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40 años de España 82, el Mundial que empezó a cambiar todo

El España 82, otorgado durante el franquismo, se convirtió en una ocasión perfecta para mostrar al mundo la nueva España democrática

40 años de España 82, el Mundial que empezó a cambiar todo

Balón con la imagen de Naranjito, firmado por la selección italiana | Foto: Sailko vía Wikipedia

El reloj de la central telefónica de la calle Ríos Rosas se quedó parado a las 3.34 horas de la madrugada, momento en el que explotaron las seis cargas de Goma 2 dispuestas por un comando de ETA Militar. El enorme edificio saltó por los aires y setecientos mil teléfonos dejaron de dar señal. En el Ministerio del Interior sonaron todas las alarmas. La Operación Menta, diseñada para proteger las infraestructuras críticas de cara al Mundial España 82, quedaba en entredicho a menos de dos meses del partido inaugural de la competición, que se celebraría el 13 de junio.

Naranjito, mascota oficial de España 82 vía Wikipedia.

El Mundial de Franco

En 1966 la FIFA había concedido el Mundial de 1974 a la Alemania Federal y el de 1982 a España. La dictadura franquista quería reeditar el éxito propagandístico que supuso la celebración en nuestro país de la fase final de la Copa de Europa de 1964, que sirvió de colofón a los fastos por el vigésimo quinto aniversario de la dictadura. Sin embargo, la España de 1982 ya era otra.

En noviembre de 1975 moría el dictador y en julio de 1976, con Adolfo Suárez como presidente del Gobierno, se inicia el camino hacia la democracia con la ley para la Reforma Política. Luego llegaron las primeras elecciones y la aprobación de la Constitución. Aquel proceso, la famosa Transición, estuvo a punto de zozobrar en numerosas ocasiones ante el acoso terrorista y el ruido de sables: entre 1976 y 1982, 360 atentados provocaron cuatrocientas cincuenta y ocho muertes. A la ETA se unían otras organizaciones terroristas de extrema izquierda como los GRAPO o el FRAP, así como grupos violentos de extrema derecha y diversas intentonas golpistas. Tras el fracaso de Tejero, en febrero de 1981, la FIFA pone en duda la capacidad de España para acoger el evento con garantías de seguridad.

España 82
Ceremonia de inauguración de España 82 en el Camp Nou | Foto: Europa Press | ContactoPhoto.

El Mundial de la guerra y el petróleo

Por si no fuese suficiente con los problemas internos, en abril de 1982, ante el estupor y la sorpresa internacional, estalló la guerra de las Malvinas. El Gobierno británico amenazó hasta último momento con boicotear el campeonato, anunciando que podía retirar de la competición a las selecciones de Inglaterra, Escocia e Irlanda del Norte. Argentina, campeona en 1978, mandó a un joven Maradona, poniendo sobre sus hombros la responsabilidad de levantar la moral de un país que ya iba perdiendo antes del saque inaugural. 

A principios de los ochenta, la crisis mundial producida por el alza del petróleo, tras la revolución iraní y la posterior guerra entre Irak e Irán, provocó un declive sin precedentes en la industria española, que se había quedado obsoleta. En el año mundialista, los índices económicos no eran halagüeños: se disparó el déficit público, la inflación y subió el paro de forma súbita.

Maradona expulsado en el partido frente a Brasil.

El Mundial de una nueva España

Terrorismo, tensión internacional, paro… el cocktail no era el esperado, pero el éxito organizativo acabó por contribuir a la creación de la imagen de una nueva España. El país cambiaba a pasos agigantados, la ley de Divorcio o la entrada en la OTAN se adelantaron al Mundial, que comenzó a desatar las primeras tensiones territoriales en un país, en plena creación del Estado de las Autonomías, que se alejaba del modelo centralista franquista.

El principal problema con el que se encontró el Comité Organizador fue la designación de las sedes y la remodelación de los diferentes estadios. Finalmente se eligieron diecisiete estadios situados en catorce ciudades, respondiendo más a un intento de equilibrio territorial que a una planificación diseñada en pos del espectáculo y el buen desarrollo del acontecimiento.

Los conflictos no quedaron ahí. En 1979, Raimundo Saporta, presidente del comité, tuvo que dimitir ante las presiones de los alcaldes socialistas de las ciudades mundialistas, que pretendían controlar las delegaciones locales de la organización y las inversiones millonarias.

El gobierno de UCD tuvo que intervenir, devolviéndole el poder a Saporta, temeroso de que las discusiones entre los políticos acabaran provocando el fracaso del proyecto. De los estadios designados solo uno fue construido ex profeso, el nuevo José Zorrilla de Valladolid.  El resto fueron remodelados, generando a los clubes una deuda inasumible que acabó en la bancarrota de muchos de ellos. 

El Edificio Torrespaña en obras para España 82. Foto: Europa Press / Europa Press / ContactoPhoto

Pocos años antes de España 82, solo el 10% de los aparatos de televisión existentes en los hogares españoles eran en color, lo que dice mucho del atraso tecnológico nacional en aquellos momentos. RTVE tenía el encargo de realizar la mayor retransmisión televisiva vista hasta el momento en una Copa del Mundo, así que el Gobierno tuvo que invertir dieciocho mil millones de pesetas en la modernización de un ente que disponía de los dos únicos canales de televisión del país.

Se crearon los centros de producción de Barcelona y Madrid, donde se construyó Torrespaña, «El Pirulí», símbolo de la renovación tecnológica que llegaba. Finalmente, se pudieron retransmitir en directo cuarenta y uno de los cincuenta y dos partidos de la competición, alcanzándose cifras astronómicas en la retransmisión de la final.

Celebración en el estadio Santiago Bernabeu del partido final de España 82 que enfrentó a Italia contra Alemania Federal y terminará con victoria de los italianos por 3 goles a 1. | Foto: Europa Press | Contacto Photo.

Pocos meses después, en octubre de ese mismo año, el PSOE ganó las elecciones generales y Felipe González se convirtió en presidente del Gobierno. El Mundial proporcionó entonces la experiencia fundamental para organizar, diez años después, las Olimpiadas de Barcelona y la Expo de Sevilla, grandes hitos de la etapa socialista. A España ya no la conocía ni la madre que la parió y ese camino tuvo un comienzo mundialista.

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