los que hay que parar, templar y mandar. «Con una plantilla de catorce o quince es complicado rotar», se justifica Carletto sin entrar en el argumento principal: 27 lesiones en 23 partidos.
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Cada quien es dueño de sus actos, de sus conocimientos y de su pellejo, lo demás, como dice Ancelotti, es “bla, bla, bla”, ese escenario donde los políticos se pierden en lucubraciones, justificaciones peregrinas y tiros imaginarios en el cogote. El fútbol permite la creatividad del espíritu libre, de ahí un dibujo animado como Romario: enjaular el talento es contraproducente. Otra cosa es la materia prima y la capacidad de mejorar. Ancelotti vio las posibilidades de Vinicius, descubrió en él un goleador capaz de culminar una temporada con más de 20 dianas y le mostró el camino: “Te acercas al área y después de uno o dos toques disparas”. O sea, no te enrolles y deja de chupar y de intentar meterte con el balón en la portería. Vini golea. En fútbol se trata de aprovechar las virtudes del sujeto, de pulirlas, al contrario que en política, donde lo que prevalece es la inmunidad de rebaño: manda el mastín (líder también del partido) y las ovejitas obedecen, aunque sepan que si cruzan del medio campo se despeñan por el precipicio.
No, el fútbol no es una Demostración Sindical por más del centenar de resurrecciones de Franco que nos anuncia el “número 1” para 2025 (una rencarnación teatral cada cuatro días); el fútbol respira por sí mismo y sus latidos dependen de las ideas de cada entrenador y de la inspiración de los futbolistas, sin barreras. Podría decirse que es una democracia plena si no fuera por los contaminados hábitos electorales de su Federación puntera, donde mandan los de siempre. ¿Y eso es bueno o malo? Es lo que hay, en Las Rozas y en la Carrera de San Jerónimo.