Si tu hijo te dice que quiere ser piloto de F1, échate a temblar y prepara la cartera
Si dispones de presupuesto, puede que los Reyes Magos hayan venido a verte a ti
Los Reyes Magos no transportan en sus alforjas títulos de Fórmula 1, pero sí pueden traer el camino para conseguirlos. Muchos chicos, y cada vez más chicas, sueñan con emular a Fernando Alonso, Carlos Sainz o Max Verstappen. Desean lo que se ve, que son sus sueldos siderales, viajes en jet privado y fama global. Lo que no se ve es el millonario coste del trayecto a seguir para llegar ahí.
Uno de los últimos ejemplos conocidos es el del australiano Oscar Piastri. Su trayectoria ha sido en especial afortunada por estar trufada de éxitos, y no quedar atascado durante más de una temporada en los estadios finales, los más caros del viaje. Se calcula que sus padres, propietarios de una empresa de software, tuvieron que asfaltar el camino de su retoño con unos 6,5 millones de euros, que fue el coste de participar en todas las categorías anteriores a la Fórmula 1. Y aunque parezca lo contrario, fue un viaje bastante barato.
El modo de funcionamiento es sencillo: los pilotos van saltando de categoría en categoría, y para ello pagan a escuderías y equipos que participen en la pirámide de la velocidad por subirse en sus coches. Esta tarea han de hacerla basándose en el calibre del bolsillo familiar, o porque sus progenitores están bien conectados o consiguen esa financiación de patrocinadores, socios, amigos o hasta accionistas que apuesten por su éxito futuro.
Los pilotos han de disponer cada año de un presupuesto en un periodo rara vez inferior a los diez o doce años. Ellos pagan a los equipos que les admiten para participar en según qué categorías, y del mismo fondo suelen salir el coste extra de los accidentes, sus propios viajes, alquiler de coches, hoteles, vuelos, y los de sus familiares si quisieran estar con ellos en cada carrera. Monos, cascos, botas ignífugas y servicios personalizados, como representantes, fisioterapeutas, entrenadores personales, o hasta psicólogos, correrían siempre de su cuenta.
El viaje de un joven desde los diez años y hasta los veinte o veinticinco en que puede llegar al culmen de la velocidad es un trayecto de aprendizaje. Para la formación de un piloto es necesario pasar por una serie de estadios, que aporten experiencia y crecimiento, que les permita albergar la calidad necesaria. Esta autoescuela es costosa, carísima, o directamente ruinosa. Más de un padre ha perdido su casa tras hipotecarla para que su retoño se convirtiera en Michael Schumacher, pero sin su éxito.
El periplo comienza no más tarde de los diez años en el karting. Primero habrá que enfrentarse a los contrincantes locales y regionales, y más tarde con citas nacionales y alguna internacional. No hay un coste fijo, sino que estos escalones se hacen rotar alrededor del presupuesto disponible. Cuanto más dinero haya de fondo, en más carreras, citas y eventos se podrá participar; a mayor número de actuaciones, más experiencia se acumulará, y se avanzará más rápido que el resto de competidores.
También hay inflación en el mundo de las carreras, y de la pandemia para acá, los costes se han incrementado entre un 30 y un 50 % en muchas categorías. Esto invita a pensar que un programa serio de karting, para un chaval de diez años con aspiraciones, no se podrá hacer por menos de 50.000 euros, mucho mejor si son 100.000. Este es el coste de una temporada, algunos test previos, y participar en pruebas regionales, nacionales, y puede que alguna de corte internacional.
El siguiente paso debería ser hacer al menos un par de años a niveles internacionales, y la meca del kartismo es Italia. Es una de las razones por las que casi todos los pilotos de F1 se manejan, o al menos chapurrean el italiano. El nivel de las escuderías de karting como Tony Kart, IAME, CRG o Energy Corse es altísimo, con equipamientos propios de equipos de monoplazas, con trailers iguales a los de la F1 o fábricas asociadas. Un buen programa internacional no cuesta menos del cuarto de millón de euros, y uno prémium puede irse con facilidad al medio millón o incluso más.
Si se ha aprobado el curso, con buenos resultados, victorias y pódiums, el siguiente paso serían los primeros monoplazas. Aquí se accede con una edad de entre 15 y 17 años; hacerlo más allá, es ir tarde. Los no descartados, se hallarán en coches equipados con alerones, motores más potentes, cambio de marchas, no menos de media docena de mecánicos e ingenieros alrededor, y un sistema de adquisición de datos de cierta solvencia y cronometraje por sectores en pista; todo se complica. El destino obvio sería la Fórmula 4, una categoría nacional en cada demarcación donde se dispute. Puede ser España, Inglaterra, Italia o los países nórdicos, cuyo monoplaza es en esencia común con pequeñas variaciones mecánicas y regulatorias.
