The Objective
Fórmula 1

A la Fórmula 1 le preocupa algo que jamás fue un problema: el precio de la gasolina

El coste de ver un monoplaza en marcha puede multiplicarse por diez

A la Fórmula 1 le preocupa algo que jamás fue un problema: el precio de la gasolina

Un Aston Martin en el GP de Reino Unido. | Reuters

Los pilotos de Fórmula 1 no sacan su tarjeta de puntos cuando repostan sus bólidos. Tampoco pagan el combustible cuando les llenan el depósito. Sin embargo, no solo a ellos, sino a todo el conjunto de la especialidad preocupa, por primera vez, su precio. Un cálculo apunta a que el nuevo combustible «ecológico» podría multiplicar el coste del actual por diez.

Al modo de la Guerra Fría que se sostuvo entre las dos superpotencias hegemónicas, los años 80 y parte de los 90, la Fórmula 1 estuvo trufada de ideas muy locas. Se propusieron pistones de uranio, embutir la carrocería de los coches en piel de tiburón, o poner combustible de cohete en sus tanques.

Durante un periodo de tiempo, los vapores del combustible eran tan tóxicos y tenían componentes tan volátiles, que la operación de llenado era tarea de especialistas. Ingenieros y mecánicos despejaban los boxes, y un empleado del equipo o del proveedor de gasolinas, entraba en la estancia a solas, envuelto en una especie de traje de astronauta. Repostaba el coche en solitario, cerraba el tapón, y salía en una operación casi propia de la carrera espacial.

Cuando los servicios médicos de la Federación Internacional de Automovilismo advirtieron el alto índice de enfermedades causadas por estos vapores, cortó por lo sano, y empezaron a prohibir ciertos compuestos altamente tóxicos. Con el tiempo, la conciencia medioambiental de la categoría obligó a los equipos a proveerse de gasolinas con componentes admitidos en el mercado comercial, y exenta de partículas exóticas, menos nocivas, y con mezclas menos agresivas.

A día de hoy, y desde 1989, las gasolinas han de contener al menos un 99% de los elementos existentes en las gasolinas comerciales. Un Fórmula 1 podría funcionar con combustible adquirido en una gasolinera, y un turismo con el de las carreras. La diferencia básica es el grado de pureza, y que los motores de carreras tienen una vida útil limitada; el combustible tiene un uso parejo, aunque distinto.

En 2026 llega un cambio fundamental, sobre todo desde el punto de vista mediático. La efervescencia que vive la categoría en redes sociales, con series en Netflix, documentales sobre los pilotos, el advenimiento de películas, y la mayor facturación por venta de entradas y publicidad de toda su historia, está ampliando el negocio. Ese negocio proyecta una imagen, y es necesario que esa imagen sea impoluta y que corra paralela a los tiempos que corren, que son con miras ecologistas.

La F1 ha sido tildada durante décadas de ser un mal ejemplo «porque consume gasolina y echa humo». Un reciente estudio apunta que de todo el negocio, si sumamos la logística, viajes, producción y desarrollo, gestiones, y consumo industrial de las escuderías, los monoplazas apenas aportan el 0,7% del conjunto. Sin embargo, ha llegado la tecnología que permite reducir esa cifra aún más… mucho más.

Las marcas proveedoras de combustible trabajan desde hace años en mezclas con origen vegetal, o a base de mezclar el CO2 recaudado de la atmósfera, de manera que las emisiones se rebajan en alrededor de un 90%. Si a esta caída en la polución se añade al resto de gases contaminantes que se recogen en el proceso productivo, se consigue el perseguido efecto Net Zero, esto es, no añadir más contaminación a la ya existente.

El problema que se están encontrando, y es la comidilla en el seno de los equipos, es que este tipo de gasolinas cuestan un disparate. A día de hoy, su producción no está industrializada, y las cantidades necesarias requieren una serie de costes e inversiones que inciden de forma directa en el precio final. Es casi una obra de orfebrería química.

A 30 euros el litro, oiga

En la Fórmula 1 la gasolina no se mide en litros, sino en kilos, igual que en la aeronáutica. Con los cambios de presión y temperatura se expande y comprime, pero el peso no varía. Un litro pesa unos 750 gramos, y cada uno de ellos cuesta entre 20 y 30 euros. Si un Fórmula 1 consume más o menos unos 35 kilos cada 100 kilómetros, podría decirse que, de manera promedia, el coste de su propulsión sale en carrera por unos 2.625 euros, una cifra llevadera.

Las escuderías temen que el precio por kilo de la nueva gasolina sostenible se eleve a unos rumoreados 200-300 euros, diez veces más. Esto supondría que con dos coches en pista, gastarían solo el día de la carrera 50.000 euros en cada prueba, que hay que multiplicar por dos o tres al añadir entrenamientos libres, cronometrados, y combustibles desechados en el proceso.

Con un calendario de 24 pruebas, el presupuesto se puede disparar muy por encima de los dos millones de euros por temporada, en una época de restricciones y limitaciones en el gasto. Esto ya se ha expuesto en las reuniones con la FIA, con voces protestando ante semejante escala en los costes operativos. La F1 quiere ser sostenible, pero no a cualquier precio.

Quién paga esto

Hay escuderías que tienen acuerdos con proveedores y las hay que no, que por normal general suelen ser las menos dotadas. La casuística es diversa, pero es moneda común que las formaciones abonen la gasolina, y a cambio, el proveedor gaste esa misma cantidad en publicidad expuesta en la epidermis de los coches. No siempre es así, y a quien no le toca otra que pagarla.

En un presupuesto de 400-450 millones como los de Red Bull, Mercedes o Ferrari, el más que posible incremento es algo asumible. Pero equipos con presupuestos de menos de 150 millones, es un nuevo gasto que les puede descuadrar unas cuentas muy ajustadas.

FIA ha tomado nota de las preocupaciones, y no tiene previsto revisar la normativa para 2026, aunque los federativos han puesto en estudio el encontrar algún tipo de estandarización de los componentes y limitar la investigación y el desarrollo. Con ello se persigue contener los costes sin sacrificar la competitividad tecnológica.

Existe la teoría de que los Fórmula 1 funcionan a base de consumir gasolina, pero el verdadero combustible de la especialidad es el dinero. Hasta ahora el coste de la gasolina era anecdótico y ahora, lo de ser ecológico, va a ser un epígrafe importante en la contabilidad. Los gasolineros deberían, al menos, dar tarjetas de usuarios frecuentes a los pilotos; si les van a cobrar tanto, que al menos les den puntos para conseguir regalos en la tienda de las estaciones de servicio.

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