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Fórmula 1

Zandvoort: el circuito de Fórmula 1 que vislumbró la caída de Hitler

La invasión nazi de 1940 enterró la semilla, literalmente, de una de las pistas más venerables de la F1

Zandvoort: el circuito de Fórmula 1 que vislumbró la caída de Hitler

Circuito de Zandvoort.

Hoy domingo, 31 de agosto, a las tres de la tarde en horario peninsular español, una veintena de pilotos va a desatar un infierno de caballos y velocidad sobre una tira de asfalto neerlandés. Lo que la mayoría de ellos no sabe es que esa lengua negra de alquitrán y gravilla encierra una de las historias más fascinantes de la historia de la velocidad… y de la Segunda Guerra Mundial.

El 10 de mayo de 1940 tropas alemanas invadieron lo que antes se llamaba Holanda. Cuatro días después, el bombardeo de Róterdam destruyó buena parte del centro de la ciudad y dejó más de 800 muertos. Tras ser conscientes de la demoledora fuerza de la maquinaria de guerra germana, sus gobernantes claudicaron el 15 de mayo, cinco días más tarde de ver cómo soldados de la Wehrmacht ponían sus pies en su país.

Hitler ordenó a sus generales que se instalasen en el país invadido como si fuera una provincia alemana más, pero había algo estratégico en su jugada: pensaba que la contraofensiva aliada llegaría por sus costas. La geografía, las corrientes marinas, la meteorología, el tamaño y calibre de las playas invitaban a pensar que por allí llegaría el desembarco que más tarde apareció por Normandía. Sin embargo, los alemanes estaban convencidos de que sus enemigos desembarcarían allí y muy en particular en una playa muy concreta: la de Zandvoort.

En la preparación de una defensa acorde, las fuerzas invasoras despejaron el frente de playa e hicieron derruir sus casas a sus propios moradores. Los holandeses que vivían en construcciones pegadas al mar se vieron obligados —a punta de pistola— a echar abajo sus domicilios para que cañones y ametralladoras nazis tuvieran vía libre hacia el agua.

Todos aquellos escombros, salidos de lo que fueron sus propias casas, fueron transportados por sus propietarios hasta una pequeña vaguada existente a un centenar de metros hacia el interior. Es una zona de dunas en la que existían muchas parcelas de granjeros que cultivaban sobre todo patatas. Con todo aquel material de derribo se construyó una larga avenida que los germanos, ufanos, afirmaban que usarían para realizar su «paseo de la victoria» cuando acabase el conflicto.

Años más tarde, los alemanes abandonaron Holanda de manera escalonada y se rindieron el 5 de mayo de 1945 tras la capitulación general del Grupo de Ejércitos H ante el general canadiense Charles Foulkes en Wageningen. Los nazis no arrasaron el país, pero sí aquellas casas de la playa de Zandvoort, que acabaron siendo los cimientos de una extraña avenida sin mucho sentido en mitad de ninguna parte y rodeada de sembrados de patatas.

Antes de la guerra, todo el entorno costero de Zandvoort era un balneario muy popular. En sus calles se organizaban carreras urbanas de coches desde los años 30. Su alcalde, Henri Van Alphen, vio la oportunidad de aprovechar aquella avenida y las carreteras adyacentes que habían dejado los invasores. Con el impulso del Real Club Neerlandés de Automóviles y Motocicletas (KNAC), se diseñó un trazado permanente que combinaba esas carreteras militares con nuevos enlaces.

En la creación del trazado participó de forma decisiva el expiloto británico John «Hans» Hugenholtz, que más tarde se dedicó al diseño de circuitos. Aunque la base de las carreteras la habían dejado los alemanes, quien dio forma al diseño definitivo fue el ingeniero Sammy Davis, que había sido piloto y ganó las 24 Horas de Le Mans de 1927 con un Bentley. El circuito se inauguró oficialmente en 1948, con el Gran Premio de Zandvoort, ganado por el príncipe Bira de Siam, hoy Tailandia, al volante de un Maserati. Pero no todo fue como la seda. Se encontraron con un problema: Tarzán.

El personaje del novelista Edgar Rice Burroughs nunca voló colgado de lianas sobre la pista de velocidad, pero sí tuvo algo que ver con ella. Era el nombre con que se conocía a uno de los labriegos propietarios de las tierras existentes justo en mitad de la trazada. Era alto y corpulento, y Tarzán era el nombre por el que lo llamaban sus vecinos debido a su parecido con el personaje cinematográfico que encarnó Johnny Weissmuller. Sin su aprobación y posterior venta, el circuito no tendría el sentido que querían darle sus diseñadores.

Puso una condición

Tras muchas negociaciones, Tarzán —el holandés— accedió a vender su pequeña finca, pero puso una única condición: en aquel lugar tendría que quedar alguna huella de su paso por allí, su figura tendría que quedar reflejada de alguna manera. Hugenholtz y Davis decidieron algo que hizo sonreír al campesino: denominarían a la curva donde sembraba sus patatas con su nombre. Ahora, y desde entonces, una de las curvas más reconocibles del mundial de Fórmula 1 es un giro cerrado de derechas denominado Tarzanbocht —la curva de Tarzán—.

En 1953, con el circuito recién construido, su entorno era todavía muy rural y asociado a las actividades del campo. Fue justo por la Tarzanbocht por donde se coló un rebaño de ovejas durante unos entrenamientos. Los pilotos tuvieron que frenar en seco, y el circuito reforzó el vallado exterior.

Justo enfrente, y en lo alto del talud que da a la playa, donde estuvieron aquellas casas derribadas para crear la recta, hoy existe una gran cantidad de bares tipo chill out. En los años 70 ya había este tipo de actividad hostelera en las cercanías del circuito. Cuenta la leyenda que el ambiente relajado que se vivía en aquel entorno era perfecto para James Hunt, un reconocido fiestero que hubiera hecho migas con Pocholo Martínez-Bordiú y Quique San Francisco, dos de los mayores juerguistas conocidos de nuestro país.

Se dice que Hunt salió a mediodía del circuito tras participar en la tanda clasificatoria y apareció en el box de su escudería al día siguiente con arena en los zapatos y olor a cerveza, minutos antes de salir de nuevo a la pista. Había pasado toda la noche de fiesta y al día siguiente participó en el Gran Premio sin haber dormido.

Una carrera única… fuera de la pista

Este domingo 31 de agosto se disputará allí el trigésimo quinto Gran Premio de Fórmula 1 y, en principio, a menos que lleguen a algún tipo de acuerdo, la última carrera prevista tendrá lugar en 2026. Sus organizadores afirman que albergan la carrera más sostenible del mundial. Con carreteras de tamaño limitado, a duras penas pueden acoger el tráfico propio de un evento mundialista, así que la gran mayoría de asistentes llega gracias a trenes, autobuses y bicicletas.

En cada una de las 72 vueltas que den los pilotos en carrera, saludarán a Tarzán. También pasarán por encima de donde siguen los escombros de las casas de aquellos holandeses esclavizados que tuvieron que enterrar el lugar en donde vivieron. Lo que no harán será saludar a los responsables de todo aquello, los nazis, aunque de forma accidental fueron quienes iniciaron la historia de un destino legendario en la historia del automovilismo. Que sea por muchos años.

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