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Nadie quiere que en el Gran Premio de Madrid ocurra lo que en Miami: precios disparatados

Se teme que las tarifas alcancen cotas solo aptas para jeques, criptomillonarios o ejecutivos de grandes compañías

Nadie quiere que en el Gran Premio de Madrid ocurra lo que en Miami: precios disparatados

Imagen del GP de Miami. | Zuma Press

Es una experiencia única que los estadounidenses han abrazado como pocas. Esto no quita que en muchos casos tengan poco menos que acudir al mercado negro de venta de órganos para poder acceder a los alocados precios de la carrera en Miami que se pudieron ver el fin de semana pasado. El problema es que muchos temen que las tarifas del resplandeciente Gran Premio de Madrid de Fórmula 1 se contagien de unos precios solo para jeques, criptomillonarios, o ejecutivos de alto nivel de grandes compañías.

Un poké de atún por 160 euros, una bandeja de fruta variada —no muy grande— por 170, o un plato combinado de esos que ponen de entrantes en cadenas de hamburgueserías por 270. Si todo esto puede parecer caro, hay que entender que para acceder a la barra donde te los venden, hay que pagar antes 930 euros extra. Es lo que cuesta la entrada al Hard Rock Beach Club, una de las zonas de restauración anexas al circuito de Fórmula 1 donde se disputa el Gran Premio de Miami de Fórmula 1.

Más caro aún

Si todo esto puede parecer costoso, la realidad es que son de las opciones más asequibles. El acceso a la Casa Ferrari, un club VIP montado por la marca italiana es de 8.300 euros; eso sí, por los tres días que dura el evento, a razón de algo menos de 3.000 por jornada. El acceso al Paddock Club, el restaurante prémium que monta el organizador, se va a los diez mil dólares, 9.300 euros. La ventaja de aflojar ese taco de billetes es que en las instalaciones más rutilantes del evento todo está incluido. No te pondrán una pulsera como en los hoteles de costa que atienden a este patrón, sino que te darán un pase colgante con el que le dirás al mundo con tus selfies lo afortunado que eres.

Marisco, caviar, champán o vistosas copas de destilados aparecerán ante ti con un chasquido de dedos en esta zona. Por norma general, y así es el caso de Miami, el Paddock Club está —temporalmente— edificado sobre la azotea del edificio de boxes. Esto permite tener una vista privilegiada no solo ante la salida de la carrera, sino también sobre las operaciones en boxes. Max Verstappen, Fernando Alonso o Lando Norris se detendrán ante tus ojos, unos metros más abajo, al menos un par de veces durante la prueba.

Es bien conocido que los iPhone albergan deseos de volar en su interior. Para evitar que caigan objetos de manera accidental sobre los mecánicos y sean golpeados por un ingenio de Apple, hay una lámina de cristal. A modo de bandeja recogerá cualquier objeto con especia amistad con la persistente e inevitable ley de la gravedad. Todo está previsto.

Si el bolsillo no da para tanto, hay opciones intermedias entre los 580 euros de la entrada básica y el rutilante mirador de primera clase. En Miami comercializan dos opciones: el Club Casa Tua y el Club 72. El primero está entre la curva 1 y 2, y parece un salón de lujo con sillones, moqueta, y plantas de interior en una atmósfera que rememora al de un hotel londinense. El Club 72 está situado frente a la tribuna principal, y dispone de sillones acolchados como en los de un cine para ver lo que ocurra en la recta.

Pero que nadie se preocupe, que hay opciones más baratas para bolsillos menos pudientes, como el Campus Pass. Por 140 euros se puede entrar al entorno del circuito, esto es, a las zonas comerciales, de esparcimiento y de diversión; la pega es que el que abone esta entrada de consolación se volverá a casa sin ver ni un solo coche, ni en carreras, ni entrenamientos. Solo podrá hacerlo en las pantallas distribuidas por toda la orografía de una suerte de Disneylandia de la velocidad, donde lo de los coches es lo de menos. La clave es La Experiencia.

Y así es como lo entienden los americanos, en una tendencia que se está contagiando de manera horizontal a otros destinos, países y capas de la sociedad. El momento en que solo los aficionados y fanáticos del deporte iban a los circuitos parece cosa del pasado, y hoy es otra cosa lo que busca la gran masa del público que acude a las pistas. Los coches son las excusa, y es pasar un día único lo que se persigue.

Esta es la razón por la que la prueba deportiva se envuelve en bebida, comida, música, simuladores, paseos por la pista, encuentros con los pilotos, conciertos, etc. Es, a fin de cuentas, una vivencia de la que prácticamente nadie sale defraudado.

Más en el bolsillo listo para gastar

Visto desde el viejo continente, donde la tradición deportiva es larga y el gasto familiar en entretenimiento es más limitado, todo esto se comprende de otra manera. En Estados Unidos todo lo que necesita el ciudadano medio apenas tiene impuestos, o directamente no tiene. Comida, casa, coche, los muebles de su domicilio y lo que decidan las autoridades que es una necesidad, no está lastrado con tasas. Ahora bien, todo aquello que no se considere necesario, sí que los lleva, y de forma masiva.

De ello deriva que el gasto en diversión sea mucho más alto de forma aceptada por una sociedad que tiene asumido pagar por ello desde siempre. En la vieja Europa, y más en particular en España, esta ecuación sería malamente aplicable, pero muchos temen que en Madrid se apliquen estas mismas recetas a la hora de amortizar la locura de inversiones necesarias que requiere el evento.

La carrera madrileña estará promovida por entidades privadas —o semiprivadas— en las que el beneficio mediático no servirá para cubrir los gastos. Solo el dinero contante y sonante podrá dejar satisfechos a los inversores, y la vía única de acceso a la financiación será extraerlo del bolsillo de los asistentes. La táctica será similar a la de Miami, aunque no se podrán ver esas tablas de precios.

Bienvenido a Miami

Una noche en Miami, con una cena para dos, y un par de copas, se puede ir con facilidad a los 500 euros como te descuides, pero son precios que están lejos de los madrileños. El nivel de vida, de consumo y costes generales es otro. Es por ello que la organización deberá aplicar pautas más cercanas a la realidad de nuestro país en el plano del gasto.

Con toda seguridad los asistentes al Gran Premio de Madrid pagarán una entrada costosa, aunque menos que en Miami. Una vez dentro, como en los supermercados, ya encontrarán la forma de sacar dinero de sus bolsillos, ya sea en accesos especiales, merchandising, coleccionables o servicios de restauración. Las primeras pruebas serán con toda seguridad deficitarias, para ir adquiriendo tono según avancen las diez citas pactadas y se vayan amortizando los gastos organizativos iniciales reutilizados en carreras consecutivas.

A pesar de todo, y en vista de que el público que está llegando al deporte y a los eventos en general, la experiencia es única. Muy pocos ofrecen algo parecido, y casi todos los que salieron por la puerta del circuito de Miami, prometieron volver; muy pocos se quejaron. Lo que sí decían muchos es «cuesta un riñón, pero vale cada céntimo de los que he pagado». Solo ir a ver la instalación ya es una vivencia en sí misma, incluso sin coches. Lo de Madrid promete ser, cuando menos, parecido, y superior a las pruebas europeas tradicionales. Habra que ir ahorrando.

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