La salida de Sainz de Ferrari se enrarece y puede costarles el título de constructores
El madrileño puede aportar lo necesario para que su equipo logre el primer título desde 2007
Se está enrareciendo. La salida de Carlos Sainz de la escudería Ferrari tras cuatro años juntos está adquiriendo un tono extraño, con tintes que dejan en el aire una nota agridulce hacia el madrileño. El problema es que esta desazón puede costarles su primer título en 16 años.
Sainz abandonará el «ejército rojo» tras la prueba final en Abu Dabi el segundo fin de semana de diciembre y enfilará hacia Williams, el que será su quinto equipo desde que llegó a la categoría en 2015. Su salida, a dos carreras vista, va a ser profesional, como siempre ha sido en el piloto, lo que no quita que haya elementos extraños en estos compases finales de la temporada.
En la F1 los contratos suelen tener validez por años completos, y se entiende que su acuerdo con la Scuderia caduca el 31 de diciembre. Hasta Año Nuevo, los equipos tienden a amarrar a sus activos, para impedir otorgar ventajas a sus competidores en caso cambio de asientos, y este es el impuesto que tendrá que abonar Lewis Hamilton en su pase hacia Ferrari, donde ocupe el lugar de Carlos.
Sin embargo, en Ferrari, y como muestra de buena voluntad, permitirán al egresante que se suba en un Williams de la presente temporada tras la prueba final. El coche no será el que pilote en 2025, que en esas fechas estará en las fases finales de su proceso de construcción. Sin embargo, lo que ruede le ayudará a hacerse con los procedimientos de su nueva formación, trabar relaciones con el que sea su ingeniero de pista, manejar el complejo volante —que es distinto en cada coche—, o algo tan sencillo como ir conociendo a los que le rodearán en 2025.
A pesar de que todo parece fluido, están pasando cosas extrañas en las últimas carreras. La más notoria saltó en la última carrera, el Gran Premio de Las Vegas. Los exabruptos que soltó Charles Leclerc a través de su radio fueron escuchados por todos, y reclamaban más atenciones, prioridades para sí ante una jugada de Carlos que el monegasco interpretó como lesiva para sus intereses.
La pax romana que impera en el seno de Ferrari se rompió cuando Leclerc mostró un enorme enfado. «He hecho mi trabajo, pero ser correcto y amable me jode todo el puto rato. Todo el puto rato. No es cuestión de ser amable, es cuestión de ser respetuoso. Sé que me tengo que callar, pero es que siempre es lo mismo», exclamó el corredor, en referencia a que Sainz había roto algún tipo de pacto de no adelantamiento establecido. Pero había una razón.
El español se dejó pasar por su compañero en la primera parte de la carrera, al mostrar más velocidad con gomas duras. Más tarde, un error en boxes le robó tiempo con una mala parada, que le hizo perder posiciones. Tras ese momento y al salir a posta, inició una remontada que le llevó hasta el pódium.
Sainz tenía órdenes de no presionar a su compañero, pero tras visitar los boxes, Leclerc saltó al asfalto con las gomas frías, y sucumbió con facilidad ante su compañero. Charles protestó ironizando con un «intentadlo en español». Que adelantase a Leclerc y no hubiera más cambios ni cesiones de puesto se interpreta como una compensación hacia el español tras la fallida parada.
Tras finalizar la prueba fue cuando Charles Leclerc estalló, y desde el muro le dijeron que había hecho lo correcto. Los dos Ferrari coparon la tercera y cuarta plazas finales de la carrera, y el orden de los pilotos no altera la suma de puntos; para los intereses del equipo, esto daba igual. Ni Sainz ni Freddie Vasseur, director de la Scuderia, quisieron entrar en polémicas y si el primero dijo que hablarían del tema en privado, el segundo quitó hierro al asunto sin más.
Reunión a tres bandas
Con posterioridad a la carrera, según indica el periodista Leo Turrini, hubo una reunión de las tres partes en la que Vasseur les conminó a olvidarse del asunto y se concentrasen en lograr el mayor número de puntos. Los dos corredores tendrían que dejar atrás todo enfrentamiento para perseguir el campeonato de constructores. Ferrari tiene a 24 puntos a un McLaren que lidera, pero que ha mostrado cierta debilidad en las últimas citas.
Si para los de Woking sería un premio gigantesco tras el oscuro pozo en que se metieron durante su matrimonio con Honda, para Ferrari sería su primer título desde 2007, cuando dejaron atrás a los mismos, McLaren. Aquel fue uno de los más excitantes años deportivos de la historia del equipo de Woking y puede que el peor de su historia en el plano político; con un bicampeón del mundo —Alonso— saliendo con cajas destempladas, juicios por espionaje, multas millonarias, y los dos títulos dinamitados por una gestión terrible.
Juego limpio, juego de ganadores
Ferrari no puede castigar a un Charles Leclerc que el año que viene tendrá a su lado a un siete veces campeón, ni desea maltratar a un Carlos Sainz que podría ayudarles a lograr su primera corona en dieciséis años. La convivencia entre Charles y Carlos ha sido siempre magnífica, pero a dos carreras de la salida del segundo, se está enturbiando entre quejas mutuas y las inevitables suspicacias.
Tampoco ayuda que el equipo protagonice, y en al menos dos ocasiones seguidas, un detalle extraño. Si en México logró una bien ganada pole position y en Las Vegas un pódium, la costumbre casi obliga a los formantes de su escudería a ir a saludarle a su llegada a boxes al acabar las sesiones o la carrera.
De manera extraña, en esta dos ocasiones, y según se acerca su fecha de salida, apenas tres o cuatro empleados rojos asomaron por las inmediaciones en los primeros momentos. Es poco habitual, y denota cierto desapego hacia el corredor que ha llevado hasta ahí el coche en representación de todos. Este tipo de gestos son menores y sin incidencia en lo deportivo, pero hacen pensar que las atenciones están ya en otra parte.
A dos carreras del título
Si Ferrari quiere este título, y pocas veces lo ha tenido tan a la mano en los últimos años, debería cuidar todos los detalles. Esto no es fácil, pero se hace más difícil cuando no se trata como se debe a los que se la juegan en las curvas, te traen los puntos, y llevan el coche hasta la meta. Carlos se merece un trato más acorde a su status, no en vano ha logrado 259 de los puntos —Leclerc 319— que puede conseguirles su primer título de constructores desde 2007. Si Enzo viviera, los pondría firmes a todos, y acariciaría ese trofeo al final.