The Objective
La otra cara del dinero

La cerveza como último bastión del fútbol no petrolífero

El patrocinio de Budweiser en el Mundial de Clubes y el regreso de Carlsberg a las competiciones europeas marca diferencias con el Mundial de Catar

La cerveza como último bastión del fútbol no petrolífero

Los futbolistas del Real Madrid celebran un gol en el Mundial de Clubes. | Reuters

Estamos en el año 2025 después de Jesucristo. Todo el deporte profesional está ocupado por los petrodólares… ¿Todo? ¡No! Una aldea poblada por irreductibles futboleros resiste, todavía y como siempre, al invasor. Goscinny y Uderzo, y todos los fanáticos de Astérix me perdonen, pero un detalle del Mundial de Clubes de la FIFA me ha transportado a las páginas ya un poco sepias (en mis copias, matizo, se siguen vendiendo bien) de aquellos cómics. Tiene que ver con cierta poción mágica que proporciona al fútbol un toque definitivamente ganador en ciertas batallas culturales.

¡Tutatis me libré de comparar a los mandatarios de la FIFA con el normalmente probo, si bien un tanto jactancioso, Abraracúrcix! El buen jefe galo no destinaría a una competición deportiva los mil millones de dólares (unos 860 millones de euros) que se distribuirán los 32 equipos participantes del otrora denominado Mundialito. Pero la eliminación del Al Hilal a manos del Fluminense confirmó unas semifinales copadas por equipos del fútbol de siempre: los petrodólares han quedado fuera, y uno de los anuncios recurrentes en la retransmisión de la competición me despertó esa (un tanto ridícula, pero qué se le va a hacer) manía con los paralelismos

El anterior gran torneo mundial de fútbol fue una demostración de fuerza del nuevo Gran Imperio del Petrodólar. Los países del golfo pérsico llevaban tiempo fichando a jugadores de cada vez mayor nivel y menor edad, y el Mundial de Catar debía confirmar su poderío tanto en lo organizativo como en lo deportivo. En esto último pincharon claramente, con el pufo tremebundo de la selección local como estandarte. Tras las polémicas previas por la peculiar forma de interpretar los derechos humanos en Catar y alrededores, la organización fue correcta, pero tuvo un punto de fricción más que curioso.

En principio, el Gobierno catarí aceptó a regañadientes el patrocinio de Budweiser, pero limitó su exposición en el país y, sobre todo, prohibió la bebida de alcohol durante el Mundial. Incluida la cerveza. El mundo futbolero se echó las manos a la cabeza: ¡Un Mundial sin cerveza! Finalmente, se llegó a un acuerdo de mínimos: se serviría alcohol, pero solo en áreas seleccionadas de los estadios. Por aquí explicamos los detalles de las negociaciones y el escándalo posterior en Gran Bretaña sobre los precios de las pintas. La exposición de Budweiser en Catar fue, obviamente, mínima. El ambiente en los estadios, regular tirando a lamentable.

El siguiente Mundial, del que la actual competición de clubes es un lucrativo aperitivo, se disputará en EEUU. Cierto que el fútbol no termina de arrancar en el país, pero ya Astérix y Obélix explicaron en una de sus aventuras lo complicado que resulta introducir allí costumbres foráneas. Afortunadamente, estadounidenses y europeos cuentan con una tradición común sobre el que construir: el amor a la cerveza

Aunque se admiten excepciones completamente tolerables y deben desincentivarse los excesos, el fútbol va unido a la cerveza, y los organizadores del Mundial de Clubes lo han rentabilizado sin los escrúpulos religiosos de los cataríes. AB InBev se alinea junto a la omnipresente Coca-Cola y a Bank of America en el trío estrella de patrocinadores. AB InBev, o Anheuser-Busch InBev, es una multinacional belga-brasileña, conocida por marcas internacionales como Budweiser, Corona y Stella Artois. Fiel a su alergia a la transparencia, la FIFA no ha dado datos de cuánto le pagan sus sponsors, pero sí que ha trascendido que DAZN le ha pagado alrededor de mil millones de dólares por los derechos de retransmisión. En esos términos nos estamos moviendo…

No es único movimiento cervecero que hace la FIFA últimamente. Sportbusiness anunció en abril el regreso de Carlsberg como patrocinador de las competiciones de selecciones nacionales de fútbol de la UEFA «tras no participar en los dos últimos ciclos del programa de patrocinio por motivos de control de costes». Cualquiera diría que, tras facturar los petrodólares cataríes, a los mercaderes del fútbol les vuelve a gustar la cerveza.  

Más allá del negocio, aquí late un asunto cultural de fondo. En la cultura cristiana el alcohol, consumido con moderación, no solo se tolera, sino que se bendice: el vino aparece en el central sacramento de la eucaristía. Es símbolo de celebración hasta el punto de que el mismo Jesús lo multiplicó para no aguar (literalmente) una boda no demasiado bien planificada en Caná. En el islam, todo tipo de alcohol está prohibido. Cierto que en algunas zonas y/o épocas su consumo se ha tolerado, pero desde luego no se ha promocionado ni ensalzado.  

Cierto que tanto en Europa como en América se controla la promoción del alcohol en los eventos deportivos. Queda claro que consumirlo en exceso resulta nocivo y especialmente incompatible con los valores de vida que se supone debe promocionar el deporte. Pero permitirse un par de cervezas viendo un partido se antoja más que sano psicológicamente. Necesitamos un respiro. En España, la Ley 1/2016 prohíbe «la publicidad de bebidas alcohólicas de más de 20 grados con ocasión o mediante el patrocinio de actividades deportivas y culturales». La cerveza normal española está en torno a los cinco grados.

El anuncio de Budweiser que aparece en los televisores españoles antes de los partidos del Mundial de Clubes solo muestra imágenes de fútbol intercaladas con una botella de cerveza. Solo al principio una voz en off con el típico tono de un narrador de partidos dice «Esto es lo que llevábamos tanto tiempo esperando. Bienvenidos al Mundial de Clubes». Y ya está. No hace falta explicar la relación entre fútbol y cerveza.

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