Los huevos de Luis Rubiales frente a los ovarios de Jenni Hermoso
«Lo más sórdido y cutre es que intentara manipular a la jugadora para que apareciera en su vídeo de disculpa»
Luis Rubiales gana 675.761 euros al año por tocarse los huevos en el palco junto a la reina Letizia. Podría ser un concepto figurado, pero en este caso es literal. El pasado domingo, en plena final, se los agarró con una mano, exultante, como demostración de la felicidad que le procuraba el trabajo bien hecho de las demás, las jugadoras de la Selección Femenina de Fútbol, no porque acabara de encontrar solución a algún problema acuciante de la sociedad española, que mira que tiene unos cuantos, pero la verdad es que no son la de la incumbencia del presidente de la Real Federación Española de Fútbol, que puede darse el lujo de tocarse los huevos cuando las jugadoras meten un gol y demuestran que son unas campeonas mientras él solo puede demostrar que es un cafre.
Lo cierto es que puso mucho empeño. Pero los aspavientos, los saltos y los gritos solo fueron el calentamiento. Se ve que Rubiales llegó al palco supervitaminado y supermineralizado, como en aquellos dibujos animados, y ese festival de testosterona desaforada le supo a poco: bajó al campo y cargó con Athenea Castillo al hombro como si fuera un saco de patatas, agarró la cabeza de Jenni Hermoso y la besó en la boca. Ambas imágenes resultan harto chocantes porque serían absolutamente impensables con la selección masculina.
Y entonces se desató el infierno. Es el tema de la semana, con repercusión internacional: la polémica que ha opacado el éxito de la selección hasta el punto de que no hablamos de la victoria del equipo sino del cese o dimisión de Rubiales y la imagen del machismo en el fútbol femenino. El campeonato ha quedado en un segundo plano y el kissgate lo ocupa todo desde el domingo. Tanto sacrificio, tanto esfuerzo para que venga un señor a tocarse los huevos, dar un beso sin consentimiento y destrozarlo todo.
Hoy en la Asamblea de la Federación veremos cómo acaba la cosa, pero llama la atención lo difícil que resulta quitarse de encima a este impresentable. Hemos escuchado la crítica del ministro de Cultura y Deporte, la del presidente del Gobierno en funciones, tiene pendiente que la Fiscalía acepte alguna de las tres denuncias que ya tiene en su contra (una de ella, del presidente de la Escuela Nacional de Entrenadores de Fútbol, Miguel Ángel Galán, que ya tiene interpuesta otra querella por irregularidades en la RFEF por la celebración de la Supercopa en Arabia Saudí), se esperan medidas del Consejo Superior de Deportes, de la FIFA y, finalmente, la reacción de propia Jenni Hermoso, que ha delegado en su sindicado, Futpro, la defensa de sus intereses pidiendo «medidas para que los actos no queden impunes, sean debidamente sancionados y protejan a las futbolistas de acciones que creemos son inaceptables». No podía ser más contundente.
«El campeonato ha quedado en un segundo plano y el kissgate lo ocupa todo desde el domingo. Tanto esfuerzo para que venga un señor a tocarse los huevos, dar un beso sin consentimiento y destrozarlo todo»
La presión a la que han sometido a la jugadora es inaceptable. «Solo fue un beso», dirán algunos para restarle importancia. «No me ha gustado», reconoció ella en el vestuario, como puede apreciarse en una grabación que realizó con sus compañeras. Si a ella no le gustó -recordemos que fue contra su voluntad- no hay más que decir. Rubiales no puede ir agarrando a las jugadoras y besándolas como si fueran su harén. Insistimos: si no lo hace con los hombres no tiene por qué hacerlo con las mujeres. Como tampoco puede ir luego insultando a quienes cuestionan lo que ha hecho.
Pero lo más sórdido y cutre es que, además, intentara manipular a la jugadora para que apareciera en su vídeo de disculpa, con la pretensión de que su presencia justificara su acción o validara su perdón. La negativa de Jenni Hermoso es un acto de valentía porque está claro que hay muchos intereses, mucho poder oculto, protegiendo a Rubiales, un hombre al que los escándalos salpican pero parecen no afectarle. Que él tendrá huevos, pero ella ovarios.
Pero eso no quiere decir que se juegue el pellejo sola: la jugadora ha hecho bien al protegerse buscando el apoyo de su sindicato en esta guerra que tiene visos de hacerse cada vez más sucia. Ayer mismo, alguna portada de la prensa deportiva la acusaba de ‘dejar caer’ al presidente de la RFEF, como si fuera ella la culpable de los actos impresentables de quien ostenta un cargo que exige la máxima transparencia y responsabilidad. Si Rubiales cae no es por ella, es porque se lo ha ganado a pulso él mismo. Ya está bien.