Más y más dinero
Volvemos a lo mismo: a más presupuesto, más tiempo sobre el asfalto, y mayor progresión. Mick Schumacher, el hijo del heptacampeón Michael Schumacher, participó en un año en el campeonato alemán e italiano, empalmando fines de semana consecutivos, y entre los que colocaba test y entrenos. Un programa básico con participación en la temporada regular, test de pretemporada, y algunas jornadas de entrenos puede irse al medio millón de euros, que sube de precio en destinos más costosos como Inglaterra o Italia. Si se participa en dos campeonatos, será necesario un doble presupuesto, un millón de euros.
Si se gana este certamen, se logran victorias o al menos pódiums de manera frecuente, se puede pensar que se está preparado para el siguiente estadio. Si el salto hasta la F3 es demasiado violento, hay tres categorías muy similares y algo más baratas que servirían de puente hacia la citada categoría, que ya compartiría pista con la Fórmula 1. Estas son la Fórmula Regional, la Euroformula Open, y la EuroCup 3, estas dos últimas bajo organización española.
En las tres se corre con monoplazas vagamente similares en costes y prestaciones, y dependerá de cada participante el elegir en cuál se embarca de acuerdo con su presupuesto, proyección, calendarios y pistas en las que va a correr. La horquilla de precios se va entre un mínimo de 450.000 euros, y los 700.000 de la Regional. Los precios dependerán de diversas variables entre las que se encuentra qué equipos elegir.
Mismos coches, mejores resultados con los equipos adecuados
En este último certamen, el Regional, Prema, ART o Van Amersfoort ofrecen un pasado plagado de éxitos. Sin ir más lejos, por la primera de estas formaciones han pasado Charles Leclerc, Pierre Gasly, Lance Stroll, Esteban Ocon, Mick Schumacher o el propio Oscar Piastri. Da la medida de su solvencia, y es algo que hay que pagar. Hacerlo con los más laureados, o con los menos, puede suponer una diferencia de hasta 200.000 euros.
Los dos últimos pasos en la pirámide de la velocidad son la Fórmula 3 y la Fórmula 2. Estas dos categorías comparten pista con la Fórmula 1, y son el escalón previo a la élite de la velocidad planetaria. En ocasiones los directores de equipo y pilotos que llegaron a la cúspide suelen ver en directo las evoluciones de los que quieren estar entre ellos. Es el escaparate perfecto, como el del piloto catalán Pepe Martí, que tras correr en F3 en 2023, hizo levantar las cejas de Helmut Marko, el director deportivo de Red Bull.
En la Fórmula 3 no se podrá participar por menos de 1,2 millones, y 2,2 en la Fórmula 2, aunque se puede ir más allá, casi tres millones al año con programas más intensos de pruebas, o sesiones extra en simuladores. Y no hablamos de una Playstation conectada a un televisor, sino instalaciones tan sofisticadas como el MOOG de Dallara, en Italia. Fue el que usó Fernando Alonso para testar de manera virtual el monoplaza que usaría en su primera participación en las 500 Millas de Indianapolis.
Si esto es lo que se abona a los equipos, de mano del corredor queda su preparación física, entrenamientos personalizados, coachings de otros pilotos, el porcentaje de su manager, o sus viajes y los de sus familiares. La F3 y F2 se han corrido de forma tradicional en Europa durante años, pero de un tiempo a esta parte hay pruebas en Bahrein, Australia o Abu Dabi, lo que dispara los costes operativos de las formaciones y la logística. A pesar de estar subvencionado por la organización, acaba influyendo en el bolsillo del piloto.
Un mundial personalizado antes del mundial
Hay quien se prepara mejor para el salto final; nadie quiere hacer el ridículo estrellando un monoplaza de millones de euros el día de su estreno de la escudería que le acaba de fichar. Es por eso que puede contratar a equipos como hizo Lance Stroll en 2016. Aquel año, y en plena temporada de F3 con Prema, hizo una temporada paralela y personalizada de F1 de la mano de Williams fuera del calendario oficial. Realizó un número indeterminado de sesiones con apariciones en seis u ocho circuitos cerrados ex profeso para él, y sin nadie con quien competir, solo entrenar.
Aunque con toda seguridad Williams le haría un paquete por la totalidad de sus salidas a pista, se calcula que este tipo de actuaciones costaron entre trescientos y quinientos mil euros por jornada. Esto no impidió que en su debut en el Gran Premio de Australia se estrellase, o se llevase por delante a Checo Pérez y Carlos Sainz en sus dos citas posteriores en China y Bahrein. No fue un gran comienzo a pesar de su preparación prémium.
La conclusión final es que si tu hijo te pide ser piloto de carreras, dile que el año que viene. Prométele lo que quiera, teléfonos de Apple, ordenadores, viajes a Disneylandia, o hasta un cohete para ir a la Luna, pero sea lo que sea, procura que no tenga ruedas. Eso, o vete preparando diez millones de euros, si es que tu heredero —o heredera—, es realmente bueno al volante. De ser así, y si tienes esos fondos, puede que te veas recogiendo trofeos en un cajón de madera en algún circuito del planeta. En ese caso, los Reyes Magos habrán venido a verte a tí, pero te van a costar un disparate.