El éxito del Madrid tiene nombre y apellido: Carlo Ancelotti
Con este título llega a los 12 títulos como entrenador, superando a Zinedine Zidane, y se queda a dos de Miguel Múñoz
El Real Madrid ya tiene La Liga número 36 en sus vitrinas y no es fruto de la casualidad. La ha conseguido por ser el equipo que más partidos gana (27), menos pierde (uno, en el mes de septiembre frente al Atlético de Madrid), mejor castiga a las defensas rivales (74 goles) y tras convertirse en un ejemplo de solidez defensiva con sólo 22 tantos encajados.
Estos guarismos entrarían dentro de la lógica de un equipo campeón si no fuera por las tremendas vicisitudes que el conjunto merengue se ha ido encontrando por el camino. Sin comenzar la temporada se lesionó del cruzado el mejor portero del mundo, Thibaut Courtois. En la primera jornada de Liga, en Bilbao, también se rompía el titularísimo en el centro de la defensa Eder Militao (de nuevo el cruzado de la rodilla) y antes de que acabara 2023 el joven talento turco Güller (por dos veces), la estrella brasileña Vinicius (en dos ocasiones también) y el otro central fijo en los esquemas de Carletto que quedaba sano: David Alaba.
Esto en cualquier otro club se hubiera convertido en un drama o en una fatal jugada del destino en la que parapetarse de forma preventiva por si no llegaba a los objetivos presupuestados, circunstancia que no ha sido necesaria en el Real Madrid. Los motivos principales que esgrimen desde castellana son muy claros: «Un entrenador que huye de las excusas y busca soluciones» y «una dirección deportiva que va a muerte con su planificación de la temporada».
«A muerte con la planificación»
Tengo que reconocer que después de la sorpresiva salida veraniega de Karim Benzema me invadió un cierto canguelo. La llegada de un 9 top se me antojaba indispensable, pero si algo me descolocaba más era la tranquilidad que se manejaba en la parcela de incorporaciones del club cuando preguntabas por posibles sustitutos: «No interesaba Kane, no se haría una locura por Haaland, hasta 2024 nada por Mbappé…». Entonces, ¿qué? ¿nos encontrábamos ante un año de transición en lo que arribaba el parisino?
Nada más lejos de la realidad. El Madrid contaba con una idea para el ataque que podría conducirles al éxito. De inicio, confiaban en un Vinicius y un Rodrygo por encima de los 20 goles (llevan 21 y 17 a falta de un mínimo de cinco partidos). También estaban esperanzados (¡aunque no tanto!) con la capacidad llegadora de Bellingham. El británico venía de hacer 14 goles con el Borussia y si hacía algo parecido en Chamartín cubriría gran parte de las necesidades. Al final las 22 anotaciones que ha logrado el crack de Birminghan a estas alturas del curso futbolístico rebasan todas las expectativas.
Pero todavía faltaban dos nombres para la parcela atacante que consensuaron entre Ancelotti y la dirección deportiva: Brahím Díaz y Joselu Mato. Desde la afición se recibieron con cierta inquietud y desde la prensa, en su mayoría, directamente con desprecio. Nada que afectara a los protagonistas. Joselu, con unos destacables 14 gritos de gol y Brahim, con 10, han sido la solución desde el banquillo que anteriormente no fueron Jovic o Mariano. Sumando los goles de Jude, Joselu y Brahim nos salen 46 tantos. La mejor temporada de Karim fueron 44 así que aquel pensamiento estival que derivó en un plan para la delantera post-Benzema no fue en absoluto descabellado.
Con la defensa sucedió algo parecido. El club se mostraba tranquilo con sus dobles parejas. Militao-Alaba y Rüdiguer-Nacho conformaban una línea defensiva más que fiable. Y entonces llegaron las ya relatadas lesiones del brasileño y del austriaco. Aficionados, prensa, exjugadores, peñistas… ¡Todo el mundo se volvió loco! Todo el mundo menos quien tenía que mantener la calma: las cabezas pensantes que toman las decisiones desde Valdebebas. Tras las insistentes preguntas de todos los que cubrimos la información del Madrid sobre si se acudiría al mercado de invierno la respuesta era la misma: «Nos quedan Rüdiguer y Nacho y si se lesionan reconvertimos a Carvajal y Tchouamení. Vamos a muerte con nuestra planificación». Y no mentían. Así ha sido.
Ancelotti no conoce las excusas
Todo este relato quedaría en agua de borrajas si banquillo y dirección deportiva no estuvieran en la misma sintonía, pero el Real Madrid tuvo a bien volver a apostar por Ancelotti en el verano de 2021. Un entrenador que conoce al dedillo la idiosincrasia madridista, que nunca pierde la calma (algo que transmite a su plantilla) y que, ante todo, «huye de las excusas y busca soluciones».
Su gestión de recursos, a pesar de la plaga de lesiones, ha sido sensacional. Sus variantes tácticas, buscándole acomodo a Bellingham en una nueva posición primero y reconvirtiendo a Vini en delantero centro después, también. Resolver la crisis de la portería apostando por Lunin, cuando el club había fichado a Kepa para ser el teórico titular, se ha revelado como una decisión valiente a la par que acertada. Y hacerle entender a Modric que podía ser igual de importante saliendo desde el banquillo que partiendo como titular ha evitado un ambiente que cerca estuvo de haberse tornado en irrespirable.
El triunfo liguero debe repartirse entre jugadores, dirección deportiva y staff médico, pero si hay alguien que merece recibir un reconocimiento absoluto es Carlo Ancelotti. Con este título llega a los 12 como entrenador del Real Madrid superando a Zinedine Zidane (11) y quedando a sólo dos del mito Miguel Muñoz (14). Todo alcanzado sin quejas, sin lloros y sin pretextos. Todo apoyado en su sabiduría futbolística, su conocimiento táctico, su capacidad de influir y convencer a los jugadores y su mano izquierda. Y mañana podría ser aún mejor. Mañana podría meter al Madrid en su tercera final de Champions con en el banquillo camino de la 15.
El éxito del Madrid tiene nombre y apellido: Carlo Ancelotti.